Pedro Campos |
El socialismo
de Estado es inviable económica y socialmente
Avanza
hacia la socialización o inexorablemente a la restauración
capitalista. Asumir que la conjura imperialista lo derribó sin
valorar las contradicciones intrínsecas que lo hacían reversible
y facilitaban la actividad enemiga, sería aceptar como bueno lo
mal hecho, admitir la superioridad del capitalismo y desactivar
-por ilusoria- la lucha de las clases trabajadoras por el
socialismo.
No parece
todavía generalizado en la izquierda un consenso que identifique
el derrumbe del “socialismo real” partiendo de un análisis de
su Economía Política. Si para buscar las profundas causas de las
crisis capitalistas, debemos remitirnos a las relaciones económico-sociales
que contraen los hombres en el proceso de producción, lo mismo
debemos hacer si queremos encontrar las verdaderas razones sistémicas
que condujeron al desmoronamiento de aquel “socialismo”.
Intentar pues,
encontrar las razones principales del desastre en el sistema político
de “democracia socialista” con sus muchos defectos y
violaciones o en subversiones externas es tanto como pretender
localizar las raíces de las crisis capitalistas en sus formas de
gobierno y correspondientes desperfectos o en factores extra-sistémicos
como la “conjura comunista internacional”. Las revoluciones
socialistas, aunque organizadas y dirigidas concientemente por los
trabajadores y sus organizaciones vanguardias, son sólo posibles
debido a la agudización de las propias contradicciones socioeconómicas
congénitas del sistema capitalista.
Cuando se
instauró la NEP (Nueva Política Económica) en 1921 en Rusia, en
el socialismo se introdujo el capitalismo de Estado, el cual
traspasó luego al socialismo de Estado el trabajo asalariado y
sus demás vicios naturales como el burocratismo y la corrupción.
A partir de entonces, las relaciones de producción en el
“socialismo real” se caracterizaban esencialmente por la
propiedad del Estado sobre los medios de producción, la
planificación centralizada y especialmente el trabajo asalariado,
forma de explotación de la fuera de trabajo parecida al
capitalismo, con la diferencia de queen el capitalismo los medios
de producción (capital constante) eran aportados por el dueño
capitalista y acá eran proporcionados por el Estado. En ambos
casos, los trabajadores tributaban la fuerza de trabajo, que era
pagada y mal pagada como una mercancía más, destinada a producir
la plusvalía en el capitalismo, plus trabajo en el
“socialismo”: el excedente.
Para no pocos
teóricos de la economía del período de tránsito, equívocamente
entendida como capitalismo de Estado, el papel del Estado
revolucionario se concebía como tomar en su poder la organización
capitalista de la producción y “planificarla” para evitar sus
crisis, violando así todas las experiencias valoradas por Marx y
Engels en sus análisis sobre la Comuna de París y los propios
principios leninistas expuestos en el Estado y la Revolución, que
llamaban a transformar y no simplemente a tomar el sistema burgués.
Conciente de
que el Capitalismo de Estado, no era el camino para el socialismo,
Lenin precisó que las reformas de tipo capitalistas de la NEPeran
una salida emergente y transitoria, ante la situación desastrosa
en que quedó Rusia luego de la guerra para dos años después, en
1923, señalar en su artículo Sobre el Cooperativismo (1) mal
traducido del ruso como Sobre la Cooperación:
”… el régimen
de cooperativistas cultos, cuando existe la propiedad social sobre
los medios de producción, y cuando el proletariado ha triunfado
como clase sobre la burguesía, es el régimen socialista….
Ahora tenemos
el derecho de afirmar que para nosotros, el simple desarrollo de
la cooperación se identifica…con el desarrollo del socialismo y
al mismo tiempo nos vemos obligados a reconocer que se ha
producido un cambio radical en todos nuestros puntos de vista
sobre el socialismo.”
Si “la
condición de la existencia del capital es el trabajo
asalariado” como se expresa en el Manifiesto del Partido
Comunista (2), la abolición del capital implica la eliminación
de la condición de su existencia: el trabajo asalariado. Esta
perogrullada fue livianamente borrada de la terminología y la
ideología revolucionarias por los que luego identificaron el
capitalismo de Estado con el socialismo.
