DIEZ MESES, TRES DIAS

 

I

 

Despertó, al fin, era extraño pero los Lunes nunca podía levantarse temprano aunque no estuviera desvelado.

Al levantarse Mario pensó en la soledad en que vivía (no por que no tuviera amigos, si no por que simplemente era un solitario empedernido), pensó también que sólo había una persona capaz de sacarlo de esa soledad: Linda.

Linda era para él la única persona que había logrado inmiscuirse en su mundo, esa esfera que giraba muy aparte del mundo de metal y asfalto, esa cápsula en la que él se encerraba para saber que era distinto, para saber que él podía estar con los demás y sin embargo muy aparte, girando en otra dirección. Pero ahora había llegado ella, a meterse a su cápsula, a "su" mundo.

Realmente Mario sabía que Linda no se había inmiscuido en su mundo -eso era imposible-, sino que ambos habían creado un nuevo mundo (con forma elíptica, puesto que en una esfera no cabrían los dos). Este mundo también tenía diferentes facetas del mundo común, pero algo en Mario pensaba que Linda tenía también su mundo aparte. En esto pensaba Mario cuando fué a encender el calentador de agua.

El agua estaba ya caliente, así que se metió al baño, otra vez al pasar frente al espejo le pareció que el tipo del otro lado tenía movimientos diferentes a los de él. Una vez bajo la regadera entonó "Love of my life", cuando terminó de cantar (y de ducharse), se preguntó por qué no había sido cantante, bastaron unos instantes para que recordara lo que los cigarrillos le habían hecho a su voz.

De camino a la universidad se entretuvo mirando a la chica que venía al lado de su asiento, pensó: Audacia y crueldad; ¡Hola!, me llamo Mario, ¿Por qué no vamos a tomar un café y a platicar?, ella le decía su nombre y aceptaba. Después de un rato vendrían las confidencias, más tarde el roce de manos, luego de labios, de cuerpos... y luego... luego... en ese momento dejó de pensar puesto que la chica bajaba del camión, en fin... otro día será, la ciudad es chica y tarde o temprano nos volveremos a encontrar.

Cuatro cuadras más soportando los baches que hacían brincar al colectivo (situación muy conveniente para acomodarse entre el tumulto de gente que había adentro), y al fin llegó a la universidad. Leyó el letrero que ostentaba la fachada del edificio: Universidad de Simbia. Ahora las letras doradas lucían un poco despintadas y se notaba claramente que eran de unicel y no de bronce.

Mario después de bajar del colectivo encendió un cigarrillo y encaminó sus pasos hacia la rectoría de la escuela.

-Buenos días profesor,- clásico saludo del rector hacia Mario -pero qué le pasa, ¿está usted enfermo?.

- No, en realidad me encuentro perfectamente.

- Es que me parece una situación demasiado irregular el hecho de que siendo Lunes llegue temprano a clases.

Mario sabía de sobra de la fama de "bebedor empedernido" que tenía en la universidad, así que no le extrañó en lo más mínimo la pregunta del rector.

Cuando Mario salió veinte minutos después, aún repasaba mentalmente lo que le había dicho el rector:

- Pues bién, eres uno de los alumnos más brillantes de esta escuela, de hecho eres el único que va en 5º semestre y tiene ya aprobado el 7º; entonces, ¡Con un carajo! ¿por qué no has aprobado Introducción a la Economía.

En realidad a Mario la Economía le importaba un bledo, ¡que feliz era con sus pinzas y su multímetro haciendo cortocircuitos por todos lados!, después de todo, ¿Qué sabía el rector de la dicha que se siente cuando después de estar dos hora delante de una computadora al fin se encuentra el algoritmo deseado?, Mario solía definir esta situación como "un orgasmo intelectual".

¡Qué poco sabían todos los que le rodeaban de lo que él sentía!

Tan ensimismado iba en sus pensamientos que casi no oyó una voz a sus espaldas que le decía: Hola atarantado, ¿me recuerdas?. Las neuronas de Mario trabajaron rápidamente, y en cuestión de nanosegundos reconocieron la voz.

-Por supuesto que te recuerdo Linda. Otros cuantos nano- segundos y ya la estaba besando, como para comprobarle que efectivamente la recordaba.

-Ahora que ya sabes que te recuerdo permíteme pasar un rato con mi otra novia.

-De acuerdo, ¿te veo a la salida?

