Love is money
Capítulo
2
Hacían
largos años que Saito vivía solo, con sus criados y su enorme perro Ivi. Se
sentaba sobre su cama mirando el fuego en la chimenea de su habitación.
El enorme perro pareció completamente satisfecho con el calorcillo que le
llegaba. El metal de la larga collera que usaba al cuello brillaba con los
reflejos rojos.
Saito acarició su rostro delgado.
- Crees que estamos envejeciendo?- el perrro soltó un gruñido de malo humor sin
incomodarse en abrir los ojos.- menos mal, me sacaste un peso de encima.
Ivi levantó una ceja y miró hacia la ventana olisqueando el aire.
- Que pasa?- Saito se levantó y se acercóó a la ventana de largas cortinas
transparentes. No la abrió, solo se quedó mirando y literalmente babeando al
ver a Sano, llegando del lago montando uno de sus caballos de pura raza árabe.
El chico le había pedido permiso para montar hacían dos semanas. De echo no le
había importado concederle ese capricho, el mismo hacía tiempo que no montaba
y a los animales les haría bien salir más a menudo. Cierto que tenia a los
cuidadores, pero un paseo más siempre es bienvenido.
Se le veía deslumbrante. Como brillaba su pelo castaño al sol del atardecer,
la piel dorada de su torso desnudo reflejaba como el oro. No tenia palabras para
describir lo aquello que le agitaba el corazón.
- No tenia ni idea de que supiese montar…… - Ivi soltó un largo suspiro y
volvió a echar la cabeza sobre las patas.- Crees que debería invitarle a
acompañarme algún día?- Dijo como esperando una contestación del silencioso
canino.- Ya, yo también creo que le gustará.
El chico bajó del caballo y le entregó las riendas a uno de los cuidadores.
Sabía que tenía permiso para hacer todo lo que quisiese dentro del límite del
buen censo. Dejó de verle cuando entró en la casa. Se alejó de la ventana, ya
no hacía sentido seguir allí. Llamaron a la puerta despertándole de sus
pensamientos.
- Pase.
- Señor soy yo. Siento molestarlo, pero qquisiera saber que quiere cenar esta
noche.
- Esta noche Chou, quiero comer lo que teengas…- seguía pensando en sano. Pero
Chou se sonrojó.
- Señor…
- Mmm si? Bueno, comeré cualquier cosa. BBajaré a la piscina y después iré al
comedor. Dile a Sanozuke que quiero hablar con el.
- De hecho señor, quería comentarle algo que…- Chou se rascó la barbilla.
Ahora se lo contaría, no aguantaba más ver aquel chiquillo por la casa, y
después de el viniese aquella casa, Saito nunca más había requerido sus
“servicios”.
- Si? Que pasa?
- El muchacho, es un irreverente, mal criiado y no logro hacer nada con el, no me
obedece ni tampoco me respeta. Siento decirle que he fallado en la misión que
me ha encomendado.- su voz pausada terminó por fin. Temía que Saito le
gritase, pero el nada dijo, solo le hizo señal para que se marchase.
- Has visto Ivi, sigue tan fiero como en el primer día. Tendremos que
encargarnos de eso…
Sano nadaba desnudo en la piscina, los vapores subían y se elevaban como música
en el aire. La iluminación era constituida tan solo por las luces azules
sumergidas en el agua. Jugueteó saboreando del agua que relajaba sus músculos
y le ayudaba a pensar en la segunda parte de su plan. Como conquistar a Saito.
Hacían dos semanas que andaba pensando en ello. Nunca más el y Chou habían
tenido clases, pero tampoco nunca más había podido estar a solas con Saito.
Tae, la cocinera le había dicho que al Amo le gustaba montar a caballo, así
que todas las tardes se destrozaba el trasero esperando que, algún día,
casualmente fuesen a montar juntos y entonces podría seducirlo. Pero, no había
tenido suerte, Saito no salía a montar mucho últimamente.
No sabía si Chou ya había logrado algo, pero si el aun seguía viviendo allí
es que la respuesta seria negativa. Se rió solo, poniendo la cabeza bajó la
concha de piedra blanca que echaba el agua a la piscina. Pensó que debería ser
más activo en la casa, ir a la biblioteca y buscar algún libro interesante, u
hacer algo en ese gimnasio de tatami, por lo menos estaría ocupado y no pensaría
tanto en seducirlo. Relajó su cuerpo dejándolo flotando mientras se deleitaba
mirando el techo pintado con los reflejos azules del agua. Y cuando lo seducidse
que haría?
