Lita debía ser una de las personas más sensibles en lo que a decoración se refiere. Detestaba tener que depender de decoradores de interiores y toda su vida había entrenado su buen gusto y su intuición, tanto en lo referente a esta materia como en lo relativo a la repostería.
En otras palabras, había dos cosas que ya estaban desesperando a Lita: El aspecto lúgubre del edificio semi abandonado en el que estaban y el olor nauseabundo que cubría todo el lugar. Todo eso la tenía de mal humor, y además, se sentía una carga, pues aún subía con dificultad las escaleras, debido a sus numerosas heridas.
- La paciencia nunca ha sido la virtud de ustedes dos - refunfuñó Artemis, que estaba siendo cargado por Bruce.
- Dejen de quejarse - respondió este último -; es el único lugar relativamente seguro en toda la ciudad.
Ya habían subido al segundo piso del edificio por unas escaleras metálicas exteriores, mohosas y semi derrumbadas. Su aspecto no era muy distinto a la planta inferior, pero el suelo parecía un poco más limpio y las paredes no tenían tantos dibujos; quizás era debido a su difícil acceso. Las luces de los faroles eléctricos llegaban directamente a través de las ventanas y la iluminación era mayor e incluso resultaba molesta. En una esquina algo alejada se encontraba Ami, acostada sobre un par de mesas unidas que hacían de improvisada camilla. Estaba inconsciente aún, pero fuera de peligro; Heracler le había vendado la frente y la mano derecha, que habían sido heridas en la batalla.
- Vamos a ver a la bella durmiente - dijo Bruce soltando un suspiro que no pasó desapercibido para Lita.
- Sí, y quizás necesite el beso de un príncipe... - Dijo ésta en tono de sarcasmo, haciendo reír mucho a Artemis.
- ¡Eh!, por favor - dijo Heracler, tapándole la boca a Artemis repentinamente y dirigiéndole una mirada brusca -, no vayas a pensar mal... - Artemis ya estaba rojo mientras Bruce hablaba con Lita -, era sólo un comentario al aire - Artemis empezaba a mover las patas desesperado, sin poder respirar -, este, yo, sólo estaba... ¡Respirando profundo porque... !, AUCH, ARTEMIS.
Sin aguantar la respiración por más tiempo, el pobre gato optó por usar sus garras... Así con la mano rasguñada, Bruce lo soltó y Artemis cayó al suelo, con la respiración muy agitada y la lengua afuera... Lita miró entonces a los dos y soltó una carcajada.
- Es Ami - dijo al fin -, ¿no es cierto, hermano?
Silencio. Bruce no dijo nada mientras Lita lo miraba con su rostro acogedor y honesto de siempre. Nadie más en el mundo podría haberle causado a Bruce una sensación de mayor confianza; era imposible mentirle a su hermana, lo sabía, y sus ojos siempre lo delatarían frente a ella. Pero eso no era un problema para él, al contrario; era más bien una gran alegría que Lita supiera todo lo que le estaba pasando, y fue esa alegría la que le hizo sonreír, y luego, confesar todo.
- No debe recordar nada... - dijo Bruce al fin -. Ahora casi preferiría haber olvidado todo, pues así no sufriría su indiferencia.
- No me vengas con idioteces - le dijo Lita -, no puedes darte por vencido así tan fácil. Y además - le dijo guiñándole un ojo - no me queda claro que vayas a serle indiferente...
- Creo que viene un poco de "cerca" el cumplido, pero ¡Gracias! - le dijo sonriendo.
Lita levantó a Artemis delicadamente del suelo y, luego de acariciarlo en el lomo mientras Bruce se disculpaba con él, se puso más seria y le preguntó:
- ¿Puedes devolverle la memoria a Ami, así como lo hiciste con Bruce?
- Imposible, lo siento - dijo cabizbajo -. Sólo la portadora del Cristal de Plata puede devolverle la memoria a una Sailor, o bien Luna, bajo ciertas circunstancias... pero yo no puedo.
- Espera un poco - interrumpió Bruce -, yo recordé parte de mi pasado a través de los sueños. ¿Cómo es eso posible?
- Eso no depende ni de mí, ni de nadie - respondió Artemis -. Cualquiera puede recordar su vida pasada a través de los sueños, pero deben darse las condiciones; es un don imposible de apresurar.
