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Fragmentos de capítulos del libro "Nuestros abuelos canarios". del capítulo III "El escenario cubano". .......Dio
otro salto en el tiempo y cambió de escenario. No sabía cuándo había llegado
su bisabuelo a Cuba, ni adónde se había dirigido, pero parecía haber sido a
la zona del Ariguanabo, pues en ella habitaban muchos canarios desde los inicios
de la colonización. Lo
que sí había podido esclarecer es que cuando se instaló allí, se había
dedicado a trabajar en labores vinculadas a la agricultura. Sin embargo, eso no
era suficiente; sentía imperiosamente la necesidad de hacer un análisis de ese
escenario, comenzando por su nombre aborigen, para tratar de comprender las
posibles emociones y sensaciones que había sentido el bisabuelo a su llegada y
los esfuerzos por adaptarse al nuevo medio. Pensó
en su gran amigo José Rafael Lauzán, historiador y escritor ya fallecido, con
quien había compartido muchos ratos de fructífero intercambio informativo.
Lauzán le había obsequiado un libro sobre el Ariguanabo y de él recordaba, no
sin nostalgia, muchos datos interesantes sobre su historia y su gente. Varias
fueron las visitas a casa de este historiador de profundos conocimientos y
conducta recta, a quien jocosamente él le llamaba “cuentista”. Recordaba
la primera entrevista en la que el historiador le dijo: - Con la
denominación de Ariguanabo, los aborígenes cubanos llamaban al río que corre
por San Antonio de los Baños, lo que en su léxico quería decir río del
guanal o del palmar. Abundó
inmediatamente en datos que fluían a la misma velocidad con que los pensaba,
diciéndole: - La temperatura media anual de esta región tiene una máxima de
34,2º C y una mínima de 12,5º C. La precipitación anual es en la época
de lluvias de 1.200 mm, Los vientos predominantes son los del este al nordeste.
La presión atmosférica tiene una media anual de 761,6 mm Hg. La humedad
relativa oscila en verano de sesenta y cinco a setenta y cinco por ciento
durante el día y de ochenta a noventa por ciento durante la noche, lo cual te
permitirá comprender la especial predilección de los canarios por esta zona. Esta
fértil llanura del Hato de Ariguanabo - continuó imaginando ahora ver a su
amigo delante de él- cedida a Juan de Rojas entre 1515 y 1519 y ratificada el
18 de marzo de 1519, era un bosque secular, en el cual abundaban las maderas
preciosas. Según creo, al igual que otros historiadores, todo parece indicar
que a partir de la persecución de los vegueros que se rebelaron en 1723, se venía
fomentando pequeños conucos en las tierras realengas junto al río Ariguanabo,
en los que se cultivaba tabaco y otros frutos. Ya en 1745, en documentos
oficiales se mencionaba este disperso caserío. A
partir de 1760 - seguía explicándole aquella representación subjetiva de su
desaparecido amigo- ante la posible guerra con Inglaterra, España incrementaba
la construcción de barcos en los astilleros de La Habana, y la madera para aquéllos
se extraía de las haciendas de Rancho (Boyeros), Alquízar, Güira de Melena y
del Hato de Ariguanabo, donde abundaban el cedro y la caoba. Para el corte de
madera fueron llevados forzados mexicanos y esclavos del rey. El corte se inició
en la hacienda de Rancho, en 1760. Cuando
se promovió el expediente de 1765 que concedió el título de marqués de Monte
Hermoso a don Agustín de Cárdena, ya existía un caserío, aunque muy
disperso, con el nombre de San Antonio Abad o San Antonio del Ariguanabo. Por
los años 1770 a 1772 los cortadores de madera estaban dentro del hato de
Ariguanabo y en 1775 se encontraban en Alquízar. El
corte de madera en el bosque posibilitó el incremento del cruce por el camino
real, y de este tráfico de maderas verdes, con destino a la construcción de
barcos de guerra, surgió la idea a un canario de establecer una taberna, en el
lugar en que el camino de La Habana atravesaba el río Ariguanabo. La
taberna fue construida de madera y guano con un gran colgadizo, en medio del
