Neonacionalismo   
por Paulo Metri
 
El autor del presente artículo publicado en el periódico económico Monitor Mercantil de la ciudad de San Pablo, el 17 de setiembre pasado, es Consejero del Club de Ingeniería. La tesis es sencilla: si queremos ser cada día futuro más potencia debemos dejar en el olvido las causas de luchas anteriores: hoy la lucha significa ser neonacionalista, es decir participar del movimiento que despliega la defensa de los intereses nacionales, de la democracia y de la justicia social.
 
En el libro La Era de los Extremos, su autor Eric Hobsbawm dice que a diferencia de los muchos que vivieron la mayor parte de sus vidas enclaustrados en la segunda mitad del siglo xx pensando que ese siglo no será caracterizado por la disputa entre el comunismo y el capitalismo, se lo recordará porque la guerra fría duró más de cuatro décadas. Este siglo puede ser mejor caracterizado por el gran salto tecnológico y por las matanzas ocurridas en las guerras y persecuciones políticas, étnicas, económicas y religiosas. En ningún siglo la humanidad sufrió tantas bajas causadas por el propio hombre.
 
Es curioso, porque los ideales humanistas fueron también difundidos en ese siglo, y algunas conquistas relativas a esos ideales fueron obtenidas, aunque si fueran comparadas con las atrocidades ocurridas, sin duda que la humanidad avanzó.
 
En nuestro país, por lo menos una generación tuvo su período más productivo de vida signado por el terror del conflicto comunismo versus capitalismo y, hoy, se llega a la conclusión que, además de la pérdida de vidas y de todos los sufrimientos, lo que es bastante trágico, la sociedad perdió talentos, esfuerzos, y tiempo, lo que hoy vemos como menor. ¿Quién podría imaginar, en los años 1970, que estábamos participando de una lucha que, cualquiera fuese el ganador, la victoria sería sin gloria? Esto es dicho sin querer quitar mérito al idealismo de todos los que participaron durante aquellos días. Otra observación necesaria para que no haya confusión: la causa socialista no se desmoronó junto con el muro de Berlín. Ella es mucho más que una brújula que indica el norte de la lucha por las causas sociales. Lo que cayó junto con el muro fue aquella experiencia de socialismo real que existió en la URSS. Ahora nos resta a nosotros empujar para adelante, con la experiencia del pasado, porque es imposible prever correctamente la verdadera batalla a ser trabada. Hay necesidad de no buscar, en un medio comprometido con intereses de grupos económicos, muchas veces extranjeros, el objetivo de luchar para evitar un nuevo error de compromisos. No podemos jugar a otras generaciones en la lid.
 
El hecho ocurrido con la llegada de la globalización, además de la desgracia, es hoy bastante citado. A parte de la izquierda de los países en desarrollo, que concordaba con la internacionalización de la lucha del proletario, no al principio, pensó que la venida de la globalización facilitaría la referida internacionalización. Con el pasar del tiempo, se verificó que la globalización correspondía a la conquista de los mercados y de los recursos naturales de los países emergentes y al libre flujo de capitales llegados de países centrales para obtener lucro en los países subordinados. Con ello, en los actuales días, es lugar común que para conseguir mejores condiciones sociales de un país, es necesario obrar la protección de la sociedad local respecto a la expoliación externa, o sea, que es necesario ser nacionalista, no con la significación que esa parte de la izquierda le abrió a una mayor solidaridad con los oprimidos en escala global.
 
Por otro lado, algunos nacionalistas del pasado apoyaron, en diferentes grados, a regímenes autoritarios y, hoy, continúan siendo nacionalistas en el sentido de privilegiar la producción de las empresas nacionales, y de ansiar un desarrollo acelerado y un futuro grandioso para el Brasil. Algunos de esos nacionalistas fueron y continúan siendo conservadores. Están, por ejemplo, contra una verdadera reforma agraria. Existe prevención, hoy, y con justa razón, por parte de integrantes de la izquierda con los nacionalistas que apoyaron regímenes autoritarios del pasado y, hasta a los que no apoyaron pero son conservadores. Con todo respeto, existe un mal mucho mayor para la sociedad, en el momento en que la existencia del imperialismo externo requiere la cohesión de fuerzas sociales nacionalistas, desde que no existen en ese grupo, personas que proclamaron el retorno a la dictadura o que hayan tenido algo en el pasado que las comprometa, como con la corrupción, etc.. Los que participaron de esa cohesión de fuerzas tendrán que practicar la tolerancia, pues serán, en algunos casos, puestos de lado con los eventuales desafectados del pasado. Pero con todo, todos serán correligionarios actuales de una causa mucho mayor. Si esa cohesión no es comprensiva en el momento actual, poco podrá ser hecho, en el futuro, porque también el futuro será muy difícil.
 
Con todo, no tendrá sentido la existencia del nacionalismo, que es un camino para alcanzar el desarrollo económico, si no existe también la democracia para que se logre paralelamente el desarrollo social. No se debe olvidar que el objetivo último es una sociedad desarrollada, democrática y justa.
 
Por todo esto, se hace necesario el lanzamiento de un frente amplio de lucha contra la expoliación externa de nuestra sociedad. Así, debe ser lanzado el neonacionalismo que se define como un movimiento que despliega la defensa de los intereses nacionales, la democracia y la justicia social. Aquellos que, aún hoy, restringen cualquiera de estos puntos no podrá adherir al movimiento.
 
La grandeza y la felicidad futura de nuestra sociedad depende de la grandeza de espíritu actual de todos esos brasileiros de bien.
 

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