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En La Agencia Matrimonial

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

"Mire, señorita, no es sino hasta ahora que estoy a punto de alcanzar los cincuenta y cinco años, que estoy dispuesto a entregarle mi nombre, mi tiempo y mi libertad a una mujer que me merezca. Y como la revista Ensoñación para caballeros recomienda a esta agencia matrimonial como el lugar ideal para resolver problemas sentimentales, pues... Porque, le diré, en esta ciudad de gente frívola, para acercarse a una damisela hace falta la astucia que tenían antes los cazadores.

"Soy un hombre alegre, un poco bebedor, al que le gusta el baile, en mi empleo gano poco, pero como en esta época también las mujeres trabajan, estoy seguro que con la ayuda de usted, podré encontrar una mujer que ponga fin a mi vida solitaria.

"Estoy convencido de lo importante que resultan en la pareja las cualidades del alma, por lo que para consorte ambiciono una chiquilla que nunca haya pisado el fango de la sensualidad. Una muchacha cuyo espíritu sea como el agua transparente, una mujer que sólo por mis ojos quiera contemplar los placeres de la vida moderna.

"Necesito una joven que comprenda por vez primera la voz del amor, una mujer que me merezca y sepa agradecer la deferencia que le hago al haberla elegido para esposa. El dinero no me interesa: de ninguna manera me dejaría llevar por la mezquindad y la vulgaridad que tienen las tarjetas de cajero automático (que en eso ha quedado convertida lo que era la plata); sin embargo una mujer que ande mal de "lana" no me conviene: ya ve usted que en los tiempos que corren los hombres ganamos muy poco... En caso de encontrarme con una rica, espero que su dinero no sea obstáculo que le impida conocer sus deberes domésticos: algo así cómo que sepa cómo me gusta que me preparen el baño, qué tan caliente me debe servir el café.

"Físicamente me gustaría una criatura de figura armoniosa, de piel muy blanca y rosada, cuyos cabellos semejen finas hebras de oro y cuya boca color de grana sepa solamente pronunciar mi humilde nombre. Una muchacha de buena edad -más o menos entre los 18 y los 25 años- de buena familia, aunque, téngalo por seguro, si pertenece a una estirpe que cuente con pícaros antecedentes, el no avergonzarme de ellos será una enseñanza que me he de inculcar.

Creo que al cuarto de servicio en el que vivo le hace falta una compañera fiel, a la que no le guste hacerse la interesante y tenga buenos sentimientos. Lo primero son los sentimientos. Una mujer que no sea exigente ni sueñe con demasiado; porque una con quien viví, además de tenerme triste y sin alegrías, pedía en exceso. Y como no pude darle mucho, llegó a guardarme un rencor infinito y, al final, huyó lejos, muy lejos, como quien le debe a un acreedor al que no se le puede pagar.

"Es horrible estar solo. Fíjese, cuando llego a mi casa ni quien‚ me sirva un plato de sopa, y aunque no ha faltado quien intente seducirme, yo anhelo un alma sincera, alguien que con gran cariño prepare mi comida, arregle mi ropa y cuide mi casa. Si es posible, una mujer culta y de imaginación maravillosamente vasta: en estos tiempos, además de guisar, bordar y hacer buenos pasteles de manzana, no estaría nada mal que también conociera de política y de filosofía.

"Ahora permítame preguntarle: ¿cuánto me costará el conocer a mi futura esposa? ¡Cien pesos! ¿No se le hace muy caro? ¡Válgame Dios! ¿Por qué cobra tanto? ¿O qué? ¿Usted duda que yo pueda gustarle a alguien? No'mbre, si viera allá en mi barrio cuantas mujeres se disputan mi amor. Lo malo es que ellas son muy lagartonas. Y yo quiero una mujer que me convenga, que aleje de mis ojos las inmundicias de la vida --he aquí la causa de que ahora me encuentre en esta oficina. Una mujer con la que pueda llevar un matrimonio benéfico. Aquí entre nos, ¿a poco no soy guapo? Además, soy un hombre con gran cultura, lo que, por otro lado, es una ventaja, ya que de un momento a otro me puedo convertir en una celebridad. Mis hermanas dicen que cualquier muchacha se sentiría feliz de tenerme a su lado. Aunque le diré que en el mundo hay quien no sabe apreciar: la última de mis mujeres me dijo que entre mantenerme a mí o comprarse una enciclopedia, optaba por la enciclopedia.

"Ahora, mire, vamos a hacerla más fácil. ¿Cuánto gana usted a la quincena? Para ver si nos convenimos mutuamente y realizamos un matrimonio ventajoso. Porque, viéndola bien, aunque usted ya no está muy joven -¿tiene como sus treinta? ¿no?-, se ve que no esta muy corrida, que es usted razonable. Y pues... si yo le gusto... ¡Permítame que le pida su número de teléfono para empezar a tratarnos! Quién quita y con el tiempo vivamos un romance de esos que no se ven ni en las novelas.

"¡Oiga, pero cálmese! ¿Por qué le da tanta risa? No, mire, no se vaya. ¿Por qué quiere llamar a la policía? Verá que si seguimos platicando nos entendemos mejor."

Rosa Carmen Ángeles

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