bosque recién talado, en la soledad inclemente de los campos donde sólo existían
esos dispersos bohíos, dedicados sus moradores a la siembra de tabaco. Fue
construida, según Rousset en 1775 y según Garay entre los años 1775 y 1780,
por el "isleño" Joseph Cabrera, a quien el escaso vecindario le decía
Tío Cabrera y estaba destinada a la venta de aguardiente y víveres a quienes
cruzaban por aquel camino y a los contados vecinos establecidos desde antes, en
los dispersos bohíos de las tierras realengas en las márgenes del río. Yo
creo - dijo el ilustre historiador de San Antonio como para concluir - que fue
además, el inicio de un caserío más compacto, pues los antiguos vecinos de la
zona estaban establecidos en pequeños lotes de tierra a lo largo del río, algo
distantes unos de otros. Todo me hace suponer que la existencia de la taberna
consolidó la permanencia de quienes ya se habían establecido y aumentó el
interés para los que con posterioridad se fueron avecindando en estos parajes. Por
otra parte -agregó en un segundo aire y abriendo un viejo libro que extrajo de
su enorme buró colocado en medio de la sala de su casa ariguanabense- como dato
interesante que anticipa la fuerte presencia canaria en la zona, está el hecho
de que además del Tío Cabrera, quien se había titulado a sí mismo
"decano de los vecinos", dentro del terreno que se había asignado a
la fundación de la Villa de San Antonio, sólo había cuatro vecinos y eran,
por orden de antigüedad: Joseph Cabrera, nacido en 1725 en Islas Canarias;
Tiburcio Carrasco, nacido en 1742 en Islas Canarias; Antonio Suárez, nacido en
1748 en la Gomera, Islas Canarias y Juan Antonio Pollato, nacido en 1756 en el
reino de Murcia. Ahora,
ya lo veía todo un poco más “enfocado”. Era en San Antonio de los Baños
donde su bisabuelo había desarrollado la mayor parte de su vida en Cuba y donde
fundó la familia Falcón Fabelo; por ello -pensaba- le era necesario detallar
ese escenario específico, así como su conformación y desarrollo histórico,
cosa para él, no muy difícil; sólo tendría que hacer algunas precisiones más.
Vamos
a ver.... ¿qué le había dicho el amigo Lauzán al respecto? Ah sí, resulta
que dentro del Hato de Ariguanabo y a partir de un corral destinado para la cría
de ganado menor, de dónde tomaba su denominación, en la segunda década del
siglo XVII, se había establecido una Villa con el nombre San Antonio Abad. Así
se llamó hasta el comienzo de la fundación del pueblo, en que los baños en el
río Ariguanabo se hicieron famosos entre las clases adineradas de La Habana,
quienes los tenían como medicinales y hasta milagrosos. El nombre de San
Antonio Abad fue creciendo por la fama de los baños y poco después perdió el
Abad convirtiéndose en San Antonio de los Baños. Recordaba
ahora perfectamente la tarde soleada en que en la casona del amigo historiador,
éste le había abordado el período comprendido entre las primeras gestiones
para fundar la Villa de San Antonio y el inicio de su desarrollo a partir de
1804. Decía
su amigo que el que quisiera estudiar dicho período hallaría un conjunto de
hechos nacionales e internacionales, de mucha importancia en lo político, en lo
económico y en lo social, que habían tenido gran influencia en su fundación y
desarrollo ulterior, acondicionando el escenario futuro. Entre los hechos
nacionales mencionaba la segregación de las grandes haciendas, hatos y corrales
concebidos con el propósito de la cría de ganado, en fincas, para dedicarlas
al cultivo y a la producción mercantil, dado el desarrollo de la agricultura
industrial. En
lo referido a los internacionales incursionaba en la gran influencia ejercida
por la Revolución Francesa sobre España y su sistema semi feudal aplicado en
sus colonias de América, que la obligaba, entre otras cosas, a introducir el
iluminismo. La Revolución Francesa despertó además, el espíritu libertario
en las Trece Colonias inglesas del norte de América, así como la libertad de
la propia colonia francesa en Haití. En
la Real Cédula de 1794 se creó en San Antonio un señorío jurisdiccional.
