Episodio 9: "PRÍNCIPES, BARONES Y HALCONES”
ACTRIZ INVITADA:
LOIS CHILES
como
HOLLY HARWOOD
APARICIÓN ESPECIAL DE:
HALLE BERRY
como
DEBBI PORTER
y
DAVID SELBY
como
RICHARD CHANNING
Tres meses después. Primavera de 2001.
Sue Ellen salió de su limusina con su maletín de ejecutiva, impecablemente vestida y dispuesta a pasar un día de trabajo especialmente agotador. Su agenda estaba repleta y, para empeorar las cosas, James se había marchado a Europa un par de días antes, dejándole con toda la responsabilidad de la empresa, ya que John Ross estaba terminando sus exámenes de final de carrera.
Cuando entró en las oficinas, saludó amablemente a su secretaria Kelly y ésta la siguió hasta el despacho, para mostrarle lo que le había traído un mensajero: encima de su mesa, había una cesta repleta de rosas rojas y blancas, junto con una botella de vino cuya etiqueta rezaba: “Falcon Crest. Cabernet Sauvignon cosecha de 1981.” La nota que acompañaba el misterioso regalo decía: “Quisiera discutir un negocio muy importante lo antes posible. ¿Me hará el honor de comer conmigo hoy? Firmado: R.C.”
Sue Ellen observó la nota mientras sacaba una de las rosas del cesto y la olía. Su reacción espontánea fue regalarle a Kelly la botella de vino, ya que ella “no bebía” y pedirle que utilizase las rosas para alegrar la recepción de la oficina.
Antes de volver a su mesa, Kelly le comunicó que había recibido la llamada de la señora Ewing para concertar una entrevista en la oficina.
-¿Pamela? Ella no necesita pedir hora para hablar conmigo...
-No, Sue Ellen. Ha sido Valene Ewing, la cuñada de Pam, la que ha llamado...
Sue Ellen se sorprendió ante la noticia. Nunca había mantenido ningún tipo de relación con Val, salvo un encuentro algo violento, diez años antes, cuando Sue Ellen se asoció con Gary en un negocio de Energía Eólica.
-No me gustan las sorpresas - se dijo para sí – y he empezado el día con dos...
Ese mediodía, Sue Ellen se acercó hasta el restaurante “Les Saisons”, donde solía ir a comer con frecuencia. Le había sorprendido que el misterioso caballero la citase precisamente ahí, y tenía ganas de saber qué se traía entre manos. El maître la llevó a la mesa donde la esperaba un hombre de cincuenta y tantos años, cabello castaño muy canoso y ojos pequeños de un azul muy intenso. El hombre se levantó, con caballerosidad.
- Señora Ewing, soy Richard Channing. Muchas gracias por venir.
- He estado a punto de no hacerlo. La verdad es que tengo un día especialmente atareado y no podré dedicarle mucho tiempo.
- ¿Le gustaron el vino y las flores?
- Las flores me encantaron...respecto al vino, lo siento, pero no bebo.
- El vino es uno de los pocos placeres que podemos gozar toda la vida, debería probar nuestra marca...
Un poco molesta por su insistencia, Sue Ellen preguntó:
- Así que es usted viticultor...
- Lo fui durante muchos años, de hecho es una tradición familiar de varias generaciones. Mi madre dominó el negocio del vino hasta el mismo día de su muerte...
- ¿Qué le parece si pedimos, y me explica qué le ha traído desde California?
- Me parece muy bien – dijo Richard, mirando fijamente a Sue Ellen.
En el Edificio del Cattlemen´s Bank, su Vicepresidente Will Monahan recibía a una visitante inesperada: se trataba de Lucy.
- ¡Hola! Espero que no te moleste que haya venido...
- Al contrario, estaba a punto de irme a comer...
- Quería pedirte consejo...pero si quieres, puedo venir otro día.
Will cerró una carpeta y le sonrió con simpatía:
- Soy todo tuyo.
- Hace poco, vendí mi parte de un negocio al que dediqué muchos años, y quería invertir esa cantidad en algo que sea realmente una buena inversión. Pensé que tú sabrías orientarme sobre inversiones...
- Claro que sí. ¿Qué cantidad tenías pensada invertir?
- Un millón. Por ahora – Lucy sonrió inocente, como si hablara de una cantidad insignificante.