De esa manera,
la concepción cooperativista del socialismo de Carlos Marx (3),
retomada por Lenin en 1923 fue secuestrada en la URSS, por las
tendencias centralizadoras, que no solo propiciaba Stalin, si bien
fue él quien las desarrolló hasta sus últimas consecuencias. De
esa forma, lo que debió derivar en una socialización de la
propiedad y el excedente desarrollando empresas cooperativas,
autogestionarias y cogestionadas (obrero-estatal), fue convertido
por el estalinismo en Socialismo de Estado neocapitalista.
Toda la
barbarie y el desastre posterior que engendró ese sistema, no
pueden desconocerse ni pretender borrarse a partir del
reconocimiento objetivo de las realizaciones económicas y
sociales logradas a costa de los sacrificios enormes de los
trabajadores, los comunistas y los pueblos soviéticos y sus
triunfos sobre el fascismo en la II Guerra Mundial, conseguidos en
nombre del socialismo.
En verdad,
aquel camino emprendido no evolucionó hacia la socialización,
pues siguió basándose en el trabajo asalariado y no era más que
una especie de capitalismo de Estado -sin dueños capitalistas
particulares- pero abigarrado, toda vez que el capitalismo tiene
como finalidad a la ganancia, mientras que esta versión
“socialista” de capitalismo estatal se proponía la satisfacción
de las necesidades crecientes de la población, a realizarla en la
esfera de la distribución, en forma similar al Estado de
Bienestar, por medio de la buena y sabia voluntad del aparato
estatal que “representaba los intereses de todo el pueblo”.
Pero lo que califica a un sistema no son sus fines enunciados,
sino sus formas y medios para conseguirlos, las relaciones de
producción, de la cual dependen las formas de distribución. (4)
Un problema
histórico, antiguo de la filosofía, vuelve a la palestra: la
correspondencia entre medios y fines. No es posible cualquier fin
con cualquier medio. Los fines no justifican los medios, como
afirmaba Maquiavelo, sino que los determinan. Consecuentemente la
construcción de una nueva sociedad, tiene que ser realizada por
nuevos medios, los que deben corresponder a sus fines. El trabajo
asalariado que es el medio de la explotación capitalista, no
puede ser, por tanto, el medio para conseguir la sociedad sin
explotadores ni explotados. Si el capitalismo no pudo hacerse con
los siervos, sino con los asalariados, el socialismo no podrá
pretenderse con asalariados, sino con otro nuevo tipo de
trabajador.
Así, las raíces
de las crisis del capitalismo, como las correspondientes al
socialismo estatal yacen en el régimen de explotación de la
fuerza de trabajo asalariada y la forma de propiedad, que a su vez
son las que determinan las maneras en que se distribuye el
excedente, todo lo cual permite que unos se apropien y dispongan
de la riqueza que otros producen.
Si las
contradicciones fundamentales del sistema capitalista son las que
se muestran entre el trabajo y el capital, y entre la producción
cada vez más social y la apropiación cada vez más privada, las
contradicciones fundamentales del socialismo de Estado, por
basarse en el mismo sistema de explotación asalariada de la
fuerza de trabajo (esencia de las relaciones de producción
capitalistas) tienen –pues- orígenes similares, solo que, ahora
las contradicciones son entre el trabajo y el capital estatal, y
entre la producción social y la apropiación cada vez más
concentrada en manos del aparato del Estado, razones por las
cuales sus manifestaciones son diferentes.
A las
contradicciones clásicas del capitalismo, el socialismo de
Estado, basado en la propiedad estatal y el trabajo asalariado,
agregó otra crucial: la incompatibilidad entre los fines que se
persiguen y los medios para conseguirlos.
Las crisis
en el capitalismo.
El capitalista
como término medio social general, paga al obrero por su fuerza
de trabajo, pues necesita su reproducción para poder seguir
obteniendo la ganancia -la plusvalía- que extrae del trabajo
asalariado, su razón de ser, y solo puede subsistir repitiendo
sucesivamente sus condiciones de existencia, invirtiendo
nuevamente y cada vez más; pero como explica Marx en la Ley de la
tendencia decreciente de la cuota de ganancia (5), ésta va
disminuyendo en razón inversa al aumento relativo de los medios
de producción y las materias primas, capital constante, que
necesita crecer incesantemente, y mucho más que el capital
variable, la fuerza de trabajo, por el nivel de desarrollo tecnológico
y la necesidad de mantener la competitividad.
El ciclo de
reproducción del capital, lo obliga sistemáticamente a disminuir
relativamente la inversión en el capital variable –la fuerza de
trabajo- y es así como se materializa en el proceso de producción,
el enfrentamiento entre el capital y el trabajo, pues el
capitalista se ve obligado a sacrificar proporcionalmente a los
productores en beneficio de su capital, para mantener sus
ganancias.