Este señorío de tipo feudal generaba un fenómeno social en el que existían a
la vez y en el mismo tiempo histórico, un régimen de producción esclavista,
con un sistema institucional de corte feudal y relaciones comerciales de carácter
capitalista. Por tal motivo, si en la Cédula de fundación (1794) se decía que
la preeminencia otorgada al marqués de Monte Hermoso fuera perpetua en los de
su familia, ya en la cédula de confirmación de la Villa (1832) decía que era
limitado a solo los días del actual marqués y no más. Se
detuvo un instante y pensó que en las observaciones, en su lenguaje profundo y
profuso, se denotaba en Lauzán su formación marxista; después volvió
mentalmente a otra de aquellas tertulias improvisadas siempre que visitaba a su
pueblo natal. Le contaba, que en el escenario del Ariguanabo, aún antes de la
fundación de la Villa de San Antonio, el cultivo del tabaco estaba en manos de
los canarios, constituyendo el primero y el más extendido de los cultivos
existentes. "Mira
-le dijo subrayando sus palabras al tiempo que limpiaba sus espejuelos -
"ese tabaco era de una calidad tal, que la Casa de Contratación en España
daba el nombre de Govea al tabaco en rama de primera calidad; en esa época aún
no se cultivaba tabaco en la provincia de Pinar del Río. Desde
que se fundó la Villa de San Antonio - continuó a la velocidad que lo
caracterizaba-, se dedicaron algunas tierras a la siembra de caña de azúcar,
la que se elaboraba en pequeños trapiches que empleaba mano de obra esclava y
eran movidos por fuerza animal. En un principio su producción era muy baja y de
mala calidad. La
alusión a la caña, le hizo recordar y ver ante sí, al poeta ariguanabense Ángel
Valiente. Venía acompañado de un antiguo amigo común: Antero Regalado. Vestían
de blanco, con guayaberas, sombreros de guano y pañuelos rojos al cuello, cuyas
puntas caían a cada lado de sus respectivos pechos. Con su risa campesina,
amplia y bonachona, "Angelito", señalándole con el índice y como
para que lo identificara mejor, le cantó una estrofa de una vieja décima de su
juventud, compuesta por su amigo Naborí: ¡Oh,
machetero – ciclón Ahora,
era él quién se detenía a meditar en algo impreciso. No recordaba en cuál de
las conversaciones, Lauzán se había referido al período de 1776 a 1783 en que
se había llevado a cabo la Guerra de Independencia de las Trece Colonias de
Norteamérica, cuyo triunfo había dado lugar a la aparición de los Estados
Unidos de América y a la posterior irrupción violenta de éste en la escena
mundial. Pero
sí recordaba que mientras hacía su discurso, él lo escuchaba con gran atención,
especialmente cuando le manifestó que era conocido que desde los primeros
momentos de dicha guerra, desde La Habana partieron pertrechos y municiones, que
a través de La Luisiana habían sido introducidos clandestinamente en las zonas
en que se encontraban los independentistas norteamericanos. Mentalmente iba
siguiendo y participando en cada detalle, aunque siempre como observador. En
los años que duró esa guerra, afirmaba su amigo, se calculaba en 36 millones
de pesos los gastos para la manutención de las tropas españolas, que hicieron
escala en La Habana, monto que fue a parar en gran parte a las manos de los
hacendados criollos, que suministraban los productos correspondientes. La
Revolución de Haití, en el período 1791-1803 - continuó avanzando en el
tiempo físico- destruyó las plantaciones de caña y los cafetales de esa
colonia, que era entonces el primer suministrador de estos productos al mercado
internacional, influyó considerablemente en el proceso histórico de Cuba y
trajo además como consecuencia una inmigración blanca, caracterizada por su
arribo en etapas. El
primer movimiento de migrados franceses ocurre en el año 1791. Otra nueva
inmigración se produce en el período 1793-1795. La tercera emigración la
provoca la guerra entre los mulatos de Rigaud y los negros de Louverture,
durante la cual muchos mulatos franceses fueron autorizados para radicarse en
Cuba y algunos llegan a la región del Ariguanabo. La
cuarta etapa (1801) es resultado de la invasión de Toussaint Louverture a la
parte española de la isla y la toma de la capital. La última etapa se produce
en 1802, como consecuencia de la orden dada por Dessalines, emperador de Haití,
de exterminar, sin ningún tipo de distingo, a todas las personas descendientes
de los franceses. Después
de una breve pausa, para deleitarse con una sabrosa taza de café, de la que
ahora él, sentado en el Parque de Santa Catalina, casi podía sentir su aroma,
como si se tratara de una recién "coladita", aquel profundo conocedor
de la historia local, le había continuado dando los detalles solicitados. A
partir de 1800 se inició la siembra del café en la zona, con la llegada de los
franceses salidos de Haití durante su proceso revolucionario, y su cultivo se
incrementó, de tal forma, que en poco tiempo prácticamente todas las buenas
tierras fueron convertidas en cafetales. Todos
estos acontecimientos - continuó haciendo gala de sus profundísimos
conocimientos históricos - se habían estado produciendo al tiempo que España
desarrollaba en Cuba una campaña para el fomento de una inmigración blanca.