-Si claro.

La otra novia de Mario era una computadora Intelecsis, con un microprocesador 8088, y esto Linda lo sabía muy bién y por eso no se ponía celosa como cualquier otra chica.

Una hora... dos, el tiempo era corto delante de una computadora, al fin y al cabo una computadora es una mujer que obedece todas las instrucciones que uno le dá, aunque no siempre realice el objetivo deseado, pero en fin, eso es cuestión de experiencia (como es con todas las mujeres).

La matemáticas eran el punto fuerte de Mario, por eso tenía el mejor promedio en cálculo -él siempre había dicho que las matemáticas eran como las mujeres: mientras más las conoce uno, más dudas tiene sobre ellas.

En fin, el día pasó como pasa cualquier otro para un universitario normal: entrar a clases, conversar con los amigos sobre las conquistas hechas el fin de semana, etc.

La hora en la que salían de clases las alumnas de administración era la que esperaba Mario con más interés, pues, claro, era la hora en que podía verla a ella, a Linda, la única persona que podía hacer de él lo que quisiera.

Las dos P.M.... las dos y cuarto, pensó: sin dan las dos y media y no sale me voy. En realidad la esperó hasta las tres.

Cuando salió, bién poco le importó la espera, ella estaba ahí y eso era lo único que importaba. Cuando la vió, la hora que la esperó se le hizo como un minuto, mas sin embargo no esperó más y la besó, tenía exactamente siete horas con catorce minutos sin besarla, y ya era demasiado tiempo.

Durante el trayecto (en pesera) a casa de linda no hizo más que besarla, de sobra sabía que el tiempo para estar con ella era poco, así que no le importó que toda la gente que venía en la combi se les quedara viendo y pensara: Llegando a su destino se van a acostar juntos.

Mario sabía de sobra que Linda era una novia etérea, para disfrutarla como no podía disfrutar a ninguna otra -él se daba cuenta de que no era mal tipo y que podía tener sexo con muchas otras-, pero con Linda era distinto, tener su boca pegada a la suya, sentir que se asfixiaba con la nariz pegada a la mejilla de ella, sabiendo que era la chica más linda que podía venir en la combi (al menos para él), le daba una sensación indescriptible. Se sentía como el único en el mundo que podía tener una chica así, en fin, como si todos los demás fueran unos idiotas al lado de él.

Indiscutiblemente Linda era el único contacto con el "mundo externo" que Mario tenía.

Pasados quince minutos de trayecto entre los clásicos baches de la ciudad, llegaron a casa de Linda.

-Bueno Mario, es tiempo de que nos despidamos por que si mi padrino nos vé, nos pega sendo balazo.

Otros quince minutos de beso, que a Mario le parecieron dos segundos, y el clásico cuídate mucho y nos vemos mañana.

Al ver a Linda alejarse Mario pensó en si sería mejor tomar un camión a su casa o si sería mejor caminar. Eligío la segunda opción, al fin y al cabo tan solo era un kilómetro hasta su casa (lo había medido en el coche del Moyo, un amigo). Así que Mario caminó.

Llegó al fin a su casa, la soledad no le impactaba, era su costumbre y manía, un kilómetro de caminata a 38°C no era nada, si se toma en cuenta que Mario venía caminando sobre una nube después de ver a Linda.

Además aquella era una ciudad muy bella, y lo sería más si tuviera a varios nativos de ella colgados en cada esquina (según Mario).

Entró corriendo a su casa pues el teléfono estaba sonando, él esperaba encontrarse con una voz agradable, pero no fué así.

-¿Hola?

-Si, disculpe, ¿se encuentra Mario?.

-¿De parte de quién?.

-De Lupita.

Eso ya era un punto en contra de la voz que Mario oía pero no veía, así que aplicó su clásica estrategia #27 para deshacerse de chicas flacas, feas e incultas; y por lo tanto indeseables.

-Mire Lupita, Mario se fué a Chiapas y no sé cuándo vaya a regresar.

-¿Quién habla?. ¿Sabes?. Tienes la voz igualita a la de Mario.

¡Caray!, la tipa no era tan tonta, puesto que recordaba perfectamente su voz. Por lo tanto había que aplicar la estrategia #32.

-Eso es lógico por que soy su hermano.

-¿Ah, sí?, y... ¿cómo te llamas?.

¿Por qué si la tipa era tan fácil, no intentaba disimularlo al menos?.