- Me has hecho recordar que estoy tratando con una Ewing. Aunque no te veo como a los demás...
- ¿Y cómo me ves, mejor o peor?
- Recuerdo cuando nos conocimos en aquella barbacoa en Southfork. Eras una jovencita muy insistente y, aunque salimos durante un mes, no llegamos a conocernos bien...
- No todo lo bien que yo quería, desde luego...Era bastante hiperactiva, por aquel entonces...y muy agresiva con los hombres. Ahora he cambiado.
- Lucy, ahora que he vuelto a instalarme en Dallas, quisiera hacer todos los amigos que pueda, y frecuentar a la familia que me queda, aunque se reduzca a Pam y Cliff, y sus familias.
- En parte por eso he venido. Quería invitarte a acompañarme al Baile de los Barones del Petróleo, que se celebra el próximo sábado.
- El famoso Baile de los Barones...he leído durante años cosas sobre los incidentes que ha habido en esos Bailes, casi siempre protagonizados por nuestras familias...
- Tanto tu primo Cliff como mi tío J.R. siempre tuvieron afán de protagonismo...¿Puedo contar contigo entonces?
- Claro que sí. Y también con mi asesoramiento en el tema de las inversiones. ¿Comemos juntos?
- Estupendo. Y vete buscando un traje de etiqueta, porque si no lo llevas, no podrás entrar en el Baile...
Al mismo tiempo, Sue Ellen y Richard terminaban de comer. Ella se sorprendió cuando Richard pidió un vaso de leche en vez de café.
- Su propuesta es muy tentadora, señor Channing...
- Llámeme Richard, por favor, Sue Ellen...
- Señora Lockwood, si no le importa. – Sue Ellen le lanzó una mirada directa y penetrante. – La Ewing Oil no tiene previsto realizar una inversión como esa, un oleoducto no entra en nuestros planes, aunque quizá sí nos podría interesar adquirir esos campos de petróleo que afirma poseer en California.
- La noto muy inquieta. Espero no haber dicho nada inadecuado.
- Oh, no. Lo que me preocupa es lo que no ha dicho. La Ewing Oil lleva funcionando poco más de medio año con los nuevos propietarios. Quizá usted buscaba la empresa que dirigía mi ex marido J.R. Ewing, pero ya dejó de existir...
- ¿La empresa o su marido?
- Él era la empresa. Le dedicó toda la vida, pero ha sido nuestro hijo quien ha tenido que rescatarla de sus cenizas y resucitarla. Nos movemos en otros ámbitos. Mis empresas se dedican también a la moda, el mundo editorial, la producción de películas y muchas más cosas. La Ewing Oil busca ahora proyectos sólidos y no grandes negocios multimillonarios. Hemos vuelto a Dallas para quedarnos, y volver a lo más alto del negocio.
- Sabe una cosa, cuando decidí viajar hasta Dallas, pensé que me encontraría con una sociedad ultraconservadora, donde las mujeres se encargarían de las relaciones públicas, pero me sorprende encontrarme a ejecutivas como usted, tan segura de sí misma y de sus planes...
- Lo estoy, sin duda. Pero me llevó mi tiempo llegar adonde me encuentro, y no pienso arriesgarme: la nuestra es una empresa familiar, y la estabilidad de la familia es lo primero. Por ello debo rechazar su propuesta y darle las gracias por tenernos en cuenta...
Sue Ellen hizo una seña al Maître y se levantó, estrechando la mano de Richard:
- La Ewing Oil le invita, señor Channing. Espero que encuentre su inversor aquí en Dallas.
- ¿Sería demasiado fatuo pensar en tentarla de nuevo? – dijo Richard, con una media sonrisa.
- Puede tentarme siempre que quiera, señor Channing, pero no conseguirá más de lo que ha conseguido hoy. En ningún sentido.
- Richard, por favor...
La paciencia de Sue Ellen estaba al límite. Sonrió y le dijo:
- Consulte las Páginas Amarillas. Hay gente que ofrece cualquier servicio que pueda necesitar...
Richard se quedó congelado, como si el aire acondicionado de aquel restaurante hubiera bajado la temperatura por debajo de los cero grados. Desde luego, la Ewing Oil podía borrarse de la lista...
(Fundido a negro)
Cuando regresó a la Ewing Oil, Sue Ellen sintió la repentina necesidad de desconectar de los negocios. Recordó que el ejercicio físico le iba muy bien para esos momentos y, después de hacer un par de llamadas, avisó a Kelly de que estaría en el gimnasio, en la primera planta del Edificio Ewing.