Tienes que recordar -subrayó - que la llamada población de color, constituida
por los esclavos y los negros y mulatos libres llegó a ser mayoritaria en Cuba
a fines del siglo XVIII, debido fundamentalmente a la entrada de decenas de
miles de esclavos africanos. De fines del siglo XVII al año 1791, es decir, en
menos de 100 años, la población en el archipiélago cubano había aumentado en
200 mil habitantes. Entre
1775-1791, la población blanca en Cuba creció considerablemente por la
inmigración de familias de La Florida, el Archipiélago Canario y Haití. La
mayor parte de la población se concentraba en los alrededores de La Habana, que
seguía siendo el principal centro comercial del archipiélago cubano. En 1791
la población negra representaba el 51% del total de habitantes de Cuba y la
blanca el 49%. Ahora
bien, los acontecimientos que te he mencionado con anterioridad - dijo, abanicándose
fuertemente- y el miedo al "peligro negro" estimularon a la Metrópoli
a aceptar el asentamiento de una gran cantidad de los hacendados franceses que
abandonaban Haití, tanto por razones políticas como porque introducía en la
Isla un elemento conservador, con capitales para invertir y con una preparación
técnica superior a la que tenía la propia Metrópoli, con todo lo cual podría
aumentar la producción para el intercambio comercial. En
estas circunstancias, el segundo marqués de Monte Hermoso, Gabriel María de Cárdenas,
rico y notable cubano, figura prominente del Reformismo, ayudado por Francisco
de Arango y Parreño, quien en 1792 había presentado un trabajo ante la corona
española titulado "Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios
para fomentarla" y gozaba de gran prestigio y autoridad entre los
terratenientes criollos, así como por el capitán general de la Isla, Luis de
las Casas, logró conseguir el asentamiento de una gran cantidad de emigrados
franceses en la jurisdicción de San Antonio, donde había fundado su villa
cabecera, los que propiciaron el desarrollo agrícola de la zona con el fomento
de una gran cantidad de bellos cafetales y la construcción de magníficas
viviendas, con hermosos jardines. Déjame
referirme especialmente a este aspecto por su significado concreto para la zona
- dijo haciendo un paréntesis-. Con la apliicación de la técnica y de los
conceptos científicos de aquellos momentos a la agricultura, los franceses
fomentaron sus cafetales, empleando reducidas dotaciones de esclavos, y
convirtiendo los sembrados en verdaderos jardines, en medio de los cuales
construían sus amplias residencias. En poco tiempo convirtieron la región en
centro de riquezas. Muchos canarios, españoles y criollos ricos, adoptaron la técnica
de los franceses, y en ocasiones asesorados por éstos, fomentaron sus cafetales
y algunos imitaron la suntuosidad de aquellos, y la producción cafetalera se
incrementó rápidamente, acompañada de algunos productos agrícolas. La
invasión de Napoleón a España, en 1808 - continuó - aprovechando la división
política en el reinado, con la aspiración del príncipe y sus partidarios de
arrebatar la corona a su padre, provocó un caos, que culminó con el cautiverio
de Fernando VII. La ocupación francesa de la Península fue aprovechada por las
colonias hispanas de América para lanzarse a la lucha por la independencia. Las
colonias españolas de América quedaron a la deriva, bajo el mando de la Junta
Suprema, radicada en Sevilla, la cual inicia una feroz persecución contra los
franceses radicados en aquéllas. En circular de 28 de julio de 1808, el capitán
general de Cuba ordena al marqués de Monte Hermoso que "todos los
franceses existentes en la Villa de San Antonio que no estén naturalizados,
habiendo prestado el juramento de fidelidad y vasallaje al Rey de España,
prevendrá V. S. de mi orden que deben salir a la mayor brevedad fuera de la
Isla, cesando desde luego en la ocupación que tuviere..". La
expulsión de los franceses causó en la región del Ariguanabo serios
trastornos económicos; la producción disminuyó y algunas fincas fueron
abandonadas por falta de atención. Al recuperar el trono en 1814, el rey
Fernando VII envió poderosos ejércitos contra los independentistas
latinoamericanos, mientras que con relación a Cuba - que se había mantenido
fiel y que entonces sería utilizada como base de aprovisionamiento y reunión
de las tropas colonialistas- se comenzó a utilizar una política de concesiones
a las demandas de los terratenientes. Se
concedió por tanto la libertad de comercio que, aunque benefició a los
terratenientes criollos, estaba limitada por abusivos aranceles; se entregaron
en propiedad las tierras mercedadas durante los primeros siglos coloniales; se
facilitó el fomento de la inmigración blanca; se mantuvo la esclavitud y
continuó la trata negrera, ahora clandestina. Fue en ese contexto en el
que retornaron los expulsados franceses, algunos de ellos acompañados de amigos
o parientes, quienes aumentaban la cifra de los que había antes del éxodo. Al
igual que lo que muchos historiadores aseguran - agregó con su habitual
movimiento nervioso - yo creo que, independientemente de las buenas gestiones
del marqués de Monte Hermoso y su trato acogedor y paternalista, una de las
cosas que más influyeron en el inusitado crecimiento demográfico de la Villa,
fue la presencia de los franceses, no tanto por su cantidad como por la
atractiva producción agrícola que desarrollaron y lo que de prosperidad esto
tenía, pues todo ello sirvió de atracción a criollos e isleños de Canarias,
quienes llegaban a la Villa con el objetivo de trabajar o establecerse. Una
guagua de la ruta 30 llegó a la parada situada justo frente al banco donde se
encontraba sentado y la imagen amarilla provocó la desaparición del
historiador de su "terruño" con el ruidito de un "plaf"
como el que producen las pompas de jabón al romperse. del capítulo V "La familia durante la guerra de independencia de Cuba" .....
