todo el mundo parecía conocer tu nombre, 
tu cara, tu voz y sobre todo 
esos pantalones ajustadísimos...
No cabe duda, 
estabas destinado a dominar



Líderes

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

Mi estimado líder, eras uno de los seres más encantadores que me ha sido dado conocer nunca. Todos los compañeros creíamos en ti, en tus elevados ideales que, pensábamos, habían de perdurar eternamente, en tu viva simpatía que nos hacía pensar que de verdad eras un buen camarada que ayudaba a todo mundo y dabas todo lo que tenía aunque poco a poco se empezó a decir que, de ninguna manera eras capaz de despreciar ningún regalito.

En la época en la que estuvimos juntos en el bachillerato, todo el mundo parecía conocer tu nombre, tu cara, tu voz y sobre todo esos pantalones ajustadísimos que dejaban ver que tenías muy buenas pompis; porque no hubo alumno que no te hubiera ido a visitar a tu cubículo escolar. No cabe duda, estabas destinado a dominar.

Aunque tu situación económica era bastante holgada, muchas veces te escuché‚ vociferar con violencia que era importante tomar en cuenta los intereses estudiantiles, que tus compañeros eran lo principal, que tú siempre estarías con los desposeídos. Tal parecía que tu cuerpo se hallaba animado por un extraño espíritu que hacía que tus palabras resplandecieran llenas de una gran erudición. Eras buenísimo para manejar multitudes.

Aunque a veces eras conservador, a veces democrático y otras comunista, decías las cosas de tal manera que eras verdaderamente asombroso, como, también, asombrosa era tu personalidad.

Pediste una cafetería para los compañeros, que se nos otorgaran becas a los compañeros pobres, que se hiciesen crecer nuestras bibliotecas. Tú decías realmente las cosas que parecían maravillosas, de tal manera que yo empecé‚ a sospechar: te miraba hasta el cansancio y me preguntaba ¿Por qué‚ lo harías? ¿Qué‚ podrías tú necesitar?

Eras un chico delgado, con aspecto combativo, con las espaldas anchas y el perfil de gallo. Las muchachas más bonitas es-taban locas de amor por ti, la verdad es que estabas guapo, y puede que muchas de nuestras compañeras, sin proponérselo, te hicieran sentir elegido: el hombre que debía restituir al mundo estudiantil su gloria. Posteriormente cuando ya escalaste grandes alturas, escuché‚ hablar que de alguna que otra artista de cine, con la que te encontrabas sentimentalmente involucrado.

Muchos de nuestros distinguidos profesores gustaban hablar de ti con muchas consideraciones y hasta decir cosas agradables. Realmente resultaba muy difícil odiarte. Todo el mundo tenía algo que decir de ti, casi siempre algo bueno.

Al principio, yo también creía en ti, podía ver la ayuda que prestabas a los alumnos pobres. Y los pleitos que por culpa de muchos de nosotros tenías, de tal manera que empecé‚ a creer en ti, en que, tal vez, después de todo, quizás estuviera ocurriendo algo.

Pero llegó un momento en que se supo que recibías dinero de algunos políticos y directores y que habías llevado contigo a varios golpeadores hasta ciertos lugares estratégicos para que la armaran buena. Que un alto político te prometió un viaje a Oriente si le ayudabas a armar un conflicto... en fin.

Pero te dio por venderte y aquel chico al que vi crecer grande, grande, grande, poco a poco lo vi convertirse en pequeño, pequeño, pequeño: dejaste ver que no eras más que un fantoche agitado por una mano invisible, dejaste ver que los dioses que te movían eran bien truculentos que te usaban para conducir ha tus compañeros hasta el matadero. Para perdernos en hechos terribles. Dejaste de ser aquel chico que todo lo sacrificaba para convert-irte en un infeliz enano de manos ensangrentadas, que te daba por tomar el papel de Judas y vender a tus compañeros. Ya no era nada grato encontrarte cerca, ni divertido encontrarte cerca, por el contrario, casi todos empezamos a aborrecerte. Incluso aquellos que un día se pusieron de tu lado y quisieron elevar tu situación. Entonces, cuando te volviste un gángster, los chicos listos te volvieron la espalda, y los más agresivos, te echaron el guante. La actitud que tomaste, no tuvo la menor dignidad. Pero para desgracia nuestra, eras un farsante, un personaje feo, despreciable, cobarde, rastrero y obsceno y todos los discursos que de ti escuchamos fueron triste literatura.

Rosa Carmen Ángeles

Separator Bar





Regresar al IndiceSiguiente

Separator Bar