Pedro Campos |
Segundo
articulo de una serie sobre la lucha contra al corrupción y las
ilegalidades en Cuba
Destruyeron
al socialismo soviético, el burocratismo y la corrupción
Pedro Campos
Domingo, 28 de
mayo de 2006
Resumen.
El Socialismo Soviético
sucumbió a causa del burocratismo y la corrupción generados
por la concepción de la construcción de la nueva sociedad
basada en la “propiedad estatal de todo el pueblo” y la
planificación centralizada, que separó a los trabajadores de
la propiedad y del estado, y creo una burocracia corrupta que se
convirtió en propietaria real de los medios de producción y
por ende en explotadora. La esencia democrática de la Dictadura
del Proletariado fue desvirtuada porque la propiedad sobre los
medios fundamentales de producción no estaba en manos de los
trabajadores. El poder radica en la propiedad. La estatal no es
la forma genérica de la propiedad socialista, sino la
autogestionada de los colectivos obreros, en forma directa o en
cogestión con el estado y la cooperativa. El Socialismo,
periodo de transito del Capitalismo al Comunismo, en su doble
carácter nacional e internacional, deberá respetar las formas
previas de propiedad y organización de la producción que el
desarrollo de las fuerzas productivas demanden, así como las
leyes generales del desarrollo económico, combinando el mercado
con la planificación a todos los niveles, hasta la paulatina
desaparición de la división social del trabajo, las clases y
el estado. La Perestroika con la Glassnot se orientó a la crítica
de la superestructura y contribuyó a la destrucción del estado
burocrático, pero no creó las bases del nuevo estado porque no
entregó la propiedad a los trabajadores que no defendieron
finalmente al estado soviético porque no se sintieron
identificados ni comprometidos con él, y todo el potencial
militar y nuclear sucumbió ante la falta de apoyo popular. En
la URSS no fracasó el Socialismo, sino una manera errática de
concebirlo, que no concedió la propiedad a los trabajadores y
por eso no garantizó el poder real en manos de los trabajadores
ni su estado democrático.
Desarrollo:
A propósito de la lucha contra
la corrupción y las ilegalidades, el Presidente Cubano Fidel
Castro dijo que los propios revolucionarios podríamos destruir
la Revolución. Esta frase tiene un profundo significado histórico
para el Movimiento Revolucionario Internacional y para nuestra
práctica concreta de hoy día a la luz de las complicaciones
económicas y sociales derivadas del Período Especial.
La experiencia de la caída del
Socialismo Soviético, a manos del burocratismo y la corrupción,
cobran singular importancia para nuestra realidad actual, por lo
que una clara visión de las causas económicas, políticas y
sociales que provocaron aquella catástrofe, puede ayudarnos a
enfrentar nuestros retos presentes y evitar cometer los mismos
errores, a pesar de las grandes diferencias entre ambos
procesos.
La Construcción del Socialismo
en la antigua URSS, se basó fundamentalmente en la propiedad
estatal y el sistema de planificación y presupuesto totalmente
centralizados. De ahí el nombre de Socialismo de Estado.
La práctica de las
Revoluciones Socialistas del Siglo XX permite considerar
acertado, que en los primeros tiempos y bajo condiciones
excepcionales, como la guerra, predomine la centralización de
las decisiones, a fin de garantizar el poder revolucionario, la
ejecución de la expropiación de la propiedad burguesa y la
victoria militar sobre el enemigo.
Sin embargo, la concentración
de la propiedad en manos estatales y un alto nivel de
centralización en las decisiones de todo tipo prevalecieron en
la URSS más allá de los primeros tiempos y de la guerra, a
pesar de varios intentos en contrario como la NEP (Nueva Política
Económica) de Lenin, y las reformas frustradas en los años 60,
iniciadas en épocas de Nikita Jruschov.
En la URSS otras formas de
propiedad fueron permitidas, como la pequeña y cooperativa,
sobre todo en la agricultura y la artesanía, aunque muy
limitadamente y con muchas trabas y controles por parte del
estado. Pero en la industria, el eslabón decisivo de la economía
moderna, no hubo oportunidad alguna para ningún desarrollo de
cooperativas ni la propiedad colectiva fuera de la estatal, ni
desde luego de otras formas de propiedad y producción pre
socialistas que todavía tenían cabida en el Período de Tránsito.
Los resultados son conocidos.
La propiedad estatal que se presumía de todo el pueblo, se
convirtió de hecho y derecho en propiedad de la cúpula
gobernante, quien en verdad decidía sobre todos sus aspectos,
dando lugar a un proceso de burocratización, determinado por
las condiciones reales materiales de su propia existencia, que
llevó a la separación natural de la burocracia de los
intereses de los trabajadores y el pueblo, toda vez que unos
pocos tomaban todas las decisiones, se convertían en dueños y
los otros en meros trabajadores asalariados, explotados, sin
ninguna relación de pertenencia respecto a los medios de
producción.
El estado, que fue tomando
forma propia, independiente de los trabajadores, dueño de todos
los medios de producción fundamentales y único empleador de la
mano de obra, se vio entonces obligado, a crear ejércitos de
funcionarios, inspectores, controladores, cuerpos de seguridad y
policíacos, etc., en suma el aparato burocrático auxiliar
propio, para cuidar y garantizar sus intereses y preservarlos
ante la contraparte compuesta por los trabajadores. Aquel
engendro terminó devorando el Socialismo que se intentaba.
Si los trabajadores se hubieran
sentido comprometidos con los medios de producción, ese
aparatazo, hubiera sido innecesario y las funciones de control y
preservación de la propiedad y las utilidades, serían hechas
sustancialmente por los propios trabajadores y el pueblo mismo,
apoyados por un pequeño grupo de funcionarios no privilegiados,
con responsabilidades únicamente administrativas. Hubiera sido
un primer paso concreto hacia la extinción del estado, en el
camino que deberá recorrer la nueva sociedad, de la
administración de los hombres a la administración de las
cosas.