En una lógica secuencia de la historia de la permanencia de
su bisabuelo en tierras cubanas, le tocaba ahora precisamente al período de la
Guerra de Independencia de 1895, uno de los momentos más difíciles que éste
debió pasar, no sólo en la Isla grande del archipiélago cubano sino en toda
su vida. Y lo hizo, ya junto a su constituida familia Falcón Fabelo, como toda
la población residente en Cuba en aquella época. En apretada síntesis de imágenes, pasaron por su mente
algunos de los acontecimientos acaecidos durante la guerra en los que Francisco
se había visto envuelto o vinculado. La familia ya residía en San Antonio de los Baños, así que
los hechos que se representaba, correspondían fundamentalmente a aquél entorno
que tanto las conversaciones con su amigo Lauzán como las lecturas de ciertos
libros, como la Historia Económica de Cuba del Dr. Julio Le Riverend, le permitían
imaginar. Mucho antes de que el héroe nacional de Cuba José Julián
Martí Pérez, hijo de la canaria tinerfeña (procedente de familias asentadas
en Santa Brígida, Gran Canaria), doña Leonor Pérez Cabrera, cuyo padre
había llegado al archipiélago cubano en el año 1843 en busca de la riqueza
del mito “indiano”, diera la orden de iniciar la Guerra de 1895, la juventud
de San Antonio, sobre todo el grupo que había sido baluarte cultural, se venía
agrupando con el propósito de la independencia de Cuba y acondicionando el
escenario local de lo que sería esa gran epopeya. En Cuba - según recordaba que había escrito Julio Le
Riverend - hacia ese año de 1895, se habían agudizado las contradicciones
colonia-metrópoli. El presupuesto de Cuba era utilizado para sufragar los
gastos del ejército colonial, pagar los sueldos de los funcionarios burocráticos
y amortizar las deudas de la administración. A cada cubano se le exigían impuestos ascendentes a 16 pesos
anuales. Los altos aranceles continuaban perjudicando el desarrollo del comercio
exterior. El país carecía de caminos, servicios médicos y escuelas. El 76% de
la población era analfabeta. La población vivía en la miseria. La guerra
inevitablemente estalló. El 29 de enero de 1895 - se percataba ahora de que era un día
después del nacimiento de Martí ocurrido en La Habana el 28 de enero de 1853-,
el héroe nacional cursó la orden de levantamiento a Juan Gualberto Gómez.
Luego de establecer contacto con los jefes de la conspiración en las distintas
provincias, Juan Gualberto y sus colaboradores fijaron como fecha del alzamiento
el 24 de febrero. El día señalado, en el cual él mentalmente se veía momentáneamente
como testigo de excepción, se inició la guerra en la que España, según E.
