2357La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una
atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy
variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida
inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la
Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados". Son
contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera
complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente
radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una
auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a
ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios
en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden
encontrar a causa de su condición.
2359Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
Catecismo de la Iglesia CatólicaEL FUTURO CASTIGO DEL MALVADO: INEVITABLE E INTOLERABLE
Ezequiel 22:14
¿Estará firme tu corazón?
¿Serán fuertes tus manos
en los días en que
Yo proceda
contra ti?
Yo Jehová he hablado,
y lo haré.
En la parte anterior de este capítulo, tenemos un terrible catálogo de los pecados de Jerusalem; como puedes ver desde el primero al decimotercer versículo. En el decimotercer versículo que precede al texto, Dios manifiesta Su gran descontento y temible cólera contra ellos por esas sus iniquidades. "He golpeado violentamente Mi mano contra la ganancia deshonesta que obtuviste, y en la sangre que derramaste." La expresión de que Dios golpea violentamente Su mano, significa la grandeza de Su cólera, que se está preparando, para ejecutar Su cólera y responder contra los crímenes atroces.
Es una alusión a lo que vemos a veces en los hombres cuando son sorprendidos, viendo u oyendo
hablar de una cierta ofensa horrible, o la mayoría de las veces, de una injuria intolerable, que altera
mucho sus espíritus, y los anima con un gran resentimiento; en tal ocasión se alzarán en cólera y
golpearán violentamente sus manos juntas, como expresión del furor de su indignación, y de la
resolución completa de ser vengado contra los que lo han injuriado; como en la Ezequiel 21:7 "Y
cuando te dijeren: ¿Por qué gimes tú? dirás: Por una noticia que cuando llegue hará que desfallezca
todo corazón, y toda mano se debilitará, y se angustiará todo espíritu, y toda rodilla será débil como el
agua; he aquí que viene, y se hará, dice Jehová el Señor."
Entonces, en el texto, el castigo de ésta gente se representa:
1. La naturaleza de su castigo se representa más generalmente en que Dios tratará con ellos: Dios
amenaza con tratar a los pecadores de Jerusalem. Los profetas no podían hacer nada con ellos. Dios
les había enviado uno después de otro; pero esos pecadores eran demasiado fuertes para ellos, y
golpearon a uno, y mataron a otro. Por lo tanto ahora Dios mismo se dispone a tratar con ellos.
2. Su castigo se representa más determinado en tres cosas: lo intolerable, lo irremediable, y lo inevitable.
(1.) lo intolerable: ¿Puede tu corazón aguantar?
(2.) lo irremediable, o la imposibilidad de hacer cualquier cosa para su propia salvación: ¿Pueden tus
manos ser fuertes?
(3.) lo inevitable: "Yo, el Señor he hablado, y lo haré."
Puesto que Dios ha decidido tratar con los pecadores impenitentes, ellos ni evitarán las miserias
amenazadas, ni huirán, ni las resistirán.
En la interpretación de esta doctrina
1. Demostraremos como Dios se implica en la empresa de tratar con los pecadores impenitentes.
2. Eso, por lo tanto, significa que no pueden evitar el castigo.
3. Que no pueden en cualquier medida resistirse a él, o hacer ninguna cosa para su propia salvación.
4. Que no pueden sobrellevarlo.
5. Contestaré a una pregunta; y entonces procederé.
I. Mostraré qué está implicado en la empresa de Dios para tratar con los pecadores impenitentes...
otros no son capaces de tratar con ellos. Desprecian todos los medios usados con ellos por aquéllos
designados para enseñarlos y para gobernarlos. No oyen a los padres, ni los consejos, ni los avisos de
alerta, ni a las reprobaciones de los representantes de la Iglesia. Se demuestran como obstinados y
duros de corazón. Por lo tanto Dios decide tratar directamente con ellos y esto implica las cosas siguientes:
1. Dios mismo se ocupará de ellos y dará satisfacción a Su justicia con ellos. En este mundo, Dios
muestra Su autoridad para guiarlos; y para requerir el sometimiento a Él. En Sus mandamientos Él es
muy positivo, limitándose a requerirles el cumplimiento de tales y tales deberes, y positivamente
prohibiendo tales y tales cosas contrarias a su deber. Pero no tienen ningún respeto por estos
mandamientos. Dios continúa ordenando, y ellos continúan rebelándose. No hacen caso alguno de la
autoridad de Dios. Dios amenaza, pero Lo desdeñan justificándose en que no hacen nada que
deshonre a Dios; no perciben cuánto su comportamiento supone en la deshonra Dios. Él les ofrece
misericordia si ellos muestran voluntad de arrepentimiento y de volver a Sus mandamientos; pero
desdeñan Su misericordia tanto como Su cólera. Dios los llama, pero ellos Lo rechazan. De esta
forma, se hunden cada vez más profundamente en sus deudas, y al mismo tiempo imaginan que
escaparán al pago de la deuda, e incluso maquinan para robar a Dios su deuda.
Pero Dios ha decidido hacerse justicia a Si mismo. Él contará con ellos; Él ha decidido rescatar las
deudas que Le son debidas para que Le sean pagadas. Todos sus pecados se escriben en Su libro; ni
uno de ellos se olvida, y cada uno debe ser pagado. Si Dios es bastante sabio, y bastante fuerte, Él
tendrá satisfacción completa: Él exigirá lo Suyo. Él lo emprende como Su parte, como lo que le
pertenece a Él, para hacerse justicia a Él mismo allí donde ha sido agraviado. Deuteronomio 7:10 "da
el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona
le dará el pago."