Podemos aceptar incluso, que
aquellos dirigentes nunca se propusieron sentar las bases para
la posterior destrucción del Socialismo. Podrá acusarse a
Stalin de muchos errores y horrores, pero no de ese. Según Marx
“No es la conciencia del hombre lo que determina su ser,
sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia” (1). No se percataron de que el excesivo
ejercicio, uso, y abuso (ser social) de esta forma de propiedad,
los llevó a creerse (conciencia social) que en verdad los dueños
eran ellos y no el pueblo trabajador, por y para quien se había
hecho la Revolución Socialista, con todas las consecuencias
negativas que esto trajo para la democracia socialista, el
control obrero, la burocratización, etc.
Resultado de la prolongación
en el tiempo de aquella concepción de la construcción
socialista asociada a la propiedad estatal fue que los
trabajadores, ningún colectivo o entidad, se sintieran
verdaderamente dueños, responsables de los medios de producción
y por tanto no había una clara estimulación para su cuidado y
control por nadie; mientras que la centralización de los
recursos y las decisiones, al alejarse del control de las bases,
se burocratizaron, perdieron su sentido de realidad y operaron
contra el desarrollo, además de haber desnoblecido el trabajo,
e implantado formas de control social extraeconómicas,
voluntaristas, paternalistas y represivas, en detrimento de la
democracia que fue cediendo en todo al centralismo, no solo en
economía, sino también y por consecuencia, en los procesos políticos.
Ciertamente las técnicas y
maquinarias se desarrollaron, pero desigualmente en ramas y
regiones y sin poder satisfacer las necesidades propias que iban
generando entre la clase trabajadora, factor dinámico
determinante en el avance de las relaciones de producción,
ocurriendo la sentencia de Marx: De forma de desarrollo de
las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas (Idem).
El Poder, que se suponía y debía
ser de los trabajadores, en verdad era controlado y ejercido por
un grupo pequeño de personas, que por muy buenas intenciones
que tuvieran y por muchos recursos de que disponían, no podían
hacer otra cosa que responder a ese, su ser social como grupo
dueño, no como masa. La práctica demostró que el Poder de la
Clase Obrera, para ser efectivo, tiene que ser ejercido
directamente por esta, en primer y determinante lugar a través
de la propiedad concreta sobre los medios de producción, que es
la que reivindica de hecho y derecho el poder. Aquella
“democracia proletaria” no fue posible porque la propiedad
de los medios de producción no fue ejercida directamente por
los trabajadores, sino por la burocracia estatal, militar y
partidista.
Una vez más quedó
demostrado que el poder está donde está la propiedad.
Los partidarios del Socialismo
de Estado, aducían, que la propiedad estatal era la más
representativa de las formas de propiedad colectivas y que el
alto nivel de centralización de las decisiones y los recursos
posibilitaba una mejor planificación, utilización y
productividad de los mismos, en función de cumplir lo que se
denominaba la ley fundamental de la producción socialista, a
saber “la satisfacción de las necesidades crecientes de la
población”. En cambio, dicha concepción demostró su
incapacidad para llevar hacia delante tales propósitos, para
hacer eficiente y productiva la economía a largo plazo, y
terminó por hacer fracasar el proyecto socialista, que tanto
costó iniciar y mantener.
Por una interpretación mecánica
en la relación histórica determinista que existe entre fuerzas
productivas, propiedad, relaciones de producción y
superestructura, pensaban que “imponiendo la propiedad estatal
de todo el pueblo”, construirían por eso la sociedad
Socialista, y se establecerían nuevas relaciones socialistas de
producción, distribución y consumo, con su correspondiente
superestructura jurídica, política, estatal, etc., igualmente
diseñada por las mentes dirigentes. Así, los que creían poder
llegar a establecer relaciones comunistas de producción, por el
simple hecho de “desearlas”, fracasaron estrepitosamente.
Lograron al final, sin proponérselo, conducir la sociedad
aquella hacia el Capitalismo que habían deseado combatir.
Los esclavistas, los señores
feudales y los burgueses llegaron a controlar el estado porque
eran los dueños de los medios de producción y no llegaron a
ser dueños de los medios de producción porque hubiesen
controlado al estado. Los trabajadores serán los que controlen
el estado cuando sean los dueños de los medios de producción,
y no como se ha pretendido, al revés, que lleguen a ser dueños
de los medios de producción porque sean los que “controlen”
al estado.
Se interpretó que tomando y
transformando el aparato del estado, poniendo el estado en manos
de los representantes de los Partidos Políticos de la clase
obrera, se convertiría automáticamente a los trabajadores en
dueños de los medios de producción. Resultando que esos
representantes fueron los que se convirtieron en los dueños y
no los trabajadores. Lo que debió hacerse fue utilizar ese
poder del estado arrebatado a la burguesía, para convertir a
los trabajadores en dueños directos por colectivos, o en
cogestión con el estado, de los medios de producción. Sería a
partir de entonces que los trabajadores empezarían realmente a
ejercer el poder, a realizar su dictadura, a conformar su estado
proletario, a desarrollar la etapa de tránsito socialista.
El hecho de que el capitalismo
esté listo para que aparezcan en escena nuevas formas de
propiedad colectiva y organización de la producción más
social, no quiere decir que pueda pasarse automáticamente a las
formas comunistas de propiedad y producción. Una correcta
interpretación del Materialismo Histórico y Dialéctico no
hubiera “usado, violado ni forzado” las leyes generales del
desarrollo, basadas en la producción material. La voluntad de
los hombres, sólo puede servir a la construcción conciente de
la nueva sociedad, en tanto y cuanto contribuya a hacer fluir el
desarrollo consecuente de las fuerzas productivas, que son las
que históricamente en forma primaria determinan las formas de
propiedad y las relaciones de producción.
Por eso entre las causas del
desastre estuvo la vulneración de las leyes de la construcción
socialista, pero muy particular y específicamente esa
interpretación metafísica del concepto de propiedad estatal.