Buznego Rodríguez en su libro El Ejército Español de 1895 a 1898. Estructura
y Organización, movilizó grandes efectivos que llegaron a alcanzar los 260.000
hombres. Como le había sucedido en reiteradas ocasiones, bruscamente
saltó al mes de mayo de 1895. El general Antonio Maceo Grajales daba inicio a
la campaña conocida como "La Invasión" que tenía como principales
objetivos extender la guerra por todo el país para obligar a la dispersión de
las fuerzas colonialistas, aumentar las filas del Ejército Libertador con el
reclutamiento de nuevos combatientes en las regiones a las que se llegara, abrir
las costas de todo el territorio a las expediciones que fueran enviadas del
exterior, destruir las riquezas económicas de la zona occidental - la más rica
de Cuba- que servían como fuente de ingreso a la Metrópoli, obstaculizar el
comercio de importación y exportación, eliminar el regionalismo, extender la
autoridad del gobierno independentista por las nuevas zonas liberadas y
demostrar al mundo la magnitud de la gesta emancipadora y provocar a su vez el
descrédito de la Metrópoli. Continuó avanzando en el tiempo imaginándose ahora el
desarrollo de aquella conflagración; se situó en el 21 de octubre de 1895 en
que llegó a su clímax la represión colonialista cuando Valeriano Weyler, quién
había arribado el 10 de febrero de 1895 a La Habana como sustituto de Martínez
Campos en el cargo de Capitán General de la Isla y que tan pronto tomó el
mando había comenzado a emplear las medidas más criminales e inhumanas a fin
de contener la insurrección, dictó el Bando de Reconcentración, de acuerdo
con el cual todos los campesinos tenían que trasladarse hacia los pueblos bajo
vigilancia. Weyler pretendía con esas medidas represivas privar al Ejército
Libertador del apoyo del campesinado. Hizo una pausa en sus pensamientos y cerró fuertemente sus
ojos; ésa había sido sin dudas la etapa más negra de la estancia de su
bisabuelo en Cuba. Volvió a las horripilantes imágenes mentales que se había
formado como resultado de las conversaciones y de las lecturas de los textos de
Lauzán. En San Antonio, veía desfilar ante sí a miles de personas venidas de
los campos y de otros términos, donde dejaban sus cultivos y viviendas, que el
ejército colonial quemaba para que no pudieran ser utilizadas por los
independentistas cubanos; gente vagando por las calles de la Villa, enfermos,
hambrientos, desnudos, descalzos, muchos de ellos víctimas del beri-beri, la
viruela u otras enfermedades; familias enteras de campesinos yaciendo en las
calles; más de mil quinientos niños menores de 14 años, la mayor parte de
ellos quedando desamparados, sin padres ni familiares; gran cantidad de personas
muriendo diariamente, víctimas del hambre y las epidemias. Vio como el hospital civil, la Cruz Roja, los locales de los
colegios y los sociales: el Círculo de Artesanos y el Casino Español, eran
tomados por el comandante militar de la plaza para atender a los soldados
enfermos y heridos, lo que hacía que los reconcentrados no contasen con más
albergues que los pocos portales existentes, y muchos de ellos viviendo y
durmiendo completamente a la intemperie, hacinados en rincones y solares vacíos,
alimentados con la “sopa popular” que la Cruz Roja y el Ayuntamiento repartían
una vez al día y a la poca ayuda que el vecindario les podía prestar. Observando aquellas escenas dantescas pensaba en los datos
que en su momento le había suministrado su amigo Lauzán, de cómo se repartía
aquél horror en el conjunto del término judicial de San Antonio, donde la
cantidad de reconcentrados estaba distribuida en Vereda Nueva 986; Alquízar
3.400; Seiba del Agua 590; Güira de Melena 1.603 y el propio San Antonio 6.979. Queriendo pasarse rápidamente aquellas escenas, saltó al 30
de marzo de 1898 para conocer el Bando que autorizaba a los campesinos a volver
al campo. Vio entonces las escenas del regreso y la reincorporación de
los habitantes a sus tierras. Se paseó por Vereda Nueva y observó que de los
986 sobrevivientes se reintegraban al campo 133, que era sólo el 15%. En movimientos como el caballo del ajedrez, fue entonces
saltando entre los otros lugares de “regreso”; a Alquízar retornaban al
campo 1.230 a finales del 1898; no sabía la cifra de muertos; a Seiba del Agua
de los 590 retornaba el 10%, pero no tenía la cifra de muertos, por lo que no
podía calcular la cantidad que había retornado ni de los que aún quedaban; a
Güira de Melena y Gabriel se reincorporaban 1.374 de los 1.603 reconcentrados,
sin tener otros datos, pero por lo alto de la reincorporación, el 77% y
teniendo en cuenta que el promedio de muertos era de 20% a 25% en estos pueblos,