2. Él ha decidido justificar el honor de Su majestad. Su majestad que desdeñan. Oyen que Él es un
gran Dios; pero desdeñan Su grandeza; miran por encima Él llenos desprecio, y Lo tratan en
consecuencia. Oyen hablar de Él por el nombre de un gran Rey; pero no se atienen a Su autoridad, y
la pisotean a veces por años enteros. Pero Dios no ha dejado el honor de Su majestad enteramente a
su cuidado. Aunque ahora lo pisotean en el polvo, esto no es señal de que éste esté finalmente
perdido. De hecho, si Dios lo hubiera dejado enteramente en sus manos, ya estaría perdido. Pero
Dios no abandona Su honor y Su gloria a Sus enemigos; son demasiado preciosos a Sus ojos para
descuidarlos así. Él se ha reservado su cuidado a Él mismo: Él verá como Su propia majestad dañada
será justificada. Si el honor de Dios, que los pecadores pisotean, finalmente acaba en el polvo, será
porque Él no es bastante fuerte para impedirlo. Sin embargo, Él ha advertido de lo contrario con un
gran juramento en Números 14:21 "Mas tan ciertamente como vivo Yo, y Mi gloria llena toda la tierra."
Los pecadores desdeñan a Su Hijo, y lo pisotean bajo sus pies. Pero Él verá si Él no puede hacer que
aparezca la gloria de Su Hijo frente a ellos; para que toda la tierra pueda saber qué gran maldad es
desdeñar al Hijo de Dios. Dios desea que todos los hombres y los ángeles, todo el cielo y toda la
tierra, vean como Él es suficientemente fuerte para magnificarse sobre los pecadores que ahora lo
desdeñan. Él desea que todo lo referente a ellos sea visible y que todos los hombres puedan verlo.
3. Él ha decidido someter a los pecadores impenitentes. Mientras están en este mundo sus corazones
son muy insubordinados. Alzan sus cabezas y se conducen muy orgullosos y despectivos, y a menudo
pecan con gran ostentación delante de todos los hombres. Blasfeman contra los cielos y sus lenguas
pútridas recorren la Tierra. Prácticamente hablan como el Faraón: "¿Quién es el Señor? No conozco
al Señor, por lo tanto no obedeceré Su voz." Job 4:1. "Dicen a Dios: parte de nosotros, porque no
deseamos conocer Tus caminos."
Algunos, que cubren su pecado con el fingimiento hipócrita, que muestran un aspecto de religiosidad y
un comportamiento comedidos, tienen con todo este espíritu que reina secretamente en sus pechos. A
pesar de toda su demostración de justicia, y del buen aspecto externo, desdeñan a Dios en sus
corazones, y tienen las armas de la guerra apuntando contra Él, porque son Sus enemigos secretos, y
portan sus espadas bajo las vestimentas. Tienen corazones más orgullosos, más obstinados y
rebeldes, están listos para alzarse en rebelión, para luchar contra Él, y encontrarle faltas con sus
habladurías. Sus corazones están llenos de orgullo, de enemistad, de terquedad y de blasfemia, que
trabajan en ellos de muchas maneras, mientras que se sientan bajo la predicación de la Palabra, y
mientras que el espíritu de Dios se está esforzando con ellos; continúan siempre oponiéndose y
resistiendo a Dios mientras viven en el mundo; nunca abandonan las armas de su rebelión.
Pero Dios ha decidido tratar con ellos para someterlos; y esos corazones orgullosos y obstinados, que
no se rinden al poder de la palabra de Dios, serán rotos por la potencia de Su mano. Si no están
voluntariamente dispuestos con el Cetro de Oro, y no se rinden a los atractivos de Su amor, serán
dirigidos con fuerza por la barra de hierro, lo quieran o no.
A ellos, orgullosamente instalados en su propia justicia, y su propia voluntad contra Dios, Dios ha decidido defenestrarlos; y sin duda, Lo hará. Los que han decidido obrar ignorando que Dios los mira, ahora Lo verán. Sabrán que Él es Jehová. Ahora no quieren saber que Él es el Señor; pero lo sabrán, Isaías 26:11 "Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá."
Ahora los hombres impíos no solamente odian a Dios, sino que Lo menosprecian; no están asustados
de Él. Pero, Él someterá su desprecio. Cuando Él venga a tomarlos en Su mano, todavía Lo odiarán;
pero ya no Lo tomarán a la ligera; no menospreciarán Su poder como ahora; verán y sentirán hasta el
infinito Su poder como para volver a menospreciar Su cólera; a partir de entonces, ya no Lo
menospreciarán nunca jamás, ellos estarán infinitamente lejos de Él, ellos conocerán por experiencia
propia que Su cólera no es en absoluto despreciable: Aprenderán esto a su costa, y ya nunca se
podrán olvidar de Él.
4. Dios ha decidido rectificar sus juicios. Ahora no están convencidos de estas cosas que Dios les
dice en Su palabra. Los ministros de la Iglesia se toman muchos esfuerzos para convencerlos, pero
todo es en vano. Por lo tanto Dios mismo los convencerá, y lo hará eficazmente. Ahora no quedarán
convencidos de la verdad de todo lo Divino. Tienen, de hecho, convencimiento en los argumentos
fijados anteriormente; oyen y ven bastante para convencerlos; tan propensos son a la incredulidad y al
ateísmo, lo Divino nunca se les aparece como verdadero. Pero de aquí en adelante Dios hará que les
parezca verdadero.
Ahora están siempre dudando de la verdad de las Escrituras, preguntando si son la palabra de Dios, y
si las amenazas de la Escritura son verdaderas; pero Dios está decidido a convencerlos de que esas
amenazas se convertirán en realidades, y Él les hará saber que son verdades, de modo que nunca
jamás vuelvan a dudar. Serán convencidos por la dura experiencia. Ahora siempre se están
preguntando si hay algún lugar como el infierno. Oyen mucho sobre él, pero se les parece siempre
como un sueño. Pero Dios hará que se les aparezca de otra manera que como un sueño... Ahora ellos
hablan a menudo sobre las vanidades del mundo; pero podemos también predicar a las bestias,
persuadirlas de la vanidad de las cosas terrenales. Pero Dios decidirá convencerlas de esto; Él, de
aquí en adelante, les dará una convicción completa de todo ello, de modo que tengan un sentido fuerte
de la vanidad de todas estas cosas.
