Merlín: El Mago que Perdió su Magia...
Autor: David Mckee
             Merlín era el mago del rey. Todos los días se encargaba de cumplir sus órdenes. Si el rey quería nadar, Merlín hacía que saliera el sol. Si el rey tenía demasiado calor, Merlín hacía que el sol se pusiera. Cuando no estaba ocupado trabajando para el rey, Merlín ayudaba a la gente del pueblo.
               Arreglaba muñecas, recolectaba manzanas, preparaba tortas... todo mediante la magia. Hacia todo lo que le pedían. Era demasiado amable para negarse. Merlin se hallaba siempre ocupado y los demás no hacían nada; todo el trabajo se realizaba por medio de la magia de Merlin.
               Una mañana, Merlin se despertó tarde. Pronuncio las palabras mágicas que debían lavarlo y vestirlo, y hacer la cama, pero nada ocurrió. Volvió a pronunciar las palabras mágicas, en voz más alta. Nada sucedió. Repitió entonces las palabras, casi gritando. Tampoco ocurrió nada. Con mucha prisa - porque el rey no le gustaba que lo hiera esperar - Merlin se vistió, haciendo con sus ropas todo un embrollo. Echo una mirada a su cama antes de salir, pero la dejo sin hacer.
               El rey estaba enojado con Merlin a causa de su retraso. “Vamos, Merlin, que tenemos por delante un día muy atareado”, dijo. “Quiero pintar esta habitación. Cuando este lista, atenderás a ese gentío que hay afuera. Todos quieren que hagas algo.”
Merlín pronuncio la formula mágica para pintar habitaciones. Pero no funciono. Lo intento una vez, y otra vez, pero nada sucedió. Poco a poco, todos comprendieron cual era el problema. MERLIN HABIA PERDIDO SUS PODERES MAGICOS.
“¿Qué haremos ahora?”, decía el rey. “ Nuestros enemigos nos atacaran apenas se enteren de que tu magia ya no puede vencerlos.”
               “Quizás mi hermana Mertel, la bruja, pueda ayurdarnos”, sugirió Merlin. “Iré a verla ya mismo.”
                Cuando la gente comprendió que Merlin nada podía hacer por ellos, trataron de realizar por si mismos las cosas, cosas que no habían hecho durante años. En todas partes había problemas,
                 Aun las cosas más simples resultaban mal. El pobre Merlin partió, sintiéndose muy triste por no ser ya útil.
                 Habitualmente, cuando Merlin quería salir de viaje, se trasladaba por medio de la magia. Esta vez tuvo que caminar. Cada vez que Merlin veía alguien que estaba en dificultades, apuraba el paso, con la esperanza de que su hermana Mertel pudiera ayudarlo para que él a su vez pudiera ayudar a los demás.
Mertel vivía en un pequeño bosque, debajo de un viejo árbol. Cuando Merlin llego allí, se hallaba
                  Cansadisimo. Mertel escucho la historia que le contó su hermano. Ella trato de hacer algunos pases mágicos, pero ninguno surtió efecto. Le hizo beber a Merlin un brebaje de gusto repugnante, pero ni siquiera eso logro devolverle su magia. Por fin, Mertel dijo: “Yo no puedo ayudarte. Vea a ver a nuestro primo Guz, el hechicero. Puedo prestarte una de mis escobas disponibles para que te lleve hasta su isla.”