- Está buena el agua?- Se levantó en seguuida. Saito estaba sentado en uno de
los sofás de capa azul que adornaba la habitación. Parecía que estaba allí
hacía mucho tiempo.
- Pues si… si señor.- Se acordó de lo quee Chou le había dicho, “la falta
de cortesía es el camino mas rápido para que vuelvas a la calle”, de momento
le interesaba ser cortes. Por entre las sombras se fijó en que el sonreía. Nadó
hacía la escalera.- Yo ya estaba de salida.
- Si? Vas a dejarme solo? Puedes quedartee, no me incomoda.
- Lo siento, ni siquiera le pedí permiso para nadar en su piscina…
- Ajajaja, es verdad…- Lo empujó y se tirró al agua con el.- Creo que vas a
tener que disculparte…
Sano se limpió la cara con la mano. Saito no parecía enfadado, por el
contrario, parecía satisfecho de que el estuviese allí con el. Bueno era la
ocasión por la que tanto había esperado. Chou se iba arrepentir de desafiarlo!
- Lo siento señor.- Bajó la mirada para ddescubrir que estaba desnudo,
completamente en pelotas, y Saito estaba allí justo delante de el, con un
cuerpo apetecible… Se sonrojó con el pensamiento.
- Sabes que mis disculpas tienen un preciio jovencito…- sin más palabras su
mano se cerró sobre su musculoso brazo.
- Muy Bien, estoy dispuesto a pagar su prrecio.- La boca de Saito se posó sobre
su cuello- Aunque me sumerjas en las oscuras tinieblas para siempre…
- Que quieres decir con eso?- los ojos ammarillos se clavaron el los suyos sin
piedad, y la misma sensación de vértigo le hizo temblar, por suerte el agua le
mantuvo a tono.
- Sus ojos… Su boca, son un pecado por ell que pagaré.- Se arrimó más al
conde que sonrió. – Bésame.
- Si? De pronto me deseas?– Con su mano iinvestigó abajo. Sano se sonrojó y
se apartó.
- Yo…
- Si?- contemplo con placer la confusión y la inquietud reflejada en su rostro
teñido de rojo.
La realidad de su situación implicaba pasar a la acción y eso había intentado
pero la cosa no estaba funcionando.
- Será mejor qué me marché. – apretó los labios con fuerza.
Sin darle tiempo a nada más que un gemido de sorpresa Saito lo empujó hacía
uno de los pilares de piedra y juntó sus bocas. Sano estuvo cierto de que nunca
olvidaría la expresión de su rostro en aquel momento. Lo había visto
transbordando de pasión, sus ojos eran dos llamas de deseo ardiente. Fue como
si su boca se deshiciese en miel. Su lengua estaba caliente, suave y húmeda
explorando su boca sin pudor. Reconocía aquel sabor desde que lo besara en su
habitación. Saito aprovechó la frágil aceptación del chico para comenzar a
explorar también el cuerpo trémulo bajo sus caricias. Rompió el beso buscando
aire, pero eso fue solo un segundo porque su boca volvió atacarle con ganas
recuperadas.
- Quiero tenerte…- Un escalofrío recorrióó su piel con el susurro insinuante.
Llegaba el momento que tanto temía, Saito le estaba reclamando placer.
- No… yo no quiero…- intentó apartarse peero estaba preso entre sus garras y
la pared.
- Sí, sí quieres! Mira como lo pide tu cuuerpo!- Una vez más Sano creyó que
podía esconder su excitación, pero esta vez estaba demasiado cerca. Tan cerca
que fue consciente de la pesada erección de el contra su cintura.
Estremeció intentando imaginar a donde conduciría la línea de vello suave que
bajaba de su ombligo y se escondía en el bañador. Suspiró intentando
reincorporarse. Su mente y su corazón estaban divididos en honor, orgullo, amor
y odio.
Honor, que tenia por ser hombre y su masculinidad. Orgullo, quería aceptar lo
que le pidiese para poder seducirle y mostrar a Chou que era mejor que el.