Ahora los ministros de la Iglesia hablan a menudo a los pecadores de la gran importancia de poner
interés en Cristo, y el que sea una cosa muy necesaria. También hablan de la locura de aplazar el
cuidado de sus almas, y cuanto se refiere a ellas para mejorar sus oportunidades de salvación. Pero
las instrucciones de los ministros de la Iglesia no los convencen, por lo tanto Dios mismo emprenderá
la tarea de convencerlos.
Los pecadores impenitentes, mientras están en este mundo, oyen cuán terrible es el infierno. Pero no
creen que sea tan terrible como los ministros de la Iglesia les representan. No pueden pensar que
durante toda la eternidad sufrirán brutales y horribles tormentos. Pero les enseñarán y serán
plenamente convencidos, de que las representaciones que los ministros dan de esos tormentos,
conforme a la palabra de Dios, no son ninguna falacia; y que la cólera Dios es de hecho tan terrible
como declaran. Puesto que Dios ha decidido tratar con los pecadores para rectificar sus juicios en
estas materias, Él lo hará a conciencia; porque Su trabajo es perfecto cuando Él decide hacer cosas.
Él no las hace por mitades; por lo tanto cuando Él obre con los pecadores, los convencerá
eficazmente, de modo que nunca estén en el peligro de la recaída en sus errores anteriores nunca más.
Él los convencerá de su locura y estupidez en mantener las nociones tales que ahora mantienen.
Así Dios ha decidido tratar con los impíos obstinados. Mantienen sus ideas en una gran confusión;
pero no debemos estar consternados por ello: Esperemos, y veremos que Dios rectificará las cosas.
Los pecadores no continuarán siempre rebelándose y desdeñando con impunidad. El honor de Dios a
su debido tiempo será justificado; y serán sometidos y condenados, y rendirán cuentas. No hay
pecado, no tanto como una palabra ociosa que hablen, por la que no deban rendir cuenta a Él; Mateo
12:36 "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el
día del juicio." Y sus pecados deben ser completamente equilibrados, y recompensados, y obtener
satisfacción. Porque el juicio contra sus obras malvadas no se ejecuta rápido, sus corazones se
consagran completamente en hacer el mal. Con todo Dios es un juez justo; Él verá que el juicio será
ejecutado a su debido tiempo.
Ahora vengo.
II. Para mostrar, por lo tanto, que los pecadores impenitentes no evitarán su castigo... Dios ha
decidido infligirlo; Él se ha ocupado de hacerlo; Él lo toma como Su trabajo, como lo que Le
pertenece plenamente a Él, y podemos esperarlo de Él. Si Él ha jurado por Su vida, que Él lo hará; y
si Él tiene poder suficiente; si Él es el Dios vivo, lo veremos hecho sin duda alguna. Y Dios declaró
que Él castigará a los pecadores impenitentes, es manifiesto en muchas Escrituras; como
Deuteronomio 32:41 "Sí, afilaré Mi reluciente espada, Y echaré mano del juicio, Yo tomaré venganza
de mis enemigos, Y daré la retribución a los que me aborrecen." Éxodo 34:7 "y que de ningún modo
tendrá por inocente al malvado." Nahum 1:3 "Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no
tendrá por inocente al culpable."
Dios dice en el texto, "Yo, el Señor, lo he dicho, y lo haré;" lo que no deja lugar alguno a la duda del
cumplimiento real hasta su límite más extremo, de las amenazas sobre los hombres impíos. Algunos
malvados se consuelan a si mismos diciendo que Dios amenazó con castigos muy terribles a los
hombres impíos a causa de sus pecados, pero creen que en Su corazón Él nunca se propone
satisfacer sus amenazas, sino solamente aterrorizarlos, y los asusta mientras que viven. Pero Dios,
infinitamente santo, no es un hombre que pueda mentir, y que hable palabras inútiles. Por ello, Él Se
completa a sí mismo de este modo: Yo el Señor lo ha hablado, y lo haré; No solamente he
amenazado, sino que tengo la voluntad de cumplir Mis amenazas. ¿Al mismo tiempo que decía estas
palabras, Él sabía secretamente que aunque Él había hablado, Él se prepuso no cumplir lo que estaba
diciendo? ¿Quién es ese con atrevimiento suficiente para mantener tal blasfemia horrible en su corazón?
No; no te dejes autoconvencer, impenitente pecador, de tan vana y absurda locura. Si de hecho fuese
solamente un hombre, un ser de la misma impotencia y mutabilidad semejante a nosotros mismos
quién hubiese decidido tratar con ellos; quizás pudiesen autonvencerse con alguna razón de que
podrían encontrar algún medio para evitar el castigo amenazado. Pero desde que un omnisciente,
omnipotente e inmutable Dios ha decidido, inútiles son todas esas esperanzas.
No hay ni de lejos esperanza de que puedan robar el cielo, aunque mueran inconvertidos. No hay
esperanza de que puedan engañar a Dios por cualquier demostración falsa de arrepentimiento y de fe,
y se lleven el cielo por error; los ojos de Dios son como una llama de fuego; ven perfectamente a
través de cada hombre; hasta lo más íntimo del corazón está completamente abierto para Él.
No hay esperanza de escapar al castigo amenazado hundiéndose en la nada de la muerte, como
brutos animales. Por supuesto, muchos hombres impíos desean esto en sus lechos de muerte. Pues si
fuese así, la muerte no sería nada para ellos en comparación con lo que ahora tienen reservado. Pero
todos tales deseos son inútiles.
No hay esperanza de escaparse sin avisar cuando salgan del cuerpo. No hay esperanza de que Dios,
por causa de la multiplicidad de asuntos que Le ocupan la mente, decida pasarlos por alto, y no tomar
cuentas cuando mueran; de modo que sus almas se deslicen lejos en secreto, y se oculten en algún
rincón apartado, y así escapar de la venganza divina.