Un tipo de propiedad que pretendiendo ser más social, en verdad
resultó ser más privada, cuando debió hacerse lo más
colectiva, expandida, y repartida posible. Se quiso establecer
un tipo de propiedad (la de todo el pueblo) que no correspondía
al nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. Se
confundió la propiedad del estado con la propiedad de todo el
pueblo. La propiedad del estado nunca podrá ser la propiedad
de todo el pueblo, pues éste tipo de propiedad es el
resultado del avance a la sociedad donde desaparezcan las
clases y el propio estado. De manera que la propiedad del
estado, en el Socialismo es solo una forma transitoria y
limitada de propiedad hacia la propiedad de todo el pueblo, y
por tanto no puede ser, nunca será, la forma genérica de la
propiedad socialista, aunque si parte de ella.
En concordancia con la concepción
marxista del Periodo de Tránsito, en el Socialismo, debieron
por tanto coexistir distintos tipos de propiedad, pero la
forma determinantemente creciente, la verdaderamente genérica
de esta etapa, debió ser la propiedad colectiva de los
trabajadores, que debió manifestarse de distintas formas, ya
sea cogestionada con el estado, de los colectivos obreros, o
cooperativa; mientras que la propiedad puramente estatal
debió existir sólo como existió en todos los regímenes
previos, sobre determinados medios y recursos, siempre en función
de la clase que ha dominado ese estado, que es la poseedora de
la propiedad y caracteriza al régimen (propiedad esclavista,
feudal o capitalista).
Según las concepciones de Marx
y Lenin, el estado no es más que la dictadura de la clase que
detenta el poder, en tanto dueña de los medios de producción.
Por eso al periodo de tránsito, lo denominan Dictadura del
Proletariado por el hecho de que todo estado es, en última
instancia, una dictadura de la clase en el poder, dueña de los
medios de producción, y no por el sentido político autoritario
despótico y tiránico del término.
La Dictadura del Proletariado
fue desvirtuada en su esencia como estado revolucionario democrático
de los trabajadores y fue usada en ese sentido político, que
nada tenía que ver con su verdadero contenido. Resultado de la
errónea concepción de la propiedad estatal como la genérica
del periodo de tránsito, lo que pretendió y debió ser la
Dictadura del Proletariado, se convirtió en la Dictadura de la
Burocracia.
Así la propiedad puramente
estatal en el Socialismo, no es, no puede ser todavía la
propiedad de todo el pueblo, es una forma de propiedad que el
estado obrero, en el que todavía existen otras clases, utiliza
coyunturalmente con una función social determinada y, al igual
que hacen los capitalistas, encarga a su estado empresas o
producciones que por determinadas razones económicas y
operativas no le conviene asumir a ningún colectivo de
propietarios obreros.
Especialmente ese tipo de
propiedad, en interés del estado y por tanto en interés de la
clase dominante, la poseedoras de los medios de producción
fundamentales, deberá mantenerse sobre todos los recursos
naturales, las tierras, los bosques, el subsuelo, las aguas,
etc., la naturaleza no debe pertenecer a nadie en particular,
pero en el Socialismo donde quiera que estén presentes los
instrumentos y técnica de producción creados por el hombre y
la fuerza de trabajo, la propiedad debe materializarse
colectivamente en las personas que crearon esos medios y los
hacen producir.
El tránsito de las formas de
propiedad y producción previas, a las socialistas y de estas a
las comunistas, no debió hacerse por decreto, sino que debió
ir fluyendo naturalmente, por interés de los productores y en
la medida en que el componente fuerza de trabajo se fuera
reduciendo al mínimo, en relación con el componente constante
(medios de producción) del potencial productivo total. Los términos
capital variable y capital constante, son categorías de la
economía capitalista cuyo fin es la producción de plusvalía,
donde los que acuden con capital explotan a los que acuden como
fuerza de trabajo.
La clara concepción sobre las
formas de propiedad en la sociedad socialista de tránsito, y su
relación con el nivel de las fuerzas productivas, que las
determinan, demostraron así ser de la mayor importancia para
poder ejercer una correcta dirección científica en el
desarrollo social. Visto en perspectiva, y sin pretender
establecer tabiques infranqueables ni absolutos, las formas de
propiedad en el socialismo debieron ir desarrollándose de
acuerdo con el nivel de las fuerzas productivas, e ir
transitando de estadios de menos a más colectiva y convivir
incluso con otras formas, pues los niveles de desarrollo no son
iguales en todas las ramas y regiones. Se demostró que lo
importante no es imponer nuevos tipos de propiedad, sino que
esos tipos de propiedad estén en concordancia y armonía con el
nivel alcanzado en cada rama, región, tipo de industria, etc.
Así cuando en la agricultura,
eran necesarios todavía la hoz, los animales de tiro, y otros
medios y herramientas relativamente rudimentarias, y la mano de
obra era esencialmente manual, la forma de propiedad y
organización de la producción, debió corresponderse con esos
niveles de desarrollo de las fuerzas productivas. A tales
fuerzas productivas, correspondían formas como la producción
mercantil simple, y las cooperativas en la medida en que los
propios dueños de las pequeñas parcelas consideraran que
necesitaban unirse para tener mejores resultados. Al estado
correspondía ayudar a este desarrollo con créditos, contratos
de compra a precios preferenciales, financiación de
infraestructura, transporte, salud publica, educación y
entrenamiento, pero no obligando a la cooperativización
forzada, como se hizo, ni imponiendo precios monopólicos de
acopio que en vez de incentivar al desarrollo cooperativo, lo
inhibían.
Ya en la medida del desarrollo
y aplicación de las nuevas técnicas en el agro, y la
incorporación de nuevas extensiones de tierras cultivables,
esas cooperativas (Koljozes) y las nuevas empresas socialistas
en la agricultura, debieron ir asumiendo y pasando a formas de
propiedad colectiva superiores, como la autogestión o
autofinanciamiento empresarial, manteniendo o no la propiedad de
la tierra en manos del estado, según el origen de la misma
fuera procedente de la pequeña o la gran propiedad. En la URSS,
en cambio se implantaron los (Sovjozes) que eran empresas de
propiedad estatal donde los trabajadores agrícolas eran simples
jornaleros o asalariados, sin ninguna relación concreta de
pertenencia con los medios de producción que el estado ponía a
su disposición.
