Mi Hermano

N unca me dijo adios, aúnque sabía que iba a morir. Cuando le dije adiós, sus ojos abiertos, por primera vez sin expresión, inertes no respondieron. Ambos habíamos hablado a menudo sobre la muerte, su muerte. A veces me cuestionaba, ¿soy yo inmortal?, ¿No puede pasar el proverbial camión que me comprimirá en la calle y morir, a pesar del consenso, yo primero.

Tres años antes me dijo que había resultado positivo al VIH. Tres meses antes habiamos enterrado a Feliciano, nuestro otro hermano, tambien de SIDA. Feliciano nunca se lo dijo a nadie, excepto a mí, empeñado en morir solo, presa de todos los miedos y estigmas que acompañan un diagnóstico de VIH. "Conmigo no será igual, yo se los diré a todos, no tengo nada de que avergonzarme" me aseguraba. Yo por mi parte le prometí que lo apoyaría en todo, luego de enganchar el teléfono (el vivía en Massachussets y yo en Puerto Rico) lloré. A veces me pregunto porqué no lloré con el.

Poco a poco según mi hermano se sintió fuerte para hacerlo, fué notificandole a la familia sobre su diagnóstico, siempre mantuvo el control y siempre les dió fuerzas y energías. Yo con mis pocos conocimientos les hablaba de celulas T-4, del significado de tener menos de doscientas, menos de 50, de enfermedades oportunistas, de respeto y dignidad. Mi hermano nunca fué victima del SIDA, el vivió a plenitud junto con el virus, después de todo, ambos compartian el mismo cuerpo.

Juntos aprendimos a reirnos del virus, juntos aprendimos a hablar de la muerte, sin miedo, sin dolor. Mi hermano vivió una buena vida, llena de amor, de amigos, de amantes, su honestidad, mantuvo a su familia cerca de el todo el tiempo. Después de mudarse a Massachussets, logró mudar de los proyectos en Manhattan, primero a su madre, luego a dos de sus hermanas y sus sobrinos. Siempre fué el eje de la familia, familia que hizo mía, cuando adolescente me fugué a Nueva York, mi hermano, no solo me dió techo, me dió toda una familia.

Todavía hay quien afirma que los homosexuales vivimos solos y sin familia, incapaces de amar, de conectarnos con otros seres humanos, ¡qué poco conocen de el ser humano! Y de la capacidad de amar y sobrevivir aún en sociedades que nos condenan y persiguen. Recuerdo hablar con la madre de mi hermano, nuestra madre, "no creo que llegues a tiempo, está muy debil", El me esperará yo le aseguraba, sólo me quedan los exámenes finales. Dentro de mi agonizaba, yo le había prometido que estaría a su lado al final.

La noche que llegué, sus ojos, su sonrisa tan pura y expresiva cómo la primera vez que lo conocí quince años atrás. Su mirada siempre fué un bálsamo para mi mente, un aliento, una flor en un escenario árido. Una vez hace años descubrimos que no importaba cuánto tiempo estuvieramos sin vernos, sin hablarnos siempre que nos encontrabamos, una sola mirada nos bastaba para reafirmar que todo el calor, todo el amor, seguía intacto. Vivimos intensamente, tanto dolor, tanta alegría compartimos juntos que muchas veces no necesitabamos de palabras para hablarnos, nos miramos y al entender que nos habíamos leido el pensamiento, reiamos. En esos tiempos pensabamos que eramos inmortales, y nos reiamos de quien iba a empujar a quien en la mecedora cuando fueramos viejos.

Pero mi hermano nunca fué viejo, aún cuando ese ultimo mes vi su cuerpo decaer, sentí su tristeza ese primer día que no pudo ir al baño, que le puse un pamper. Nos reiamos planeando la fiesta que quería que le hicieramos cuando muriera, fiesta en la que el estaría presente, en su urna. Recuerdo bañarlo como a un niño, limpiar su cuerpo fláccido que dió tanto placer a tantos. Mi hermano fué un gran bailarín, el mejor, Salsa, mambo, Hustle, el todo lo bailaba, tantos y tantas aprendimos a bailar con el.

Mi hermano, junto con su doctora decidió cuando dejar de tomar medicinas, el siempre estuvo en control. Ese día lloré tanto, pero no dejé que me viera, yo le había prometido apoyarlo. El me dijo que ya estaba listo, que no quería depender de nadie para subsistir artificialmente, firmó para que yo tomara las ultimas decisiones y me pidió morir en su apartamento de 10 años, no quería morir en un hospital. Una semana después cayó en coma, sus familiares estuvieron con el, sus amigos nunca lo dejamos solo. Recuerdo que dos noches después le pedí a todos que se despidieran de el, la tercera noche su hermana viajó desde lejos de nuevo a visitarlo (era la tercera vez en un mes, ella al verlo tambien se despidió, esa noche le dije al oido que podía partir que todos estariamos bien, por primera vez esa semana estuvimos solos el y yo cómo tantas otras veces, sólo que esta vez yo no lo sentía, no podía leer su pensamiento. A las pocas horas, mi hermano, quien me amó y a quien amo intensamente, partió. Ese día alguien me preguntó si yo era hermano del que murió y yo le dije, "no, yo soy hermano del que vivió.

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