No hay esperanza de que no serán echadas a faltar en medio de la muchedumbre en el día del juicio, y
que puedan tener oportunidad de ocultarse un poco en alguna cueva o guarida de las montañas, o en
cualquier agujero secreto de la tierra; y mientras, no serán echadas en falta, a causa de las muchas
cosas que serán los objetos de atención general en ese día... Tampoco existe esperanza alguna de que
puedan apretarse entre la multitud de los santos a derecha del Juez, y así ir al cielo sin ser
descubiertos... Ni existe esperanza alguna de que Dios alterará Su mente, o Su voluntad
arrepintiéndose de lo que Él dijo; porque Él no es hijo de un hombre que miente y se arrepiente. ¿Que
Él lo dijo y Él no lo hará? ¿Él lo dijo, y Él no lo hará bien? ¿Cuándo Dios decidió emprender alguna
cosa y falló?
Ahora vengo
III. Para demostrar, como los pecadores impenitentes no pueden evitar los castigos amenazados; ni
pueden hacer cosa alguna para librarse de ellos, o para soportarlos. Esto está implícito en esas
palabras del texto: ¿puede tu mano ser fuerte? Está en nuestras manos que hagamos y logremos cosas
por nosotros mismos. Pero el impío en el infierno no tendrá ninguna fuerza de manos para lograr
ninguna cosa para sí mismo, o usarla para procurarse su libertad o cualquier grado de alivio.
1. No. Él no será capaz en ese conflicto de superar a su enemigo, ni de liberarse a si mismo. Dios, que
entonces tratará directamente con ellos, y se ceñirá con fuerza para ejecutar Su cólera, será su
enemigo y actuará Su parte como enemigo con un testigo; y no tendrá ninguna fuerza para oponérsele.
Los que viven negligentes de sus almas bajo la luz de los Evangelios, actúan como si supusieran que
después deben poder hacer aquí su parte buena con Dios. 1 Corintios 10:22 "¿O provocaremos a
celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él? " pero no tendrán ningun poder, ninguna fuerza para
resistir esa Omnipotencia, que será liberada contra ellos.
2. No tendrán ninguna fuerza en sus manos para hacer ninguna cosa para apaciguar a Dios, o al
menos para disminuir la furia de Su cólera. No podrán ofrecer ninguna satisfacción: no podrán
procurar la compasión de Dios. Aunque griten, Dios no los oirá. No encontrarán nada para ofrecer a
Dios, para comprar ningún favor, o pagar ninguna parte de su deuda.
3. No podrán encontrar cualesquiera amigos que intercedan con Dios para ellos. Tenían la oferta de
un Mediador en este mundo; a menudo se lo ofrecieron; pero no tendrán ninguna oferta de tal
naturaleza en el infierno. Ninguna amistad. No tendrán ningún amigo en el INFIERNO; allí todos
serán sus enemigos. No tendrán ningún amigo en el cielo: ninguno de los santos o de los ángeles les
ofrecerá su amistad; o, si así fuese, no tendría ningún propósito. No habrá criatura que tenga poder
alguno para liberarlos, ni el más ínfimo, jamás.
4. Ni podrán nunca intentar escapar. No encontrarán ningún medio de horadar la prisión y de huir. En
el infierno, los mantendrán encadenados en la oscuridad para siempre jamás. Los malhechores han
encontrado a menudo medios para escapar de la prisión, y escapan de la mano de la justicia civil.
Pero ninguno se escapó jamás de la prisión del infierno, que es la prisión de Dios. Es una prisión
fuerte: está más allá de cualquier poder finito o de la fuerza unida de todos los hombres malvados y los
diablos, poder abrir, o romper la puerta de esa prisión. Cristo fue la llave del infierno; "Él cierra y
ningún hombre abre."
5. Ni podrán encontrar jamás cosa alguna para aliviarlos en el infierno. Nunca encontrarán ningún
lugar donde reclinarse; ningún lugar de descanso; ningún rincón secreto que esté más fresco que el
resto, donde puedan tener un poco paz, una pequeña disminución de la extremidad de sus tormentos.
Nunca podrán encontrar ningún río o fuente refrescante en ninguna parte de este mundo de tormento;
no, ni tanto como una gota de agua para refrescarse la lengua. No encontrarán ninguna compañía para
darles ningún alivio, o para hacerles el más mínimo bien. No encontrarán ningún lugar en donde
puedan permanecer y descansar, y pararse a tomar aliento por un minuto. Estarán atormentados con
fuego y azufre; y no tendrán ningún día ni noche descanso para siempre jamás.
Así los pecadores impenitentes ni podrán evitar el castigo amenazado, ni librarse de él, ni encontrar
ningún alivio bajo él.
Ahora vengo
IV. Para mostrar que nadie podría sobrellevarlo. Ni sus costados son fuertes para resistirlo, ni sus
corazones podrán aguantarlo. Es común en los hombres, cuando se encuentran con calamidades en
este mundo, esforzarse en primer lugar por evitarlas. Pero si las encuentran, y no pueden evitarlas
después de que ya vinieron, ellos se esfuerzan en librarse de ellas tan pronto como puedan; o por lo
menos, ordenar las cosas de tal forma como para librarse de ellas al menos en un cierto grado. Pero si
se encuentran con que no pueden librarse de ninguna manera, y ven el caso de modo que no queda
más remedio que sobrellevarlo; entonces se concentran para soportar la adversidad: fortalecen sus
espíritus, y toman una resolución, que utilizarán para soportar las calamidades lo mejor que puedan.
