Lázaro
Lázaro
es un guajirito
reyoyo,
sus mano son
una
manifestación
de
su quehacer infinito.
Yo
supe el rigor maldito
de
los magnates huraños
aré
la tierra en los años
duros
del capitalismo;
en
una finca, en el mismo
San
Antonio de los Baños.
Lázaro
efectivamente
está
a la tierra prendida,
mojando
el suelo querido.
con
el sudor de la frente.
Junto
al surco y la simiente
pasa
el tamaño del día,
y
cuando va su energía
dejando
cosas resueltas,
en
el alma le da vueltas
y
gritos la poesía.
Yo
de joven trabajé
la
tierra que no era mía,
y
me duelen todavía
los
trabajos que pasé.
Me
acuerdo cuando colgué
la
guataca una mañana,
y
dije... para La Habana,
a
buscar mi porvenir,
porque
yo puedo vivir
de
la décima cubana.
A
mi me tocó vivir
una
vida diferente
cuando
era el terrateniente
dueño
de mi porvenir.
Yo
no podía esgrimir
la
palabra colectiva,
ni
hablar de Cooperativa,
porque
tendría mi trabajo
la
ley muerta por abajo
y
el planazo por arriba.
Lázaro,
trabaja allá,
en
una Cooperativa
donde
la acción colectiva
le
responde a lo que da.
Para
venir para acá
se
apura como un atleta,
se
quita la tierra prieta,
se
cambia de ropa, y viene
a
dar todo lo que tiene
su
corazón de poeta.
Yo
un día lo regañé
por
un libro que me dio
cuando
apenas lo leyó
y
de ello me sorprendí.
Más
tarde reconocí
que
razón no le faltaba,
porque
este hombre cuando acaba
de
hacer su trabajo bruto
apenas
tiene un minuto
para
la tierra que lava.
Se
necesita honradez
para
ver en su labor
un
pequeño agricultor
y
buen poeta a la vez.
Su
modestia y sencillez
son
partes de su talento,
cómo
sacar el por ciento
del
trabajo realizado,
cuando
ara con el arado
y
ara con el pensamiento.
Y
yo creo que ya es hora
de
recogerse y marcharse,
y
no hay por que prolongarse
en
el tiempo y la demora.
Una
acción abusadora
tropieza
con el deber,
¿por
qué a un pueblo mantener
más
rato del que se puede?
lo
mejor es que se quede
con
las ganas de volver.