- "Es terrible, simplemente terrible" se
lamenta llorando Fuly.
- "¿Qué te sucedió?"
le pregunta Reubén.
- "Fue una desgracia. Ayer... ayer me contaron
lo que sucedió en el concierto."
- "¿Qué fue lo que sucedió?"
intervienen todos los que alcanzaron a oír.
- "Antes de que pudieran empezar, algo así
como dos ráfagas descendieron al escenario y
destruyeron el sistema de
sonido de El Grupo. Hubo explosiones, pero se pudo controlar el
incendio. Cuando todo se calmó,
no pudieron hallar a El Grupo, ni a su manejador" relata
Fuly.
- "Yo tengo el teléfono de su hijo"
informa Reubén.
- "¡Vamos a hablarle!"
En la caseta telefónica, se reúne la muchedumbre ansiosa por saber lo que pasó. Hay una respuesta del otro lado de la línea. Es Obeth, el hijo del manejador de El Grupo.
- "Obeth, ¿cómo te encuentras? Habla
Reubén" le dice.
- "¿? ¡Ah! Sí, de la Secundaria."
- "¿Qué te sucedió?"
- "Mi padre ha desaparecido junto con El Grupo
desde el ataque de ayer. Yo... no quiero ser
totalmente huérfano.
Ahorita no estoy muy dispuesto a platicar, perdóname."
- "¡No te preocupes! Tarde o temprano aparecerán."
- "Espero que tengas razón. Tengo que
colgar. Me siento mal."
La gente ha empezado a retirarse. Reubén empieza a tener una punzada en su estómago, y un presentimiento que se acentúa al ver la cara de Fernando.
- "¿Nosotros hicimos eso?"
pregunta en voz muy baja Reubén.
- "No lo sé. No hay que
volver a hablar de lo que sucedió" le
contesta Fernando.
Los dos silenciosamente regresan a sus salones. Una carta anónima los espera.
"Es la decisión más difícil en sus vidas, puesto que no saben qué son los zapatos, ni qué sucedio cuando se los pusieron ayer. Pero, es que todo pasa por una etapa de transición, de reajuste. Si volvieran a ponérselos, verían cómo los pueden controlar. Esta decisión es de ustedes. Podrían olvidarse de lo que pasó, de los zapatos, puesto que se avecina un cambio radical, y lo que decidan acarrea pros y contras muy particulares que ignoro, y sería una tontería guiarlos en su decisión si yo mismo ignoro las consecuencias. Espero que lo que escojan sea lo correcto."
Rápidamente, Reubén sale de su salón, y encuentra que Fernando también ha recibido esa carta. Se van al patio trasero de la escuela, y justo cuando Reubén va a empezar a hablar...
- "¡Alto!" ordena Liní.
Una ráfaga de viento casi tumba a Fernando y a Reubén. El se voltea y descubre que Alfonso se encuentra atrás de él. Fernando, que por estar frente a Reubén vio todo, tiene los ojos abiertos en sorpresa.
- "¿Qué te pasa? ¿Todavía
no estás bien? ¿No ves que ellos te pueden eliminar?"
Lo regaña Liní.
- "Lo siento. Los oí cuando dijeron -
interrumpe a Alfonso.
- "¡Ya lo sé! Como te ví
dar muchas vueltas, sabía que ibas a intentar algo estúpido.
Y respecto a
ustedes..." se
dirige a Fernando y Reubén de frente "pueden
ir dejando la farsa de
vulnerabilidad, porque ya
sé quiénes son y qué hicieron. Muy pronto hallaré
la forma de quitarles
los Quhrybo, y vengarme."
Liní y Alfonso se retiran.
- "Yo... no lo ví... hasta que ella dijo
'alto'" todavía está
sorprendido Fernando.
- "¡Y casi nos tumba! Eso de la farsa...
creo que los zapatos tienen que ver algo en todo esto."
- "¿Pero cómo lo vamos a saber?"
- "Tomando una decisión. Se supone que
si volvemos a ponernos los zapatos, esta vez los
podremos controlar. No sé
a ciencia cierta a qué se refiera eso, pero yo me los voy a volver
a
poner."
- "¡Yo también!"
- "¡! ¡Ya pasan de las siete! ¡Vamos
a llegar tarde a nuestros salones!"
- "¡Pues córrele!"
Todo el resto del día de clases, Liní, junto con Adrián y Alberto, miraban con una furia aterradora a Reubén. Afortunadamente no pasó a mayores, y a la hora de salida se pudo reunir con Fernando sin contratiempos.
- "Yo no traigo los zapatos" le
anuncia Fernando.
- "Yo tampoco. Pero tengo una idea. Yo te llamo
desde mi cuarto, y tú contestas en el tuyo. Así
los dos nos vamos a poner
los zapatos al mismo tiempo, y sin que nos vean."
- "Perfecto."
Quedando de acuerdo, se dirigen a sus casas y se encierran en sus cuartos. Reubén marca el teléfono. Contesta Fernando.
- "Déjame ver. Ahí va. A la cuenta
de tres nos ponemos el izquierdo. ¡1, 2, 3!" cuenta
Fernando.
- "Ahí está ya. Y todavía
no sabemos para qué son las estampas con el mapache..."
- "Creo que así nos vamos a quedar...
a menos que llegue otra carta explicándonos."
- "Ahora me toca contar a mí. A la cuenta
de tres nos ponemos el derecho. ¡1, 2, 3!"
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