El verso con métrica y rima

 

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  GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 

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          SU OBRA 1       
      RIMAS I  a  XI      

                              I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora
y estas páginas son de ese himno,
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idïoma
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, contártelo a solas.

                   II

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;

hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;

gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa y no sabe
qué playa buscando va;

luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;

eso soy yo, que acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.
 
            III

LA INSPIRACIÓN

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;
 
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;
 
deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;
 
colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz;
 
ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;
 
memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría;
impulsos de llorar;
 
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse,
sin rienda que lo guíe
caballo volador;
 
locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...
 
¡Tal es la inspiración!
 
 
           LA RAZÓN
 
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;
 
brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;
 
hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;
 
inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;
 
armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;
 
cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal;
 
atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;
 
raudal en cuyas ondas
8U sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve su vigor...
 
¡Tal es nuestra razón!
 
Con ambas siempre lucha,
y de ambas vencedor
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.

                       IV

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;

mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!

                          VI

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.

                        VII

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

—¡Ay! —pensé—, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "Levántate y anda!".
 


                    VIII

Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
¡en átomos leves,
cual ella deshecho!
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo,
las estrellas temblar, como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo;
sin embargo, estas ansias me dicen
que llevo algo
divino aquí dentro.

                              IX

Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente,
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente,
por besar a otra llama se desliza,
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.


                             X

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada.
Oigo, flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
—¡Es el amor que pasa!


                              XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿A mí me buscas? —No es a ti; no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mi me llamas? —No; no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. —¡Oh, ven, ven tú!

 

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001