Habla Ojo De Tigre

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Pesa 85 kilos y su nombre de luchador profesional es Ojo de Tigre: Soy luchador técnico desde 1980 hasta la fecha, pero como Ojo de Tigre he luchado desde 1983.

Debut‚ enmascarado con el nombre de Ariel, ante un inmenso público de más de 10 mil personas. Y aunque la gente se entusiasmaba conmigo, me di cuenta que con el nombre de Ariel no tenía gran porvenir, sobre todo porque en una ocasión, luchando en la Pista Revolución, la gente, en vez de decirme Ariel empezó a endilgarme el mote del Chacachaca --por lo del detergente. Aunque esa broma no me afectó, decidí cambiar Ariel por Ojo de Tigre --con este nombre debut‚ en la Arena México--, porque como luchador soy muy rápido, casi casi un felino. Como Ojo de Tigre he logrado triunfos maravillosos y ganado buen dinero.

En la lucha libre he tenido contrincantes de puño duro como un pedernal, verdaderamente mortíferos, pero hay uno en particular que en serio me enfurece: El Felino --un personaje fácilmente reconocible por su cara de circunstancias. Espero retarlo tarde o temprano porque lo voy destrozar y a hacer que se retuerza sobre la lona; voy a torturarlo en cuerpo y alma, en una lucha máscara contra máscara, hasta que clame piedad y experimente el escalofrío del remordimiento por haber aprovechado un momento en que me encontraba distraído para sacar un personaje parecido al mío, que también soy un felino salvaje en espera de saltar sobre su presa.

En mi caso particular entreno feliz de tres a cuatro horas diarias. Las damas cuando te ven vestido como ciudadano común y corriente, ni siquiera reparan en tu presencia; pero cuando apareces representando a tu personaje, te imaginan superhéroe: gritan desesperadamente, te besan con locura furiosa, te aprietan el cuerpo con salvaje voluptuosidad y hasta quisieran que el espectáculo concluyera en un contrato de bodas.

Como luchador siempre me ha ido bien: si volviera a nacer gustosamente volvería a ser luchador; aunque reconozco que hay gladiadores a quienes la crisis ha hecho que sufran angustias: son muchos los que están pasando por momentos dramáticos. Y aunque tienen hambre de lucha, también la tienen de pan. A veces ofrecen un aspecto como de haber ayunado durante tres o cuatro días: ya me he enterado de varios compañeros que han dejado este deporte para dedicarse a vender esquites o meterse de peluqueros.

La lucha, como todo, va evolucionando; antes era un poco más lenta, actualmente es más rápida. En tiempos pasados, hubo magníficos gladiadores: hombres devotos y de bien, que aunque tenían cierta necesidad de ser feroces, de tan buenos para la lucha llegaron a convertirse en santos: como El Enmascarado de Plata. Ahora los hay también buenos: hombres inteligentes y llenos de valor que aguzan muy bien los sentidos y encienden pasión en las multitudes; aunque también hay otros con olor a estiércol: carentes de técnica y de sentido moral, que proceden como verdaderos primitivos; son estos a los que el público detesta.

Muchos de los conocimientos que tengo sobre lucha libre, los he heredado de excelentes preceptores como Felipe Ham Lee, El Villano Primero y El Indio Vitela. Ahora yo también doy clases en el Gimnasio Ham Lee: en Privada de San Simón número 11, las persona que estén interesadas pueden inscribirse.

La lucha libre es un deporte magnífico, pero riesgoso: por él he sufrido lesiones y fracturas. Cuando salgo a luchar, mi madre y mi esposa, se quedan aterradas rogándole a la divinidad que no vaya yo a quedarme conmocionado. Todo sea por dar una buena función.

Rosa Carmen Angeles

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