Por efecto de
la diferencia relativa cada vez mayor entre el capital constante y
el capital variable surgen y se desarrollan las crisis de
superproducción, las financieras, las de los mercados y otras por
el estilo, las cuales no son más que manifestaciones de la
agudización de las contradicciones irreconciliables en esa relación
entre el capital y el trabajo, en la organización de la explotación
asalariada, en la forma cada vez más privada de la apropiación
del excedente cuando la participación en la producción es más
extendida, más social.
El aumento
sistemático de los precios, que el capitalista evalúa sobre todo
como consecuencia de la Ley de oferta y demanda en la esfera del
consumo, en verdad tiene su base en el sostenido aumento del
costo de producción a consecuencia del inevitable incremento de
la inversión en capital constante que demanda la esencia
reproductiva del sistema.
Esas crisis,
ya más constantes que agudas, son las que llevan a reajustes y
regulaciones en la mano de obra, los despidos masivos, el
desempleo y el subempleo, las reducciones salariales, las
desapariciones de plantas enteras de producción, y otros,
mecanismos todos para tratar de evitar pérdidas, mantener los
precios y sobre todo sus ganancias a costa de la plusvalía.
El
imperialismo, trata de atenuar los efectos de sus crisis
disminuyendo su inversión en capital variable (fuerza de trabajo)
y también, procurando nuevos mercados y fuentes baratas de
materias primas y mano de obra que conducen al reparto del mundo y
las guerras de rapiña imperialistas; introduciendo el mayor
planeamiento posible de la producción con sus estudios de
mercado, y finalmente, acudiendo a la parcelación del capital
-para poder ejercer un mejor control- y a la autogestión
administrativa, en la cual, como se explica en trabajo anterior
del autor (6) el capitalista moderno llega a dar alguna
participación a los trabajadores en la propiedad por medio de la
venta de algunas acciones y por esta vía en el excedente. Todas
estas medidas alivian las crisis pero no las eliminan, en tanto
persistan sus principales contradicciones.
El
neoliberalismo, perfil con que se ha mostrado últimamente el
sistema capitalista en su fase imperialista, tratando de mantener
y aumentar sus ganancias y buscando al mismo tiempo impedir sus
inevitables crisis de siempre, ha acudido a reajustes
estructurales, la desregulación financiera y de los mercados, la
focalización de la seguridad social, las privatizaciones, la
eliminación de los contratos colectivos e indefinidos de trabajo,
la eliminación de las huelgas y otros derechos de los
trabajadores, junto a otras tantas formas de lo mismo, que nunca
resolverán el fondo de sus problemas.
Estas crisis
son las que llevarán al capitalismo a procesos revolucionarios de
cambios en las relaciones de producción que solucionen la
contradicción principal entre la producción cada vez más social
y la apropiación de la propiedad y los resultados de la producción
cada vez más privada, haciendo también más social,
socializando, la propiedad sobre los medios de producción y la
apropiación del excedente.
Las crisis
en el socialismo de Estado.
Teniendo
contradicciones similares, las crisis no se muestran iguales, pues
si en el capitalismo son de superproducción, en el socialismo de
Estado se manifestaron como déficit de producción.
Marx, en la Crítica
al Programa de Gotha (7) expresa: “El socialismo vulgar (y por
intermedio suyo una parte de la democracia) ha aprendido de los
economistas burgueses a considerar y a tratar la distribución
como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a
exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en
torno a la distribución. Una vez que está dilucidada la
verdadera relación de las cosas, ¿porqué volver marcha atrás?
“
El socialismo
de Estado neo-capitalista, retomó aquella vulgarización del
socialismo e intentó erróneamente la justicia social igualitaria
en la esfera de la distribución y el consumo y no en las
relaciones de producción. Asumió el socialismo como una mejor
distribución. Por eso y por necesitar de un enorme aparato burocrático
para controlar sus recursos, el socialismo estatal precisa de un
volumen de financiamiento que solo puede obtener de pagar salarios
no directamente relacionados con los resultados de la producción,
y por tanto, como media general social no paga con arreglo al
trabajo, sino muy por debajo.
En
consecuencia, el socialismo estatal tiende a una mayor explotación
de los que trabajan, de la fuerza de trabajo (capital variable)
para poder intentar su “vulgar socialismo distributivo”,
beneficiar a los que menos o no producen y mantener los altos
salarios, costos y prebendas de su aparato burocrático, en lo que
diluye gran parte de la alta cuota de ganancia que consigue súper
explotando el trabajo productivo.