Pero será completamente inútil que los pecadores impenitentes piensen hacer así con respecto a los tormentos del infierno. No podrán aguantarlos, ni sobrellevarlos de ninguna manera: el tormento será inmenso, más allá de sus fuerzas. ¿Qué significará para un gusano, que está a punto de ser aplastado bajo el peso de alguna gran roca que se dejó caer con todo su peso sobre él, reunir sus fuerzas, para concentrarse en resistir el peso de la roca, y evitar ser machacado por ella? Mucho más inútil resulta esta voluntad para una pobre alma condenada, esforzarse en resistir bajo el peso de la cólera de Dios todopoderoso. ¿Cuál es la fuerza que un hombre, que es solamente la de un gusano, puede utilizar contra el poder de Jehová, y contra la furia de Su cólera? ¿Cuál es fuerza del hombre, cuando se trata de resistir contra la fuerza del Poder Infinito?
Mateo 21:44 Y el que cayere sobre esta Piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará."
Cuando los pecadores oyen hablar de los tormentos del infierno, piensan a veces para si mismos:
"Bien, si voy a parar allá, si debo ir al infierno, lo sobrellevaré tan bien como pueda", como si
arropándose con la resolución y la firmeza de sus mentes pudiesen soportarlo en una cierta medida;
cuando, ¡pobres! no tendrán ninguna resolución, ningún valor en absoluto. Sin embargo se habrán
preparado, y habrán dispuesto sus fuerzas; pero con todo, tan pronto como comiencen a sentir la
cólera divina, sus corazones se derretirán y serán como agua. No obstante antes de que puedan
empezar a endurecer sus corazones para prepararse para sobrellevar el furor que se aproxima, ya
desde el primer momento en que lo sientan, sus corazones se derretirán como la cera ante el horno.
Su valor y la resolución se disiparán completamente en un instante; desaparecerán en la nada como
una sombra en el pestañeo de un ojo. La voluntad más firme y más robusta no tiene no más de valor
que la del niño más débilucho y enclenque: sea el hombre, sea un infante o un gigante, todo acabará en
lo mismo. No podrán mantener vivo ningún valor, ninguna fuerza, ningún alivio, ninguna esperanza en nada.
Ahora vengo como fue propuesto
V. Para contestar a una pregunta que muy bien se puede plantear respecto a estas cosas.
Pregunta. Algunos se apresurarán a preguntar: si éste sea el caso, si los pecadores impenitentes no
pueden ni evitar el castigo futuro, ni resistirse a él, ni escaparase jamás; ¿entonces qué pasará con ellos?
Respuesta: Se hundirán enteramente bajo la muerte eterna. Habrá un hundimiento total y absoluto de
sus corazones, el cual ahora no podemos siquiera concebir. Vemos cómo está el cuerpo cuando se
encuentra con un dolor extremo. La naturaleza del cuerpo puede soportar por un tiempo considerable
un dolor muy grande, pero sin hundirse por completo en la muerte. Habrá grandes luchas, gemidos
lamentables y jadeos, y puede ser que convulsiones. Éstos son los recursos de lucha de la naturaleza
corporal utilizados bajo la extremidad del dolor. El cuerpo mantiene una gran lucha para no hundirse
por completo.
Pero con todo, el dolor del cuerpo es a veces tan extremo e insoportablemente brutal que la naturaleza del cuerpo no puede resistirlo; a pesar de la resistencia constante, en muchas ocasiones el cuerpo se ve incapaz de resistir el combate con el dolor; hay algunas luchas, gemidos, pataleos e incluso aullidos de dolor extremo, y entonces la naturaleza se rinde a la violencia de los tormentos, la anatomía se resiente sin remedio, y el cuerpo muere. Ésta es la muerte del cuerpo.
De la misma forma estará el alma en el infierno; no tendrá ninguna fuerza ni poder para luchar contra
su tormento y horror que será aún más grande, aún más intenso, tan sumamente desproporcionado a
las fuerzas humanas, que no restará ninguna fuerza para utilizarse ni en lo más mínimo, aunque la
naturaleza y la inclinación del alma sean infinitamente contrarias a hundirse completamente; con todo
se hundirán completa y totalmente en el abismo, sin que reste el menor grado de alivio, ni de fuerza, ni
valor, ni esperanza. Y aunque su ser nunca será aniquilado, ni su voluntad nunca será suprimida, con
todo tal será la profundidad infinita de la desesperación en la cual se hundirá, que estará en un estado
de muerte, de muerte eterna.
La naturaleza del hombre desea la felicidad; es la naturaleza del alma anhelar la felicidad y el bienestar;
y si está hundida en miseria, jadea con impaciencia para apartarse de ella; y cuanto mayor es la
miseria, con más impaciencia el alma lucha para liberarse. Pero si toda la voluntad se ha agotado, si
todas las fuerzas se han agotado, y si toda esperanza de mejora futura se ha evaporado
completamente; entonces el alma se hunde en la oscuridad de la muerte.
Podemos concebir solamente una sombra sobre este tema; no podemos concebir la magnitud de este
hundimiento total y absoluto del alma. Pero para ayudar a su concepto, imagínate que fueses echado
en un horno ardiente, un gran horno donde sería tanto mayor tu dolor que el ocasionado
accidentalmente tocando un carbón en llamas, pues el calor es mayor. Imagínate también que tu
cuerpo debe permanecer allí metido un cuarto de hora, todo el rato con la consciencia plena y lúcida,
sabiendo exáctamente lo que ocurre a tu alrededor; ¡qué horror sentirías en la entrada de tal horno!
¡Y cuánto tiempo te parecería un cuarto de hora! ¡Y después de que lo hubieras aguantado
únicamente un minuto, cómo te aplastaría la mente pensar que lo tienes que aguantar aún otros catorce!
