Esta vez no utilicé nada más para vagar, como no fuera la extraña y vaga angustia de sentirme libre, necesitaba hacer el amor, pero quizás no con Ella, necesitaba hacerle el amor a la ciudad... a la gente... a los autos... a mí mismo; en fin, a todo. Era simplemente la necesidad de amar y sentirme amado. Las calles de la ciudad eran demasiado sucias como para poder amarlas, y yo estaba demasiado sucio como para que alguien me amara.
Proseguí mi paso sin sentido, anocheció, seguí caminando, era mucho más fácil amar a las calles sin tanta gente que las hiciera sucias y detestables. Cuando la noche estuvo más entrada (Digo, no sexualmente, ¿Verdad?), comencé a toparme poco a poco con las damas que ejercían sus oficios de noche, pero no era ese tipo de amor el que yo necesitaba, el amor que se alquila por tiempo, como rentar una moto por hora y media, o como entrar al cine y disfrutar hora y media de fantasías, en fin, no quería comprar hora y media de nada, quería que lo que fuera tuviera una duración de por lo menos toda la noche.
Detuve un momento mi andar por que al otro lado de la calle venía una dama, que no era una maravilla, pero tenía lo suyo, y definitivamente no andaba sola en la noche por vocación, si no que por necesidad, o sabrá la incógnita por qué, pero no estaba acostumbrada a andar de noche. La seguí... a la segunda cuadra de camino se percató de mi presencia, creo que se turbó un poco, por que, después de todo, se hablan tantas cosas malas de los tipos que andan de noche en la calle, que su miedo era justificable. Poco a poco ella empezó a acelerar su paso, y yo a mi vez el mío. Mientras caminaba detrás de ella observaba sus formas, no era muy alta y era más bien esbelta, vestía una falda roja y un swetter del mismo color pero un poco más claro, noté que aferraba su bolso de mano cada vez más y más inquieta. Hasta cierto punto su actitud y la situación me parecieron divertidas, por que ella pensaba que lo que quería era su bolso, y yo únicamente deseaba amor, cualquiera que fuera la forma que éste tomara. Sentí curiosidad por su rostro, en realidad no era un dato trascendente puesto que lo que yo deseaba era algo mucho más psíquico que somático, pero de todos modos sentía curiosidad, así que enfoqué mi mirada directamente sobre su nuca para provocar que volteara. Caminamos un poco más así y en un callejón sin iluminación ella dió vuelta y desapareció por un instante. Como pudiera a estas alturas parecer lógico seguí mis pasos detrás de ella, alcancé a contar quince pasos más cuando ella se detuvo y se viró quedando de frente a mí, y, ¡Oh!, descepción. Resultó ser una especie de monstruo ambulante. Bastante feisita la pobre, - En fin - pensé - Tiempo perdido muchacho, busquemos otra cosa susceptible a un sentimiento. Había decidido dar la vuelta y regresar sobre mis pasos cuando noté que ella empuñaba en su diestra una 22 escuadra.
Al principio no me percaté claramente de la situación. Hasta que sentí un agudo dolor en la clavícula del lado derecho, no atiné a quejarme o a detenerme, así que caminé tres pasos más, y entonces sí noté claramente que jalaba el gatillo al tiempo que salía un haz de luz de su pistola, por supuesto oí también la detonación. Esta vez atinó en mi estómago, para estas alturas el dolor era tan intenso que no alcancé a ver qué hacía ella. Me detuve... sentí que las piernas me fallaban y caí. Tuve la clara sensación de mi cuerpo tocando el frío asfalto. Estando ahí tirado, casi podía oir el gotear de mi sangre cayendo en la acera. Pero noté algo, la calle me recibía sin formular un solo reproche, casi podía ver cómo mi sangre era absorbida por el asfalto y se fundían en una misma cosa. Con esto me di cuenta de que la calle podía recibirme, conjuntarme y sentirme tanto como yo a ella; y por lo tanto, mi necesidad de amor estaba totalmente satisfecha.
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