Igualmente y para poner como
ejemplo el polo opuesto, la industria moderna que demandaba mano
de obra altamente calificada y especializada, técnicas y métodos
sofisticados, con grandes volúmenes de inversión en medios de
producción y materias primas, demandaban una estructura bien
compleja en la producción y necesariamente debieron estar
basada en las concepciones más desarrolladas de la propiedad
colectiva, como la forma de propiedad estatal cogestionada con
los trabajadores, en tipos de empresas puestas al servicio
completo de la sociedad que no debieron responder a intereses de
pequeños grupos de burócratas, y si debieron tener en cuenta
los intereses de esos trabajadores altamente especializados y
que por tanto debieron igualmente ser altamente recompensados,
tener un alto nivel de vida, que les permitiera dedicarse por
entero a su realización profesional, sin tener que preocuparse
por sus necesidades materiales elementales.
Desde luego que debieron
existir diferencias entre los que más y menos aportaban. El
igualitarismo no es igualad. La igualdad en aquella sociedad que
pretendió ser Socialista debió estar ante la ley, la similitud
de oportunidades para todos y las garantías sociales de salud,
educación y seguridad social que debieron ir creciendo para
todos por igual, con el desarrollo general de la sociedad y los
aportes al presupuesto. El igualitarismo en la distribución y
el consumo, nada tienen que ver con el Socialismo.
Hace 130 años, en carta a
Bebel, el 18 de marzo de 1875, Engels escribió: “La concepción
de la sociedad socialista como reino de igualdad es una idea
unilateral francesa, apoyada en el viejo lema de libertad,
igualdad, fraternidad… que hoy debe ser superada”.
Las desigualdades en el
Socialismo eran no solo inevitables, sino también saludables y
necesarias, en cuanto debieron convertirse en estimulo para la
superación y el trabajo. El derecho burgués de pago según
trabajo, implica una desigualdad por las diferencias de
posibilidades físicas e intelectuales de los distintos
individuos. Estas desigualdades se irían superando en el
tiempo, en la medida en que se desarrollaran las técnicas y
medios de producción y se realice en gran escala la revolución
cultural, de manera que fueran desapareciendo las diferencias
entre las formas de producción, la división social del trabajo
y entre el campo y la ciudad, entre las clases.
Pero no se hizo así, de
acuerdo con concepciones esquemáticas, se pretendió realizar
la igualdad en la esfera del consumo, con formas de distribución
comunistas o igualitaristas que no correspondían aún. El rango
entre los salarios era estrecho, no siempre hubo estímulos
adicionales al salario normal, nunca hubo repartición de
ganancias. Se eliminaron caprichosamente formas de producción
-incluso precapitalistas- que todavía tenían cabida y demanda
en la sociedad que se pretendía, y se imponían camisas de
fuerza a las formas de propiedad y organización y control de la
producción que los trabajadores iban experimentando y
demandando a la par con el desarrollo técnico y profesional,
etc.
La práctica de la construcción
socialista en la URSS demostró que el papel de los comunistas,
una vez tomado el poder no es imponer relaciones de producción
comunistas a toda costa y a todo coste, sino trabajar conciente
y racionalmente en el seno de la sociedad para eliminar las
trabas en las relaciones de propiedad, producción, distribución
y consumo que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas
productivas (los medios de producción y el hombre y su cultura
productiva), de manera que estas fluyan armónicamente y vayan
imponiendo las nuevas formas en un proceso ininterrumpido. De
tal manera que las nuevas formas de propiedad y producción que
se dispongan respondan objetivamente al nivel de desarrollo
alcanzando y no al revés: pretender alcanzar nuevos niveles de
desarrollo de las fuerzas productivas por la simple aplicación
caprichosa de nuevas formas de propiedad y relaciones de
producción.
La dialéctica de los procesos
políticos y sociales impone a su vez ritmos, cuyo pulso no se
aprecia a simple vista y no es difícil que los revolucionarios,
inmersos en la lucha de clases diaria y obsesionados con mejorar
las condiciones de vida y hacer el bien, muchas veces confundan
sus deseos con las realidades, cayendo entonces en el
voluntarismo. Debemos aceptar que tales experiencias, retrocesos
y desvíos, son partes inherentes a los procesos
revolucionarios. Son los hombres los que hacen las Revoluciones
y pertenecen a su tiempo. No es una justificación, es una
realidad. La Rectificación constante del rumbo, debe ser por
tanto un instrumento permanente de los trabajadores y sus
organizaciones políticas.
El PCUS (Partido Comunista de
la Unión Soviética), llegó a plantear en uno de los Congresos
todavía bajo la dirección de Brezhnev, que la URSS estaba
presta a finalizar la Etapa de Tránsito, cuando todavía era
evidente el atraso económico en la gran mayoría de las Repúblicas
soviéticas, base real del separatismo y posterior desintegración
que estimuló el imperialismo como luchas interétnicas.
En la planificación buscó el
Socialismo las salidas a las crisis cíclicas del Capitalismo.
Pero aquella búsqueda estuvo viciada por varios factores que
tenían todos como denominador común la propia concepción de
propiedad estatal que implicaba poner en primer plano los
intereses generales del estado central en lugar de la satisfacción
de las necesidades de la población, enunciada como ley
fundamental de la producción socialista. Así primó un
excesivo centralismo, con una cada vez más deficiente, hasta
llegar a nula, participación de las regiones y los colectivos
de trabajadores; y una visión de la seguridad nacional centrada
en el militarismo, que no la contemplaba como un todo integral
económico-político- social-militar.
