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Madame Pachusca

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

A menudo he tenido un sueño que se repite y en el que despierto sobresaltada. Este sueño tiene relación con el drama pavoroso de una mujer que vivió en el mismo departamento que yo habitaba cuando recién me divorcié. Una joven con nariz de águila, a la que su amante golpeó con saña y lanzó por el balcón en forma violenta. No sé por qué, pero este sueño me ha hecho pensar que tiene que ver conmigo, con una reencarnación pasada.

Pensando que si lo comentaba con la gente ésta podía tomarme por loca; a la única que le platiqué‚ acerca de mis problemas oníricos fue a mi amiga Marina. Y ella me aseguró que si alguien puede decirme quién fui en mi vida pasada, esa era Madame Pachusca, una iluminada que, según Marina, ha sido elegida por la divinidad para responder a todas las preguntas que uno lanza hacia el cielo.

Para ver a la Madame Pachusca tuve que pedirle la cita a doña Urraca, su asistenta, poseedora de una espantosa faz de delincuente, quien, además de ayudarle a la Madame, cuida que ninguno de los clientes se desmaye, se vomite o incurra en irreverencias mientras la médium se encuentra en trance o que, finalmente, se vaya sin pagar.

La casa de la Madame era entre cómica y espantosa: a mí me recordaba la casa en donde se escenificó la película Santo contra las momias de Guanajuato. Marina y yo aguardábamos en un salón lleno de fotografías de antiguas celebridades de la XEW dedicados a la grandiosa Madame Pachusca.

Me estaban dando ganas de decirle a mi amiga que mejor nos fuéramos, cuando la secretaria apareció anunciando que la Madame estaba lista para recibirnos. Marina y yo la seguimos.

En el salón donde atendía la vidente había una lechuza, un gato negro disecado y una bestia pelambrosa, deforme, con los ojos de fuego, la boca canina y pezuñas de cabra, también disecada, por supuesto, pero a la que tan pronto vi casi hace que me desmaye. Doña Urraca me explicó que no tenía yo por qué espantarme, ya que aquella figura era en realidad una entidad dulce y delicada que entre los Burundi representa al dios del amor en todas sus modalidades. Eso dijo, pero yo estoy segura de que fue en prisión donde esta Urraca aprendió todo lo relacionado con santos, ángeles y moral.

Cuando Madame Pachusca nos recibió, le hablé‚ de mi interés por conocer mi vida pasada. Ella nos pidió a Marina, a su asistenta y a mí que nos sentáramos alrededor de una mesa. Posteriormente se hizo un silencio; la voz de la Madame comenzó a cambiar y, poco a poco, fue poniendo la mirada estrábica, como de lobo, mientras profería una serie de palabras incoherentes. Fue entonces cuando doña Urraca le preguntó: "Madame, ¿está usted lista para responder?" Y la madame repuso: "Estoy viendo las vidas pasadas de esta mujer incrédula. La primera, la veo en Egipto, hace muchos años. Es la concubina de un embalsamador de momias; trabaja adobando muertos; se llama... quién sabe cómo se llama, tiene un nombre muy chistoso. Unos hombres le llevan un cuerpo a embalsamar. Son unos malandrines vulgares, como esos que atacan a las damas jóvenes en las películas. Dicen algo que no sé de qué se trata. Uno le ha golpeado en la cabeza. Ahora le ha enterrado un puñal en el abdomen. Es arrojada al Nilo, para que se la coman los cocodrilos, pero éstos la rechazan. ¡Aaaaaaah!" "Ha de haber sido porque era su época de estar a dieta", pensé yo.

Después de aquel grito, Madame Pachusca quedó en silencio y su asistenta le preguntó si veía vidas. "Sí. Veo otras --dijo la Madame--, pero hay mucha neblina y casi no puedo distinguir. Ahora, mujer incrédula, eres una dama del siglo XVII. Estas dando a luz, pereces en el alumbramiento." De nuevo la Madame quedó en silencio. Yo no quería tomar aquello en serio, aunque nadie podía asegurarme que fuera falso. Entonces, Madame Pachusca comenzó a describir otro cuerpo que poseyó la que según ella decía era mi misma alma: "Una india maya llamada Sacnicté haciendo los trabajos más humildes; tiene una pierna más corta que la otra y por eso cojea. Esta mujer, no pudiendo resistir las calamidades de su vida, va hacia un despeñadero y se lanza de cabeza al vacío. ¡Qué lástima! Nadie acude a salvarla." "Ni que fuera una película de vaqueros con todo y John Wayne", pensé yo otra vez. Posteriormente, la Madame dijo: "Desde Yucatán tu alma ha viajado muy lejos y aguardó años antes de encontrar un nuevo hogar, que es el cuerpo que ahora habitas." No veo ninguna vida más. Yo le dije que debía haber otra. Pero la Madame, todavía en trance, dijo que no. Súbitamente fue abriendo los ojos y enseguida su asistenta apagó las velas y descorrió las cortinas dejando que el cuarto se llenara de luz. Cuando yo, insatisfecha, volví a preguntar que qué pasaba sobre la vida que en realidad me interesaba, la Madame dijo que eso era otra consulta, que hablara con su asistenta, que ella me daría otra cita, además de informarme sobre nuevos precios, paquetes y descuentos.

En vista de que durante toda la sesión puse cara de incrédula y al final dije que nunca se me había contestado lo que quería saber, a la salida doña Urraca, empuñando un revólver, me recordó que debía pagar quinientos pesos.

Estoy viendo las vidas pasadas de esta mujer incrédula...
"Estoy viendo las vidas pasadas de esta mujer incrédula..."

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