Una vez se hubo cambiado, entró en una de la sala donde se realizaban sesiones de Step. Al entrar por la puerta, se encontró casualmente con Pam:
- ¡Hola, Pam! Es un día lleno de sorpresas...
- Sí, no sabía que tú también venías a este gimnasio...
- No sólo vengo. La verdad es que lo compré el mes pasado – dijo ella guiñándole un ojo - . Cuando trasladamos las oficinas de la redacción aquí, me surgió la oportunidad de adquirirlo. Teniendo tan cerca las oficinas de la Ewing Oil, me pareció una buena idea. Además, a todos nuestros empleados se les hace un descuento especial...
Las dos mujeres se acercaron al bar del gimnasio, donde pidieron sendos refrescos isotónicos. Pam estaba sudorosa, pero contenta de volver a su amiga, que había estado quince días fuera. De repente, se fijó en su rostro. Estaba espléndida, casi perfecta. Abrió la boca, pero enseguida se la tapó con la mano.
- La respuesta es sí, Pam. – Sue Ellen levantó la cabeza orgullosa – He aprovechado estas minivacaciones para “desprenderme de algunas partes de mí” - dijo susurrando, buscando la complicidad... - Desde que me divorcié de J.R., no me sentía tan bien conmigo misma...
Pam empezó a balbucear, intentando ser espontánea y franca a la vez.
- Si no me lo hubieras dicho, jamás lo habría adivinado – dijo, con una media sonrisa.
- ¿No has pensado nunca en hacer tú lo mismo? – Sue Ellen miró a su amiga, que se sintió súbitamente incómoda. – Oh, Pam. Perdóname, por favor. Olvidé lo mal que lo pasaste después del accidente...
- No te preocupes. Cuando he tropezado contigo, parecías enfadada...¿Ocurre algo?
- Nada que no pueda controlar. He comido con una persona que me ha sacado de quicio...
- ¿Te refieres a un hombre...? Cuéntame más.
- No vale la pena. ¿Cómo va todo en la redacción? Me han dicho que han aumentado las ventas en estos últimos meses, y te lo debo a ti.
- Tienes verdaderos profesionales trabajando para esa revista, y ellos son los responsables. Yo sólo...les he motivado un poco.
- ¿Y qué tal en la emisora de televisión de tu hermano? He sintonizado un par de veces la cadena y me ha gustado su estilo...
- Eso tampoco es cosa mía. Es gracias a la directora, Debbi. Una chica estupenda...
No muy lejos de allí, Debbi Porter leía un informe en su despacho de la emisora WKB. Su secretaria le informó de que tenía una visita fuera de agenda. Era John Ross Ewing III. Debbi pidió a la joven que le hiciese pasar. Debbi se presentó a John Ross, y luego le ofreció un café. Él rehusó, cortésmente. Una vez solos, ella rompió el hielo:
- Bien, señor Ewing. ¿En qué puedo ayudarle?
- Llámeme John Ross, por favor. – Debbi sonrió. Sabía que el joven era miembro de una de las familias más importantes de Dallas, y le intrigaba que hubiera venido a verla, además sin concertar cita previa. – Iré al grano, Debbi...
- Señorita Porter, si no le importa, John Ross...
Éste arqueó las cejas y continuó.
- Una de sus reporteras estuvo hablando la semana pasada con mi hermano James, con la intención de entrevistarlo para un programa dedicado a los jóvenes ejecutivos de Dallas...
- En efecto, pero no concretamos nada porque el señor Ewing tenía previsto realizar un viaje...
- Sí, estará fuera unas semanas, de vacaciones con su familia. Y, en su ausencia, yo asumiré todos sus compromisos...
- Pensaba que compartía la empresa con su madre...
John Ross se sonrojó levemente, y añadió:
- Es una empresa familiar, y mi hermano también tiene una participación. Pero yo soy el presidente titular. Quería decirle que, si les parece bien, yo ocuparé el lugar de mi hermano en el programa.
- ¿Se está ofreciendo...para que le entrevistemos?
- Sí, con una condición: – Debbi expresó verdadero interés, por primera vez desde que él entró en el despacho. - que sea usted misma quien me entreviste, pero por separado.