Amor… odio…
- No, no puedo, déjame…
- No querías que te besase? Pues yo quierro más que un beso Sanozuke! No creas
que me vas a escapar. Esta vez no.- Respondió, su tono era como una hoja
afilada reflejada en su mirada dorada.
- No me hagas esto Saito. No estoy preparrado!
- AJAJAJA, yo te prepararé.- se acercó a su oído y murmuró.- Si lo que
tienes es miedo, tranquilízate. No te haré daño…
Estremeció de placer y rabia. “Es imposible que un hombre ame otro… No, yo
no lo amo. Yo solo lo hago por orgullo! O no será que tan solo utilizo esta
apuesta para engañarme?”
Saito le llevó en brazos hasta las escaleras de piedra.
Sin esperar ninguna oposición se inclina hacía el joven echado y alcanza uno
de sus pezones, y sin aviso lo muerde para después volver acariciar con la
lengua el pequeño trocito de piel arrugada y sostenerlo entre los labios.
Sano gimió olvidándose de todas sus dudas. Abrió los ojos pero no veía nada,
solo sentía el placer recorrer todo su cuerpo, un placer que tenia origen en la
boca que chupaba con lentitud su pezón, y las manos de Saito que parecían
dejar un rastro de fuego en su cuerpo.
Su boca bajó por su abdomen besando y lamiendo cada nuevo trozo de piel erizada
por la respiración pesada. Sano soltaba y prendía su propia respiración,
inspirando lentamente cada vez que los labios se alejaban de su piel.
- No… así no…- gimió.
- Eres precioso.- Sano mordió su labio innferior cuando sintió la mano de
Hajime acariciar su sexo duro. Levantó un poco las caderas, rozando la punta de
su pene en el abdomen de Saito.
- Vamos fuera… por favor.
- Porque aquí no?
- Aquí…- se sonrojó.- me entrará el agua…… por favor…
Saito sonrió y lo cogió en brazos hasta uno de los sofás. Arrimó su frente a
la de Sano, mirando borracho hacia aquellos ojos castaños. Sano no dijo nada
solo mordió el labio otra vez un poco avergonzado y excitado.
- Me provocas… - Bajó el bañador contenieendo la poca paciencia que le
restaba. Hacía mucho tiempo que deseaba aquello.
- Ahh…- Gimió Sano. Sentía la punta del mmástil rozándose entre sus nalgas.
Aprovechándose de eso, Saito le toma sus labios abiertos explorando con la
lengua cada textura, cada trozo, toda la humedad y todo el calor de la boca de
Sano. Las piernas abiertas del chico presionan su cintura. Reprimiendo los
gemidos de placer por sentir una mano caliente jugueteando con su sexo y bañando
su entrada con algunas gotas de su jugo.
Las ganas de entrar en el chico crecían con dolor. Sujeta la mano del y la mete
en la boca chupándole el dedo indicador, después la lleva hacía bajo, hacía
su propio sexo. Cerrando su mano sobre la de Sano inicia un movimiento lento.
- Así hazlo así…- Cuando la mano ya se moovía sola le irguió un poco la
cintura y se posiciona con la punta tocando la entrada al mismo ritmo con que se
movía la mano.
Presiona su pecho contra el de el cerrando los ojos por milésimos de segundo
antes de penetrarle. Lo hace rápido y con ganas. Sano suelta un grito de
desesperación mientras abre los ojos y le araña con fuerza la espalda,
intentando soportar el dolor.
Saito se detiene un poco consciente de su brutalidad y ve como el chico esconde
la cara con su brazo.
- Quiero verte la cara…- le tiró del puñoo para destaparle el rostro.
- Pero yo no quiero que me la veas!
- Te he hecho daño?- ningún sonido vino dde sus labios. Salió de el con
cuidado. No quería ser protagonista de una violación. Lo había comprado si,
pero no quería hacerlo de esta forma. Lo quería con su consentimiento, lo quería
como a un igual, no como a un esclavo sexual. – Sano…
Tocó su entrada dolorida, baja por su cuerpo y se inclina tomando en su boca el
miembro del moreno aun duro y caliente chupándolo con ganas.
