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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Y Demás/Recuerdos

 

 

 

La Fernandomanía

 

Fue intensa y nos enorgulleció por algunos años. Pero cuando Fernando Valenzuela se obstinó en alargar su buena suerte, todo se convirtió en lastimoso declive. Un recuento de aquella lomilla

MARZO, 2006. El nombre de Fernando Valenzuela comenzó a escucharse en los círculos beisboleros a partir de mayo de 1981 poco después que los Dodgers lo incluyeran en sus filas tras una breve estancia en las Menores. Los headhunters --no; no eran los que trabajaron con Vicente Fox-- le vieron grandes cualidades al muchacho además que la directiva deseaba atraer al público hispano (mexicano, pues) radicado en Los Ángeles y con el cual los Dodgers no habían tenido mucha suerte. Otro factor era la urgencia de la escuadra por refrendar su pitcheo que había fallado durante la Serie Mundial de 1978 contra sus enemigos históricos, los Yanquis de Nueva York.

Valenzuela procedía del equipo Leones de Yucatán donde el lanzador estuvo un tiempo en la banca, desaprovechado. Esos días se veían lejanos aquel mayo cuando Valenzuela consiguió su primera victoria en Grandes Ligas gracias a su endiablado "screwball" (tirabuzón), imposible de descifrar para los bateadors rivales. "Me da gusto que Fernando esté con los Dodgers, de ese modo no tengo que exponerme a que me ponche con sus lanzamientos venenosos", dijo alguna vez Steve Garvey, el legendario primera base de los Dodgers.

Aquel jugador rechoncho, de rostro cacarizo y media sonrisa procedía de Etchohuaquila, un pueblito de Sonora cercano a Estados Unidos. Por décadas el beisbol era la única diversión ahí de modo que que Valenzuela, nacido en una familia grande, siempre tuvo oportunidad de practicar ese deporte. A los 16 años abandonó el pueblo y se fue a la academia de Pastejé, Puebla y más tarde fue invitado por los Leones. Durante mucho tiempo, a propósito, en Los Ángeles la gente se preguntaba cómo fue que ese equipo nunca aprovechó a tan valioso elemento.

Por fin, el mánager Tom Lasorda avizoraba el campeonato; el "Gordo" --apodo que más tarde fue sustituido por "El Toro"-- había levantado al pitcheo angelino y, de paso, atrajo a una afición de origen mexicano cada vez más numerosa. Los Angeles Times llamó Fernandomanía al furor que el sonorense estaba causando no sólo entre los aficionados sino entre el público en general. Cuando visitó el East LA, el sector mexicano de la ciudad, fue recibido como auténtico héroe. 

Su representante, un tal Mike Brito, quien vestía como catrín de los años cuarenta y usaba moños de pajarito, no tardó en establecer las reglas para Fernando: no filmaría comerciales que promocionaran bebidas alcohólicas y en su lugar participaría en avisos para la comunidad por parte del ayuntamiento angelino.

                               Televisa se mete al diamante

El fallecido comentarista Jorge "Sonny" Alarcón dijo en una entrevista que, al verlo jugar por primera vez, "supe que Valenzuela estaría entre los grandes. Subía calladito a la loma pero lanzaba pedradas que dejaban viendo visiones al bateador y al mismo ampayer, y luego regresaba tranquilamente al dogout; no se burlaba del contrario, sólo veía hacia abajo". Pedro "Mago" Septién también tenía una alta opinión de "El Toro": "Rectas, curvas, abiertas, cerradas. Donde ponía el ojo Fernando ponía la esférica y lo hacía con elegancia. Por eso en sus primeros años pocos bateadores le pegaron jonrón".

Ante las cartas y llamadas a Televisa (que poseía los derechos de transmisión de la MLB en México), optó por transmitir todos los juegos donde lanzara Valenzuela lo cual trajo consigo un repunte de la afición beisbolera en el país luego que la pasión por el futbol americano comenzaba a descender. Cuando arrancaron los play-off, donde los Dodgers ya estaban calificados, Televisa consiguió aumentar sus ratings en ese deporte al punto que la Fernandomanía también ya comenzaba a crecer localmente.

Una vez que los Dodgers llegaron a la Serie Mundial contra los Yanquis y los derrotaron, Valenzuela se convirtió en héroe nacional; fue recibido por el presidente López Portillo y se le promocionó como ejemplo para la niñez mexicana. Pocos días después recibió el trofeo Cy Young que se otorga al novato del año y meses después anunciaba su compromiso matrimonial. La temporada siguiente fue aún mejor: "El Toro" comenzaba a conectar cuadrangulares, algo que no es muy frecuente entre los lanzadores de la Liga Nacional, a diferencia de la Americana donde no existe el bateador designado. Para entonces ya empezaba a perderse la dimensión de las cosas: recuerdo cómo un comentarista, a propósito de los jonrones de Valenzuela insinuaba la posibilidad de contar con un futuro "Babe Ruth mexicano".

Los Dodgers también lograron su propósito. Del 82 al 84 los aficionados de origen mexicano que iban al Chávez-Ravine aumentaron en un 30 por ciento, con lo cual el beisbol comenzaba a desplazar al futbol soccer, así fuera ligeramente, como el deporte favorito de los mexico-americanos en el sur de California; las camisas, llaveros y demás afiches de Valenzuela recaudaron miles de dólares en el área mientras que en México se organizaban tours para ver a "El Toro" Valenzuela en Los Ángeles, algo que durante los ochenta, cuando el peso sufría horrendas devaluaciones a diario, era bastante difícil aunque también, al presentarse en Houston, la otra plaza de Ligas Mayores cercana a México, decenas de personas hacían el viaje hasta allá.

