Simone de Beauvior (1908-1986)

Narradora y ensayista francesa, nace en País; proviene de una familia burguesa, aunque rompe pronto con la fe religiosa y las practicas sociales de su medio.

Estudia filosofía en la Soborna, donde conoce a Jean Paul Sartre. Se dedica a la enseñanza en Marsella, Roven y París.

Su amistad y vida en común con Sartre influyen en su obra adscrita a la corriente surrealista francesa. Se destaca como novelista con La Invitada (1943), La sangre de los demás (1944), Todos los hombres son mortales (1946), Las bellas imágenes (1966) y La mujer rota (1967).

La novela Los mandarines (1954), premio Goncourt, recrea el fracaso que representó para los intelectuales de la postguerra el no poder o no saber asumir responsabilidades efectivas ante el desmoronamiento espiritual y social de sus contemporáneos. En el ensayo El segundo sexo (1949) analiza el papel social de la mujer a través de los tiempos y desarrolla la tesis de que al ser la mujer considerada sólo en relación con el hombre, ocupa una posición secundaria e inferior en el aspecto sexual, social e intelectual.

A este trabajo hay que añadir Pyrrhus y Cineas (1944), Para una moral de la ambigüedad (1947) y El Existencialismo y La Sabiduría de las Naciones (1952). Con Memorias de una joven de buena familia (1958), inicia un ciclo autobiográfico que complementan La fuerza de la edad (1960), La fuerza de las cosas (1963), Una muerte tan dulce (1964) y La ceremonia del adiós (1981), escrita después de la muerte de Sartre y en la que narra sus relaciones con él.

Escribe la pieza teatral Les bauches inutiles (1945). Es considerada una de las intelectuales femeninas más prestantes del siglo XIX y desempeña un papel importante en la difusión del pensamiento contemporáneo a través de la revista Les Temps Moderns, publicación que funda y anima con su compañero Jean Paul Sartre. A su muerte en París, es enterrada en la misma tumba con Sartre.

Tomado de: Protagonistas del mundo, Terranova Editores, Bogotá, 1994.

Citas: El escritor original, mientras no muere, es siempre escandaloso.

¡Si pudiese estar del todo a favor, o del todo en contra!

Me era más fácil pensar un mundo sin creador que un creador cargado con todas las contradicciones del mundo.


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