Sano se levanta un poco sobre sus codos, para ver como reaparece su miembro de
dentro de su boca. El dolor que había sentido empieza a ser substituido por
placer. Todo su cuerpo tiembla hirviendo de excitación. Ve los labios de Saito
cada vez mas rojos y húmedos de la saliva que escurría. Su cabeza se movía
con un ritmo lento. Sano vuelve la cabeza hacía atrás con intensidad y grita
cuando siente los dientes de Saito recorriendo su pene hasta la punta, donde
volvieron hasta su glande para dar una suave mordida, lo que hizo con que el
joven irguiese las caderas intentando contener el orgasmo.
Abre la boca y suelta un largo suspiro cuando siente los dedos de Saito
juguetear con la entrada de su ano. Cuando el mete un dedo dentro, percibe que
esta tremiendo, que su cuerpo acompaña un movimiento de tensión y relajamiento
rítmico.
Después de un tiempo Saito sube de nuevo su cintura.
- Intentémoslo de nuevo, si?
- Sí, házmelo despacio.- Su rostro rosadoo, labios abiertos rojos y húmedos,
ojos brillantes que además de sensuales le sonreían.
Abrió más las piernas dejándose penetrar con lentitud por Saito.
- Relájate, lo haré despacio ahora.- sinttió la glande dura forzando su pequeña
entrada arrugada. Saito aprieta su cintura contra la del chico.
- Ahh… - Saito empieza a moverse con suavvidad al principio, pero el ritmo fue
aumentando conforme aumentaban los gemidos de sano que cruzó las piernas pujándole
hacía su mismo cuerpo con delirio.
El Joven pasó a gemir más cuando una de las manos de Hajime rodeó su erección
para empezar a masturbarla.
- Es esto lo que quieres?...
- Si… hmm…- tembló por la voz insinuante en su oído.
Saito le sopló en pezón y dejó de moverse.
- Pidemelo. Pideme que siga.- Saito pareccía determinado en conseguir ahora la
total sumisión de su mascota.
Sano forzó el cuerpo hacía el, en un pedido silencioso.
- No, no pienso seguir mientras no me lo digas.
- Saito… Sigue, por favor. Te.. necesito ahora.- su cara parecía a punto de
reventar de vergüenza, pero era verdad que lo necesitaba. Se había olvidado de
toda la racionalidad y ya solo su cuerpo hablaba.
El dio un beso en sus labios antes de volver a mover su cuerpo con suavidad
contra el de Sano. La sensación deliciosa de estar dentro de el aumentó mil
veces
- Oh… Saitoo!- sonrió al escuchar su amannte contorcerse bajo suyo murmurando
palabras y gemidos incomprendidos. Aumentó el paso haciendo con que toda su
erección entrase de una so vez en el.- Estoy casi… más, un poco más… mmm.
La mano que le envolvía, le estaba enloqueciendo, le anulaba todo el
pensamiento que pudiese intentar tener. Unos momentos más y sintió como
llegaba su clímax, acompañado del orgasmo de Saito, que lo llenó por dentro
de una forma que nunca pensó ser tan deliciosa.
Lo vió arrastrar los dedos lentamente por la mancha de semen sobre su abdomen y
se lo metió en la boca con un pequeño gemido. El hombre escondió su rostro en
su cuello apoyando todo su peso en los brazos que lo rodeaban.
- Delicioso… eres delicioso. – Le susurróó al oído antes de soltar un largo
suspiro.
- Ya… creo que debería irme.- Empezó a mooverse. Aquello ya había durado
demasiado tiempo.
- No. Quédate! –Volvió aprisionarlo entree sus brazos.- Nademos un poco y
vayamos a cenar. Que te parece?
- Cenar, contigo?
- JAJAJA.. si, porque no?
- Porque no…
- Quiero volver a tenerte esta noche…
>
En ese momento y sin que los amantes se diesen cuenta, chou entró en la
piscina. Se quedó varios momentos tratando de recuperarse, mientras se quedaba
mirando con la vista turbia por los lagrimones que le resbalaban por su mejilla
blanca. Sentía enfado, frustración, era deseo de ser el, el que se encontraba
gimiendo como un animal herido bajo su amo. Lo daría todo por ocupar el lugar
que le había arrebatado aquel bastardo.
Decidió que no se quedaría allí, mirando más como se amaban, se marcharia a
pensar en algo que le ayudase a superar, la perdida que sano le causara.