                                    Terminan las embestidas

A mediados de los setenta hubo un boxeador de origen cubano llamado José Ángel "Mantequilla" Nápoles, quien pese a que desde niño se vino a vivir acá, cuando peleaba y no ganaba la prensa titulaba con un "Pierde el boxeador cubano" y cuando ganaba el encabezado decía "Gana el boxeador mexicano". Algo similar ocurrió con Valenzuela; si triunfaba entonces la nota rezaba "Gana Valenzuela" y en caso que saliera a la lomilla sin suerte se nos salía con un "Pierden los Dodgers". De repente "El Toro" llegó a tener en la prensa un culto a la personalidad que comenzaba a tornarse enfermizo, irritante. 

A mediados de 1986, en su sexta temporada, los números de Valenzuela empezaron a declinar. En sus primeros años salía callado del diamante cuando Lasorda llamaba a su relevo, pero últimamente el lanzador se mostraba visiblemente irritado y de mala gana se encaminaba al dogout.

Además había otros lanzadores, como Orel Hershisher, que empezaban a abrirse paso entre los lanzadores angelinos. Pero pese a su declive, Valenzuela había sido increíblemente afortunado: "Un abridor estelar que logra conservar su posición por más de tres tremporadas puede considerarse excepcional", escribió la revista Sports Illustrated, "y [Valenzuela] lo ha hecho por ocho temporadas. Ha llegado más lejos que el 80 por ciento de sus colegas". Entre ese 20 por ciento se encuentra Nolan Ryan, el único pítcher que ha conseguido cinco juegos perfectos en Ligas Mayores, una marca a la cual los expertos pronostican medio siglo de permanencia para que sea superada.

El sonorense aparentemente planeaba repetir las glorias del Refugio Express, como también se conoce a Ryan, pero los juegos perfectos no se le daban, a veces por pifias de su equipo; otra vez Lasorda prefería enviarlo a descansar y muchas ocasiones porque, bueno, los juegos sin hit ni carrera no se le daban a Valenzuela. 

Para 1989 la Fernandomanía había concluido y con ella el contrato con los Dodgers, quienes le dieron las gracias al finalizar la temporada. Algunos dicen que se debía a los celos que Lasorda sentía hacia él, afirmación que más bien parece excusa.

"Lasorda es un yes man", dijo "El Mago" Septién al semanario Proceso. Comentó al reportero, "te aseguro que cuando la directiva le pidió que lo sacaran, Lasorda respondió con un yes,man" aunque más adelante el legendario comentarista reconoció "es una manera muy triste de terminar con la carrera de alguien que tantas satisfacciones nos dio".

Y aunque quedó fuera de las Mayores, "El Toro" siguió jugando en México, donde tenía mucho público que lo adoraba, sobre todo en la Liga del Pacífico donde militó con los Venados de Mazatlán mientras que en la Liga Mexicana lo hizo con los desaparecidos Charros de Jalisco. Y si bien el trato con sus compañeros era respetuoso, era también mínimo; mientras ellos viajaban a las plazas en autobús, Valenzuela se transportaba en avión.

Meses después el sonorense recibió una oferta de los Angelinos de California, ansiosos, como alguna vez lo estuvieron los Dodgers, por atraer público mexicano al estadio. El lanzador volvió a las Mayores y, efectivamnete, las entradas se vendieron hasta el tope. Sólo que Valnzuela no ganaba. A los pocos meses, los Angelinos decidieron darlo de baja, aparte que a "El Toro" no le gustó mucho la idea de enviarlo con los relevistas.

La segunda oferta le llegó por parte de los Orioles de Baltimore en lo que sería su paso a la Luga Nacional donde había esperanzas de un repunte pues los bateadores de esa liga prácticamente desconocían su ya para entonces alicaído screwball. Pero gracias al vídeo los mánagers descifraron el secreto y le tundieron de batazos sin permitirle ganar un solo juego. Semanas después Valenzuela salía de los Orioles.

Para Antonio de Valdés y "Mago" Septién, comentaristas de Televisa que ayudaron a construir la Fernandomanía en México, era recomendable que Valenzuela optara por el retiro y, así, llegar más pronto al Salón de la Fama donde ya tenía un sitio reservado, lo cual podría peligrar su persistía su obstinación por mantenerse activo.

Parece increíble pero este marzo se cumplió un cuarto de siglo que Fernando Valenzuela entró al róster de los Dodgers. Son tiempos que difícilmente volverán pues actualmente el beisbol de Grandes Ligas es un fantasma en México y donde la TV abierta rara vez transmite los juegos, además que el futbol soccer ha acaparado la atención publicitaria casi en forma total.

En enero del 2003 DeporTV invitó a varias figuras del deporte con motivo de su 30 aniversario, entre ellas Nadia Comanecci, Pelé, Mano de Piedra, Julio César Chávez y Fernando Valenzuela. Entonces "El Toro" afirmó que aún no se retiraba. Si es verdad, qué lástima. En lugar de recordar a Valenzuela como el mejor lanzador que México ha tenido a las Grandes Ligas, se le recordará como un dinosaurio cetemista. Y si ya lo hizo, tarde, pero enhorabuena.