Capitulo 1
Primavera austral de 1975
Hice un ultimo pasaje de términos y me precipite ansioso
sobre el final de la guía de T. P. Acorde con la tendencia de toda
la tarde, otro resultado erróneo marcaba mi escasa predisposición
para las ciencias exactas.
Miré por la ventana entreabierta con una mezcla de hastío
y desencanto. La brisa cálida traía una invitación
difícil de ignorar. Aparté con cuidado los apuntes, menos
por prolijo que por estar elucubrando una renuncia momentánea a la
física.
A pesar de mi condición de estudiante de primer año de
ingeniería, la natación competitiva me atraía de una
forma cada vez mas intensa. Había empezado a nadar dos años
antes por prescripción medica. El tono del profesional, al
aconsejar a mamá, no permitió ninguna duda
-Señora, este jovencito tiene que hacer deporte, natación
por ejemplo. . . y dejar de fumar. -
Recuerdo la mirada fulminante de mi madre, hasta ese momento
ignorante de mis secretas predilecciones tabáquicas.
No me olvido, tampoco, que tuve que aceptar a regañadientes
ir a nadar. Los comienzos fueron duros. Las primeras semanas mis padres
tuvieron que luchar para que preparase el bolso y saliera rumbo a la
pileta. Luego, sin darme cuenta, empece a depender de la natación.
Para poder entrenar diariamente hasta había normalizado el
rendimiento en el secundario. Al empezar ese año la facultad, ya
tenia el fanatismo de los conversos . Las peleas con mis padres eran
entonces por el exceso de energías puestas en la competencia, en
desmedro de la actividad académica.
Preparé el bolso y llame por teléfono a Alejandro, mi
incondicional amigo. Combinamos el punto de encuentro y media hora mas
tarde estabamos a bordo del colectivo, rumbo al entrenamiento.
El club al cual representábamos en esa época no tenia
pileta cubierta, de modo que era necesario alquilar alguna. Ese invierno
habíamos conseguido una que no era de lo más adecuada para
la natación competitiva. Los torneos de natación se
desarrollan en pileta de 25 mts y la pileta en cuestión tenia una
extraña longitud de 33,33 . Sumado a esto, solamente el equipo
masculino podía ingresar en ella.
Llegamos a nuestro destino a horario. El profesor y el resto de los
nadadores esperaba en la puerta. El contrato de uso de las instalaciones
era claro al respecto. Entrábamos y salíamos todos juntos a
la hora pactada. Si alguien llegaba luego del ingreso del grupo,
sencillamente no entraba. Si alguien terminaba antes, debía esperar
para salir cuando lo hicieran todos.
Dejamos los documentos en la guardia y seguimos la senda entre los
arboles. Éramos habituales en ese lugar a fuerza de ir tres veces a
la semana; y sin embargo los jóvenes de azul siempre nos miraban
con la curiosidad de la primera vez. Yo también miraba el lugar con
atención. Parecía mentira que en plena ciudad, oculto a la
mirada del transito, hubiera eucaliptos tan grandes. Llegamos luego de
rodear varios edificios, donde estaba la pileta. Disfrutamos, si cabe el
termino, una sesión de entrenamiento. Nos cambiamos y salimos del
ambiente cálido del natatorio. El viento que soplaba del cercano Río
de La Plata se sentía frío en nuestras húmedas
cabezas. Los jóvenes de azul se preparaban para la cena.
Recuperamos nuestros documentos en la garita de vigilancia y , ya en
la vereda, nos despedimos del grupo. Mientras esperábamos con
Alejandro para cruzar la avenida, giré y mire por un instante los
edificios blancos y los arboles.
En ese momento no lo sabia, pero las siglas inscriptas en el
frontispicio serian, diez años más tarde, sinónimo de
muerte.
Habíamos nadado en la ESMA.
Capitulo 2
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