-Jorge, y discúlpame si te cuelgo, pero ahora estoy ocupado.

Y acto seguido colgó. ¿Era tan difícil para la tal Lupita comprender que ella no le causaba el más mínimo placer?. Recordaba de sobra la noche que la conoció: El bailó toda la noche con otra chica, pero ella no le hizo caso (Mario nunca fué un buen bailarín), así que sacó a bailar a Lupita como último remedio.

Mas tarde el hacerle el amor en la camioneta del primo del Moyo no le había parecido en lo más mínimo diferente o excitante, pero Mario no podía quedarse atrás y tuvo que hacerlo, después cometió un error imperdonable: le dió su teléfono.

Mario sonrió con la esperanza de que Lupita no volvería a llamar en mucho tiempo.

Súbitamente recordó que a las cinco tenía que empezar con sus clases en la preparatoria y no las había preparado todavía. El sabía cómo eran esos chicos, tenían una especie de aversión hacia él por el hecho de ser casi de su edad (y algunos, de hecho, eran mayores que él), y sólo esperaban el momento de hacerlo quedar en ridículo.

Eran las cuatro, así que, si quería comer, ya no le daba tiempo de preparar la clase.

-Buenas tardes Mario, ¿dispuesto a lidiar con el "zoológico"?. Este era un saludo muy diferente, y mucho más cordial al que le dirigía el rector de su universidad, así que Mario contestó a su vez cordialmente.

- Así es profesor, sólo que hoy les preparé una sorpresita.

Se dirigió hacia el aula once.

- Buenas tardes niños. Saquen una hoja en blanco y anoten las siguientes preguntas, tienen toda la hora para contestar así que tómese su tiempo.

-Pero Mario, no nos avisastes.

-Primer error Márquez, se dice avisaste, y si no te parece te estás tardando en salir del salón; lo mismo para todos los que no estén de acuerdo.

Nadie salió.

-Bueno en vista de que todos están de acuerdo anoten la primera pregunta...

Fué una hora en verdad placentera, como siempre lo había soñado cuando estudiaba la secundaria. Era delicioso ver las caras de todo "el zoológico" cuando hacía cada pregunta, como preguntándose si el maestro gozaba haciéndolos sufrir, y en realidad Mario lo disfrutaba de lo lindo, era ahí donde desquitaba todas las frustraciones que le dejaba la universidad. El momento de recoger los examenes era una delicia indescriptible: suplicaban, casi lloraban por que les diera un minuto más para responder la última pregunta. Pero Mario era un maestro infexible y metódico, eso lo había aprendido de "la macuana", su maestra de la secundaria a la que aún seguía odiando.

Así, entre súplicas e intentos de soborno, transcurrió toda la tarde y parte de la noche, después... después otra vez la soledad de su departamento.

Las noches que pasaba Mario en su departamento eran bastante comunes. De las once P.M. a la una A.M. intentaba dormir, pero nunca lo conseguía, así que le daba por leer o estudiar saxofón, motivo por el cual sus vecinos lo detestaban. Después de estudiar un rato (y de que los golpes en el techo lo hicieron convencerse de que los vecinos ya se habían despertado y estaban un poco molestos con él) guardó su saxofón y se dispuso a dormir. Esta vez lo consiguió y despertó hasta las seis y media A.M.

En la universidad una vocesita a sus espaldas le preguntó:

-¿Sabe usted por casualidad que fecha es hoy, so atolondra- do?.

-Trece de Junio encantadora y lindísima señorita. ¿Cómo pudo pensar que lo olvidaría?.

Acto seguido sacó de su bolsillo un paquetito con un moño y se lo entregó a Linda.

-¡Felicidades chica!, te sacaste la lotería de cumplir un año con un novio encantador.

-Y modesto, pero no me felicites por eso, deberías felicitarme por mi aguante.

El beso que vino a continuación fué interrumpido por la voz del Moyo.

-What's happening pendejo?, disculpa la interrupción pero necesito que me ayudes con la máquina tres, por que se me trabó y necesito entregar un trabajo urgentemente.

-O.K. Moyo, adelante y en un momento te alcanzo.

-Mi comprende.

-Bueno Linda, en vista de la interrupción te veo a la salida para celebrar.

Tres minutos más de beso y cada quien emprendió su camino por distinta dirección.

