INCONDICIONALES

Inconditionales Pro Sancta Ecclesia

 
IDEARIO DE VIDA
 

b) DE LA FIDELIDAD EN LA COMUNIÓN FRATERNA

17. Pongan de su parte todo esmero y cuidado para que, por culpa suya, nunca se rompa la unidad ni la caridad, consciente o inconscientemente. "Nunca demos un paso en falso para que no sea desacreditado nuestro ministerio" (2 Cor 6,4). Nunca hablen mal de nadie. No dejen traslucir en sus palabras, conversaciones y actitudes descrédito o menosprecio de persona alguna.
Eviten, aun a costa de sacrificios, los enfrentamientos, divi­siones, desuniones, desafectos y cualquier tipo de ruptura en la con­vivencia humana y en la comunión eclesial.

18. Por amor a la paz han de saber ceder en todo aquello que no afecte a la justicia, a la verdad o el bien y que, más bien, es cues­tión de amor propio o terquedad. Cuando hayan de defender sus pro­pios puntos de vista, háganlo con libertad de espíritu y siempre con caridad (cf.Ef 4,15). Colaboren en todo lo que contribuye a fomentar la paz, la unidad y la concordia.

19. Uno de los más peligrosos des integrantes de la caridad y la convivencia es la envidia: huyan de ella como de un veneno mortal. En cuanto depende de ellos, eviten las distinciones, homenajes y ven­tajas materiales; ocupen los últimos puestos en lo referente a honores, privilegios y comodidades, para no suscitar celos, envidias ni resenti­mientos por su situación privilegiada. El ideal sería que los incondi­cionales estuvieran en puestos y trabajos que nadie envidia: "ni envi­diosos ni envidiados". Pero, estén donde estén, se sientan y actúen siempre como "el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9,35).

20. La "ultimidad" ha de ser virtud preferida. Vivan con alegría los últimos lugares; estén a lo que manden los responsables, rellenando huecos, donde nadie quiera. Prefieran siempre lo "mejor" para los otros, con el espíritu de San Juan Bautista: "Conviene que El crezca y yo disminuya" (Jn 3,20).

Sean los primeros en ofrecerse al trabajo duro y al servicio difícil, y los últimos en buscar compensaciones y recompensas humanas, siempre dispuestos a hacer lo que la obediencia ordene. Al incondicional sólo se le permite optar por "lo último", es decir, por lo que se suele estimar como peor, lo más incómodo, lo menos ape­tecible, lo que otros no quieren. Estén en medio de la gente como el que sirve, "el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9,35).

21. Los incondicionales han de ser especialmente sensibles a todo lo que afecta a la unidad y a la caridad, sabiendo que la unidad, la caridad mutua y la comunión fratema son condiciones necesarias para que el mundo crea (cf.Jn 17,21) y que "la fuerza de la evangeli­zación quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas" (EN 77).

Los incondicionales han de ser muy conscientes del momen­to que vivimos. "Puesto que actualmente la humanidad entera tiende cada día más a la unidad civil, económica y social, conviene también cada vez más que los sacerdotes (y religiosos y laicos), uniendo su interés y esfuerzo, bajo la guía de los obispos y del Sumo Pontífice, arranquen toda raíz de dispersión, para que todo el género humano sea atraído a la unidad de la familia de Dios" (LG 28)


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