Marcos Irizarry: vida y obra 1987-1991 (y un poco m‡s)
Teresa L—pez

Ponencia presentada en el Simposio Marcos Irizarry en el RUM, abril 2008


Cuando conoc’ a Marcos Irizarry en 1986, Žste reciŽn comenzaba una nueva etapa en su vida, tanto personal como profesional. Hasta entonces Marcos hab’a sido mejor conocido como un maestro grabador. Segśn se–al— en un escrito Mari Carmen Ram’rez fue: Ňuno de nuestros m‡s destacados e insignes grabadoresÓ. Pronto gozar’a de un merecido reconocimiento como artista gr‡fico fuera y dentro de Puerto Rico cuando se presentar’an en el 1987 una retrospectiva en el Museo de Antropolog’a, Historia y Arte de la Universidad de Puerto Rico en R’o Piedras y una exposici—n en la prestigiosa Calcograf’a Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, Espa–a, un a–o m‡s tarde.

ReciŽn hab’a aceptado una invitaci—n para trabajar como artista residente en el Recinto Universitario de Mayagźez (RUM), para desarrollar el taller de gr‡fica e impartir clases de grabado. Trabajar un semestre al a–o en Mayagźez signific— vivir al menos la mitad del a–o en Puerto Rico, por lo que alquil— una casa de campo dentro de la Hacienda Las Delicias en Maricao. Esta nueva casa se sum— a las otras residencias que ya ten’a en Espa–a: el torre—n que mantuvo desde sus tiempos de estudiante de arte en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y la antigua casa payesa que desde los setenta ten’a en las afueras del pueblo de San Miguel en Ibiza. Por otro lado, un poco antes le hab’an extirpado un tumor canceroso, operaci—n que le hab’a dejado una gran cicatriz en la parte superior
del pecho y reciŽn comenzaba a enfrentarse ese fenomenal coloso.

En 1987 Marcos decidi— abandonar el medio del grabado (aunque sigui— exhibiendo su śltima serie de grabados, la Mediterr‡nea, por un tiempo m‡s) y se dedic— a hacer obra pict—rica. Es en esta nueva etapa de pintor cuando ambos compartimos muy de cerca. En ese mismo a–o iniciamos una relaci—n sentimental, la cu‡l finaliz— en 1991. Adem‡s del romance, compartimos varios talleres tanto en el Viejo San Juan, en Ibiza, como en Cayey. Trabajamos juntos en varios proyectos, por ejemplo, fui su asistente cuando imprimi— toda la serie destinada a la exposici—n de la Calcograf’a en su taller ibicenco, experiencia en la cu‡l aprend’ del maestro los procesos, tŽcnicas y secretos de su oficio de grabador. TambiŽn colaboramos en una exposici—nĐ una instalaci—n sobre el tema del pl‡stico - la cu‡l fue presentada en la Sala Chard—n de este recinto en 1989. Pero m‡s importante aśn, a Marcos (quien como se–al— Luiggi Marozzini, estaba entonces reaprendiendo a pintar) y a m’ - nos apasionaba por igual el medio de la pintura. Yo reciŽn me iniciaba en Žste en la Escuela de Artes Pl‡sticas de Puerto Rico.

ŔQuŽ llev— a Marcos a realizar el cambio del grabado a la pintura en 1987? Las primeras respuestas aparecen en los cat‡logos de las exhibiciones del Museo de la Universidad, de la Calcograf’a y en el de su primera exposici—n individual de pinturas celebrada en 1989 en la Galer’a Marozzini. Tanto Efra’n Barradas como Angel Crespo hacen referencia a la aparici—n del color en la Serie Mediterr‡nea. Por otro lado, Luiggi Marozzini en el cat‡logo de su primera exposici—n como pintor, va m‡s lejos al sugerir que el paso de grabador a pintor fue provocado por la aparici—n del color en la misma serie. En otro cat‡logo Marcos explica que en la Mediterr‡nea emple— la tŽcnica del azścar por su rapidez, porque creaba texturas pict—ricas y que fue durante su realizaci—n cuando surgi— la necesidad del gran formato y del uso del color para contar las cosas que quer’a.

A todo esto, tambiŽn puedo a–adir otras pistas. Durante el verano que trabajamos imprimiendo la serie Mediterr‡nea insisti— en varias ocasiones en lo t—xico que era la tŽcnica del grabado y que esa era una de la razones por lo que ahora quer’a pintar. M‡s importante aśn, ese verano me expres— su necesidad de reinventarse como artista, de superar las limitaciones que se hab’a impuesto con la tŽcnica del grabado y de la abstracci—n. Me habl— en varias ocasiones de Picasso. Admiraba que Žste no se copiaba a s’ mismo, como suelen hacer los artistas m‡s maduros y/o establecidos (algo que Žl mismo se consideraba); que se hab’a mantenido en una bśsqueda y cambio constante, a la delantera de sus propios seguidores y retando el gusto de sus compradores.

Por otro lado, no ignoraba que se estaban produciendo  una serie de importantes  cambios en la pintura. Durante finales de los setenta y la dŽcada de los ochenta nuevos grupos de pintores expresionistas hab’an rechazado los postulados del formalismo, el minimalismo y el conceptualismo. La figuraci—n expresionista de Žstos estaba liberada de la ret—rica del compromiso social, discursos que hab’an llevado inicialmente a algunos pintores a alejarse de la figuraci—n. Los planteamientos tŽcnicos e ideas pict—ricas de estos pintores nos interesaron mucho a ambos. Seguimos de cerca a los neo-expresionistas europeos, los alemanes: Baselitz, Kiefer, Penk y a los espa–oles: Barcel— y Sicilia, as’ como la transvanguardia italiana: Clemente, Chia y Cucchi. Los pintores de la Ňnueva imagenÓ estadounidense, tambiŽn nos cautivaron: Schnabel, Rothenberg, Basquiat, entre tantos otros.

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