¡Pero cuál sería el efecto sobre tu alma, si supieses que debes permanecer allí dentro, aguantando ese
tormento al máximo por veinticuatro horas! Y cuánto mayor sería el efecto, si supieses que deberías
aguantarlo por un año entero; ¡y cómo seria el efecto sumamente mayor, si sabes que debes
aguantarlo por mil años! ¡Oh entonces, cómo se hundiría tu corazón, y tu mente si sabes que debes
soportarlo por siempre jamás! ¡Que no habría ningún final! Que después de millones de millones de
años, tu tormento no estaría más cercano a su final que cuando empezó ¡Y QUE NUNCA, NUNCA FINALIZARÍA!
Pero su tormento en el infierno será inmensamente mayor de lo que esta ilustración representa. ¡Cómo
se hundiría entonces bajo este pensamiento el corazón de la pobre criatura condenada! ¡Cómo resulta
completamente inexpresable e inconcebible el hundimiento del alma en tal caso!
Ésta es la muerte amenazada en la Ley. Esto es estar muriendo en el sentido más extremo de la palabra. Ésto es el morir sensible; morir y saberlo; ser sensible al horror continuo de la muerte. Ésto es ser destruído; ésto es realmente digno del nombre de destrucción. Ésto es el hundirse del alma bajo un peso infinito, que no puede sobrellevar, es el horror del infierno.
Leímos en la Escritura sobre la oscuridad de las tinieblas; esto la misma cosa.
Leímos en la Escritura de pecadores que están perdidos, de que pierden sus almas: ésto es lo
previsto; en esto consiste perder el alma: son los que están perdidos completamente para siempre jamás.
APLICACIÓN
Este tema se puede aplicar en el uso de despertar a los pecadores impenitentes. Lo que se ha dicho
en esta doctrina es para el ti, oh pecador impenitente, oh, pobre desgraciado, que te encontrarás en el
mismo estado en el que has venido al mundo, excepto en que estarás cargado de una culpabilidad
sumamente mayor a causa de tus pecados continuos. Estas cosas terribles que has oído son para ti,
que permaneces completamente inconvertido, y aún permaneces como un extraño y un extranjero en
el mundo, privado de Cristo y de Dios. Son para ti, que también en este día permaneces como un
enemigo de Dios, y un hijo del diablo, en esta sesión memorable, cuando aquí y en otras partes, lejos
y cerca, muchos se están encontrando con Cristo; para ti que oyes más el ruido y la fama de estas
cosas, pero que eres un perfecto ignorante sobre el poder de Dios sobre tu propio corazón.
Quienquiera que seas, joven o viejo, pequeño o grande, si te mantienes alejado de Cristo, en estado
de inconversión, esto significa la cólera, significa la muerte a la cual tú mismo te mantienes condenado.
Ésta es la cólera que anida en ti; ésta es la muerte a la que estás condenado; éste es el infierno sobre
el que pendes; y sobre el cual tú estás preparado para caer cada nuevo día y cada noche.
Si sigues ciego, y duro de corazón, y absolutamente muerto en el pecado un poco más, esta horrible
destrucción vendrá sobre ti: Dios ha hablado y Él lo hará. Es inútil que te adules con esperanzas vanas
que deberías evitar, o que te digas en tu corazón que quizás no será así; que quizás Él no será tan
Justo; que quizás las cosas han sido representadas peor de lo que realmente son. Si te resistes a ser
convencido por la palabra predicada a ti por los hombres en el nombre Dios, Dios mismo se
encargará de convencerte, Ezequiel 14:4, 7, 8.
¿No te parece verdad que sufrirás una destrucción tan espantosa, porque te parece que no la
mereces? ¿O porque no encuentras algo tan terrible en ti mismo como para merecer un castigo tan
horrible? ¿Que no has hecho nada tan malo como para merecer como respuesta tan horrendo
destino? La razón es que amas la maldad y esa maldad te parece buena; te parece encantadora;
rechazas ver cualquier rastro de maldad en ella, y por lo tanto eres incapaz de percibir que toda esa
maldad, que para ti no lo es, merece sin duda toda esta miseria.
Pero debes saber, pobre estúpido, ciego de cerviz endurecida, que Dios no ve, como tú, con tus ojos
contaminados: los pecados a Su vista son infinitamente abominables. ¿Tú ignoras que ensuciaste mil y
mil veces más la majestad de Dios, y porqué debe esa Majestad, que tú desdeñaste así, manifestarse
infinitamente en la grandeza de tu castigo? Tú oíste hablar a menudo qué Dios grande y terrible es
Jehová; pero tú Le despreciaste, no te asustabas de Él, no te asustabas de los pecados contra Él, ni
continuar día tras día, provocándolo con tus pecados, provocándo Su cólera, arrastrando Sus
mandamientos en el barro, y pisoteándolos. ¿Ahora porqué no puede Dios, en la grandeza de tu
destrucción, justamente vindicar y manifiestar la grandeza de esa majestad, que de tú desdeñaste?
Tú desdeñaste la omnipotencia de Dios; tú no Le tenías miedo. ¿Ahora por qué Dios no debería
mostrar la grandeza de Su potencia en tu grandiosa ruina? ¡Qué rey existe que no muestre su
autoridad en el castigo de esos sujetos que lo desdeñan! ¿Y quién no justifica su majestad real en
ejecutar venganza contra aquellos que se levanten en rebelión? Y tú eres tan tonto de pensar que el
gran Rey del cielo y de la tierra, ante Quién el resto de los reyes son como ridículos saltamontes, no
justificará Su majestad real con los rebeldes despectivos tales como tú? Estás muy equivocado si
piensas así. Si a ti no te importa la majestad de Dios, cuando ésta es conocida por ti, a Dios no dejará
de importarle Su propia majestad; Él mismo se ocupará de cuidar Su honor, y lo reivindicará.
