MEDIOPOLLITO

                    
La gallinita blanca se puso a incubar doce hermosos huevos. Al cabo de veintiún días comenzaron a salir, uno, dos, tres, cuatro, hasta once pollitos amarillos y redondos como motas de darse polvos de olor. Al romperse el último huevo, salió un pollito muy raro. No tenía más que un ojo, un ala y una pata. Sus hermanos le pusieron Mediopollito. Como todo el mundo le tenía mucha lástima Mediopollito hacía siempre lo que quería.
 
Un día Mediopollito dijo a su madre:
—Mamá, me voy a la corte a ver al rey. No quiero estar más tiempo en este corral.
Y, tip, tap, tip, tap, salió cojeando a través del campo.
 
Por el camino encontró un arroyo. El agua le dijo:
—Mediopollito, mira: no puedo pasar, porque he tropezado con este montón de hojas secas. Sí no me ayudas a quitarlas con el pico, me pudriré aquí encharcada.
Mediopollito contestó:
—No tengo tiempo que perder; voy a la corte a ver al rey.
 
Y siguió, tip, tap, tip, tap, dando saltos con su única patica.
 
Al día siguiente encontró una lumbre que se apagaba bajo la leña verde. La lumbre dijo:
—Mediopollito, me estoy ahogando. Por favor, hazme un poco de aire con tu ala.
Mediopollito contestó:
—No tengo tiempo que perder; voy a la corte a ver al rey.
Y, tip, tap, tip, tap, siguió su camino.