Decidiria que el lo pagaria caro…
Subieron juntos a vestirse. Se despidieron con un beso, del que Sano una vez más
no pudo escapar.
Se cerró en el vestidor, revestido de madera y una enorme alfombra de lana a
cuadros.
- Dios mío que he hecho? – Se dio cuenta que la imagen que le devolvía el
espejo no era totalmente la de un chico. Su cuerpo empezaba a parecerse al de un
hombre, pensó. Sus líneas eran cada día más marcadas y aunque no tenia pelos
en el pecho, hacía mucho que ya le habían salido en otras zonas. Mientras se
vestía notó también que su corazón flaqueaba. No quería utilizar a Saito en
una apuesta. Sus padres le habían dado una educación en la que aprovecharse de
los demás era algo feo.
Acabó de vestirse y bajó a cenar consciente de que no pensaría más que
estaba engañando a Saito, a final de cuentas el le había comprado…
- Buenas noches, tienes hambre?- Saito baajó las escaleras justo detrás suyo.-
Ignoraba que la ropa te favorecía tanto…
- jeje…- Se sonrojó. Ahora que lo mencionnaba, el siempre andaba medio desnudo
por la casa. Incluso la noche en que se habían conocido y el se desmayara en
sus brazos, estaba lloviendo y Hajime había tenido que sacarle la ropa para
calentarle el cuerpo hasta que llegasen al hospital. No recordaba mucho de lo
ocurrido, pero tenia aun el recuerdo de sus manos recorriéndole la piel, tal y
como había hecho también esta noche en la piscina.
Pasaron al comedor, que Sano nunca usaba, tan solo Saito comía ahí.
Era una sala enorme, como todas las demás. Con cortinas en seda natural,
forradas con algodón color beige. Por primera vez se sentó a la mesa de madera
negra, en sillas tapizadas de damasco.
Se fijó detalladamente en la vajilla, le parecía cristal, pero no quiso
preguntar para no parecer burdo.
- Creo que deberíamos comer juntos más a menudo, aunque me parece que no estás
muy cómodo, no?
- Er… es que…
- Si?- Chou apareció con la cena.
- Señor que hace el aquí?- Se acercó con el carrito de servir.
- Me parece que puedo elegir las personass con quien deseo cenar, a ti no Chou?
- Si, si señor.- respondió rápidamente. ““a mi nunca me ha invitado a
cenar…” pensó retirando del carrito el pan.
- Bien, pues… que decías Sanozuke?- El chhico seguía mirando con detenimiento
a Chou. Los servia con mala cara. Sano había pasado muchas tardes en compañía
del mayordomo, las suficientes para darse cuenta de que estaba enfadado. Quizás
fuese una buena señal! Significaba que iba ganando. Sonrió. – Estas feliz?
- Humm? Qué? Ah si, si!!
- Cuando termines puedes retirarte Chou.<
Siguieron en silencio hasta que después de unos momentos el criado se marchó.
- Te gusta vivir aquí?- Le servio vino tiinto.
- Si, todos son muy simpáticos…
- Ya.
- Pero sabes, me da miedo tocarlo todo, ees... como si de un momento a otro
rompiese una de estas piezas de cristal y me despertase del sueño.
- Bueno, no importa que la rompas, hay máás. Y no creo que puedas despertar…
Mientras yo viva, esta será tu casa, eres mío…- Sano tragó saliva y contestó.
- Las personas no son de nadie. Ya te lo dije.
- Aun no has cambiado de opinión?-
- Nunca lo haré.
- Por lo menos, estás menos salvaje… habrrán sido las clases con Chou?
- JAJAJA… no creo.
- Ya, ni yo.- Bebió un poco de vino y le miró a los ojos.- Lo que creo, es que
te has enamorado de mi, tu no?
Caminó de un lado a otro. “Saito se ha enamorado del mocoso… mi vida será
un infierno mientras el esté aquí…”
Terminó su paseata y se sentó juntó a la fuente que estaba en el medió de
las escaleras que acceden a las traseras de la casa.
“No! Para Sano solo hay una salida. Tengo que matarlo. Es la única forma de
que Hajime vuelva a ser mío.” La noche estaba clara y soplaba un viento frío,
pero el pareció no darse cuenta, estaba ardiendo en odio.