Un débil gemido de dolor acompañado de un movimiento brusco fue la señal para que todos se fijaran ahora en Ami. Sospecharon que estaba a punto de despertar, pues la conversación previa de los tres parecía haberla perturbado. Y aunque aún estaba sumida en sus sueños, ya se acercaba al final de sus visiones y parte de éstos llegaron a oídos de los demás mientras se aproximaban cuidadosamente a la camilla donde se encontraba: involuntariamente, Bruce le tomó la mano izquierda y Ami la apretó con fuerza mientras que con una mueca de dolor repetía débilmente, y para la sorpresa de todos, las siguientes palabras:
Ventu... Ventu-mitsë cara misterû. Heracler,... Her-Clamda
Los recuerdos pasaron ahora fugazmente por la mente de Bruce. El idioma de Júpiter, no había duda. Era inconfundible; tenía el poder y la fuerza de los habitantes del planeta rey. Ami lo había aprendido en el Milenio de Plata y mucho antes de conocerlo a él. No había ninguna forma de que lo hubiese aprendido en el siglo XX, pues obviamente ya nadie lo dominaba.
- ¿Qué fue lo que dijo? - preguntó Lita intrigada - ¿Está delirando o algo así...?
- Casi juraría que dijo...- respondió Bruce dubitativo - no, de hecho dijo algo ... en nuestro idioma.
- ¿Nuestro? - volvió a preguntar Lita intrigada
- Tú todavía no lo recuerdas en detalle - agregó Artemis - pero Bruce lo tiene muy claro en su mente. Las palabras de Ami estaban en Ganivëntu, el idioma tradicional de tu planeta natal, Lita.
Bruce acercó su oído a la boca de Ami, para escuchar hasta sus susurros. Estaba fascinado por la posibilidad de que Ami descubriera sola sus propios recuerdos enterrados hace tanto tiempo. Su corazón estaba latiendo muy rápido, y sintió que el de Ami también estaba agitado, como si sintiera su presencia. Una comunicación más profunda que las palabras estaba brotando entre ellos, y los hacía sentir, por un lado nerviosos, pero por otro lado expectantes y ansiosos. Para Bruce, no había nada más en el mundo (ni nada más hermoso) que el rostro de Ami, sumido en sus extraños y profundos sueños.
- ¿Puedes escuchar algo? - preguntó Lita
- Está hablando muy despacio - dijo Bruce, con los ojos cerrados, concentrado en oír hasta los más mínimos detalles - pero alcanzo a entender a trozos.
- ¿Y se puede saber qué esperas para traducir? - dijo Lita, impacientándose
Bruce no respondió. Estaba oyendo palabras hermosas, que lo llenaban de esperanza, y no tenía caso traducirlas. Más importaba responderlas llegado el momento, y ese momento estaba cerca. Por eso, no le tradujo las palabras de Ami y prefirió alejarse, con el corazón apretado en el pecho y los ojos fijos en Mercury, soltándole la mano lentamente, como queriendo alargar todo lo posible ese contacto esperado hacía tantos siglos. En esos momentos Bruce (o Heracler) pensó fugazmente en toda su vida en la tierra; en el orfanatorio, en las peleas callejeras, el miedo de sus amigos al verlo, los demonios y las muertes de sus seres queridos, su búsqueda larga y desesperanzada por China y Japón, sus combates... supo que todo, TODO tenía un sentido, todo importaba con tal de haber visto, aunque fuera fugazmente, a Ami. Cuánta gente pasaba toda su vida sin poder contemplar esa alegría que él estaba viviendo ahora. Tenía en frente a su amor, su gran amor, que había conocido hacía siglos y que ahora estaba tendida en una cama, hablando despacio y dependiendo totalmente de sus cuidados.
Nuevamente el silencio los envolvió mientras miraban a Ami. Lita y Artemis se acercaron a los pies de la camilla y observaron expectantes, mientras Bruce seguía parado frente a ella, sin perder ni un sólo momento de vista su rostro, ahora un poco más sereno que antes. De esta manera, los tres fueron testigos de su despertar, que fue tan lento y suave como una brisa. Nada parecía haber cambiado cuando abrió los ojos, era casi parte de todo lo que estaba pasando en ese momento. Por eso nadie dijo nada y simplemente contemplaron el regreso de Ami a la realidad.
- ¿Qué ocurre? - dijo despacio, con la voz un poco apretada - ¿Dónde estoy?, ¿Lita, eres tú?
