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"UNA MARCHA DE CAMPAÑA"
Autor: Nelson Dávila Barrantes

... UNA MARCHA DE CAMPAÑA....
El curso de I.P.M (Instrucción Pre Militar) estaba destinado para formar al alumno con disciplina, enseñarle valores y amar a su patria respetando sus símbolos patrios. El programa exigía clases de tiro, marchas de campaña diurnas y nocturnas, amén de recitar los himnos y el manual militar como si fuera la Biblia.
Nuestro instructor era el "Chuto VERA", un suboficial del ejército muy joven aún, pero exigente y drástico en implantar el orden.
Para mediados de año se tenía que hacer una marcha nocturna de varios kilómetros. Se escogió el pueblito de Jesús como meta, de manera que se tenía que asistir correctamente uniformados y  llevar el  equipo militar reglamentario, mochila, cantimplora, frazadas, los cascos eran prestados por el batallón de infantería Zepita Nº 7.
El "Huevo” Torres era mi vecino y compañero de estudios. Quedó en pasar por mi casa a las 6 pm, darme una "silvadita" e irnos al colegio, cuando el llegó yo ya estaba listo esperándolo, de manera que al primer silbido estaba en la puerta de mi casa haciéndole señas de que se calle para no llamar la atención de  mi familia.
Caminábamos en dirección al claustro, cuando se le ocurrió la idea de que vaciáramos el contenido de la cantimplora que era limonada sin azúcar y llenarla con cañazo o pisco. Al principio me opuse, pero no se por que razón acepté y nos dirigimos a la cantina del señor Cruzado. Llegamos. La puerta esta entreabierta y se escuchaba los cánticos de un borrachín al igual que las voces un poco exaltadas de sus acompañantes.
Don Abel, dueño del local se sorprendió al vernos con esa indumentaria. "Que pasa muchachos…se van a la guerra ó que?, que desean, en que los puedo servir?..."
"Véndanos una botella de aguardiente", le contestamos… "Como, quieren morir borrachos?"... bromeó con nosotros. "No Don Abel, es para el frío", volvimos a expresarle, "nos vamos de marcha de campaña a Jesús".
"Muy bien muchachos, pero conste que yo no les vendí nada, son menores de edad y no quiero tener problemas..."
Nuestra conversación había sido escuchada por uno de los que estaban detrás del biombo ó cortina que separaba el mostrador del interior donde estaban las mesas. Una cabeza se asomó y era el papá del "Huevo" Torres. Reconoció a su hijo y dijo en voz alta: "Compadre, esa botella la pago yo y déles otra de mi parte, es mi hijo con su amigo...", y extendiendo los brazos apretó al sorprendido "Huevito" en un abrazo fuerte y sincero.
"Hijo mío, ya eres todo un hombre, me parece que estás partiendo a la guerra. No sabes cuanto te quiero, perdóname por estar así en este estado...".  Las lágrimas le corrían por sus mejillas y hablaba entrecortadamente dándonos lecciones de patriotismo y la obligación de enfrentarse al enemigo por defender nuestra soberanía.
Cumplimos con nuestro objetivo, salimos guardando algunas monedas que como propina nos brindó don Ezequiel y enrumbamos con dirección a nuestro destino.
Cuando llegamos al colegio ya estaba de noche, en la calle se habían formado dos columnas de estudiantes y afanosamente buscábamos a nuestra gente, al ubicarlos nos integramos en la fila y comentábamos nuestra experiencia vivida hace algunos momentos. Con gran sorpresa comprobamos que no éramos los únicos. Todos, ó al menos casi todos, como si fuera algo acordado con anticipación habían pensado lo mismo. Llevar este líquido, en lugar de la limonada.
Partimos apenas nos dieron la orden. Entonando nuestro hermoso Himno iniciamos nuestra travesía disponiéndonos a cruzar las calles de la ciudad. Los familiares y gente curiosa salían a los balcones y a sus puertas y nos daban el adiós. Al divisar a sus hijos algunas madres dejaban escapar algunas lágrimas. Las enamoradas de algunos, enviaban discretos besos volados y lentamente abandonamos la ciudad.
La noche estaba estrellada. Una luna en cuarto menguante se movía al ritmo de nuestros pasos. Los hombres de enlace se movilizaban de cabeza a cola de las dos columnas trayendo las órdenes del instructor Vera: "¡Descansen 10 minutos!...Tienen 10 minutos para hacer sus necesidades y tomar un breve descanso!...."  "Ya saben que no deben tomar mas de dos pequeños sorbos de su cantimplora!..."  Así lo hacíamos. Lo malo que en lugar de agua, tomábamos el fuerte aguardiente que entraba arañando por nuestras secas gargantas.

    El "Cabezón" Bazán Cerdán era el alumno estrella, destacado por su alto coeficiente intelectual, respetado por ocupar el primer puesto en el cuadro de honor del colegio. Marchaba en la fila izquierda de la columna, junto a sus compañeros del 5º año”B”. Mi hermano Augusto, Jhonny Chavarri, el "Loco" Grosso, Paco Tejada y el "negro" Correa lo seguían y en cada descanso se esmeraban en hacer beber de sus cantimploras largos sorbos de cañazo por lo que a la hora de reiniciar la marcha el andar de todos ya no era el mismo.
Con mucho esfuerzo llegamos a la meta. Los estragos del licor ya habían comenzado a hacer sus efectos. Algunos alumnos abandonaban las filas para ingresar a las chacras y vaciar sus estómagos. Cuando el instructor ordenó que acampemos, la mayoría ya estaban mareados y se tiraban de largo en el campo a descansar haciendo caso omiso a las órdenes impartidas.
Fue entonces que ocurrió lo inaudito. El "Chuto" Vera dirigiéndose al "cabezón" Bazán le ordenó que se acerque y le sople la cara para oler su aliento. Viendo la negativa, impartió nuevamente la orden pero levantando la voz. Nuevamente Julio ni se inmutó, mas bien de sus labios brotó una sonrisa burlona, mirándolo fijamente, murmuró algo entre dientes lo que originó que este pierda la calma y trate de agredirlo con una bofetada, pero se contuvo y llamando al brigadier general le dio indicaciones que redacte un parte por falta de respeto al superior y por estar bajo los efectos de bebidas alcohólicas.
Nunca habíamos visto amargo al "cabezón". Si bien no era inquieto, travieso y juguetón, tampoco era lo contrario. Era un poco introvertido, pero apreciado por todos nosotros.
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