-O.K. Moyo, ¿qué chingaos le pasa a tu maquinita?.

-Bueno, estaba trabajando y de repente se inhibió el teclado y ya no puedo realizar ninguna operación.

-Veamos... todo está bién conectado, no se ven fallas externas; así que tenemos dos opciones: O se descompuso el teclado, o te cayó un pinche virus.

Afortunadamente lo que tuvo la máquina fué un virus, y a Mario, que era experto en esas cosas, no le fué difícil encontrar un antídoto.

-Bueno My friend, acabo de ahorrarte el tener que contratar a un técnico, y, creeme que me da pena, pero necesito pedirte un favor.

-Ya sé, no es común encontrarte besando a Linda enfrente de la dirección, luego entonces tienes algo que celebrar. O.K. te lo presto, pero me das un aventón a mi casa por que irme a pié está cabrón.

A las dos P.M. (hora de salida), Mario se encontró con Linda. Acababa de ir a dejar al Moyo a su casa y venía manejando el flamante V.W. modelo '72 que en la parte posterior, arriba de la placa ostentaba el letrero: "Es mejor que andar a pié".

Fué una tarde encantadora, estar con Linda era como estar consigo mismo, pero en versión femenina. Tomaron café en un lugar donde tocaban música folklórica, Linda le platicó de mil cosas. A momentos callaban los dos, y ese era el momento ideal para un beso. Mario, que en otro tiempo se burlara tanto de las cosas "cursis", ahora era el más descabellado poeta y loco, era ahora él el que tenía cara de "borrego a medio morir". Y no se cansaba de verla, ni de oirla, ni de nada. El, el tipo frío y calculador, incapaz de querer a nadie, era ahora un pobre enamorado, como tantos ha habido, y seguirá habiendo.

De regreso a la casa de Linda, la plática se tornó trágica (al menos así lo sentían ellos, jóvenes, enamorados y locos).

-Mario, sabes que el Jueves terminan mis clases, ¿verdad?.

-Si ¿por qué?

-Por que tengo que regresar a mi casa,- Linda era de Chiapas- y esta vez serán dos meses los que pasaremos sin vernos.

Para cualquier enamorado esa era una noticia terrible, y Mario estaba enamorado.

-¿Cuándo te vas?

-El Viernes, así que nos quedan tres días, disfrutémoslos ¿quieres?.

-Eso ni dudarlo.

Al despedirse de ella en realidad no se sentía triste, ya otras veces se habían separado y eran maravillosos los reencuentros.

Fué a dejarle el coche al Moyo, el Moyo era un muy buén amigo, de hecho el único amigo verdadero que Mario tenía. En realidad su amistad había comenzado con fines de interés: El Moyo usaba los conocimientos de Mario, y Mario usaba el coche del Moyo.

Los siguientes tres días fueron para Mario de esos días que nunca se olvidan, de esos que están siempre presentes en la mente, como la muerte y los impuestos. Pero en especial el tercero, el Viernes 16. El día en que la fué a dejar a la terminal de autobuses.

El boleto era para las 8:45 P.M., así que pasaron todo el día juntos. Fueron a un bosquecillo cercano a la ciudad en el que había una soledad total; después fueron al centro de la ciudad a realizar algunas compras. Cuando se dieron cuenta ya eran las ocho y media y estaban muy lejos de la terminal de autobuses.

Alain Prostt era un novato del volante comparado con la velocidad a la que venía Mario, pero el resultado final era inevitable: Llegaron a la terminal a las 8:45 en punto.

-Linda, adelántate y dile al chofer que espere un poco. Mientras, yo me llevo las maletas, era extraño pero los autobuses últimamente estaban saliendo con una puntualidad cronométrica.

Cuando Mario llegó con las maletas el camión ya estaba en marcha, Linda ya lo había abordado, Mario documentó el el equipaje e intento llegar hasta donde estaba Linda, pero un hombre, que a Mario le pareció un cuervo enorme con gorra azul, le impidió el paso.

Mario tuvo que conformarse con ver a Linda en la ventanilla mirándolo de una manera tal que Mario comprendió cuán innecesarias eran las palabras, Linda sentía lo mismo que él y con los ojos se lo habían dicho todo.

Lo que ninguno de los dos imaginó es que esa era la última vez que se verían.

 

II

Despertó, el reloj marcaba las siete A.M. (¡y era Lunes!). -¡Increíble!, pensó, primer Lunes que me levanto temprano, pero ¡qué importa ya!.