El Socialismo
de Estado mostraba así su innata incongruencia entre las
relaciones de producción esencialmente capitalistas que mantuvo,
y su enunciada finalidad de satisfacer las necesidades crecientes
de la población. Algunas propuestas reformistas en el socialismo
de Estado, salpicadas de medidas neo keynesianas, planteaban
superar esta contradicción del sistema mejorando los salarios de
los trabajadores, aumentado su paga, remunerando las horas extras,
focalizando –igual que el neoliberalismo- la seguridad social,
estimulando el ahorro, aumentando las fuentes de trabajo y otras
que atenuaban pero no resolvían el problema de fondo en las
relaciones de producción y que, de aplicarse consecuentemente,
según el criterio “de cada cual según su capacidad, a cada
cual según su trabajo”, solo podían hacerse a costa de la
“justicia social igual para todos que se propone en la esfera de
la distribución” y dejar al Estado sin los recursos suficientes
para sostener su aparato burocrático, realizar su reproducción
ampliada y hacer su bondadosa política distributiva.
Queda así al
descubierto la necesidad de un cambio en los medios, en la forma
de organizar la producción y la distribución, específicamente
en el trabajo asalariado que no llega a ser tal y la forma de
propiedad.
El no pago
adecuado de la fuerza de trabajo por el socialismo estatal trajo
afectaciones a la reproducción de la clase trabajadora, que se
vio obligada a buscar salidas a su situación fuera del trabajo
productivo para el Estado ya sea en la corrupción, el trabajo
ilegal informal o en la emigración; la producción perdía así
el estimulo principal que ofrecía el sistema para los
trabajadores: su reproducción como clase trabajadora y la
satisfacción de sus necesidades, con lo cual decaía el interés
de los creadores de las riquezas por la producción sistémica y
las consiguientes disminuciones relativas en la productividad y en
medios producción y de consumo que provocaban los inevitables déficit
de ofertas de mercancías. El socialismo de Estado trató de
suplir entonces su falta de estímulo material apelando a la
solidaridad social, con arengas, premios y compulsiones
“morales” y otras formas extraeconómicas.
Las causas de
sus desastres siempre eran buscadas fuera del sistema y lo mismo
se culpaba a la naturaleza por las malas cosechas, que a los
vaivenes del mercado internacional, o a las necesidades de la
defensa, la seguridad, la actividad enemiga y otras, todas con
ocasionales reales -pero no determinantes- incidencias. Cuando no
había manera de culpar a estos elementos externos, casi siempre
la culpa recaía en los funcionarios “mal preparados” o los
trabajadores que “todavía no tenían conciencia para sí y
necesitaban ser educados política y económicamente”.
Para realizar
su ciclo de reproducción, que también demanda grandes
inversiones en capital constante como vía para tratar de aumentar
la productividad y la producción y mantener la competitividad en
el mercado mundial capitalista, el socialismo de Estado, también
se ve obligado a sacrificar, y cada vez más y en forma peor a los
trabajadores productivos que debían crear riquezas para toda
aquella distribución voluntarista, para la reproducción ampliada
del sistema y las políticas internacionales.
Como
consecuencia de la aplicación de este ciclo que afecta sobretodo
a los trabajadores productivos, irremediablemente se manifestaba
la constante y creciente tendencia hacia la disminución de la
productividad, el estancamiento económico, la inflación y la
escasez constante de recursos para la adquisición de productos
tanto del sector I -medios de producción-, como del sector II
-medios de consumo-.
Una de las
“salidas” que buscaba siempre el socialismo de Estado -que
monopolizaba los mercados de ambos sectores- para garantizar su
reproducción, era acudiendo a más restricciones en el sector II
que, a su vez, llevaba al aumento de los precios por la ley de
oferta y demanda, lo cual por término medio afectaba más a los
salarios de los productores directos que a los receptores
indirectos de beneficios (subsidios y prebendas) generales del
sistema que van por fuera del salario.
Otras de sus
“soluciones” clásicas era acudir a los créditos para
adquirir medios de consumo, deudas luego impagables por
improductivas y a las inversiones directas de capital extranjero,
que por su naturaleza arrastran todos sus vicios y entran en
contradicción con las regulaciones salariales y de todo tipo
impuestas por el capital estatal, por lo cual terminan imponiéndose
económicamente si se le permite el libre desarrollo –caso
chino-, o complicando las relaciones sociales para finalmente
retirarse si encuentra muchas dificultades para su reproducción.
