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El sueño de WarrenJosep M. Chordà <chorda@sg.uji.es> |
"-¿Y qué haces para mantener tranquilo el rebaño? El viejo Donald se rascó la cabeza y buscó una respuesta que pudiera convencer al joven Daniel. Durante todo el camino -afirmó- los perros ladran continuamente. Y al llegar la noche, los ladridos de toda la jornada resuenan por el valle y son suficientes para amedrentar a las bestias salvajes que se ocultan en la oscuridad. Por eso las reses permanecen tranquilas en medio del prado y rumian hasta que se hartan. Cuando el sol rojo quema la piel de los caballos empieza el nuevo día y las vacas emprenden felices el viaje. Las palabras del anciano Donald no convencieron al joven cowboy, que esperaba escuchar una historia de rituales mágicos aprendidos de los indios que poblaban en otros tiempos estas llanuras. "Como cada año cuando se acerca la primavera, los ganaderos de la ciudad habían recorrido los ranchos del condado buscando vaqueros para llevar el ganado a los mataderos de la capital. Tenían que recorrer un camino peligroso, entre cañones y desfiladeros por tierras yermas que duraba más de tres semanas. Mr. Benet había contratado, después de adelantarle una apreciable suma de dólares, al viejo Donald como capataz de la expedición. Daniel era el hijo menor de Mr. Benet, y esta sería su primera caravana. Tenía la piel curtida por el sol del oeste y cuando cabalgaba su cuerpo se fundía con la montura entre las reses, pero su rostro no podía ocultar la inocencia de los quince años recién cumplidos. "Daniel había oído en el rancho viejas historias sobre Donald contadas por los vaqueros alrededor del fuego. Decían algunos que Donald era 'el hijo del tipi', porque un blanco lo había robado a unos indios kiowa siendo todavía un bebé. Otras historias le suponían descendiente de la unión de un indio y una mujer blanca que, ya preñada, se casó con un buscador de oro venido del lejano Este. También se le atribuían poderes sobrenaturales heredados de unos supuestos antepasados apaches. Aunque quizá solo fueran historias inventadas, todos temían al viejo Donald. Lo cierto era que al lado del viejo las noches de travesía resultaban un tanto misteriosas y raramente el campamento era atacado por salteadores o por pumas. Los vaqueros dormían entonces tranquilos en las tiendas o bajo la luz de las estrellas. "Durante las primeras noches, antes de atravesar el gran río, protegieron las reses con los carros. Se dormía muy poco, y a la primera luz del alba se ponía en marcha, entre gritos, el campamento. Las jornadas eran largas y duraban hasta que aparecían las primeras sombras. Las vacas caminaban nerviosas y excitadas, quizá las enloquecía el olor de los animales salvajes que les rodeaban. El quinto día llegaron al gran río y lo atravesaron por el paso del Águila. Aquella noche no dispusieron el gran cerco que protegía al rebaño. Se bailó y se bebió whiskey hasta muy tarde alrededor de una fogata. No hicieron guardia, ni tan siquiera para protegerse de los gatos salvajes que habitaban la zona y que aullaban en medio de la noche. Daniel, asustado, había exigido a su padre que protegiera a las reses que rumiaban libres en el campo abierto a pocos metros del campamento. Mr. Benet esbozó una sonrisa y con un gesto apenas perceptible señaló al viejo Donald. A continuación bebió un trago y le pasó la petaca de whiskey a su hijo. El capataz se encontraba al lado del fuego fumando. Daniel se sentó a su lado, y antes de que pudiera hablar, alguien le pasó una antigua pipa de madera. Miró a los vaqueros y después fumó, aspirando profundamente, de aquel atávico símbolo. El humo ardiente le quemó los pulmones. Daniel pasó la pipa y comenzó a interrogar al viejo Donald." Warren miró su reloj. Faltaba muy poco para las cinco de la mañana. A esa hora le despertarían para el cambio de guardia. Dormían en un garaje, entre sacos de cemento y muebles viejos. El capitán del batallón escogió aquel ruinoso lugar porque los bombardeos de la noche anterior habían asolado completamente el barrio y tenían la esperanza de que el enemigo no volvería a atacar aquel objetivo completament destruido. Warren imaginó que dormía en una buhardilla, en la buhardilla de su casa, y el alba se filtraba por las rendijas del techo de madera. Sarajevo era una tumba. Oyó el ruido lejano de las primeras ráfagas de las ametralladoras e, instintivamente, comprobó que tenía su fusil preparado para disparar. Cerró el libro y se acurrucó en el saco de dormir. |
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15/4/98 http://www.oocities.org/SoHo/Cafe/1131/03warres.html Copyright 1998 malacandra, los autores
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