- Sí amiga mía - respondió ésta, haciéndole cariño en el pelo -. Estamos juntas, como siempre.
- Como siempre... - dijo Ami, apretándole la mano fuerte -. Artemis, gracias por cuidarnos.
- ¡Pero si no fui yo! - dijo éste sorprendido -. La persona que nos ha rescatado se llama Bruce, y creo que desea conocerte.
- Y... ¿Dónde está?
- Al frente tuyo, Ami ... - dijo Lita, con una sonrisa.
Por supuesto, Ami giró la cabeza lentamente, pues no había mirado hacia el frente cuando despertó sino en dirección hacia Lita. Y aunque la luz de los faroles eléctricos apuntaba justo en la espalda de Bruce y Ami todavía no acostumbraba bien los ojos a la oscuridad, pudo descubrir un brillo familiar en esa mirada, acogedora y dulce como la de su amiga.
De a poco su vista fue adecuándose a la luz del entorno y descubrió para su sorpresa que el parecido con Heracler era cada vez más nítido; de hecho, pestañeó un par de veces incrédula antes de decir alguna palabra. Recién había despertado de sus sueños, y tenía los recuerdos frescos en su memoria. La pena de perder a Heracler aún no había quedado atrás, y tuvo que aguantarse para no llorar en ese mismo momento.
Pero su espíritu racional despertó de nuevo: ¡Era un sueño!, pamplinas, no es posible, nada de eso fue realidad. Una simple coincidencia, nada más. El Milenio de Plata y la Reina Serenity eran reales, pero... Heracler podía ser un invento de su subconsciente o algo así.
- Estabas soñando, ¿no Ami? - interrogó Lita.
- ¿¡Eh!?, - dijo mientras se reponía de la visión de Bruce, con una clara expresión de sorpresa - ... sí. Era un sueño muy largo y triste. Pero no hablemos de eso. Quiero saber qué pasó con Venus.
- Tu amiga ha sido capturada - respondió Bruce repentinamente -. Necesitamos tu ayuda para encontrarla.
Ami ya no estaba impresionada, sino simplemente petrificada; su voz era demasiado parecida, era idéntica a la voz de Heracler. Y esa voz le pareció una música... le hizo recordar los momentos alegres que vivió en su sueño, en el Milenio de Plata. Ya no le parecía tan irreal que esos recuerdos fueran parte de su pasado, pues sus sensaciones eran reales: estaba muy nerviosa.
- ¿Te pasa algo, Ami? - preguntó Artemis un poco intrigado.
- No... no me lo creerías - respondió ésta, alejando tímidamente su mirada de Heracler.
Lita ya había entendido todo el asunto a esas alturas. Era claro que algo había que hacer para que de una vez por todas esos dos se decidieran a actuar, así que simplemente tomó la iniciativa de la mejor manera que pudo:
- Artemis, creo que... ¡Se me olvidó mi broche de transformación abajo, en el primer piso!, sí, pero qué tonta soy. Voy y vuelvo. Bruce, Ami, por favor no se sientan nerviosos - Ambos la miraban absolutamente perplejos y algo incómodos -, es que... no puedo dejar mis cosas así tiradas ¿Cierto Artemis?...
- ¿Pero qué estas dicien...? - gritó Artemis, sin alcanzar a responder. Lita ya lo tenía tomado de la pata y se lo llevaba bruscamente en dirección a la escalera.
- ¡Eres un insensible! - le dijo Lita, despacio y un poco más alejado de ellos - y un aguafiestas ¿no ves que quieren estar solos?
- Lita... ¿crees que es una buena idea?
- ¡Déjalo en mis manos!, recuerda mi experiencia en el amor.
- Eso es justamente lo que temo - respondió Artemis mientras se alejaban.
Aunque Lita había actuado con la mejor intención, sólo había dificultado las cosas. La pobre Ami estaba ya paralizada de terror, frente a un hombre muy parecido a su príncipe azul, que ni siquiera sabía si había sido real o si había sido un sueño, y además no tenía ninguna seguridad de qué intenciones tenía su amiga dejándola sola. Por su cabecita empezaron a pasar negras ideas hasta que Bruce se decidió a hablar.
- Por favor discúlpala. Nunca ha sido una persona muy paciente, y me imagino que estás nerviosa. Pero créeme por ahora que soy un amigo de ustedes y no tengo nada que ver con esos demonios que viste hace unas horas.
