Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevas núpcias después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un año una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos  a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa. El leñador se negó terminantemente porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: “Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”- Y tanto insistió, tanto insistió, que finalmente convenció a su marido. Pero afortunadamente los niños estaban aún despiertos y oyeron todo. Hansel dijo a su hermana: “No te preocupes Gretel, que tengo la solución”.
A la mañana siguiente todo ocurrió como habían oído. Los levantaron temprano, le dieron un pedazo de pan a cada uno y emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se pierdan dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños junto a él y les dijeron que aguardaran allí hasta que terminaran de trabajar. Por largas horas, hasta que se hizo de noche, los niños permanecieron junto al fuego tranquilos porque oían a lo lejos un clap-clap, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento.Cuando la noche se hizo más cerrada Gretel decidió que era tiempo de volver, pero su hermano le dijo que debían aguardar aún a que saliera la luna. Así lo hicieron, y cuando esto ocurrió la luz lunar iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel como si fueran un camino de plata. Cuando a la mañana siguiente los jóvenes golpearon en la puerta de su padre, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que acababa de hacer.