Mario llevava dos meses metido en su departamento sin ver a nadie, como no fuera la cara hostil del tendero que le suministraba cigarrillos, un poco de alimentos, y, sí, mucho alcohol. ¿A quién le importaba ya el mundo? ¿habrían apretado ya el maldito botón rojo?. Realmente era intrascendente.

Dormir o estar despierto eran estados casi iguales, cuando dormía soñaba que ella estaba con él; y cuando estaba despierto también, así que, ¿cuál era la diferencia?.

A las ocho y media comenzó a sonar el timbre, extrañamente tomó ánimos para levantarse y abrir la puerta, era un ser humano, pero a Mario le pareció algo sí como un ser de ultratumba que venía a reclamar su alma (situación muy ventajosa por que Mario ya la había perdido y no podría darle nada), como si la voz viniera de muy lejos oyó que le decía: -Mario, usted ha sido un inquilino modelo, en lo que al pago de la renta se refiere, pero se ha retrazado un poco en los últimos pagos, así que le suplico nos pague a la mayor brevedad posible.

Dinero... ¡Dinero!, lo había olvidado, por fuera aún era un ser humano y por lo tanto necesitaba dinero para subsistir.

Se quitó la bata y prendió el calentador, sus movimientos eran mecánicos, como un autómata se metió a la ducha, el agua aún no estaaba caliente y la sensación del agua fría lo regresó un poco al mundo metálico y material en el que se desenvolvía la demás gente.

Cuando salió del baño era un hombre (o lo que quedaba) distinto, al mirarse al espejo notó con cierto agrado que su "panza chelera" había desaparecido. Lo que no había desaparecido eran esas ojeras y esa palidez adquiridas en las últimas semanas.

Era increíble lo que él y Linda habían hecho juntos. Lograr una homologación tan perfecta que en momentos no sabían dónde terminaba el concepto de uno y dónde empezaba el del otro. Pero ahora todo había terminado, ni siquiera podía sentir odio por el conductor que había provocado su muerte, por que sus sentimientos habían muerto con ella.

Pero tenía que subsistir, ya lo había logrado antes, cuando murieron sus padres, así que ahora tenía que hacerlo otra vez. La diferencia estibaba en que antes habían sido las personas más queridas quienes habían muerto, pero ahora... ahora había muerto una parte de él, su complemento, los electrones que hacían girar el átomo que habían formado, en fin, el mundo que juntos habían creado había explotado y sus cenizas aún existían y se llamaban Mario.

Salió a la calle, era una ventaja no tener que razu- rarse, así que ahora se veía limpio, con el cabello un poco largo, pero podía pasar fácilmente por un ciudadano normal. Tenía una tarea difícil: Conseguir dinero. En el banco aún quedaba suficiente para dos meses más, pero de todos modos había que trabajar para subsistir después, y para entre- tenerse.

La preparatoria ya no era una buena opción, aunque pagaban bién, por que había que ver a demasiada gente alegre y optimista, y esto para alguien que está muerto en vida es una situación intolerable.

Al recorrer las calles todo lo veía con los ojos de un recién nacido, miraba con extrañeza a todos lados; todo era tan diferente, tan nuevo; era como ver una película donde se nos presenta un mundo extraño y en blanco y negro.

A Mario todo le parecía diferente, sin vida; por que cuando se está muerto por dentro la alegría, los goces, la vida por fuera a uno le parecen tan distantes, tan sin chiste, que definitivamente son distintos.

Sólo el instinto de supervivencia era lo que hacía que Mario siguiera con vida -él se consideraba demasiado cobarde para pegarse un balazo en la boca, como tiempo atrás lo ha- bía hecho su amigo Palafox-, así que no le quedaba otro remedio que seguir muerto en vida.

La vida era tan solo una consecución de horas, que formaban días, que a su vez formaban años, y lustros... en fin, una suseción interminable de tiempo, y al final, ¿Quién ha podido definir lo que es el tiempo?.

La vida era un boceto muy sencillo, en cambio la muerte, la muerte era un boceto tan complejo, que nadie había podido regresar a describirlo. Ni siquiera Linda.

Un bache en el camino lo hizo regresar a la realidad, dos cuadras más y había que bajar del colectivo.

Tocó a la puerta, le abrió un orangután vestido de conserje. -con el Ingeniero Efraín Telles por favor.