en Güira de Melena y Gabriel debía haber quedado muy poco o ningún residuo a
finales de 1898. Se detuvo mentalmente en San Antonio de los Baños. Cuando se
dictó el Bando de 21 de octubre de 1895 se reconcentraron cerca de 7.000
personas y de ellas murió el 25% esto es, unas 1.750. En ese momento en que se encontraba, es decir, al final de la
reconcentración quedaban 5.250, de los cuales, a finales de año, sólo se había
reincorporado a su lugar de origen el 40%, y quedó allí el resto, unos 3.150
flotando; esta última cantidad fue disminuyendo a lo largo de 1899, y al final
de éste quedaba un sedimento del 20%, unos 630, quienes por haber encontrado
trabajo y alojamiento se quedaban, y muchos menores huérfanos que fueron
adoptados por distintas familias de la población. Situado mentalmente en ese período de la estancia del
bisabuelo y su familia en esta zona, podía tener una pequeña imagen de los
horrores vividos por ellos. Bastaba recordar que el índice de mortalidad en el
período 1897-1899, había sido de un promedio anual del 37% incluido en este
porcentaje los 1.000 nacimientos frustrados, los 1.250 reconcentrados muertos y
el 1.8% de tasa histórica de mortalidad. Todo eso le daba un promedio de 10
muertes diarias. Una vez más apeló mentalmente a Lauzán y a su libro
Historia colonial Ariguanabense", "Prácticamente los muertos se
contaban por carretadas, sin muchos trámites de identificación y sin debido
control, lo cual producía un disloque en el Registro Civil, y que sean confusos
los datos estadísticos, por lo que nos hemos visto en la necesidad de aplicar métodos
matemáticos y redondeo de números, para con los pocos datos disponibles,
aceptados con reserva aunque oficiales, los tengamos como verídicos, para poder
llegar con ellos, aproximadamente, a tener una idea de aquel tremendo y doloroso
conflicto". ¿Y qué había pasado a escala del entorno cubano en su
conjunto? -inquirió para sí- Los datos volvieron a ser estremecedores y decían
que en toda Cuba, la reconcentración había provocado la muerte de miles de
campesinos cubanos- se estimaban en 200 mil las defunciones- obligados a vivir
hacinados en las ciudades y sin más alimentación que las sobras de la tropa
del Ejército colonial. Volvió a su visión de “planeo geoestacionario”.
Observaba, como en cámara lenta, a los campos abandonados y la agricultura en
ruinas como consecuencia de aquella criminal medida. Constataba que aunque los
insurrectos resultaban afectados, buscaban distintas formas para abastecerse -
asalto a poblaciones, sustracción de alimentos, fomento de cultivos en los
montes intrincados- logrando subsistir y continuar la guerra. Veía que muchos
campesinos, lejos de amilanarse se incorporaban al Ejército independentista. Fijó su atención nuevamente en el 1896, año en que se
inició la invasión a la provincia de La Habana y en las fuerzas invasoras en
las cercanías de San Antonio. Es en ese momento histórico concreto cuando se
producen las acciones de guerra más cercanas al lugar dónde había residido su
bisabuelo con la familia, puesto que las mismas se habían librado en las zonas
de Güira, Alquízar, Seiba y San Antonio. ¿Cuál era su misión? - pensó y dados los conocimientos
que por experiencia conocía de la zona llegó a la misma conclusión que los
insurrectos de aquella época: - la principal misión de esos grupos no había
sido ganar batallas decisivas, pues no era el territorio propicio para grandes
acciones, sino obligar al ejército colonialista a mantener una gran cantidad de
soldados que no podían ir a los frentes de verdadera importancia. Pensó en los
efectos tanto moral como político que causaba el hecho de que en las cercanías
de la capital se estuviera peleando. Imaginariamente se acercó a los protagonistas: El día 4 de
enero está junto al Generalísimo Máximo Gómez y al Mayor General Antonio
Maceo, en Güira de Melena haciendo prisioneros a los colonialistas. El día 5
penetrando como parte de las fuerzas invasoras en Alquízar y Seiba2
del Agua, sin resistencia y ocupando buena cantidad de armas y parque en la
iglesia de esta última. El 6 de enero en la rendición de Vereda Nueva y
Guayabal y por la tarde, después de atravesar la laguna de Ariguanabo, en las
de Hoyo Colorado (Bauta), Punta Brava, el Cano y Caimito. Esa misma noche, junto
a las fuerzas de Gómez y Maceo acampa en el ingenio Baracoa, de Perfecto
Lacoste. El día 7 se forman dos columnas: la de Maceo, que tiene como objetivo
invadir a Pinar del Río y la de Gómez, que se queda operando en La Habana y
Matanzas. Vuela raudo a la velocidad del pensamiento sobre los frentes