“Matarlo durante el sueño es demasiado obvio… Tengo que envenenarle. No será
difícil envenenar su comida!” Tendría que planearlo todo con mucho cuidado,
no quería que al final fuese su delicioso amo quien se comiese la comida del
perro. Cuando se deshiciese del, todo volvería a ser como antes.
- Creo que sin ti, mi vida no podrá volveer a ser como antes…- Le empujó hacía
la habitación sin perder la oportunidad de morderle la oreja.
- Que cosas dices…
- Duerme conmigo esta noche… No me gusta dormir solo…
- Tienes a Ivi…- Murmuró fijándose en el perro que aun seguía tendido junto
a la chimenea. El cuarto era precioso, no había tenido tiempo de admirarlo la
última vez que entrara…
Tenía una cama de dosel en madera negra tallada vestida con terciopelo rojo.
Las mesitas de noche de líneas antiguas restauradas y la banqueta a los pies de
la cama tapizada a juego con la colcha de la cama de color arena.
- Ah… aun estás ahí? Ivi, fuera…- El perrro levantó una ceja y le ignoró.
- Pobrecito… - acarició su suave pelo neggro desde su enorme cabeza hasta la
cola. – Me parece que no quiere irse de aquí… Le gusta el calentito.
No se sorprendió cuando Saito apagó la luz. La habitación se quedó iluminada
por el fuego y los rayos de la luna que traspasaban la ventana. Sintió que unos
brazos le pujaban hacía la cama.
- En la mesa, no me has contestado…
- Ah .. a que?
- A una cosa…- susurraba a su oído, aquellla voz tan masculina le producía un
cosquilleo que se transformaba en un placentero escalofrío subiéndole por la
espina.
- Que, que cosa?
- Te has enamorado de mi?
- Deseas que esté enamorado de ti?- Las mmanos que habían vuelto acariciarle el
pecho se detuvieron.
- Claro, es lo que más deseo.
- Porque? Porque lo deseas? Porque sabes que no pasará? Porque deseas vivir una
vida en la que solo poseer mi cuerpo no es suficiente? Porque? Para darte cuenta
de que tu dinero no compra amor… - Sano le murmuró también. Palabras dichas
con dolor. Porque destrozarle el corazón si el mismo estaba sufriendo con
dichas palabras. Esta vez se preguntó a si mismo: Porque? Porque no admitir que
le amaba. Cuanto más tiempo estaba pasando junto a ese hombre más se estaba
dando cuenta de lo inevitable. Se estaba enamorando.
- Entonces…
- Por favor,- toco con sus dedos en la puunta sus labios- no hablemos de esto.
Todo, estaba tan bueno… Si después de esto todo va a cambiar, si me vas a
tomar como tu mascota para hacer lo que te plazca, déjame solo que guarde esta
noche de recuerdo.
- No, nada va a cambiar, no te forzaré a nada… si no quieres acostarte
conmigo, márchate!
- Saito… yo no quiero marcharme, pero no me pidas más de lo que te pueda dar
ahora… sigo creyendo que no deberíamos haber hablado de esto. Es que no
entiendo, porque te has enamorado de mi… hay tantos hombres, ricos, de tu
posición social, hombres cultos, hombres que te desearían… porque yo?
- Porque eres distinto. No te derrites enn cortesías cerca de mi, no eres falso,
eres directo eres guapo, lo eres todo Sanozuke.
- Ya… qué? Quieres follar o me acuesto?
- Bueno…- sonrió.- quieres que te cuente un secreto?
- A ver, dilo.
Se acercó a su oreja.
- Me has robado la virginidad…
- Qué?
Y le había encantado.
El aire pareció condensarse. Por momentos fue así, el lobo mirando su rostro y
el respirando con más ardor sintiendo su mano en su cuello, su nuca, en una
caricia muy sensual haciéndole cerrar los ojos ya excitado.
Sin pensar en nada más las manos del chico subirán por los músculos de los
brazos de el para deshacerse de la camisa y enterrar las manos en su espalda que
redescubría con placer.
Los labios de Saito bajaron por su cuello y por la piel expuesta por la camisa
abierta. Gimió loco por sentir su lengua en su boca, petición que Saito no
tardó en complacer abrazando y acercando más aquel cuerpo contra el suyo. Eso
fue solo un momento, en un instante Saito sujetó su pelo para poder devorar su
cuello con besos húmedos y calientes. Sano se deshizo de sus camisas con manos
hábiles mientras el aprovechaba para clavarle los dientes en la curva de su
cuello.
