POETAS DEL URUGUAY

GENEROSO MEDINA LUZARDO  (1922-1974)

 

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BIOGRAFIAS PARA NIÑOS DE CELEBRIDADES NACIONALES Y EXTRANJERAS

Publicadas en:

Vidas amirables :  biografías, semblanzas / Generoso Medina y otros. -- Montevideo: Consejo Nacional de Enseñanaza Primaria y Normal, 1968. -- (Publicaciones escolares y obras didácticas: v. 4)

 

PEDRO BLANES VIALE

 

  En el Museo Municipal "Juan Manuel Blanes", rodeado por los hermosos jardines del Prado, donde árboles y plantas crean un clima de acogedora soledad, están en exposición permanente varias obras del pintor uruguayo Pedro Blanes Viale.

  Detenerse frente a ellas en el silencio de las salas, es emocionarse con una prodigiosa fiesta de luz y color, con el esplendor de la naturaleza recreada por la intención pura del artista, que nos revela la apasionada actitud de una vida consagrada por entero a tan delicada vocación.

  Como otros tantos hombres de espíritu de nuestro país, Blanes Viale era de tierra adentro: nació en la ciudad de Mercedes, el l9 de mayo de 1879.

  Una sorprendente capacidad para el dibujo, fue la más notoria condición que puso de manifiesto durante su pasaje por la escuela pública. Sus padres, atentos a la temprana inclinación, muy pronto lo acercaron a quien podía consolidar sus primeros pasos en el difícil camino del arte: Jaume y Bosch, profesor español radicado en Montevideo. Cuando se trasladaron a España lo inscribieron en la Real Academia de San Fernando, donde siguió cursos de dibujo, pintura y composición, con brillantes resultados.

  Frecuentó el taller del pintor Sorolla; trabajó en París en la Academia de Benjamín Constant; se dirigió a Italia y más tarde a Mallorca. Allí conoció a Santiago Rusiñol, pintor de una vasta experiencia, cuyos consejos de indudable interés artístico, supo recoger con sabiduría y calidez.

  Aquel pasaje por Mallorca, la maravillosa y exuberante luminosidad de la isla, obraron profundamente en su creación, porque fue en ese sitio donde vivió el encantamiento de la luz y el color, de tal manera que convirtió su paleta en un vibrante arco iris, hasta que el paisaje y la naturaleza entera surgieron de sus telas con una intensidad desconocida, evidencia de su espíritu elegido para eternizar la belleza, que es la gran angustia de todo artista verdadero.

  Después de exponer en Barcelona, regresó a la patria en 1899; y, nuevamente, en 1912 se trasladó a Europa, para continuar sus estudios de pintura, pero esta vez en carácter de becario.

  Al regresar a Montevideo, luego de perfeccionar los conocimientos artísticos, desempeña el cargo de director de la Escuela Industrial de Artes Aplicadas, y el de profesor del Círculo de Bellas Artes, aceptando así el compromiso cotidiano de la acción.

  En sus años de plenitud toma el camino de los temas históricos, logrando obras de gran jerarquía, tales como Artigas en el Hervidero, Instrucciones del año Xlll - reproducida en el Nº 8 de "El Grillo" -, y la Jura de la Constitución.

  Si bien es cierto que en sus comienzos fue un eximio retratista, más tarde se dedicó al paisaje con entrañable pasión. Es, precisamente, como paisajista donde se traduce su fuerte personalidad, demostrando que la luz y el color no tenían misterios para él.

  Se dice que cuando fue al Iguazú, pasó muchas horas frente al paisaje antes de tomar los pinceles. Cuando los tomó, el río, la catarata, las voces, los árboles, los festones de verdura, las flores, la fauna, el aire, el cielo, el sol, le habían revelado sus secretos. Y algo semejante le ocurrió en las montañas mallorquinas, en las sierras y cerros de Minas, en nuestras dulces costas oceánicas, en los jardines de Montevideo, convertidos en sitios de perfumada evocación.

  Pero su estado de gracia fue interrumpido por una cruel enfermedad que lo doblegó en lo mejor de su obra. Durante sus últimos meses "se envolvió en una paciente y heroica serenidad", mitigando los padecimientos en la contemplación de las obras de la antigüedad, porque siempre guardó una ejemplar reverencia y admiración hacia los grandes maestros de todos los tiempos.

  Dejó como último recuerdo de su ser físico, un autorretrato, pintado en las oscuras horas de soledad y agonía. Durante el invierno, el 22 de julio de 1926, su vida se extinguió; pero en cambio su obra se encendió con destellos propios.

  Para orgullo del arte nacional, dejó como expresión de su espíritu numerosas telas que son "verdaderos poemas luminosos", entre las que mencionamos: Una capilla de Mallorca, La fuente del puma, Sol y sombra, Los Saltos del Iguazú, Pescador, Cachimba, Calma de enero, Paisaje mallorquino, Araucauria a glicinas, Arco iris lunar, El pájaro azul, Las nacientes del Santa Lucía, etc.

  Acariciado por los eternos vientos del río se eleva su busto en una avenida de Carrasco que lleva su nombre. Rescatada está su memoria por el bronce, y su trabajo de creador, por el milagro colorista de sus cuadros, que hablan desde el tiempo, para gloria del Uruguay y de América.

 

Generoso Medina

 

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