De otra parte,
los bajos salarios reales que precisa el socialismo estatal
neo-capitalista, como condición de su reproducción, incentivan
indirectamente el desplazamiento de muchos trabajadores
calificados y eficientes al trabajo individual, la producción
mercantil simple, que “increíblemente” se vuelve aquí más
rentable y productiva, por el simple efecto del auto respeto a su
reproducción, ocurriendo un proceso inverso al que se da en el
capitalismo que tiende a absorber de manera natural a la pequeña
producción. Esto explicaría la forma violenta en que el
neo-capitalismo “socialista” de Estado reaccionaba contra la
pequeña burguesía, expropiándola, tratando de imponerle todo
tipo de trabas y acusándola de generar “capitalismo”, cuando
en verdad se trata de aliados naturales de los trabajadores
asalariados.
La fuerza de
trabajo en ese socialismo de Estado era, por tanto, más explotada
y, por consiguiente, la contradicción entre el Estado todo
poseedor y el trabajo peor pagado, se hacía más insostenible
para los que producían directamente bienes o servicios, lo que
explicaría tanto la disposición mayoritaria de sus productores
-especialmente los más preparados- a pasar al capitalismo clásico,
como la mayor inestabilidad y debilidad -en todos los órdenes-
del socialismo de Estado.
Esas eran las
razones por las cuales, los obreros del socialismo de Estado
europeo, cuando se comparaban con los obreros del capitalismo
europeo, notaban que sus niveles de vida y consumo eran muy
inferiores. Y no estamos evaluando el consumismo inherente a las
clases explotadores, que nunca ha tenido nada que ver con el
consumo de la clase trabajadora para su reproducción.
Esta mayor
explotación relativa de la fuerza de trabajo productiva, tuvo
consecuencias doblemente contraproducentes, pues ocurrió que la
distribución del excedente resultante, era realizada además, en
función de intereses objetivamente predeterminados por la
separación real que existía entre los medios de producción y
los productores, y la consecuente existencia de un aparato burocrático
hiperbolizado, que haciendo las veces de dueño, se veía obligado
a cuidar y responder por sus bienes y su propia reproducción como
ente social, razón que lo llevaba, cada vez más, a separarse de
los intereses del pueblo y los trabajadores. Este controvertido
gasto burocrático afectaba a su vez la reproducción ampliada del
capital estatal.
Tal aparatazo,
por muy buenas intenciones que poseyera, situado fuera del control
real de la sociedad -sólo posible de realizar por medio de la
socialización de la propiedad y la apropiación en beneficio de
los colectivos obreros y sociales- tendió por naturaleza, en razón
de su posición respecto a los medios de producción, al
burocratismo y a la corrupción en grados extremos.
La legalidad,
las libertades, la democracia y los derechos que se suponían al
Socialismo, eran violados como consecuencias de aquel régimen de
explotación encubierto y de las necesidades lógicas de control
del aparato burocrático para mantener su dominio en aquella
sociedad. El Estado, cuando debió caminar hacia la disminución
de sus funciones administrativas y de control concretas para
desarrollar su proyección social general en beneficio de los
colectivos sociales y de los trabajadores, en cambio tendió a y
la creación y desarrollo de nuevos sistemas y métodos de
controles cada vez más sofisticados y centralizados.
En la práctica
aquel socialismo estatal, particularmente en la URSS, generó
formas en el comportamiento social de su burocracia, más
parecidas a las de los señores feudales que a las de los propios
capitalistas, como aquella de la nomenclatura cuyos miembros -una
especie moderna de upátridas atenienses- eran los únicos que podían
ocupar responsabilidades públicas.
Un factor
adicional que comprometió la inversión en el socialismo de
Estado, fue la carrera armamentista y el mantenimiento de un ejército
profesional de enormes proporciones, que en el capitalismo es un
escape para la inversión de capitales ociosos y la creación de
fuentes de trabajo a costa del presupuesto-parásito del Estado
(8), pero para el Socialismo de Estado era un consumidor
improductivo de recursos, técnicas de alta tecnología y finanzas
que recaía directamente sobre los hombros y estómagos de los
trabajadores.