de combate y entre éstos y la Villa de San Antonio donde habita Francisco y su
familia. Observa que mientras las fuerzas invasoras describen casi un círculo
en torno a la Villa, las fuerzas colonialistas acantonadas en el "Cuartel
de Aclimatación" y en los otros sitios, se ocupan de la construcción de
trincheras y parapetos de defensa alrededor de la Villa, y mantienen el terror
en la población. Recordaba algunas cifras, no sabía cómo. Al inicio de la
Invasión en San Antonio había una dotación de 800 hombres en el llamado
"Cuartel de Aclimatación", más la primera compañía del séptimo
escuadrón rural de Fernando VII con más de 100 hombres; más una fuerza
superior a los 100 Voluntarios acuartelados en el Casino Español y
atrincherados en el Parque Central; así como la columna del general Luque, que
había llegado a la Villa. Después de cabalgar mentalmente junto al Generalísimo Gómez,
para dejar al Lugarteniente General Antonio Maceo camino de Pinar del Río,
regresa a Seiba del Agua, participa de forma virtual en un encuentro con el
enemigo cerca del pueblo; continúa de tal forma con el Generalísimo y el día
8 se mueve hasta el ingenio Pulido; el 9 llega al ingenio La Luz; el 11, en el
ingenio Mi Rosa, participa en un fuerte combate con las fuerzas coloniales; el
12 se aloja en el ingenio Fajardo; el 13 está en La Salud y Bejucal donde
encuentra resistencia, y el 14 ataca de nuevo Bejucal, donde Gómez desiste de
tomarlo y dobla a la derecha emprendiendo la marcha a San Antonio de los Baños,
el lugar donde se encuentra Francisco con su familia. A medio camino Gómez
cambia la dirección hacía el sur, estaba herido en una pierna. El día 16 de
febrero acampa en la Encrucijada, en la carretera de Alquízar a San Antonio; y
el 17 pasan a la vista de San Antonio de los Baños. Se mantuvo meditando durante largo rato, sobre todo el período
en que las fuerzas del Generalísimo Máximo Gómez se habían mantenido en los
alrededores de la Villa de San Antonio. Llegó a la conclusión de que durante ese período, muchos
de sus hijos se habían sumado al Ejército independentista y que esas acciones
también debieron ejercer una gran influencia sobre su familia, pues las
historias que hasta él habían llegado contaban cómo tanto Francisco como su
yerno Facundo aprovechando la condición de lechero de este último,
suministraban balas a los insurrectos del campo en las mismas cantaras en que
llevaban la leche al pueblo. Sin embargo en toda su reflexión había algo que no había
entendido y que sus datos y meditaciones no le habían permitido poner en claro:
al retirarse Gómez, había dejado organizadas algunas fuerzas distribuidas en
toda la región, las que mantuvieron en permanente jaque al Ejército Colonial y
a los Voluntarios; pero ni el catalán Miró Argenter en sus crónicas, ni Máximo
Gómez en su diario, mencionan nada al respecto de la decisión de no atacar a
San Antonio; todo le parecía ahora indicar que ello había estado determinado
por la plaza fuerte que era la Villa, cuyos soldados no se movieron de sus
cuarteles, dedicándose fundamentalmente a la preparación de obras defensivas. Al fin se vio al término de este convulso período para su
recién constituida familia: el 1ro. de enero de 1898 se implantaba un gobierno
autonomista, como un esfuerzo desesperado de la Metrópoli. Entonces, como un fantasma del futuro recorrió las calles de
la Villa de la mano de Francisco y junto al resto de la familia. En esa misma
condición fantasmal, participó en la constitución del Ayuntamiento
autonomista, que se creaba venciendo las intransigencias del Cuerpo de
Voluntarios de la Villa. Sin embargo, la tarea no la percibía fácil, porque gobernar
a un pueblo hambreado, destruido, sin recursos, después de una reconcentración
bárbara y una epidemia horrorosa, no era cosa fácil, y más cuando el que más
y el que menos sabía que aquello no era perdurable y que la independencia total
la esperaban más tarde o más temprano. Lo último que llegó a su mente, antes de que su pequeña
nieta lo trajera de nuevo de regreso al mundo actual en el Parque de Santa
Catalina, fue el ruido ensordecedor de una tremenda detonación: sucedía el 15
de febrero de 1898 y reproducía la explosión del Maine, pretexto utilizado por
los Estados Unidos para entrar en la guerra hispano cubana y que de inicio,
estableció un bloqueo que mató de hambre a tantas personas como las que había
matado la reconcentración. En el tiempo físico histórico faltaban 114 días para que
después de iniciada la intervención norteamericana, terminara la dominación
española en Cuba, y poco después de ello el inicio del período neocolonial.
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