Luis de Góngora
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A CÓRDOBA
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas ¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas, Si entre aquellas rüinas y despojos Nunca merezcan mis ausentes ojos |
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Luis de Góngora (1561-1627), poeta y sacerdote cordobés,
padre del simbolismo, famoso por sus letrillas, romances, madrigales,
sonetos, canciones, etc., que le llevaron a una producción en extremo
rebuscada, como sus Soledades, cuyas estrofas sólo una minoría
selecta puede saborear. Los neologismos y giros que acumula en su producción
son una muestra de su riqueza de léxico y de su cultura literaria.
Otras de sus producciones son más conocidas, como las poesías
Servía en Orán al Rey, Hermana Marica, Ande yo caliente,
etcétera. Aunque Góngora tuvo sus discípulos e imitadores,
también tuvo sus contradictores, entre los cuales se hallan los
que seguían fieles al estilo tradicional, directo, enemigo de novedades.
Entre ellos están Fernández de Andrada, autor de la Epístola
moral a Fabio, y Rodrigo Caro, que escribió la titulada A las ruinas
de Itálica. |
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Góngora era poeta, uno de esos a la antigua, vivaracho, inquieto, mordaz, pecador. Satírico contestó a su obispo: “Que he estado siempre en las Horas con tanto silencio como el que más, porque aun cuando no quiera estar con el que se me manda, tengo a mi lado un sordo y uno que jamás cesa de cantar, y así callo, por no tener quien me responda”. Facultad esta que desarrollaría hasta la perfección en sus constantes batallas verbales contra Lope y Quevedo. |
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Góngora presenta dos aspectos en su creación,
que algunos críticos han clasificado en una poesía más
fácil y otra más difícil. La condenación llega
principalmente por la vía de las “Soledades” y de “Polifemo”. Con esta poética, recibió mazazos de todos lados, hasta de uno de los más insignes críticos y estudiosos de la literatura española. Don Marcelino Menéndez Pelayo, sostuvo de nuestro escritor en 1894: “Góngora [...] llegó en su última época al nihilismo poético, a escribir versos sin idea y sin asunto, como meras manchas de color o como mera sucesión de sonidos”. Pero llegó 1927, y una generación de jóvenes escritores, entre los que estaban Lorca, Alberti, Salinas Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Cernuda y Aleixandre, rescata su nombre, reivindica su creación y deja en claro que su poesía tenía desde luego una idea y un asunto, aunque expresados por medio de un lenguaje poético extremadamente sugerente, destinados a espíritus selectos, a sensibilidades diferentes. Gracias a la Generación del 27, Góngora retornó al sitio privilegiado de la poesía española. |
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Sus romances, sus letrillas, sus hermosisimos sonetos, en fin, las llamadas obras fáciles, son igualmente merecedoras de un estudio y depositarias de un verso gongorino que Verlaine puso al frente de una de sus propias poesías: “A batallas de amor, campo de pluma”. |
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