Heracler tomó una silla y se sentó a su lado mientras ella razonaba rápidamente.
- Espera un poco... ¡No entiendo por qué hablas de Lita como si la conocieras!.
Bruce le dirigió una mirada más seria, y Ami no soportó más; miró hacia abajo, sollozando. Ahora el parecido era total, esa ERA la mirada de Heracler, la misma que tenía cuando se despidieron de Júpiter la primera vez. Tapándose la cara con los ojos, Ami le respondió con la voz entrecortada:
- Tuve... tuve un sueño hace poco. Por eso estoy tan sensible; fue un sueño demasiado hermoso, y tú me haces recordar a alguien muy especial... Pero ¡Qué tontería!, debes creer que estoy loca. Lo siento.
- ¿Y de qué debería disculparte? - dijo -. La gran Ami siempre ha sido demasiado rápida como para que se le escape ningún detalle, y la pregunta que me hiciste hace poco es una prueba. Te aseguro que si te la respondo así a secas, no me creerías.
- ¡Ya basta de rodeos! - dijo Amy con lágrimas en los ojos, encarándolo violentamente -. Por favor, si tienes algo que decirme hazlo ya; no puedo más, estoy destruida ¿Es que no te das cuenta?
No había alternativa. Debía ir al grano ahora, pues Ami no aguantaría evasivas. Y además, no soportaba verla sufrir así, aunque eso significaba que las cosas no irían a la velocidad que él esperaba. Sonriendo, muy alegre, la mira con sus ojos pardos, ahora claros a la luz de la ventana, y le dice lentamente:
Altar Kumdá Mir - klâm gina Zeus Gentûmë
Ter misteru, Ter minäs
Ami Ter Clamda, Ami ventu mitsë
Sacriventu, Karma ser...
Lo que significa: "aún en la paz, o en las batallas crueles de Júpiter; en la victoria o en la derrota; tú, Ami, serás mi dama valiente, tu amor, Ami, será lo que importa, y el "sacriventu" dejará de ser una carga.".
En ese momento, Ami se dio cuenta que su corazón latía con fuerza desde antes de despertar; sintió su presencia y sus cuidados mucho antes de verlo y una atmósfera especial e íntima los envolvía hacía mucho tiempo. Descubrió que no era necesario usar más palabras, el poema era suficiente... él era Heracler, el hermano de Lita, el único amor de toda su vida; no cabía ninguna duda. Así, completamente segura de sus sentimientos, dejó de mirar a Heracler a los ojos y lo abrazó, lo abrazó delicadamente apoyando la cabeza en su pecho. Y ya no pensó en nada más. Estaba contenta como no lo había estado en mucho tiempo, y creyó haber esperado toda la vida para ésto. La timidez ya estaba a un lado, no influía en absoluto.
- Heracler... Heracler. Estás aquí, no has muerto, estás vivo. Gracias al cielo.
- Ami - le decía tiernamente, contemplándola mientras le hacía cariño en la cabeza -, siempre tuviste facilidad para todo, pero nuestra lengua te fascinaba ¿no es cierto?
- Sigue fascinándome. Gracias por ese hermoso poema. También es de la Zeusgene ¿verdad?...
- Ami... eres la misma - dijo Heracler, sonriendo.
El sol estaba empezando a salir en el horizonte. Las luces de la ciudad, los faroles eléctricos, bajaron de intensidad y el lento amanecer fue elevándose mientras Ami y Heracler se reencontraban. La nueva luz fue un símbolo para ellos, que llenos de esperanza, soñaban con un futuro distinto, alejado de las penas del pasado y del dolor de separarse. Fueron felices por un tiempo breve, pero eso ahora no les importaba. La esperanza lo cubría todo, como el amanecer. Las sombras retrocedían, las nubes huían lejos.
Conversaron por más de una hora. Se dijeron todo lo que pudieron, desde los más pequeños detalles de sus vidas hasta sus sentimientos más profundos. Querían encontrarse, unirse, ser casi una sola persona. Sólo saber qué había sido del otro era algo emocionante, ninguna otra noticia parecía tener importancia. Y no sólo conversaron de sus vidas en la Tierra, sino de todos los detalles que ocurrieron en el Milenio de Plata. Mientras Ami le contaba sus aventuras con el taxista de Júpiter y su escapada de Mercurio, Heracler le contaba todos los detalles acerca de los preparativos para ese torneo, la llegada de Serenity y sus conversaciones con su hermana. También hablaron de la última batalla en el Milenio de Plata, del combate que Ami tuvo con la Negafuerza y de la batalla titánica entre Heracler y Malakite. Recordaron sus promesas, sus proyectos, sus sueños...