- Ahhh… saitoo
- hagámoslo bien esta vez!- Se recostaronn en la cama.
- Creía que lo habíamos hecho bien en la piscina…
- Ya me entiendes, quiero hacértelo despaacio, y saborearte por entero.- le lamió
la oreja.
Se derritió con esa respiración en su oreja seguida por la lengua por los
dientes… gimió ansioso, sintiendo su cuerpo ser explorado, por unas manos
suaves sobre sus costillas, su vientre, sintiendo sus músculos acariciando sus
pezones asta ponerlos muy duros.
Saito se detuvo un rato para mirar en los profundos ojos castaños de su amante,
en su cuerpo joven vibrante, sus labios rojos y hinchados que volvió a tomar
con mas deseo. Metió su mano dentro de los pantalones en los que ya no cabía más
jugueteando con la carne dura de sus nalgas para despacio adentrar sus dedos en
la raja, hasta alcanzar el apretado agujerito.
El chico se contrae, mientras el hombre sigue chupando su cuello, y los dedos
cada vez más curiosos metiéndose entre esas dos montañas de carne
acariciando, frotando metiendo un poco el dedo, frotando con perversa lentitud.
Extrayendo una mirada enamorada de sano permite que el le saque sus pantalones y
sus calzoncillos.
No supo como pero se dio cuenta de que el tampoco ya llevaba sus pantalones.
Estaba echado sobre el cuerpo sentado de Saito que sujetaba con firmeza su sexo
y lo movía. Inclinó la cabeza hacia atrás exponiéndole el cuello, que no dudó
en volver a oler, lamer y dar una mordida. El chico se retorció descubriendo
que sus manos estaban sujetas sobre su cabeza.
Gimió, su boca no olvidaba un trozo de su piel. Abrió la boca en un gemido
inaudible cuando le cogió de repente un pezón, chupándolo con pasión y después
mordiendolo con el hambre de un lobo, y lamerlo con cariño.
- Saito… - la mano que jugueteaba con su sexo le abrió las piernas para
volver acariciar el agujero, relajarlo, prepararlo… haciendo al crío
lloriquear de desesperación.- Saitoo…
- Sabes que me gustaría?...- le susurró.-- Hazlo, y te complaceré …
Le soltó las manos para que pudiese levantarse. Sano se sonrojó mirando la
erección de Saito.
Bajó para hacer lo que Saito estaba loco por sentir, su boca probando su piel,
por abajo, por los lados, prácticamente mamando la leche que escurría de el.
Sano podía sentir las reacciones de él, acariciando sus cabellos. Temblaba y
gemía, cosa que le dio una sensación de poder alucinante. Como era fácil
hacerle perder él control…
Entonces empezó a chupar más enérgicamente casi con furia, acelerando el
ritmo, dispuesto a tragar aquella polla hasta el final.
Fue arrancado de allí y puesto a cuatro patas sobre la cama.
- Se terminó el juego…- Se rozó un poco ppor la entrada jugosa dejándole
disfrutar un poco más con la expectativa… se posicionó en el agujerito y
presionó hacia dentro. Un poco, y un poco más y entonces se enterró por
completo.
Los brazos de sano perdieron su fuerza y no pudieron más sujetar su cuerpo
derribándole sobre la cama mordiendo las sábanas al sentir a su amante tan
fondo, la mezcla de placer y dolor era indescriptible.
Saito controlaba los movimientos sujetando sus caderas entre sus muslos concentrándose
en meterle más.
Los gemidos de Sano fueron en aumento mezclándose con el delicioso sonido de
sus caderas batiendo contra sus nalgas.
- Ahh saitooo…- Sano era una visión de loo más excitante, rendido al placer,
de mejillas rojas, la saliva escurriendo de sus labios abiertos y aún hinchados
por los besos violentos.
Ahora los movimientos de Saito hacia dentro de su amante eran cada vez más fáciles,
preocupándose a la vez de acariciarle el sexo a punto de correrse.