La planificación general del
desarrollo económico y social del país para ser real y científica,
y responder a los intereses por niveles y posibilidades, debió
salir de abajo, de las masas, de las propuestas de los
trabajadores y ser dirigida, implementada por la representación
democrática de todos los trabajadores, los Soviets. La
planificación debió ir de abajo hacia arriba y una vez
integrada, ir de nuevo hacia abajo. Los proyectos generales de
amplio alcance, más allá de las propias industrias, debieron
ser entendidos, discutidos y aprobados democráticamente por
todo el pueblo y sus representantes, para que tomaran fuerza
real, fueran respaldados por las masas y ejecutados por ellas,
verdaderas responsables de llevarlos a feliz termino. Pretender,
como se hizo, planificar el desarrollo social sin tener en
cuenta los puntos de vista y los intereses de las masas, los
colectivos obreros y las personas, a corto, mediano y largo
plazos, no solo inhibió los resultados generales de la
planificación sino que se constituyó en su contrario.
Además la planificación debió
tener escalas nacionales, regionales y empresariales, de manera
que los intereses a todos esos niveles pudieran manifestarse e
imbricarse y no excluirse. Tan terrible puede ser poner los
intereses del estado por encima de todos los demás, como poner
los intereses de una empresa por encima de los intereses del
estado en su conjunto.
Por la forma en que se promovían,
elegían y funcionaban, hacía decenios que los Soviets habían
dejado de responder y representar a los intereses de los
trabajadores. Por lo que ni la planificación que aprobaran, ni
las políticas económicas o sociales que votaran, tenían
coherencia con los intereses generales de la sociedad que decían
querer construir.
Toda aquella experiencia se basó
en el Control desde arriba, de la cúpula hacia la base, cuando
debió ser precisamente al revés, de abajo hacia arriba, de la
base hacia la cúpula. Debió ser la base la que determinara
todo, de donde debieron salir las propuestas de todo tipo. Eran
las bases las que debieron ejercer el control. Los órganos del
estado debieron tener solo poder ejecutivo, mientras el papel
decisorio debió estar en las masas y los colectivos de
trabajadores. Esta es una, entre las más importantes causas de
aquel desastre.
Algunos acusan a Lenin del
pecado original por esta desviación, cuando proclamó el
centralismo democrático como método integral para el
funcionamiento del Partido de Nuevo Tipo y la sociedad nueva que
se pretendía construir. Muchos se olvidan que Lenin fue herido
en los comienzos de la Revolución, y a pesar de su
convalecencia en los últimos años de vida desarrolló las
bases teóricas de la NEP, que apenas fueron aplicadas luego de
su muerte.
La consecuente aplicación de
la NEP debió tener profundas implicaciones en el conjunto de
las concepciones políticas del Partido y la Sociedad, y ella
misma significaba una delegación del poder efectivo y real
control a las masas de trabajadores de la ciudad y el campo.
Lenin no fue responsable de que en la lucha lógica entre el
centralismo y la democracia, dos contrarios unidos en el seno
del Partido y la sociedad, predominara el centralismo hasta
extenuar la democracia. Fueron otros factores internos y
externos los que provocaran aquel des balance a la postre fatal,
que el PCUS nunca pudo solventar definitivamente ni después de
Stalin, a pesar de la crítica del XX Congreso.
El carácter democrático de
cualquier sistema político de gobierno, está determinado por
su contendido. Las formas, son las maneras, las instituciones,
los mecanismos de la “democracia” que a simple vista se
parecen o tiene similitudes en los distintos sistemas económico
sociales. A su vez las formas deben corresponder a sus
contenidos, pues un sistema profundamente democrático, difícilmente
pueda manifestarse por medio de instituciones que no lo sean
también. Los contenidos, vienen dados por la participación
efectiva de los ciudadanos, su capacidad en la toma de
decisiones, determinadas por la posición de los ciudadanos ante
los medios de producción, muy específicamente las relaciones
de propiedad. Por eso la democracia tiene apellidos, su
significado es relativo, distinto en cada etapa: esclavista,
burguesa o proletaria y estos nombres corresponden a los dueños
de los medios de producción.
Aquel estado, basado en la
propiedad estatal demostró ser incapaz de generar una
democracia verdaderamente participativa, obrera, popular, por la
sencilla razón de que el poder real, el control y propiedad
sobre los medios de producción, estuvieron en manos de la
burocracia estatal, y no de los trabajadores. No importó que
sus líderes, salieran del movimiento obrero, del Partido o del
Ejército que derrotó al Fascismo, ni siquiera sus orígenes de
clase; lo determinante fue que a pesar de sus muy buenas
intenciones, actuaron consecuentemente con lo que se
convirtieron: individuos o grupos verdaderos dueños, ellos, de
todos los medios de producción, y no la clase trabajadora como
debió ser, que en verdad siguió desposeída de toda propiedad
concreta.
Y aunque lo importante es el
resultado final, no es tampoco que todo lo hubieran hecho mal,
ni que no hubieran trabajado por la justicia social y por una
mejor distribución social. Pero el método, la forma de lo
bueno que hubo, no fue democrático, y lo que crearon o hicieron
aquellos dirigentes, por muy buenos que fueron sus propósitos y
decisiones; no contaron con el real apoyo y aprobación de los
trabajadores, las masas, y los pueblos, que en definitiva
terminan haciendo la historia como ellos la entendieron.
En el Socialismo Soviético el
papel principal fue concedido a los grandes hombres, a los
grupos de dirigentes del Partido en el que no siempre el
centralismo democrático funcionó integralmente. La clase
trabajadora, los pueblos quedaron para hacer lo que se
determinaba arriba y recibir los beneficios que aquellos
decidieron, aunque la Constitución y las leyes dijeran otra
cosa. Esto viene a corroborar el acierto Marxista de que las
leyes no se hacen para que se cumplan sino porque se cumplen en
la práctica. Es la práctica concreta, tal como se manifiesta,
la que debe ser convertida en ley y no hacer leyes con los
deseos.
