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CARTELERA
SALIDA

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Terror y Miserias de la Biblioteca Nacional
La nota que escribió un compañero de la Hemeroteca hace
algunos meses dio pie a una serie de reflexiones insoslayables para elucidar el
ámbito en que se trabaja dentro de la Institución y para comenzar a
desentrañar el porqué de las arbitrariedades que aparecen, al verlas en
conjunto, como toda una trama de perversión y encubrimiento que nos revela que
no sólo en Dinamarca algo se pudre.
La
peligrosísima reflexión de un empleado de la Hemeroteca
Contra la Obediencia Debida a la
Mediocridad.
Es muy frecuente que cuando a un homo laburantis
biblotecae (trabajador de la biblioteca) lo asisten ganas de hacer cosas
novedosas y creativas, sea reprimido de mil formas diferentes frente a la
amenaza que representa para la "calma establecida", es decir para la
rutina burocratizada.
Entonces, cuando por una de esas casualidades, una inquietud nos atormenta, no
nos deja dormir y nos mueve a llevarla a cabo, todas las fuerzas del
parsimonioso orden estatal se conjuran para sofocar la insurrección.
Las piezas de este rompecabezas burocrático se incomodan, se inquietan, se
exasperan.
Este sujeto subversivo, capaz de revolucionar el orden de los papeles y las
carpetas, de esforzarse por ayudar al lector, sugerir algún cambio en el
funcionamiento, de mostrar alguna potencialidad invisible para los amantes de la
rutina, o tal vez - y tan solo - saludar con una sonrisa sufre el enérgico
repudio del ejército de "atornillados a la silla".
He aquí algunas de las máximas de este sofisticado modo de pensar:
- Para qué me voy a calentar, si laburro por obligación.
- Mirá este boludo, quiere cambiar lass cosas, y con eso vamo’s a laburar
más.
- Fijate siempre en los defectos de tuus compañeros, nunca en sus virtudes.
Contá precisamente el número de sus movimentos, no vaya a ser que vos hagas
uno de más.
En fín, si te interesa aproximarte más a esta apasionante filosofía de la
inactividad, acercate a algún compañero que reúna cierta antigüedad en la
institución - y haya sido víctima de esta lógica - que podrá orientarte.
El otro síntoma que puede visualizarse con cierta facilidad, es aquel conocido
como socagus jefaturae, consistente en cierto pánico que aparece
en nuestros jefes, producto de maquiavélicas conspiraciones, en la cual todo
empleado es un potencial rival. Un espectro capaz de eclipsar su gigante figura
- y por tanto su "carrera" --, que aparece bajo la forma de un serrucho
subterráneo. La mejor manera de enfrentar esta ofensiva despiadada es aislar a
este sujeto amenazante, despojándolo de cualquier laburo que implique
responsabilidades, o ponga de manifiesto sus capacidades, colocando allí a
quien demuestre gran vocación por la alcahuetería, y por último, si todo esto
no resulta, declarar el traslado compulsivo del sector. Muerto el perro
desaparece la rabia.
Sin embargo, como esta nota pretende promover la reflexión y el debate antes
que el buchonaje - tarea reservada para esa extraña fauna de gremios oficiales
- conviene seguir indagando sobre las razones que originan semejante cadena de
lealtades con la mediocridad. Después de todo ella tiene su magia, y se aparece
como un enorme pulpo, cuyos tentáculos nos seducen invitándonos a participar
de su encantadora orgía. Intentar negarse al festín parece un arrebato
principista, cuyo sentido resulta incomprensible.
Pero si la descripción del problema parece compleja, mucho más lo es su
posible - y deseable - resolución.
Es para todos evidente que nuestra asistencia cotidiana a la BN, no es producto
de ninguna clase de pasión militante. Hay que morfar todos los días, y eso
hace que nos veamos las caras diariamente. Nacimos de este lado de la raya que
divide al mundo, y por lo tanto si no ganamos el Loto, afanamos un banco, o nos
convertimos en senadores, seguiremos aquí por un buen rato, laburando.
Así es que si venimos a laburar, aunque sea obligatorio, es posible pensar en
combinar todo lo que puede hacerse en esta biblioteca con nuestras aspiraciones
personales - si aún nos queda alguna -; después de todo, los kilos comienzan a
acumularse, y el aburrimiento nos termina por destruir las neuronas.
Es evidente el desgaste que sufrimos muchos de los trabajadores que intentamos
ensayar formas alternativas de ejercer nuestras funciones, intentando romper con
la lógica burocrática y con el mandato decadente que emana de esta mole de
hormigón. No vamos a describir aquí lo que fueron aquellos diez años de
menemismo, las discriminaciones y las trabas que surgían desde las distintas
estructuras del poder frente a nuestros derechos y a nuestras posibilidades de
ejercer un trabajo acorde con nuestras capacidades.
