Al hombre mozo que te
habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reirte de la Primavera.
LLegó el Otoño, cama y
cobertores,
dejó en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: - Espera.
Y ahora esperas tú,
visión remota,
campiña gris, empalizada rota,
ya sin calor el póstumo retoño
que te dejó la enredadera
trunca,
porque cuando el amor viene en
Otoño,
si le dejamos ir no vuelve nunca.