La correlación entre
centralismo y democracia, puede afectarse en una u otra dirección
coyunturalmente, bajo condiciones especiales como la guerra pero
puede y debe cambiar siempre favorablemente a favor de la
democracia en la medida en que se vaya desarrollando la sociedad
socialista, precisamente por la socialización de los medios de
producción que debe ir pasando de formas más a menos
concentradas, hasta llegar en el comunismo, futuro y luminoso
pero todavía no cercano, al predominio de la “propiedad de
todo el pueblo” y la formula de distribución no sea según el
trabajo sino según la necesidad, en la medida en que haya ido
cambiando también, y cada vez más, el carácter del estado
hacia su paulatina “extinción” y la desaparición de las
clases.
Los defensores de aquel
Socialismo de Estado, esgrimieron la necesidad de un estado
fuerte representante de los intereses de la clase obrera, capaz
de disponer de los recursos financieros y económicos necesarios
para organizar los aparatos militar y de seguridad, garantes de
sus conquistas. Sin embargo, el más grande arsenal nuclear de
la historia no fue suficiente para detener la caída de la URSS
y el más eficaz servicio de seguridad, la KGB, especialmente en
épocas de Veria y Stalin sirvió más para reprimir a los
propios revolucionarios y garantizar el poder de grupos que para
defender el Socialismo.
Esa experiencia demostró que
el poder defensivo fundamental de la Revolución Socialista no
radica en la calidad y cantidad de las armas y los aparatos
militares y de seguridad, sino en el respaldo obrero y popular
que le faltó al poder soviético, por la ausencia de
identificación entre los intereses populares y los del estado.
En la caída del Socialismo
Soviético, los enemigos históricos de la clase obrera y el
Socialismo, encontraron “su comprobación concluyente” del
fracaso del Marxismo y sus teorías del desarrollo social y le
extendieron “su” certificado de defunción.
En verdad, en la base de los
fracasos del Socialismo Soviético estuvieron las violaciones de
estos principios, los serios errores de interpretación y mala
aplicación de las concepciones marxistas sobre el Periodo de Tránsito
del Capitalismo al Comunismo, las formas de propiedad en esta
Etapa, la organización de la producción, y los papeles de la
clase trabajadora, el estado y el Partido.
Personas de la izquierda,
aseveran que aquellas experiencias demuestran que el Socialismo
solo es posible en países de alto nivel de desarrollo económico
como EUA o Europa Occidental. Ellos no han alcanzado a
comprender que un asunto es el Socialismo y otro el Comunismo y
que hay países que en su conjunto son subdesarrollados económicamente,
pero amplios sectores de esas economías funcionan a base de
capitalismo e incluso con un alto nivel de desarrollo y
socialización de la producción.
¿Qué pasó entonces?
La respuesta se advierte
claramente: el “Socialismo” se derrumbó en la URSS no
porque las fuerzas productivas no estuvieran maduras, sino
porque nunca se establecieron las nuevas relaciones de producción
socialistas que demandaban las nuevas fuerzas productivas
creadas por el capitalismo, ampliadas después en la inconclusa
etapa de tránsito socialista. Lo que hizo aquel
"socialismo estatal", que no modificó el carácter de
la propiedad, esencia de las relaciones de producción, al no
entregar los medios de producción a la clase obrera, fue
aumentar la burocracia y la corrupción propias de los regimenes
explotadores, agudizando la contradicción principal heredada
del capitalismo entre la producción cada vez mas social y la
apropiación cada vez más privada. Eso se debió a dejar
concentrada la propiedad en manos del estado, cuando quitó a
unos cuantos viejos dueños, los capitalistas anteriores, para
poner otros pocos nuevos dueños, que actuaban ahora en nombre
del Socialismo.
Igualmente hay compañeros que
hablan de la imposibilidad de construir el Socialismo en su solo
país. Ellos también confrontan dificultades para entender la
esencia del Período de Transición. Ciertamente la sociedad
comunista del futuro, será posible sólo y cuando la mayoría
de la economía mundial avance bajo control de los trabajadores,
gracias a un amplio desarrollo de las fuerzas productivas y de
la socialización de la producción a escala planetaria. Pero no
se trata del Comunismo sino del Socialismo.
Pretender que el Capitalismo
termine de desarrollar todas sus potencialidades, para entonces
empezar a construir el Socialismo, no tiene nada que ver con la
aseveración profundamente dialéctica de Marx, de que ningún régimen
económico-social desaparecerá hasta haber desarrollado
plenamente sus capacidades productivas. Solo una concepción
mecanicista de la Historia puede imaginar que el feudalismo
terminó donde el empezó el capitalismo y el capitalismo terminó,
cuando y donde empezó el Socialismo. El capitalismo puede estar
desarrollando nuevas potencialidades en algún país, y en otros
puede haber cedido ya paso al Socialismo.
En la URSS, el entusiasmo
revolucionario despertado en la clase obrera por la Revolución
primero, la lucha contra el Fascismo y las hazañas cósmicas
después, brindaron al Socialismo de Estado suficiente entrega
de los trabajadores y el pueblo, para enfrentar las penurias y
trabajar estimulados, esperanzados en el triunfo. Una vez
pasados esos periodos de euforia, la clase obrera se encontró
con la triste realidad de que en verdad no se habían producido
los cambios estructurales necesarios en la propiedad y en la
organización de la producción, la distribución y el consumo
que esperaban del Socialismo. Ese choque con la realidad fue
determinante en la posición de la clase obrera soviética en
los 90.
La Perestroika contribuyó a
que la clase trabajadora tomara conciencia de la separación
real que existía entre ella y los medios de producción, pero
no fue capaz de aportar las soluciones concretas inmediatas que
demandaba aquella situación y, específicamente no se cambiaron
las relaciones de propiedad, y los aparatos burocráticos
siguieron siendo los verdaderos dueños de los medios de
producción. No se realizó la renovación principal que debió
hacerse en cuanto a la propiedad de los medios de producción.
La Perestroika que no se planteó nunca cambiar el concepto de
propiedad del estado, no pudo concretar la enunciada autogestión
empresarial obrera y social que se quedó en la intención con
el “Calculo Económico Total”, para establecerse en un
extendido “plazo de 6 años” (Los entrecomillados fueron
tomados de La Perestroika y la Nueva Mentalidad, de M. Gorbachov).