Piensa que no es extraño que Dios deba tratar tan seriamente contigo, o que la cólera que sufrirás
deba ser tan grande. Porque tan grande como es, no es mayor que el amor de Dios de tu has
desdeñado. El amor de Dios, y su tolerancia, condescendencia, y compasión a los pecadores en
enviar a Su hijo al mundo a morir por ellos, es tan grande y maravilloso como esta cólera
indescriptible. Esta Misericordia ha sido revelada ante ti, y descrita en Su maravillosa grandeza
centenares de veces, y Él se te ha ofrecido a ti muy a menudo; pero no quisiste aceptar a Cristo; no
quisiste tener este gran amor de Dios; despreciaste Su muerte por amor; pisoteaste Sus infinitos
beneficios. ¿Ahora por qué no habría de ser Su cólera tan grande como ese amor y misericordia que
tú rechazaste una y otra vez?
¿Te parece increíble que Dios endurezca Su corazón contra un pobre pecador, como para destruirlo
así, y para hundirlo sin piedad con el poder infinito de Su cólera? ¿Y esto es una cosa mayor para que
ti que endurecer tu corazón, como has hecho, contra la misericordia infinita, y contra el amor del Dios
capaz de morir por amor?
¿Te parece tan increíble, que a ese Dios no le importe en absoluto el bienestar de los pecadores,
como para hundirlos en un abismo infinito de miseria? ¿Es esto una golpe para ti? ¿Y no es un golpe
para ti, que tú seas tan completamente indiferente como has sido del honor y de la gloria del Dios infinito?
Si te parece de locura, de estupidez y de absurdo sinsentido para ti, es porque tienes un corazón de
piedra, y estás tan insensibilizado sobre tu propia maldad que piensas que tú no mereces tal castigo, y
te resulta tan increíble que piensas que no será infligido sobre ti.-Pero si cuando todo está dicho y
hecho, tú no estás aún convencido, espera aún un poco rato más, y te convencerás sin duda alguna:
Dios mismo se ocupará de hacer el trabajo que los ministros de la Iglesia no pueden hacer. Aunque el
juicio contra tus maldades todavía no se ejecute, y Dios ahora te dejó solo, con todo Él pronto vendrá
sobre ti con Su gran poder, y entonces sabrás quién es Dios, y lo que tu haces.
No te consueles a ti mismo pensando que si estas cosas finalmente prueban ser verdad, y viene lo
peor que puedas imaginar, podrás sobrellevarlo sin problemas. ¿Qué significará para ti resistir y
fortalecerte reuniendo tus fuerzas para utilizarlas cuando caigas en las manos del omnipotente Rey,
Jehová? Él, que te hizo a tí, puede hacer que Su espada se acerque a ti. Su espada no es la espada
del hombre, ni es Su cólera la cólera del hombre. Si lo fuese, podrías posiblemente mantenerlo bajo
un cierto control. Pero es la fiereza de la cólera del gran Dios, que puede deslumbrarte y disipar toda
tu fuerza en un momento. Él puede llenar tu pobre alma de un océano de cólera, de un diluvio de
fuego y de azufre; o Él puede llenarla diez veces más de tormento que un horno candente y lleno de
fuego; y al mismo tiempo, puede llenarla con la desesperación de no ver jamás final a tu tormento, o
cualquier disminución de tu miseria: ¿y entonces donde estarán tus fuerzas? ¿Qué pasará con tu valor?
¿Qué significarán tus tentativas de sobrellevarlo?
¿Qué puedes hacer tú en las manos del gran Dios, Quién hizo el cielo y la tierra con una simple
palabra? ¿Qué puedes hacer tu, cuando seas atenazado por Esa fuerza, que maneja todo este
universo infinito, que sostiene el globo de la tierra, dirige todos los movimientos de los cuerpos divinos
durante los eones sin término, y, cuando el tiempo fijado venga, lo sacudarirá todo en pedazos? Hay
otros seres impíos mil veces más fuertes tu: están los grandes espíritus de los leviatanes, fuertes y
orgullosos, de un fortaleza y de una resistencia gigantescos. ¡Pero qué ínfimos resultan ellos en las
manos del gran Dios! Son menos que niños débiles; no son nada, y menos que nada en las manos de
un Dios enojado, como aparecerá en el día del juicio. Sus corazones estarán rotos; se hundirán; no
tendrán ninguna fuerza ni valor que oponer; serán tan débiles como el agua; sus almas se hundirán en
un pozo infinito, un abismo de muerte y desesperación. ¿Entonces qué pasará contigo, un miserable
gusano, cuando caigas en las manos de este Dios, cuando venga a mostrar Su cólera, y te muestre Su
poder en ti mismo?
Si la fuerza de todos los hombres impíos en la tierra, y de todos los diablos del infierno, fuese unida en
ti, y poseyeses todo su valor, la grandeza, y la fortaleza de todos sus corazones como si fuesen unidos
en tu solo corazón, aún así tú no serías nada en las manos de Jehová. Si todo ello fuese aunado, y te
acomodases a ti mismo para resistir tan bien como pudieses, todo se hundiria bajo Su gran ira en un
instante, y serías aniquilado completamente: tus manos flaquearían inmediatamente y tu corazón se
derretiría como un pedazo de cera. -Las grandes montañas oscilan, las rocas más firmes no pueden
permanecer asentadas ante el poder de Dios; tan rápidamente como están parados, se sacuden,
corren y saltan como corderos, cuando Dios aparece en Su cólera. Él puede rasgar la tierra en
pedazos y en un instante; sí, incluso puede romper el universo entero, y estallarlo en pedazos de un
soplo. Entonces, cómo de fuertes serán tus manos, o tu corazón aguantará?
Tu no puedes resistir ante un león; una bestia salvaje enojada, podría facilmente trocearte en pedazos.
Sí, no solamente eso, podría incluso machacarte como tu machacas a una polilla. Una cosa muy
pequeña, un pequeño gusano o araña, o algún otro insecto, podría matarte. ¿Entonces, qué podrías
hacer tú en las manos Dios? Es inútil utilizar los tallos y las espinas como armas en la batalla contra las
llamas feroces; las puntas de las espinas, aunque las sostengas firmemente, no pueden hacer nada para
soportar el fuego.
