Mujeres en la literatura dominicana


     La participación de la mujer dominicana en el desarrollo político, social, económico y cultural del país fue una utopía hasta 1961. Desde su origen como nación independiente hasta el asesinato de Rafael Leonidas Trujillo Molina (1961), aproximadamente el 90% de la población femenina dominicana no logró proyectarse más allá de la maternidad, la alcoba y la cocina. El restante 10% que rompió el esquema tradicional y dispar no trascendió el nivel de "damas distinguidas" de instituciones benéficas o de miembros de ramas femeninas de algunos clubes sociales.

     Otras, muy pocas, fueron ocasionalmente favorecidas con empleos públicos o cargos diplomáticos de tercera o cuarta categoría. pero su poder de decisión en esos espacios predominantemente masculinos fue exiguo y la validación de sus propuestas sólo fue posible cuando éstas lograban traspasar el cedazo empleado por el denominado sexo mayor para filtrar sus ideas. Muchas de ellas invirtieron parte del tiempo que sirvieron a dichas instituciones defendiéndose de las acusaciones de "varonas", "mujeres atrevidas" y, en el peor de los casos, "marimachos" de que fueron víctimas.
     Los estudios literarios y bibliográficos dominicanos más recientes demuestran que fueron muchas las dominicanas que escribieron en la primera mitad del siglo XX.sin embargo, pocas de ellas lograron un nivel de proyección respetable debido a que sus escritos no recibieron la atención que la crítica tradicional y los medios de comunicación debieron dispensarles. Eso contribuyó a que los aporte literarios y educativos de Virginia Elena Ortea, Amelia Fancasci, Virginia de Peña de Bordas, Ercilia Pepín, Delia Weber, Aurora Tavarez Belliard, Carmen Natalia, Petronila Angélica Gómez y Evangelina Rodríguez, entre otras, fueran sepultadas paulatinamente.  

     Pocos dominicanos conocían hasta hace poco la postura patriótica de Ercilia Pepín cuando los norteamericanos invadieron el país por primera vez en 1916, o la brillante labor de la escritora y educadora Aurora Belliard Tavarez en las escuelas públicas de la región Norte del país. De igual manera ha pasado inadvertido el esfuerzo de Evangelina Rodríguez Perozo para profesionalizar la medicina en República Dominicana, y el interés de Camila Henríquez Ureña para hacer de la investigación literaria una tarea científica. 

     La inclusión de textos poéticos y narrativos de estas autoras en algunas antologías locoles de las décadas de los 30, 40 y 50 fue ínfima. Exceptuando las revista Femina, aparecida en 1922 en San Pedro de Macorís bajo la diracción de Petronila Angélica Gómez, cuyos 209 números en diecisiete años de publicación continua estuvieron dedicados a difundir la producción literaria de la mujer dominicana, los restantes medios de difusión existentes en el país eran espacios impenetrables para las escritoras, y si eran provincianas la situación era peor.

     Los primeros intentos ponderables dirigidos a resaltar en un volumen el trabajo de la mujer dominicana en la educación, la literatura y la política, se deben a Carmen Stengre y a Carmen Lara Fernández. La primera, autora de Mujeres dominicanas (1943) incluye alrededor de quince dominicanas pertenecientes a diferentes áreas laborales. La segunda, quien publicó Resplandores de gloria (1945) reseña en dicha obra el aporte de una veintena de escritoras y educadoras nacionales que incidieron positivamente en el desarrollo de la cultura dominicana de la primera mitad del siglo XX.

     De mismo año es también Mujeres de la independencia, de Vitilio Alfau Durán, una radiografía de las catorce dominicanas más sobresalientes de finales del siglo XIX y principio del XX en el proceso de emancipacion nacional. Cabe destacar, ademas, la inclusión de nueve dominicanas en Antología de mujeres intelectuales de América, preparada por Ramón Antonio Jorge Rivas en 1951. La aparición de varias obras de carácter biográfico en los últimos veinte años avala la importancia de la contribución de este grupo de autoras a la bibliografia local. En 1977, por ejemplo, el historiador Tomás Báez Díaz obtuvo el premio Salomé Ureña de ensayo en el conurso organizado por la compañía Shell con Trilogía: la mujer aborigen, la mujer en la colonia y la mujer dominicana. la obra de Báez Díaz relata sucintamente la intervención de la mujer dominicana en la política, en la literatura y en otras áreas sociales y profesionales. En 1983 la dirección Nacional de Promoción de la Mujer patrocinó la publicación de Mujeres sobresalientes en la historia dominicana, un pequeño volumen de ensayos orientado en el mismo sentido que Mujeres de la independencia de Alfau Durán. 

     Una de las más ambiciosas compilaciones biobliográficas femeninas realizadas en el país hasta este momento es Haz de luces (1990), una colección de fichas biográficas redactadas por Julio Jaime Julia con la finalidad de resaltar a cuarenta de las dominicanas más brillantes del siglo XX en la educacián y la literatura. A ésta le sigue en orden cronológico Perfil de la mujer dominicana de ayer y hoy, publicado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la Asociacion de Mujeres Votantes en 1992 y Mujeres del mundo (1992) de Rosa Lebrón de Anico. De las tres Perfil de la mujer dominicana de ayer y hoy es la más completa cuantitativamente. En Mujeres del mundo, por su parte, aparecen trece exponentes de la cultura y la políticas nacionales. Recietemente, en 1999, el periódico El Siglo dedico un múnero especial de la revista Viú a las que,  a juicio de sus editoras, son las cien dominicanas mas notables del siglo XX.

     Los títulos precedentes evidencian la preocupación de algunos sectores de la intelectualidad nacional por situar atinadamente el trabajo escrito por la mujer dominicana en los últimos 150 años. Sin embargo, exceptuando algunas de las semblanzas de Julio Jaime Julia (Haz de luces) y, en menor cuantía, las de Vetilio Alfau Durán (Mujeres de la independencia) las demás no cumplen el cometido de un trabajo bibliográfico. Primero, por la superficialidad y la premura con la que fueron escritas las fichas y, segundo, por el tono laudatorio y banal del lenguaje empleado en las mismas el cual, en la mayoría de los casos, termina convirtiendo a las biografiadas en mujeres suplerfluas y artificiales.

     Como respuesta a ese discurso insustancial, a partir de la década de los 80 las escritoras dominicanas han encontrado en Daisy Cocco De Filippis un vigoroso sostén para la difusión  de sus obras. Del desconsuelo al compromiso (Antología bilingüe de la poesía de Aída Cartagena Portalatín, 1988), Sin otro profeta de que canto (Antología de poesías escritas por dominicanas, 1988), Combatidas, combativas y combatientes (Antología de cuentos escritos por dominicanas (1992), Tertuliando/Hanging Out (Colección de textos escritos por mujeres, 1997) denotan el interés de Cocco De Filippis por devolver a las creadoras dominicanas el espacio que le ha sido escamoteado a través del tiempo.        
      

  








   
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Franklin Gutiérrez