Con el desarrollo previo de la
Glassnot (transparencia informativa) que implicó una desmedida
crítica del socialismo soviético, se pretendía modificar la
forma de pensar y actuar de los ciudadanos de la antigua URSS,
sin darse cuenta que estos aspectos (el pensar y el actuar) son
partes de la superestructura que solo varían en profundidad y
extensión cuando haya cambiado la base sobre la cual se
sustenta, las fuerzas productivas y las relaciones de producción,
las que debieron trocarse primero. Por eso cuando vinieron a
intentar cambiar el sistema centrista basado en la propiedad
estatal, por una economía con la propiedad repartida, lo
hicieron mal y tarde.
Así en las postrimerías del
periodo de descomposición del Socialismo de Estado, tanto en la
URSS, como en otros países de las llamadas Democracias
Populares, se hicieron intentos de repartir la propiedad de las
empresas entre los trabajadores., que por el momento en que se
realizaron y por su forma, en lugar de consolidar la propiedad
obrera, contribuyeron a liquidarla. Tal fue el caso de repartición
de acciones entre los trabajadores, quienes terminaron por
venderlas al primer postor. La medicina tiene un tempo, un método
y una dosis, su violación puede ser contraproducente.
Esa experiencia fue fatídica
por muchas razones. La propiedad obrera sobre los medios de
producción no puede ser individual sino colectiva e
indivisible. La repartición de acciones entre los trabajadores
fue un paso ingenuo cuando no deliberado hacia el capitalismo.
La clase trabajadora, por la forma en que se enfrenta a los
medios de producción formando parte de un colectivo obrero
productivo, no tiene, no puede tener sentido de pertenencia
individual sobre los mismos, como es el caso de los productores
individuales o los capitalistas.
Además nada de lo que se
recibe gratis o sin lucha puede engendrar un espíritu de
pertenencia. Es necesario estudiar bien los procesos de
descomposición del Socialismo de Estado para evitar la repetición
de aquellos errores y realizar los cambios en las relaciones de
propiedad, producción, distribución y consumo, de forma tal
que consoliden el control obrero.
Por lógica de los
acontecimientos, dividir las empresas en acciones o ponerlas a
la venta, constituyeron procesos de privatización, en lugar de
socialización y los únicos preparados para aceptar e impulsar
estos procesos son los dueños de capitales o acumulaciones
desmedidas de dinero que medraron a la sombra del socialismo
estatal, ya fuera desviando recursos, apropiándose ilegalmente
de medios de producción, o especulando con precios alterados
debidos a los des balances propios introducidas en el mercado
por el desabastecimiento que inevitablemente genera el excesivo
centralismo con sus bajos precios de acopio, la falta de
iniciativa, altos impuestos al mercadeo, encarecimiento del
transporte, intransigencia con los pequeños comerciantes, etc.
La práctica demostró que el
viejo aparato central burocrático soviético había ido
perdiendo el poder real ante el creciente control que ejercían
los grupos de capitalitas mafiosos surgidos del propio sistema.
Los partidarios de la Renovación no contaron con la fuerza y la
decisión, ni tal vez la visión necesarias para romper el
monopolio del poder gubernamental que ejercía la vieja casta
burocrática del Partido ni evitar el creciente fortalecimiento
de la burguesía corrupta. La única forma en que la Renovación
hubiera podido enfrentar a esa burguesía, era entregando los
medios de producción a los trabajadores en propiedad colectiva
o usufructo y desarrollando la autogestión empresarial y social
por regiones y Repúblicas.
Los cuadros más viejos del
PCUS no fueron capaces de entender la necesidad del avance a la
Autogestión, no apoyaron la Renovación Socialista, auto
identificándose ellos como los salvadores del Estado Socialista
y poniendo sus intereses como grupo de poder, por encima de los
intereses de los trabajadores. Cuando Gorbachov tardíamente
propuso ceder mayor autonomía a las Republica, el viejo Aparato
del PCUS controlado por los militares, le propinó un golpe de
estado, firmando su propia sentencia de muerte. Terminaron
enfrentando y matando la esperanza socialista que pudo
representar la Perestroika de haberse desarrollado científicamente,
para perecer todos juntos a manos de la burguesía corrupta por
ellos mismos engendrada.
Los errores más graves
de la Perestroika fueron: 1) Desatar primero con la Glassnot la
critica desmedida contra el sistema soviético sin antes
garantizar el control obrero sobre los medios de producción y
las instituciones de poder 2) No entregar la propiedad de los
medios de producción a los trabajadores en forma colectiva, y
no llevar a cabo la autogestión obrera y social ,y 3) Pretender
la Renovación desde arriba, cuando la emancipación de los
trabajadores es obra de ellos mismos, por lo que debió
impulsarse desde las bases obreras.
Los procesos renovadores que se
desataron con la Perestroika, se orientaron no a fortalecer el
papel y los intereses de los trabajadores, sino a destruir el
aparato estatal burocrático, centralizador, corrupto,
explotador y totalitario que representaba aquel gobierno en
nombre de un pretendido socialismo que tardó demasiado en
renovarse y había hecho fracasar previos intentos
autogestionarios. La clase trabajadora, confundida y con sus
organizaciones políticas divididas y burocratizadas, sin la
orientación correcta, con viejos rencores nacionalistas y la
desconfianza generada en los lideres por tantos años de
burocratismo, sin nada claro que defender, terminó apoyando
cualquier cosa por el cambio.