En su casa Mario repasó la escena vivida en la fábrica. El Ing. Eraín le decía:

-En realidad no es un trabajo pesado, el inconveniente que presenta es que se tiene que pasar el tiempo en una sala de computadoras en la cual sólo usted tiene acceso, y por lo tanto durante el tiempo que esté trabajando no podrá ver a persona alguna.

Era lo ideal, aislamiento total frente a una compu- tadora, ¡y además le pagaban!.

Se dirigió hacia el refrigerador por una cerveza, pero no alcanzó a llegar por que alguien estaba llamando a la puerta, no pudo evitar preguntarse que aparecería esta vez detrás de una puerta. ¿Un cuervo con gorra azul?, ¿Un orangután?. En realidad era un troglodita, y se llamaba Moyo.

-¡carajo! tengo dos meses buscándote y nadie contesta el teléfono, ni nadie abre la puerta, ¿Qué te pasa güey?.

-Moyo, ya debes saberlo y no debiera extrañarte que me encuentre así, de hecho eres la primera persona a la que veo -los demás estaban definitivamente descartados del género humano.

Moyo se puso serio y respondió en voz muy baja.

-Si, lo sé. ¿Me permites pasar?.

¿Cómo negarle el paso a su único amigo?

-Pasa, ¿Quieres una cerveza? no te ofrezco café por que en esta casa se acabó hace mucho tiempo.

-De acuerdo.

Clásico ¡click! al abrir una lata de cerveza y después transcurrieron cinco minutos en los que el Moyo veía con ojos inquisidores a los ojos de Mario.

-Nunca pensé que la quisieras tanto.

-Tú bién sabes que siempre me guardo mis cosas, algunas te las confío a tí, y de hecho tú sabías que la quería, no sabías cuánto, pero lo sabías.

-Pero no puedes dejarte morir por el hecho de que haya muerto, ¡Tienes que vivir hijo!, debes salir adelante, tú no eres ningún pendejo, y no te puedes dejar vencer.

-Tú qué sabes lo que es esto.

-Sé de lo que hablo, mírate, estoy viendo morir a mi amigo y siento que nada puedo hacer por ayudarte.

-Te lo agradezco Moyo, pro en esto nadie puede ayudarme. ¿Te acuerdas el último día que te ví?. Te dije: Esta noche tenemos que agarrar el pedo por que voy a ser libre dos meses.

-Y qué pedo agarramos.

-Sí. Mario bajó su tono de voz.-¿Quién iba a imaginar lo que vendría después?. Pasaron tres días y no pude resistir más y llamé por teléfono a Chiapas, nadie contestó. ¿Cómo iba yo a imaginar que todos se habían ido al funeral?. Cuando hablé al día siguiente me contestó una voz igualita a la de Linda. Aún recuerdo mis palabras: Hola Linda, así que te la pasas pachangueando y ni te acuerdas de mí. Lo que vino después no pudo ser más increíble y doloroso. Su hermana, de ella era la voz, se echó a llorar. Nunca la he visto, pero en ese momento lo odié por mentirosa, me dijo que ella, Linda, había muerto. No pude más colgué el teléfono. ¿Cómo podía alguien jugar bromas tan crueles?. Salí hecho la madre hacia la terminal de autobuses para que ahí me dijeran que no era cierto, que ella no había muerto. Pero lo único que me confirmaron era que si me habían jugado una broma, pero no la hermana de Linda, si no la vida Moyo, todo fué una pinche broma de la vida.

De regreso a casa no tenía idea de lo que pasaba, era un sonámbulo, nada me importaba, de milagro no me atropellaron (no sabes cómo lo hubiera deseado). Por cierto ese día me encontré a Márquez, supongo que te hablé de él, un alumno, traía coche y me dió un aventón hasta mi casa. Venía con una chica, no muy bonita pero era su novia, se querían. El tenía algo que yo acababa de perder. En el camino no pude decir ni una palabra, ni siquiera le dí las gracias. Pensé por qué tenía que ser yo el maestro y él el alumno, él lo tenía todo, y yo acababa de perderlo todo.

Ese día no me dí cuenta de nada, decidí encerrarme y embrutecerme con un carrujo que tenía, de entonces a la fecha no he hecho más que beber y dormir, y de vez en cuando comer.