Algunos de ustedes han visto edificios en llamas; imagínense por lo tanto ustedes mismos, que podría hacer una pobre mano como la suya para luchar contra las llamas, si usted se encontrase en el medio de tan grande y feroz fuego. Tu has visto a menudo una araña, o algún otro insecto, cuando es lanzado en el medio de un fuego feroz, y has observado cómo se rinde inmediatamente a la fuerza de las llamas. No hay lucha larga, ningún luchar contra el fuego, ninguna fuerza ejercida para oponerse al calor, o para volar lejos de él; sino que se cae inmediatamente y se rinde; y el fuego toma posesión de él, e inmediatamente se convierte por completo en fuego.
Ésta es una pequeña imagen de lo que serás tú en los infiernos, a menos que te arrepientas y aceptes
a Cristo. Sin embargo puedes pensar que te fortalecerás, y resistirás tan bien como puedas; pero
desde el primer momento en que seas echado en el infierno, todas tus fuerzas se desvanecerán y tus
ansias de resistir se disiparán completamente. Animarse pensando que puedes sobrellevar los
tormentos del infierno tan bien como puedas, es exactamente como si un gusano, que está a punto de
ser lanzado en un horno en llamas, pueda animarse y fortalecerse para luchar contra el fuego abrasador.
¿Qué puedes hacer contra los relámpagos? ¿Qué significa luchar contra ellos? Qué figura absurda
resultaría un pobre hombre, que, en medio de una tempestad de truenos, debiese rechazar el impacto
de un relámpago en su cabeza o su pecho, y para ello tuviese a su disposición una espada para
defenderse ¡Cuando una corriente de azufre le arrebataría en un instante todo su espíritu y su vida, y
también derretiría su espada!
Consideren estas cosas, todos ustedes los enemigos Dios, y los que rechazan a Cristo, si ustedes son hombres o mujeres ancianos, padres de familias alejadas de Cristo, o jóvenes y niños impíos. Estén seguros de que si no reflexionan sobre sus vidas y se arrepienten de sus pecados, Dios se prepone mostrarles Su cólera, y hacer Su poder conocido por ustedes. Él se propone magnificarse como Le corresponde cuando los hunda a ustedes en el infierno. Él se propone mostrar Su gran majestad en el día del juicio, ante una grandiosa asamblea, por medio de vuestra miseria; ante la mayor asamblea que nunca ha habido en la Tierra; ante una enorme asamblea de santos, y de una inmensa asamblea de hombres impíos, de una extensa asamblea de ángeles santos, y ante toda la banda de diablos. Y Dios alcanzará la restitución de Su honor en su destrucción.
Tú serás atormentado en presencia de todos ellos. Entonces todos verán que Dios es realmente un
gran Dios; entonces todos verán cuán terrible es el pecado contra tal Dios, y el rechazo de Su
Salvador, de Su amor y misericordia, como tú has rechazado y desdeñado. Todos se llenarán de
temor en el Gran Juicio, y todos los santos y ángeles te mirarán, y adorarán esa Majestad, y ese
Poder Omnipotente, y esa Santidad y Justicia de Dios, que aparecerá en tu inefable destrucción y miseria.
Es probable que aquí estén algunos, que me oyen este día, y que en este mismo momento no están
despiertos, y tengan en gran medida descuidadas sus almas. Me temo que haya algunos entre nosotros
a los que estas palabras de terror los hagan endurecerse: sus corazones son más duros que las mismas
rocas. Es más fácil hacer impresiones sobre un pedernal que sobre sus corazones. Supongo que
algunos de ustedes han escuchado todo lo que he dicho con facilidad y tranquilidad: aparecen ante
ustedes como grandes palabras que suenan altisonantes, pero no alcanzan sus corazones. Ustedes han
oído tales cosas muchas veces: ustedes son viejos soldados, y han oído demasiado el rugir del cañón
en el cielo, como para ser aterrorizados por él. Por lo tanto será probablemente inútil que les diga
cualquier otra cosa más; Les pondré solamente en la mente que será el mismo Dios quien tratará con
ustedes. Yo no puedo tratar con ustedes, ustedes desdeñan lo que digo; No tengo ningún poder para
hacerles sensibles de su peligro y miseria, y del espanto de la cólera de Dios. Las tentativas de los
hombres en esta vía se han probado a menudo inútiles.
Sin embargo, Dios ha decidido tratar con los hombres tales como ustedes son. Es Su manera más
común de actuar dejar a los hombres intentar utilizar su fuerza más extrema: particularmente deja que
los ministros de Su Iglesia lo intenten, así Él puede mostrar a Sus ministros su propia debilidad e
impotencia; y cuando han hecho todo lo que han podido y, finalmente, fallan, después Dios toma el
asunto en Sus propias manos. Así sucede por su obstinación, y Dios se propone tratar con ustedes. Él
emprenderá la tarea de someterles; Él verá si no puede curarles de su insensibilidad y descuido ante
Sus amenazas. Y Les convencerá; eficazmente Les someterá: sus corazones serán partidos son su
propio testimonio; su fuerza quedará completamente rota, su valor y esperanza se hundirán. Dios sin
duda partirá a los que no se doblen. Dios, ciñéndose con Su potencia y cólera, ha decidido ahora
ocuparse de muchos corazones obstinados, insensibles, empecinados y duros; y Él nunca falló, Él hizo
siempre Su trabajo a conciencia.
No pasará mucho tiempo antes de que cambies maravillosamente. Tú que ahora oyes hablar del
infierno y de la ira del gran Dios, y te sientas aquí en estos asientos tan confortables y cómodos, y
sales después tan descuidado; a ti te sacudirá en breve tiempo, y temblarás, y gritarás, y chillarás, y
rechinarás los dientes, y serás convencido a conciencia del peso y de la importancia inmensos de estas
grandes cosas, que ahora desdeñas.