Sus gemidos seguian cada vez más fuertes y urgentes cerrando las manos en las sábanas
ahora manchadas con su saliva y al final con su corrida cuando la mano larga de
Saito apretó con ganas su pene, masturbándole mientras él cerraba los ojos
consciente de que no podría aguantar tanto placer sin terminar.
Saito terminó dentro se sano, llenándole por completo y viendo su corrida
resbalar por su polla que aún se metía bien en el fondo del cuerpo del joven,
percibiendo los aprentones al principio fuertes y lentamente cada vez más
suaves que el ano daba alrededor de su pene.
Su miembro resbaló de su interior en su propio semen dejando la habitación con
un penetrante olor a sexo.
Había nacido el sol cuando sano se despertó, solo en la cama. Lo primero de lo
que se dio cuenta fue del calor. Se desperezó y empezó a darse cuenta también
de otras sensaciones. Se dio cuenta de que su cuerpo estaba particularmente
dolorido y muy sensible aquella mañana… tan solo el rozar de las sábanas le
había erizado los pezones. Además de las marcas de unos chupetones, tenía los
labios más rosados que de costumbre, también podía sentir cada mordida, cada
lugar donde Saito había puesto las manos.
El hombre empezaba a revelarse como un amante muy atento y eso no dejaba de
gustarle.
Se bañó en el inmenso cuarto de baño de su amo. Un sitio amplio, con suelo de
madera, un jacuzzi al fondo y en la pared una pintura de un paisaje que no solo
adornaba sinó que también sugería una maravillosa paz.
- Sanozuke?
- Cho.. Chou! Que haces aquí?- se cubrió con la toalla.
- La cuestión es, que haces TÚ aquí?
- Pues, me baño…
- Deberías bañarte en tus aposentos! – Diijo el mayordomo abriendo la
ventana.
- Estas celoso?
- De ti? Ajajaja, mocoso, nunca tendría ccelos del perro de mi patrón! Ahora,
muévete, vete a tu habitación antes de que me enfade…
- Y por qué debería hacerlo?
- Porque el mayordomo sigo siendo yo, y eel perro sigues siendo tú, así que lárgate
chucho!
No tuvo más remedio que retirarse y terminar de vestirse en su habitación.
Chou se sentó en la cama pensando que le esperaba la normal rutina de todos los
días. Ordenarlo todo, esperar a saito… Recogió lo que reconoció ser como
sus calzoncillos y los miró con picardía sin evitar olerlos, besarlos y
rozarlos por su cara colorada.
Los calzoncillos le devolvían un olor fuerte y masculino, el olor tan característico
de Saito. Se dio cuenta de que estaba tan hambriento como una hembra en celo.
Sus manos temblaron de excitación. Lo que daría por tener aquella boca en su
cuerpo, aquella mirada desudándole todos los secretos… aquel cuerpo encajado
en el suyo gimiendo de placer.
Se acordó una vez más del objeto de su venganza, el crío que le había robado
y destruido todos sus sueños. Había logrado en semanas lo que él no había
conseguido en años de servilismo. Pero eso se acabaría muy pronto…
Se acarició la polla dura por encima de los pantalones negros de uniforme y
luego sin pensar en nada más los abrió y la saco afuera y empezó a
masturbarse sobre la cama que deseaba compartir con su amo.
Sonrió imaginando que él le acariciaba la piel con los labios, le rozaba el
rostro por el pecho, lamiendo un pezón. Lo buscó por debajo de la camisa
blanca y lo apretó imaginando los dientes y la boca de su amante.
Bajó los calzoncillos y abrió las piernas acariciando sus testículos como le
gustaría que él hiciese. Mojó dos de sus dedos y los introdujo despacio en el
ano relajado. Deseaba tener a Saito así, allí, mordiéndole los labios,
desgarrándole la piel, frotando sus cuerpos, sus sexos, haciéndole sufrir,
gemir, gritar por más, por ser tocado, por ser follado…
Sentía cada vez más cerca el final y intentó hacerlo durar, pero la imagen de
su amor corriéndose, como lo hacía a menudo en su boca, le hizo alcanzar el clímax
mordiendo su labio para no gritar. De su boca escurría sangre al igual que su
pene escurría semen.
- Por qué… me torturas así…- murmuró con voz ronca estrangulando un
lloriqueo por el vacío que aumentaba cada vez más en el interior de su corazón.
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