¿Por qué la vida no puede ser como en las películas en que todo sale bién en el último momento?, no en la vida un día uno se despierta y descubre que ya no es el mismo, que en un momento todo por lo que uno ha luchado y en lo que ha creído se ha venido abajo.

¿Por qué Dios tiene que ser de ira y no de amor?. Siempre las cosas buenas por las que hemos luchado y dejado media vida en ellas son atribuidas a la divina gracia de Dios. Pero las cosas malas, esas no, esas nos las hemos buscado por estúpidos o por una "fatalidad" del destino, nótalo del destino, no de Dios.

Es imposible que yo crea en un dios tan egoísta que si nos ha dado libre albedrío se pase el tiempo buscando como atribularnos (vulgo: chingarnos) para que creamos en El, en su gran poder y su bondad. ¡Pamplinas! no me hablen a mí de que Dios es amor cuando El mismo se encargó de destruir la fe que yo tenía en El, no vengan ahora a decirme que Dios es amor si en El (o lo que sea) sólo he visto ira.

-¿Y piensas que te voy a compadecer?

-No, se que tú no lo harías, por eso es que te lo he contado. Por eso es que no he salido de aquí, por que no quiero que me compadezcan.

-Tienes razón yo no te voy a compadecer, voy a hacer algo mejor: Te voy a empedar, vístete y vámonos.

Regresaron en la madrugada, el Moyo decidió quedarse a dormir en casa de Mario (como en los viejos tiempos). Un poco antes de dormirse volteó a ver a Mario. ¿Era una sonrisa la mueca que tenía en la boca?.

-No vuelvo a chupar.

Con estas palabras solía iniciar el día el Moyo cada que estaba crudo.

-Moyo, ¿quieres hacer el favor de cerrar el hocico y dejarme dormir?.

La reacción instintiva del Moyo fué ir a poner la radio a todo volumen.

-¿Cuándo te cortaron la luz Mario?

-No tengo ni puta idea. Ahora déjame dormir.

A falta de radio el Moyo se puso a contar (más bien a berrear) "Sex action" a voz en cuello. Una pausa para preguntar:

-¿Tienes huevos?.

-Dos.

-No, de gallina.

-En la alacena.

Acto seguido el Moyo se fué a preparar unos huevos ingenieriles, una receta de Mario ideal para la cruda. Cuando estuvo listo el desayuno una cacerola golpeada con una cuchara fué el medio ideal para despertar a Mario.

Durante el desayuno conversaron sobre lo ocurrido la noche anterior y otras cosas sin importancia. A Mario le dió por saber qué había ocurrido en la universidad durante su ausencia.

-Todos te hemos extrañado, no supimos lo que pasó por que somos pocos los que tomamos cursos de verano, así que no nos extrañó que Linda no se presentara, lo que si nos extrañó es que tú no fueras a clases. Pasé a buscarte, porque por teléfono no contestabas, pero no me abriste nunca. Llegó el momento en que pensé que te habías ido a pasar unos días con Linda a Chiapas. Pero al ver que pasaban semanas y no llegabas me decidí a llamar a Chiapas y preguntar si estabas ahí, quien quita y me invitaban a mi también. Fué así como me enteré, entonces supuse lo que pasaba contigo. Supuse también que ya se te iría pasando, y ya vez, al fín me abriste.

Otro tiempo de plática y el Moyo se levantó en actitud de marcharse.

-Una última pregunta Mario, ¿Volverás a la universidad?

-No lo sé, aún necesito tiempo. Me dió gusto que vinieras a verme, sólo que no lo hagas muy seguido por que mi hígado no lo resistiría.

Al alejarse, el Moyo pensó que Mario seguía siendo el mismo, solo que había una diferencia: Ahora ya no sonreía.

 

III

Despertó, esta vez ya se había acostumbrado a levantarse temprano. Había transcurrido un mes desde la vez que el Moyo había llegado a su casa, habían pasado ya 30 días desde que salió de su aislamiento a descubrir el "nuevo mundo externo". El salir de su "guarida" todos los días, aunque sólo fuera para encerrarse en otra, le había hecho bién. Había descubierto que el mundo no se había acabado, es más, según leyó en los periódicos seguía igual de podrido y demente. El trabajo le había proporcionado entretenimiento (y dinero), así que ahora sus ideas eran menos descabelladas y un poco más apegadas a la realidad. Aún tenía un sueño: Iría a verla a Chiapas.

