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"Un viaje inolvidable" | ||||||||||||||||
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Alejandro se puso de pié y colocándose el poncho salió en busca de don Gaston. Con mi otro hermano miramos cuando desapareció por el umbral, seguramente regresaría de un momento a otro, nos levantamos y comenzamos a sacudir nuestra ropa del polvo y las pajillas que se habían adherido a ellas. Transcurrió como media hora hasta su regreso, por la cara que lucía comprendimos que algo ocurría. Cuando nos dio la noticia que el chofer estaba completamente ebrio nos alarmamos, las mujeres estaban desesperadas, “No puede ser", decía la más joven, "esto es una irresponsabilidad. El, como nuestro familiar conoce nuestra urgencia. ¿Está muy borracho? ¿No hay manera de que tomando un café cargado se le pase?" Mi hermano permaneció callado, se lo notaba preocupado. “Tenemos que quedarnos a dormir aquí", nos comunicó a todos,“está más borracho que un barril de cañazo. Apenas puede hablar, menos podrá conducir, es preferible que nos quedemos por seguridad”. Esa noche conversamos mucho. Recordamos tantas cosas. Pero alguien empezó con un cuento de fantasmas y apariciones. A este le siguió otro y otro. Yo solo escuchaba y me encontraba encogido, mi cuerpo sudaba. Veía la oscuridad del campo y pensaba que en cualquier momento entraría el enorme mastín negro que era el mismísimo Satanás como habían narrado. Se oía el sollozo de las mujeres, seguramente pensando en su familiar enfermo. De pronto vimos una enorme sombra que ingresó y se paró delante de nosotros. Emitía resoplidos fuertes y se sacudía con violencia. Los tres estábamos horrorizados, paralizados por el miedo. Peor todavía cuando vimos a lo lejos una luz que se acercaba en nuestra dirección. Se detuvo en el ingreso, notamos que se trataba de la silueta de una campesina que portaba un mechero, alumbraba al interior y comprobamos que la sombra que ingresó por la puerta era un burro. Un borrico que arrastraba una soga amarrada a una estaca de madera. “Majadero", le increpaba la mujer, "otra vez te me escapaste, ahora verás”. Con su rueca le dio un par de varazos por el pescuezo y antes de disponerse a llevarlo jalándolo de la misma soga nos dijo: “Perdónenme por molestarlos, pero este animal se para escapando del corral. Que duerman bien. Dice Gastón que mañana salen a las 5 de la mañana” Después de unas horas sentí unas sacudidas fuertes. El motor del vehículo estaba en marcha. .Me llamaban por mi nombre. Era mi hermano Víctor que me pedía que me apure ya que todos estaban ya en el vehículo. “Por que no me despertaste", le increpé,“Que pasaba si me dejaban. Si no se daban cuenta de mí y se marchaban”. Me escuchaba y sonreía, "¿Cómo se te ocurre de que te vamos a dejar. Qué espere, ahora lo toca a el hacerlo”. Dejamos la casa agradeciendo a los ocupantes por su hospitalidad. Así eran nuestros paisanos. Gentiles y amables. Lo menos que podían brindar lo hacían con mucha generosidad. Pasado unos minutos ingresamos a otro pueblo. Que poco había faltado para llegar a él la noche anterior. Seguramente que hubiésemos descansado mejor, pero ya estaba hecho. Lamentarse era inútil. Se trataba de Matara. Aprovechamos para tomar desayuno. Una campesina se me acercó ofreciéndome una canastita de capulí “Llévelo niñito", me dijo, sólo vale un real”. Le pregunté a uno de mis hermanos si tenía esa cantidad y le cancelaron. "Esta es la ciudad del capulí y de los alfajores", me dijo mi hermano Alejandro, "también de los rosquetes de azúcar. Quieren que compremos?". "Si", fue la respuesta. Esperamos que salga don Gastón y a boca de jarro le preguntamos: “A que hora llegaremos a Ichocán. Nuestra tía de seguro había telegrafiado a mi padre diciéndole que no habíamos llegado” . Notamos que había mucho alboroto, el ir y venir de la gente nos obligó a preguntar a un transeúnte que estaba ocurriendo. “Han agarrado a un abigeo nos contestó. Los ronderos lo cogieron llevándose una vaca y un torete. Lo tienen amarrado en la canchita de fútbol. Le harán un juicio rápido” Don Gastón nos advirtió que deberíamos salir de inmediato “La cosa se pondrá fea, la policía quiere rescatarlo y ellos no lo permitirán. Acá este delito es muy grave. Seguro lo lincharán. Pobre hombre, no sabe lo que le espera”. Ignoro la suerte de este sujeto. Pero debimos partir y poco a poco nos olvidamos de este incidente. Divisamos San Marcos. Era Domingo y la plaza era un mercado muy concurrido. Se ofrecían toda clase de ganado: vacunos, porcinos, caprinos, aves de corral. Se ofrecían a los compradores que habían bajado de los poblados cercanos tubérculos como papa, olluco, las dulces ocas, sacos de naranjas, limas, nísperos,etc. Cruzamos lentamente por entre la gente que se abría paso a la marcha del pesado camión y ya no nos detuvimos. El objetivo era llegar cuanto antes a nuestro destino. Como a las 8 de la mañana lo logramos. Conforme ingresábamos a este bello lugar con la mirada buscábamos a nuestra querida tía. Los chiquillos y los perros corrían a los costados del vehículo. Era novedad en esa época que alguien llegue, pocos lo hacían. Ya estábamos allí. Nuestra odisea había concluido. Que aventuras viviríamos? Esto lo narraré posteriormente. Lo que quería era explicarles lo difícil que era movilizarse en esos tiempos. Un pequeño viaje que ahora lo realizamos en menos de 6 horas antes se lo hacía en dos días. Lo escabroso del terreno, la falta de movilidad, de carreteras afirmadas y asfaltadas traía como consecuencia estos contratiempos. Amén del sufrimiento que se causaba a la familia, quienes nos despedían como si viajáramos a otro continente. Estos son los contrastes de la vida. |
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