Si en el
sistema capitalista de producción, la tan cacareada “democracia
representativa”, no es más que una dictadura del capital sobre
el trabajo, en aquel socialismo de Estado, la dicotomía
engendrada y desarrollada entre el Estado todo poseedor y el
pueblo trabajador, convertía en realidad a la “democracia
socialista”, en la dictadura del aparato del Estado
neocapitalista sobre el trabajo, igualmente.
Como
resultado, las contradicciones propias del capitalismo traspasadas
al neo-capitalismo estatal creído socialismo y allí estancado,
en lugar de ser resueltas en la socialización de la propiedad, el
excedente y la sociedad, fueron agudizadas aun más, aunque sus
manifestaciones, y consecuencias fueran distintas.
El resultado
final en Europa y Asia del Socialismo de Estado neocapitalista, es
por todos conocidos. La actividad diversionista del imperialismo y
sus agentes en los campos de la economía, la ideología, la política
y el armamentismo, fue posible y tuvo éxitos porque logró
explotar las contradicciones propias del sistema en esas áreas,
que los comunistas de aquellos países no fueron capaces de
resolver en provecho de los trabajadores y la consolidación del
socialismo.
Quedó allí
demostrado que el socialismo debe avanzar de una primera fase de
centralización, estatismo y trabajo asalariado (capitalismo de
Estado) hacia la plena socialización de la propiedad, del
excedente y de todas las demás relaciones políticas y sociales
hacia la nueva fase que consolide la participación democrática
de los trabajadores y el pueblo, de lo contrario, inexorablemente
se agudizan las contradicciones, aumenta la separación paulatina
entre el Estado todo poseedor y los trabajadores y el pueblo y por
esa vía se avanza a la restauración capitalista.
Una valoración
científica nos lleva a la conclusión de que en el socialismo de
Estado la forma de organización de la producción y su esquema de
acumulación, no rebasaba el estrecho marco de las relaciones
burguesas de producción distribución y consumo, lo que unido a
la falta de correspondencia entre sus fines y medios agudizaban aún
más las contracciones propias del capitalismo. De ahí su
demostrada inviabilidad económica y social. Los graves errores en
las concepciones económicas y en las políticas interna y externa
cometidos por los partidos y gobiernos del “socialismo real”
fueron muy atinadamente explotados por el imperialismo para ayudar
a colapsar el sistema en favor de la restauración capitalista.
Por todo ello,
asumir que fue la conjura imperialista la causante principal que
provocó aquel desastre sin valorar las propias contradicciones
intrínsecas que llevaban a la reversibilidad a aquellos procesos,
sería aceptar como bueno todo lo mal hecho en nombre del
socialismo, admitir de antemano la derrota de cualquier intento
socialista frente a las amenazas, agresiones y el poderío del
enemigo imperialista y, por esa vía, desactivar por ilusoria la
lucha revolucionaria de las clases trabajadoras por el socialismo,
una nueva versión del “fin de la historia” de Fukuyama.
* Parte
extractada, revisada, aumentada y actualizada del ensayo ¿Qué es
socialismo?, referida a las crisis en el capitalismo y en el
socialismo de Estado.
http://www.kaosenlared.net
/noticia.php?id_noticia=24223
Bibliografía.
1) V. I. Lenin
Sobre la Cooperación (Cooperativismo) OC. T- XXXIII. Editora Política.
La Habana.1964.
2) C. Marx y F.
Engels, El Manifiesto del Partido Comunista. OE. en tres tomos. T-I.
Editorial Progreso. Moscú. 1973.
3) Ver: La
forma genérica de la producción socialista es la autogestión
empresarial obrera. Debe extenderse socialmente. http://www.kaosenlared.net
/noticia.php?id_noticia=22291 y la Forma genérica de la
propiedad socialista es la del colectivo de trabajadores. http://www.kaosenlared.net
/noticia.php?id_noticia=19902
4) C. Marx El
Capital, Tomo III, Cap. LI, Relaciones de distribución y
relaciones de producción. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana 1973.
5) C. Marx. El
Capital. T-III, Sección Tercera. Ley de la tendencia decreciente
de la cuota de ganancia. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana, 1973.
6) Idem 3
7) C. Marx. Crítica
al Programa de Gotha, O. E, en tres Tomos, T-III, Editorial Progreso,
Moscú 1974.
8) Nota del
autor: A reservas de que los presupuestos actuales del
imperialismo, merecen un análisis especial aparte, como quiera
que se les mire constituyen una institución parásita que se
alimenta de los contribuyentes para beneficio general principal
del sistema capitalista moderno.
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