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Horror Por La Estadística

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Uno de los momentos fundamentales de mi vida fue el día en que pasé la materia de estadística, en el bachillerato; la impartía un profesor tremendamente excéntrico que según él poseía un apellido patricio, pero a quien los alumnos apodábamos el Ecoloco. El Ecoloco era un hombre de pátina oscura que, daba la impresión de querer implantar una moda: a veces usaba un zapato de uno y otro de otro, se peinaba con limón, caminaba recto y erguido como si en vez de crema se untara almidón Linit, y quien todos los martes y los jueves usaba un traje color verde aceituna, y los miércoles y viernes uno guinda; los lunes nunca iba. Además, el profesor daba la impresión de no bañarse muy seguido, de ahí lo de Ecoloco.

Hay profesores que todo lo saben y el Ecoloco era uno de ellos; de tan inteligente que se creía se sentía irreal. Aunque sus clases siempre las daba mirando hacia el suelo como si estuviese buscando algo, a la hora en la que yo le hablaba de mis problemas con la materia, levantaba las narices y respondía: "Pero si todo esto es muy fácil, cualquiera lo puede resolver: tú, yo o la señora que allá afuera vende sopes..."

Poco a poco fu¡ descubriendo que no era yo la única que en clase de estadística no entendía nada; todo mundo ponía cara de encontrarse como en medio de un maremoto. A veces, el profesor nos confundía con sus extrañas preguntas: "Si en este muestreo tenemos 20 mujeres vestidas de azul, y en el otro conjunto 12 de blanco, ¿cómo se llaman las mamás de las mujeres vestidas de rojo?..." Al Ecoloco nadie lo quería.

La materia de estadística fue una de las más infames que he cursado en mi vida: por más que atendía y hasta fingía interés, no daba una: siempre salí de esta clase con cara de conejo asustado. Para aprobar estadística necesité recurrir a la brujería: en todos los exámenes tuve que llevar a un adivino para que, desde la entrada del salón, con sus poderes lanzara mensajes telepáticos que me ayudaran a no olvidar el procedimiento correcto en un cálculo de probabilidad.

Al Ecoloco le encantaba ridiculizar y poner en evidencia a los alumnos. Yo recuerdo que en una ocasión un compañero se encontraba preocupadísimo con un muestreo de cálculo estadístico y, el profesor, interesado en conocer los resultados, recogió su cuaderno, lanzó una burla sarcástica y comentó: "Este es el género de porquerías que yo no consiento en mi clase". Además, el Ecoloco cuando regañaba se veía horrible: levantaba el belfo superior y enseñaba muy feo los dientes.

En el tiempo en el que cursé bachillerato yo me hice muy adicta a San Juan Bosco (patrón del estudiante sin esperanzas), y le prometí que si me concedía la gracia de aprobar estadística le llevaría mi retrato a manera de exvoto.

Durante un buen rato yo había tenido la sospecha de que el Ecoloco estaba un poco chiflado, hasta que me d¡ cuenta que me encontraba yo en un error, lo que en realidad sucedía con el maestro es que era alcohólico: la primera vez que me enteré de ello fue saliendo de la escuela, lo encontré a media banqueta banboleándose y arrullando a un perro amarillo que ponía cara de sorprendido.

El profesor de estadística llegó a significar en la vida de muchos de nosotros un bicho de mal agüero: nos obligaba, a pesar de que éramos bastante mayores, bajo amenaza de no aprobar el año, a que le regresáramos los exámenes firmados por nuestros padres; así es que resultaba natural que el día posterior a la entrega de calificaciones, no faltara quien llegara a la escuela con un labio reventado o con la cara hecha un wafle por las azotainas, que, según muchos padres, propinaban por el bien de sus hijos.

De los 40 alumnos que cursamos estadística solamente 5 aprobamos: 2 que se mataban estudiando como locos y se creían la gran cosa, una alumna güera de ojos claros que no sabía nada pero que tenía las piernas muy bonitas, el sobrino del director del plantel y yo, que la verdad no sé ni cómo le hice, pero quien inmediatamente después de haber recibido el resultado aprobatorio me fu¡ corriendo a retratar para pagarle al santo con la foto el exvoto prometido: fotografía que durante mucho tiempo estuvo dando crédito ante mucha gente de que sobre estadística no sabía nada y si pasé fue porque San Juan Bosco me había hecho el milagro.

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