Debbi parecía sorprendida, aunque siguió sonriendo.
- Lo siento, pero va en contra de nuestra política promocionar a empresas privadas fuera de los espacios de publicidad, y mucho menos en horario-punta. Le pondré en contacto con el departamento de publicidad...
- Creo que no acaba de comprender mi propuesta. Evidentemente, usted no es de Tejas, de lo contrario, sabría qué significa ser un Ewing. ¿Qué le parece si se lo explico mientras cenamos...?
- Me parece, señor Ewing, que está perdiendo el tiempo. Somos nosotros quienes elegimos a nuestros invitados y, por descontado, soy yo quien decide con quién ceno. Y no, no voy a cenar con usted. Ahora, si me disculpa...- dijo, mientras señalaba a la puerta.
- Nos volveremos a ver, y entonces, lamentará haberme dicho que no. Debbi.
Debbi permaneció seria hasta que John Ross salió por la puerta. Entonces, se sonrió y se pasó la mano por la nuca.
- Perdone, señorita Porter.
Era la secretaria de nuevo, informándole de que tenía una llamada importante en espera...
- Soy Debbi Porter – dijo ella, de nuevo a solas – Oh, hola, señor Barnes. ¿Cómo está? ¿Y su mujer cómo se encuentra? – Debbi escuchó la respuesta, mostrándose interesada. – Nunca diría quién ha venido a verme: el hijo de J.R. Ewing. Quería que le entrevistásemos para nuestro informativo de los domingos. ¿Qué? Pero, ¿está seguro? De acuerdo, le mantendré informado. - A continuación, colgó y se volvió a colocar el pendiente. En la primera plana del periódico de la mañana, uno de los titulares mencionaba a los Ewing:
“Cinco nuevos pozos superan las previsiones. La Ewing Oil renace de sus cenizas.”
Ajeno a ello, el único hijo varón de Gary Ewing se escondía en lo alto de uno de los graneros, leyendo con interés las últimas páginas de un libro.
- ¿Al final se casa con la chica? – dijo una voz aguda y juvenil.
- Al final, la chica sigue casada: con su marido. – la recién llegada era su hermana Betsy, que sabía dónde localizar a su hermano cuando los demás no podían encontrarle.
- ¿Te gusta esa escritora? – preguntó, sin demasiado interés.
- Evelyn Waugh era un escritor, y no una escritora – corrigió, mientras cerraba el libro, titulado “Retorno a Brideshead”. – Sí, me ha encantado, pero pensaba que la relación de los dos chicos era menos platónica. Por lo menos, en la serie de televisión que vimos por el canal de satélite así lo parecía...
- Tú y tu romanticismo desfasado...Yo prefiero a Danielle Steele. Hablando de pasteles, ha venido Maggie: como ya sabes, el próximo viernes cumple dieciséis años y ha decidido organizar una fiesta en su casa. Pero lo hará el sábado, aprovechando que todos estarán en el Baile de los Barones del Petróleo.
- ¿Va a dar una fiesta...por la noche?
- No, será una cena a la hora de siempre, una especie de barbacoa nocturna para los amigos. Además, Maggie no es el tipo de chica que monta juergas en casa de sus padres...ni siquiera para sus cumpleaños. Para los caballos, quizá, pero no para ella...
- No seas tan dura con ella, es una gran chica. Inteligente, guapa, sensible, preocupada por el medio ambiente...Lo más opuesto a ti, vamos.
Betsy cogió un puñado de heno y se lo tiró a la cabeza.
- Eres un bastardo.
- Y tú una zorra.
- Anda, baja. Maggie nos ha pedido que la ayudemos a preparar la fiesta, ya sabes, la decoración y esas cosas, y quería hablar del tema hoy mismo...
- De acuerdo – dijo mientras se levantaba, abotonándose la camisa. - ¿Sabes a quién piensa invitar?
- A nadie que sea poco recomendable. Además, tendrá que pasar por el detector de mentiras de su padre...Pobre Maggie, cuando tenga novio, lo pasará muy mal...
Bobby y Betsy salieron del granero, y ella le puso el brazo en el hombro, mientras seguían bromeando. A lo lejos, se distinguía las siluetas de Donna, Maggie y Val, sentadas junto a la piscina...
Esa noche, en Southfork, Pamela se desmaquillaba pensativa. En la cama, su marido Bob leía un libro sobre la historia de Tejas, sin dejar de echarle un vistazo de vez en cuando a su esposa.
