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¿QUÉ ES LA AGORAFOBIA?
Para empezar, sería conveniente decir que la mayor parte de los pacientes que padecen este trastorno no tienen una clara conciencia de que los diversos y variados síntomas físicos y psíquicos, tienen un nexo común. A su vez, algunos agorafóbicos no perciben que aquel malestar que sufren sea debido a lo que comúnmente denominaríamos "miedo". La agorafobia consiste en un miedo aterrador a encontrarse en lugares o situaciones de las que uno cree que sería difícil escapar. El paciente tiene la suposición de que no será fácil obtener ayuda en caso de que pase "algo" y piensa que se le repetirán aquellos síntomas tan temidos que se conocen como "crisis de pánico". Debido a este temor, la persona que padece esta crisis restringe su capacidad de desplazamiento, o busca compañía para evitar la ansiedad. En algunos casos, el agorafóbico intenta resistir la presión de las situaciones, pero ello supone, por contrapartida un gran sufrimiento a corto plazo. Las situaciones agorafóbicas más comunes son, el hallarse sólo fuera o dentro de casa, encontrarse entre una multitud o haciendo cola, cruzar un puente y viajar en autobús, en tren o en coche. A menudo, todos estos miedos tienen su origen en un episodio aislado que se denomina crisis de pánico. La víctima de la crisis se siente repetidamente enferma sin que exista motivo aparente. En general, los síntomas más frecuentes suelen ser palpitaciones, sensación de ahogo y malestar u opresión en el pecho, mareo y da la impresión, de que de un momento a otro el paciente perderá el control de sí mismo. Incluso puede llegar a percibir todos estos síntomas como el presagio de una muerte inminente. Durante la crisis pueden también aparecer náuseas, sudoración intensiva, hormigueos en las manos y en los pies, un nudo en el estómago y en la garganta y sensación de desmayo. La mayoría de los agorafóbicos interpretan esta experiencia como si de un trastorno físico se tratara y por ello, acuden al médico general. En la mayor parte de las ocasiones tras diversas consultas a los especialistas, se dan cuenta de que no tienen ningún problema físico que pueda dar explicación a la dramática experiencia de esta crisis. No obstante, muchos pacientes mantienen la convicción de que padecen algo físico, pero que, o bien no han sido correctamente explorados o se les está ocultado una terrible enfermedad. Este suele ser el punto de partida de una interminable cadena de consultas y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto del entorno, ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión hacia su sufrimiento. Esta situación es tan frecuente que diversos estudios coinciden en señalar que existe un promedio de cinco años entre el inicio de la crisis de pánico y la primera consulta al psiquiatra. El nivel de gravedad, la evolución y las distintas complicaciones que puede acarrear este trastorno son múltiples. En cualquier caso, debe quedar bien claro que para la gran mayoría de los casos existe tratamiento con un alto porcentaje de éxito. La única manera de vencer el miedo es hacerle frente. Ahora bien, para ello es necesario una supervisión técnica que convierta en factible algo que de otra manera sería trabajo de titanes.
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