Más allá de oportunistas,
disidentes, traidores, enemigos, corruptos, y extremistas de
ambos lados, las masas de trabajadores y de pueblos terminaron
por borrar aquel sistema de propiedad estatal que encubría la
explotación de los trabajadores por la burocracia. En aquel
caos, provocado por la crisis económica y política del
Socialismo de Estado en descomposición, el Golpe de Estado a
Gorbachov creó una parálisis política que debilitó aún más
las fuerzas que pugnaban sin éxito por democratizar el estado y
socializar los medios de producción. La puerta que se abrió
como salida a la crisis fue la del capitalismo liberal corrupto
que aprovechó la coyuntura. Con todos sus oprobios posteriores,
ese naciente capitalismo liberal basado en la corrupción
estatal que generó aquel Socialismo de Estado, ofrecía en
medio de aquel desconcierto, algunas ventajas para la clase
obrera en comparación con el régimen anterior. Ahora, al
menos, los trabajadores tenían bien claro su enemigo de clases,
sin fetichismo alguno y, mal que bien los capitalistas estaban
obligados, por sus propios intereses a garantizar la reproducción
de las clases trabajadoras para poder abonar sus ganancias.
Esta experiencia demuestra cómo
la corrupción, nacida y desarrollada del propio estado
socialista centralizador de la propiedad y los recursos
concentrados en manos de burócratas fuera de todo control de
las bases y los trabajadores, es uno de los peores potenciales
peligros que acechan el futuro de la Revolución Socialista. Tal
fue el desarrollo de corporaciones y empresas, que funcionaron
con métodos de explotación capitalista, con capacidades económicas
autonómicas manejadas por individuos en los que el estado puso
su confianza, pero que estaban totalmente fuera del control
obrero y popular y que solo respondían a la instancia superior
que los designó.
No fue la primera vez que la
clase obrera apoyó a la burguesía naciente. La clase obrera no
se traiciona ella misma. Otras veces la clase obrera se alió y
apoyó a la burguesía en su lucha contra los señores feudales
por la sencilla razón histórica de que las relaciones de
producción capitalistas son más avanzadas que las feudales y
brindan más ventajas y oportunidades a las clases trabajadoras.
Así de sencilla es la compleja Historia. En verdad ocurrió que
los dirigentes en aquellos estados “socialistas”, reales
reminiscencias feudales, se burocratizaron, se aislaron de los
intereses de los trabajadores y el pueblo, se comportaban como
los reyes y los zares en épocas medievales y decidían ellos qué
hacer con la propiedad, los recursos, las vidas, los salarios,
los derechos y todo lo que tenia que ver con los intereses de
aquellos pueblos, sin contar con ellos para nada, negando toda
verdadera democracia inherente a la construcción socialista.
Sólo el Socialismo posibilita
la verdadera democracia, el poder del pueblo, y sólo puede
desarrollarse a través de ella.
Los nuevos ricos, los nuevos
burgueses, los empresarios corrompidos de las grandes
corporaciones y empresas estatales, creadas en nombre del
Socialismo, actuaban como verdaderos dueños capitalistas, pues
determinaban qué hacer con sus capitales y ganancias, y como en
el más clásico de los neoliberalismos, despedían y empleaban
a quien entendían ellos pues hasta las leyes laborales habían
sido modificadas para complacer a estos nuevos gerentes
estatales y los mismísimos sindicatos y hasta las
organizaciones del Partido habían sido suprimidas de hecho y o
derecho. No es nada raro que la historia se repitiera, pero como
tragedia, y que ahora estos nuevos capitalistas terminaran adueñándose
de “sus “empresas y enfrentándose al estado avasallador
semi feudal, representado por el Socialismo Estatal.
Si en la lucha contra los
Regimenes Feudales del Medio Evo, burgueses y proletarios se
unieron, para derrotar aquel régimen que obstaculizaba el
desenvolvimiento de ambas clases, recaudaba grandes impuestos
para satisfacer las demandas de los reyes y la nobleza, y
frenaba la expansión de las fuerzas productivas, no tiene nada
de extraño que, como entonces, ahora la clase obrera terminara
por engancharse al carro de los nuevos burgueses, al no tener
algo mejor que defender para sí misma, sin poder real, pues había
continuado desposeída de medios de producción, debido a que el
Socialismo Estatal nunca se los entregó ni en propiedad ni en
usufructo para que fueran administrados autogestionadamente,
como correspondía hacer en el periodo de tránsito.
Nada de esto niega la
importancia histórica y el valor de las experiencias de la
Revolución de Octubre y de las Democracias Populares en Europa.
Todo lo contrario. El movimiento revolucionario y socialista de
este siglo XXI debe tomar todas aquellas experiencias e
incorporarlas a su acervo teórico, para no cometer los mismos
errores. La más trascendente, es la relacionada con la
propiedad, de la cual depende todo lo demás. No basta con
decirle a la clase trabajadora que los medios de producción son
suyos, hay que entregárselos efectivamente en propiedad o
usufructo para que se sienten dueños de ellos y sean capaces de
defenderlos bajo cualquier circunstancia. El concepto dueño
(del latín dominus, que significa dominio) implica administrar,
disponer, usar y servirse de esos medios, el que determina todo
lo importante relacionado con su propiedad. Los verdaderos dueños
son las personas o los grupos de personas que ejercen esas
prerrogativas. Si los colectivos de trabajadores, los
trabajadores organizados en cooperativas, o los trabajadores
individualmente, no son los que ejercen esas prerrogativas sobre
la propiedad, entonces no son ellos los dueños reales, por
mucho que se diga o esté escrito en la constitución.
No se les puede pedir a los
trabajadores que defiendan lo que no les pertenece en verdad.
Los trabajadores serán verdaderos dueños de su futuro, cuando
sean verdaderos dueños de los medios de producción. La única
manera de hacer autentica y real la responsabilidad de los
trabajadores con la construcción de la nueva sociedad es dándoles
participación plena en todas las decisiones. La historia ha
demostrado que solo deciden las clases que son dueñas de los
nuevos medios de producción.
Por todo esto, podemos afirmar
que en la URSS no fracasó el Socialismo, sino una manera errática
de concebirlo y desarrollarlo, caracterizada por la propiedad
estatal y el sistema centralizado que inevitablemente tendió a
la burocratización y la falta de participación democrática de
los trabajadores y las masas.
1 Prologo de la Contribución a
la Crítica de la Economía Política. Carlos Marx.
perf@disemah.com
Pedro
Campos, 1949. Lic. En Historia. Ex funcionario del Servicio
Exterior. La Habana.
|