Pamela se pasó la mano por la mejilla derecha, fijándose en las pequeñas arrugas que empezaban a distinguirse en su rostro.
- ¿Ocurre algo, Pam?
- No. Supongo que no. Estaba pensando en algo que dijo Sue Ellen esta tarde. Me la encontré en el gimnasio. Por cierto, ahora es parte de la Ewing Oil y de la redacción de “Woman Today”.
- ¿Y cómo está? ¿Todo va bien en la Ewing Oil? James parecía algo preocupado cuando se marchó con Cally hace un par de días.
- No, todo está bajo control. Pero ella...no se lo digas a nadie, pero, esos días de vacaciones que se tomó recientemente, los aprovechó muy bien: se ha hecho la cirugía estética.
Bob parecía asombrado y divertido a un tiempo.
- Palabra de “boy-scout”...¿Ya has elegido el vestido para el Baile de los Barones?
- Mañana tengo que ir a buscarlo. Espero que te guste...
- Seguro que sí. Ahora...ven aquí – dijo él, dando una palmada en su lado de la cama.
Pam se metió en ella, y dio un beso a su marido.
- ¿Has visto a Christopher? Quiero decir, desde que regresó.
- Le ayudé a llevar sus cosas a su antiguo apartamento, pero prometió que vendría a vernos antes del fin de semana.
- ¿Crees que puede sentirse más unido a esa mujer, esa tal Lisa, que a nosotros, por ser de su propia sangre?
- No debes preocuparte. Por lo que me dijo, Lisa es una mujer mucho más estable de lo que era, tiene su propia familia. Y seguro que a los dos les hará bien poder contar el uno con el otro. Recuerda que fue ella quien tomó la decisión de dejar a Christopher con nosotros...
- Claro, no hay de qué preocuparse...
Bob besó a su mujer, mientras apagaba la luz de la mesilla...
En Turtle Creek, Sue Ellen encendía la luz de su lámpara. Había oído un coche aparcar delante de la casa, y pensó que sería John Ross. Eran casi las doce, y decidió bajar a la cocina a buscar un vaso de leche, y así poder saludar a su hijo.
- Hola, cariño – dijo ella, cuando le vio entrar, con la corbata en el bolsillo de la americana y aspecto cansado.
- Hola, mamá – dijo, abriendo la puerta de la nevera para coger la botella de leche. - ¿Quieres? – preguntó, mirando la botella y luego a su madre.
- Sí, gracias, para eso he bajado... – se excusó Sue Ellen.
John Ross se sentó junto a ella y empezó a beberse la leche. - ¿Todo va bien?
- Sí, claro. ¿Por qué no iba a ir todo bien?
- Estos últimos meses he estado preocupada por ti. Ya sabes, los exámenes, tu trabajo en la Ewing Oil, y también por la cuestión de la película...
- Mamá, no debes preocuparte: ya lo he entendido, sé por qué lo hiciste, y también sé cómo te trató papá. Era sólo que no me parecía justo que pretendieras contárselo a todo el mundo...y en una película como esa...
- Quería evitar que nos hiciera daño de nuevo, a mí o a ti. No sé si la hubiera estrenado nunca...Ahora todo es diferente, pero sé que rodar aquella película me ayudó a re-examinar mi vida y ver cuál fue mi parte en todo aquello. Además, Don fue un gran amigo desde el primer día, y aún hoy lo es. Me ofendió que pensaras que fue una especie de complot contra tu padre...
- Olvidémoslo. ¿Ya lo tienes todo para el Baile de los Barones?
- Sí, hoy me han traído el vestido. Espero que te guste. ¿Estás seguro de que no prefieres acudir con otra persona en vez de con tu madre? ¿Con una chica, por ejemplo?
- No. Tú eres mi chica favorita – dijo John Ross, cogiéndole la mano. – Ahora, me voy a la cama. Mañana será un día duro en la universidad.
- Ánimo, cariño: ya estás en el tramo final y pronto podrás emplearte a fondo en la Ewing Oil y, además, el testamento de tu padre se hará efectivo...
Sue Ellen apuró su vaso, dio un beso a su hijo y subió a su habitación...
- Sí – murmuró él, a solas – se hará efectivo, si consigo graduarme...Pero, ¿y si no lo consigo...?
(Fundido en negro)
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