Sin embargo, sí es preciso señalar que una sensación desencantadora recorre
la Biblioteca. La expectativa en que el recambio de gestión generara nuevas
oportunidades para desarrollar todos los proyectos que dormían en cajones o en
nuestra imaginación, se fue desvaneciendo día a día. No es un dato menor
enumerar la cantidad de valiosos compañeros que renunciaron en los últimos
tiempos, producto de la constatación efectiva que varias de las jefaturas –
responsables de la crisis que sufre esta institución-, no sólo permanecieron
en sus cargos, sino que se vieron reforzadas.
Así mientras las medidas de control sobre el personal se profundizaron,
obligándonos a justificar cada segundo de nuestra existencia bajo la
hipótesis de que todo empleado es culpable hasta que demuestre lo contrario,
no pudieron verificarse cambios profundos en la configuración de la estructura
de la BN. Nuestros curriculums, tan pacientemente confeccionados, se llevaron
consigo las esperanzas que nos quedaban.
He aquí uno de los problemas con los que nos enfrentamos. La lógica
burocrática, los intereses corporativos, las luchas facciosas, y la
normalización de la mediocridad rutinaria, no es producto exclusivo –aunque
no pueden deslindarse responsabilidades personales– de las personas que
detentan el poder. La burocratización y la normalización de todas las esferas
de nuestra vida laboral, fatal enemiga de la creatividad, es un complejo
sistema, cuyas lógicas trascienden a las individualidades, aún aquellas que
prometen ilusorios cambios. El burócrata aspira a conservar su puesto, y toda
su acción está dirigida a ello. Si uno evalúa la cantidad de tiempo que
cualquiera de nosotros gasta en complicadas notas dedicadas a "cubrir
nuestras espaldas", podrá rápidamente comprender de qué se trata. La
diferencia entre un burócrata y otro que aspira a sucederlo, es de situación y
no de calidad. Esto supone que son las prácticas creativas y novedosas las
únicas capaces de romper con esta perversa lógica destructora de toda la
potencial energía vital que anida en todos nosotros.
La persistencia de nuestra actitud crítica frente a las injusticias y a los
absurdos, es una –quizá la más valiosa- de las armas con que contamos para
oponerle a esta coalición entre representantes del viejo orden burocrático y
nuevos y brillantes jóvenes que susurran el éxito al calor de los teléfonos
celulares, formas alternativas y solidarias de desempeñar nuestras tareas
cotidianas; sabiendo que la única manera de cambiar nuestras condiciones de
trabajo, es cambiándonos a nosotros mismos. Admitámoslo, estamos hechos con el
barro con que nos moldea el poder, explicándose de esta manera estas sutiles
formas con que la estructura vertical nos produce a su imagen y semejanza. La
competencia entre compañeros, el individualismo, mantener las parcelas de
trabajo creyendo que el otro viene a robárnoslo, son algunos de estos ejemplos
de cómo la visión corporativa y burocrática ha penetrado en nosotros mismos.
Es hora de ir forjando un modo diferente de practicar nuestro trabajo,
sustituyendo la lógica de la mediocridad por una ética que potencie lo mejor
de nosotros mismos. Este puede ser el único camino en que los esfuerzos
individuales se transformen en un nuevo proyecto - práctico colectivo, en el
que encontremos sentido al trabajo que realizamos diariamente.
A
Propósito de la Obediencia Debida
Hace ya casi un año un
simple pequeño discurso le bastó a la subdirectora de la BN, prof. Josefina
Delgado, para poner a la comunidad bibliotesca a tono con el desánimo y la
profunda depresión post-electoral que venía acogotando a gran parte de la
poblaçao. En ese discurso, propinado a la masa en la sala Borges en el mes de
junio, incursionó en dos frases para la historia. La primera fue: felicito a la
gente que conduce la Hemeroteca por el gran trabajo que ha realizado allí en
todos estos años. Esto mismo dicho a todo el personal que trabaja en ese sector
fue una patada en el hígado o una cosquilla hecha con un alambre de púas.
Cualquiera que tenga dos dedos de frente y haya pasado medio día en la
Hemeroteca sabe que las arbitrariedades del sector son permanentes y
desesperantes. Los lectores lo saben también. Basta ver que hasta en el
prólogo de un libro escrito por una investigadora externa al plantel de la BN
(el de Roberto Arlt de Sylvia Saitta) la autora se queja implícitamente del
servicio que allí se presta, o darse una vuelta por el sector ahora que van tan
pocos lectores -lo cual tiene peligrosamente muy sin cuidado a autoridades y
jefaturas- y ver a los empleados desperdiciándose entre el ser y la nada, o
simplemente hacerle un cuestionario de conocimientos a quienes fueron elegidos
como responsables del sector, para saber que las palabras de la sub no tienen
relación alguna con la realidad.