Pero no estaban en el Milenio de Plata, y eso era más claro en ese momento para Heracler que para cualquiera. Sus peores enemigos estaban muy cerca, y no sólo Ami sino la ciudad completa corrían serio peligro. Por esa razón, y no porque no quisiera seguir conversando con Ami, debió cambiar drásticamente el tema y volver a la realidad.
- Ami - interrumpió de repente Heracler -. ¿Sabes bien en qué situación nos encontramos?
- Sí - respondió ella -. Estos demonios son parte del ejército de tu planeta, que desertaron del Milenio de Plata y se unieron a la rebelión de la Tierra.
- Exacto. Nuestra prioridad ahora es detenerlos y rescatar a tu amiga, Sailor Venus.
- De acuerdo - le dijo, tomándolo de la mano -. Ha llegado la hora de combatir y será un honor para mí hacerlo a tu lado, príncipe Heracler.
- Pues ¡Vamos ya!, no demoremos. Recuerda que estamos juntos ahora y...
- ... Y eso es lo que importa.
En ese momento, Ami interrumpió a Heracler poniendo su dedo delicadamente en los labios de su compañero, igual que como él lo había hecho hacía mucho, mucho tiempo con ella. Y después lo besó, también delicadamente, con la liviandad y la ternura que caracterizaba a los de su raza. Y Heracler cerró los ojos y unió ese beso con el suyo, con la fuerza y la honestidad propias de un guerrero de Júpiter. Y con ese beso terminaba el poco miedo y la desconfianza que aún los separaba, y también las ridículas diferencias que parecían distanciarlos hacía tanto tiempo.
Por otro lado, Lita hacía mucho que ya no aguantaba la curiosidad, y se había levantado para observar a Ami y Heracler a hurtadillas. ¡Era impensable que hubiese tenido la paciencia para esperar por más de una hora sin saber nada de lo que ocurría!. Fue así que, escondida frente a la escalera y con Artemis todavía en sus brazos, fue testigo de ese beso tan esperado. Y aunque estaba emocionada y feliz hasta casi las lágrimas, no pudo evitar lanzar un grito de victoria... Así, el pobre Artemis fue víctima de esa explosión de alegría y tuvo que soportar que lo tomaran de las patas y lo zamarrearan por un rato. Sin embargo, él también estaba muy feliz por ese reencuentro y no se quejó en absoluto.
Tomados de la mano y muy lentamente, Ami y Heracler se dirigieron a la escalera para buscar a Lita, y su sorpresa no fue poca cuando la encontraron tratando de bajar, pues aún estaba un poco adolorida y no podía huir con la velocidad que hubiese esperado para no ser descubierta. De esa forma, Heracler y Ami la quedaron mirando entre sorprendidos y divertidos mientras se disculpaba de la mejor de las formas, con la mano en la cabeza y roja de vergüenza.
- Es que... les venía a decir que yo... - dijo mientras los otros dos empezaban a reír-. ¡Está bien!, estaba espiando, ¿Y qué?.
Ami se acercó a Lita, e irguiéndose lo más que pudo, le dió un pequeño beso en la frente mientras seguía de la mano de Heracler. Así Lita se sintió mucho más que perdonada, y sintieron también que, además, ellas dos estaban recuperando su antigua amistad, profunda y eterna como el Sacriventu.
- Nunca me acostumbraré a decirte cuñada - le dijo Lita, con una sonrisa.
- Entonces no lo hagas - respondió Ami -. Nuestra amistad es algo inseparable, no es necesario que le des otro nombre. Además, te siento más como una hermana que como una amiga.
De esa manera, descendieron juntos por la escalera, ahora realmente cambiados, unidos y listos para dar cualquier batalla. Pues el Sacriventu es eso: dar batallas por los amigos, sacrificarse por entero, olvidarse de uno mismo. Y ni el tiempo ni la distancia pueden borrar un lazo tan fuerte, un lazo que ya los unía a los tres, hacía mucho, mucho tiempo.
Creado por: Leo Valencia