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"Un viaje inolvidable" | |||||||||||||
Autor: Nelson Dávila Barrantes | |||||||||||||
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La noticia nos embargó de alegría. Luchamos tanto para que mi padre aceptara la idea de otorgarnos permiso para ir al pueblo donde él naciera y poder gozar de los meses de vacaciones. Nos habíamos esforzado en estudiar y sacar buenas calificaciones. Viajar sería el premio anhelado y este largo paseo estaba a puertas de cumplirse. La invitación había surgido de una tía quien visitara la casa por un tiempo, un día en pleno almuerzo lanzó la propuesta a mi padre: “Alejandro", le dijo, "por que los chicos no me visitan?, les hará bien, gozarán del campo, del aire fresco. El contacto con la naturaleza los hará amar a nuestra tierra, al sitio donde nacimos”. Mi progenitor no respondió, mas bien pensativo le contestó: “Ya veremos querida prima, ya veremos, estos chicos están muy malcriados, son flojos para el estudio, todo depende de las notas que me traigan, si aprueban el año escolar, evaluaremos esa posibilidad”. Es por eso que esa misma noche mi hermano mayor nos convocó a una reunión de emergencia. Esta se llevaría a cabo en el huerto, al fondo de la casa. Cuando algo así ocurría, él nos decía de inmediato: “Los espero a tal hora en el sitio que ustedes saben” Acudimos con mi otro hermano para escuchar su propuesta. Cuando ingresamos por el marco de la puerta con hojas de latón el ya estaba allí, sentado en el montículo, en su improvisado “trono”, estaba fumando un cigarrillo de semillas de anís que envolvía con papel de las páginas de una vieja Biblia. "Los he citado por que este viaje no podemos perderlo, ¿Saben lo que significa estar tres meses por allá? ¿Pasear por el campo, chupar las dulces cañas, las jugosas naranjas, comer chirimoyas, los nísperos, beber el fresco huarapo en el trapiche del tío José?". "En lo que respecta a mi", siguió diciéndonos, "me sacaré la mierda estudiando, les pido que se esfuercen. Por eso estamos aquí, para que me den su palabra de hombre de que así será, ¿Estamos de acuerdo?" Ninguno se atrevió a contradecirlo. Era el hermano mayor, sus pedidos eran órdenes. Así era en esa época. Anhelábamos ese viaje aunque sabíamos que sus verdaderas razones eran las de ver a su bella enamorada, de manera que movimos las cabezas en señal de aprobación y nos retiramos a descansar. Fue en Agosto cuando ocurrió este episodio, los siguientes meses todo era estudio y tareas, de manera que al final del año cuando entregaron las libretas el ya nos estaba esperando a la entrada de la casa para que le mostremos el documento. Se puso feliz, nos abrazó efusivamente y aún recuerdo sus palabras: “Lo jodimos al viejo, ahora ya no podrá negarse, este domingo en pleno almuerzo le pediremos que nos deje partir, ya aprobamos el año, no le quedará otra alternativa que aceptar”.Así fue. Mi madre ya estaba enterada, cómplice nuestra, apenas terminado el suculento banquete dominguero dirigiéndose a mi padre le dijo: “Los chicos quieren comunicarnos algo, te suplico los escuchemos”. El tenía buen olfato para estas cosas ya que sin dejarnos hablar respondió inmediatamente: “Sé de que se trata. Promesa es promesa. Pueden viajar, cuentan con mi permiso, Hablaré con mi compadre Gastón para que los lleve en el camión. Mañana mismo mando un telegrama a Ofelia dándole la noticia y que los espere”. Nos miramos con felicidad. Sentí una golpe por debajo de la mesa. No sé de quien fue, pero la alegría se manifestaba en la cara de todos. Hasta el adusto rostro de mi padre mostraba una sonrisa. Los días siguientes fueron de pesadilla para mi pobre madre. Lavar y planchar la ropa de sus tres hijos, el arreglo de las maletas, envolver los regalos, escribir las cartas de recomendación a la familia para que cuiden de nosotros. Mi padre regresó ese martes con la noticia de que el señor Gastón -quien manejaba el camión de la NESTLE y recogía los porongos de leche en todos los caseríos vecinos- había aceptado llevarnos. Esos años apenas operaba una línea de ómnibus y realizaba un viaje semanal. Casi todos los caminos eran de herradura, el viaje programado era una increíble aventura que nos mantenía embelesados y casi sin poder dormir los días restantes. Partiríamos en la madrugada del sábado, a las 4 de la mañana exactamente. Lamentablemente surgió un inconveniente, se había sumado al viaje doña Mercedes y su madre, -familiares cercanos del chofer-, de manera que los "chicos" ó sea nosotros tendríamos que viajar en la caseta del vehículo, ya que ellas como mujeres lo harían en la cabina. "No importa" - dijimos en coro-, "colocaremos un colchón y viajaremos cómodos, si llueve nos tapamos con la carpa y asunto arreglado". Al ver nuestra cerrada decisión nadie se atrevió a contradecirla. Todo estaba solucionado, no hubo mas comentarios, se le avisaría al compadre y a mi tía lo acordado. La noche, víspera de la partida conversamos toda la familia. Mi padre nos pedía buen comportamiento. Amenazó que continuamente telegrafiaría a su prima, a la menor queja ordenaría nuestro retorno. Mi madre nos suplicaba que tengamos cuidado, dirigiéndose a mi hermano mayor le dijo: “Tu serás responsable. Si algo malo les pasa a tus hermanos, no me quedaré tranquila. Prométanme que se cuidarán” |
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