Fué tiempo de trabajar duro, necesitaba dinero para su viaje. No le fué difícil conseguir otro empleo así que muy pronto consiguió lo suficiente para ir a Chiapas una semana.

En el camino en autobús a Chiapas no se hizo muchas ilusiones sobre lo que iba a encontrar allá; tan solo una fría loza que seguramente llevaría adentro un cuerpo frío e inerme en el que alguna vez viviera Linda.

Una vez en la privada 12 poniente, norte (en Tuxtla, Gtz.), llamó a la puerta, ¿Qué clase de ser extraño le abriría esta vez?. Fué un ser pequeñito con un acento costeño tremendo y que acostrumbraba repetir mucho las palabras.

-¿Si?, ¡Oh! tú debes ser Mario, te estábamos esperando desde hace tiempo, pasa por favor.

¿Cómo diablos lo sabía ella si nunca se habían visto?

Después las corteses preguntas de rigor sobre cómo había sido el viaje, si le había sido fácil encontrar la casa, etc. Mario contestó cortezmente a todo pero aún seguía intrigado, así que en la primera oportunidad preguntó:

-Miriam, ¿Cómo es que sabías quién soy yo si nunca nos habíamos visto antes?

-Cuando Linda venía de vacaciones comúnmente no tenía otro tema de conversación más que Mario. Y pues yo todos en esta casa te conocemos perfectamente, así que en esta casa eres de confianza y por eso es que re dejé pasar aunque esté yo sola en la casa.

Lo que vino a continuación Mario no se lo esperaba.

-Por cierto Mario, entre las cosas que venían con Linda venía este papel para tí, sólo yo sé lo que dice y por eso me tomo la libertad de pedirte que no lo leas hasta que vayas de regres.

Fué una semana muy agradable, la familia de Linda eran todos personas muy amables, y ni siquiera permitieron que se quedara en un hotel. Cuando Mario fué al cementerio no pudo evitar que se le escapara una lágrima ante la tumba de Linda. Ahora sólo quedaba eso de ella, una fría lápida. Pero aún quedaba algo, a decir verdad mucho, y eso era lo que llevaba Mario dentro, su voz, su risa, sus ideas burlonas... sí, aún quedaba mucho y eso no moriría, eso se lo llevaba Mario y siempre estaría con él, en cierta forma Linda no había muerto, la mitad de ella seguía viviendo en Mario. Lo que si había muerto era la mitad de Mario que tenía Linda. Ahora los pocos sentimientos que habían en Mario estaban enterrados con Linda, y, ¿Quién volvería a revivirlos?.

En el camino de regreso pasó dos horas pensando en si debería o no leer el papel que tenía en la mano. Al fin se decidió a leerlo, era una carta. La leyó con toda calma, saboreando cada palabra como si Linda se lo estuviera diciendo al oído. Sólo le quedó una duda, ¿Sabía Linda acaso lo que iba a pasar?, un párrafo de la carta decía:

...Cuando yo ya no esté contigo tú debes de cuidar de que lo que juntos creamos subsista, no te abandones ni creas en las verdades del mundo, tú bién sabes que tenemos nuestra propia verdad, quizás el mundo no la alcance a comprender, pero la comprendes tú, y la comprendo yo, y con eso es bastante. Tú tienes que vivir, luchar, recuerda que no importa qué tanta distancia haya entre nosotros, tú siempre estás conmigo, y así mismo yo estoy contigo...

El ya lo sabía, ella siempre estaba con él, y esa era la clave, no había por qué abandonarse, al hacerlo estaba abandonando a los dos, y ella no lo merecía. Ya era tiempo de dejar de autocompadecerse y empezar a luchar por conservar lo que tenía entes de que llegara Linda. Volteó a ver a la chica que venía compartiendo el asiento con él, audacia y crueldad.

-Hola, me llamo Mario, ¿y tú?...

Al día siguiente encaminó sus pasos hacia la universidad. Al estar de pié frente al edificio leyendo las todavía despintadas letras de la fachada, no pudo evitar sentirse como un torero que después de recibir una cornada que casi lo mata vuelve a la plaza. Encaminó sus pasos hacia la rectoría.

-Buenos días profesor, ¿así que después de de cuatro meses de vacaciones al fín se digna venir?.

Al escuchar esto Mario no pudo evitar sonreír y pensar:

-¡Va por tí, Linda!.

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