La segunda frase antológica se refería a dejar de lado toda forma de
internismo en la Institución. Una frase que proclamada en otras circunstancias
y alejada de la anterior hubiera provocado un apoyo enfático y generalizado, al
menos de nuestra parte.
Es harto conocida -y decimos harto porque es hartante- la confrontación que
existe en la Hemeroteca: geográficamente hay por un lado un sector de
depósitos tomado gremialmente donde se han dado desde situaciones de agresiones
y violencia hasta boicots hacia quienes trabajan en la atención al usuario, una
jefatura que se atrinchera y se enajena cada vez más de los empleados y en el
medio un buen número de trabajadores muy distintos entre sí que oscilan entre
resistir inventándose tareas sin ninguna coordinación ni proyecto que las
contenga o mandar todo al carajo mientras los pedidos de material rebotan desde
abajo, los montacargas se descomponen durante meses sin que a nadie se le mueva
un pelo, y sonríen al oírle decir a esa misma funcionaria que en un año todo
el material de la Hemeroteca estará microfilmado cuando hay cantidad de
colecciones que no se sabe dónde están, y si alguien lo sabe no les es posible
entender por qué motivo se las esconde. Los investigadores que visitan la
Hemeroteca salen frustrados, a menos que hagan buenas migas con sus autoridades,
lo que ya es un indicio de respuesta. Felicitar a quienes condujeron durante
años ese sector a esta situación es tomar partido, decididamente, en una
interna. El error de lectura de la Sub, que podemos atribuir a su falta de
conocimiento de la Hemero y de la BN en sus más oscuras profundidades, fue
creer que se trataba de un internismo puramente inter-gremial, cuando el
verdadero conflicto es intra-laboral, es de modos de entender el trabajo y de
proyectar la Hemeroteca, ésta que en un folleto que todavía circula por ahí
es anunciada como la más importante de Latinoamérica (si es la más importante
por qué hay tan pocos investigadores acreditados en ella).
La sub pretendió demostrar que entendía que una buena parte de la
problemática interna de la Biblioteca era una cuestión de camisetas, de bandos
peleándose por detentar poderes, lo que la aleja del problema real y de
posibles soluciones. Basta recordar que hace tres años había un solo gremio
omnipresente en el sector y los problemas eran exactamente los mismos: material
inhallable, autoritarismo, falta de guía y conducción, recelo entre los
empleados, destrucción de su producción, capataces sin formación puestos a
dedo, en fin, la larga lista de arbitrariedades.
No extrañan sus palabras, de todos modos: desde el comienzo de su gestión la
funcionaria se mostró decididamente a favor de reafirmar las jerarquías
heredadas de la administración anterior. Es más, las enfatizó cada vez que
pudo. Y sobrevino el bajón: todos los que votaron contra Menem lo hicieron
pensando en un recambio, con mayores o menores esperanzas en que nuevos aires
ventilaran la podredumbre acumulada en los noventa y que el cambio de gobierno
oreara un poco o mucho la APN o al menos la Biblioteca. Al comienzo de esta
gestión había gente de distintas áreas y muy diferentes composiciones
elaborando proyectos -buenos, malos, realizables o no- para mejorar sus lugares
inmediatos de trabajo. Antes era imposible proyectar nada, era el sálvese quien
pueda y luego, en los últimos dos años, el resistir desde el bombo y la
denuncia y el luche que se van-. Los proyectos fueron deshechados sin ser
leídos, sus autores fueron declarados sumariamente personas no gratas,
individuos peligrosos con ideas propias.
Y aquí viene el temita que un compañero desarrolló en la anterior nota: LA
OBEDIENCIA DEBIDA. En conjunto, toda esta ofensiva aplacante y aplastante parece
querer reforzar los vínculos que se dan en el ejercicio de la obediencia
debida: verticalismo a ultranza, el sujeto reducido a engranaje descartable sin
opinión propia y que basa su existencia en el deseo de demostrar que sirve a
los fines de alguna entidad superior que decide por él, sin importarle el
producto de sus actos. La obediencia debida es la mecánica por la cual
prosperan los poderes sin autoridad real, estableciendo su circuito cerrado de
rígidas normas autoritarias, y sólo puede funcionar con un plantel de
mediocres y alcahuetes, temerosos de confrontar en el campo de la razón.
La obediencia debida viene siendo estudiada desde hace décadas. El experimento
de Stanley Milgram a fines de los '60 fue revelador en cuanto a sus mecanismos y
efectos (véase la vieja película I COMO ICARO). En nuestro país este
término sirvió para que la miseria de los políticos posibilitara que cientos
de criminales anden sueltos por ahí gozando de la vida que les arrancaron a sus
víctimas. En cualquiera de sus formas siempre posibilita lo mismo: sancionar al
indeseable en nombre de alguna entidad superior.
¿Por qué esta funcionaria ha declarado deseables a quienes colaboraron por
acción u omisión con lo que un informe denominaba El Colapso de la Biblioteca
Nacional (los mismos términos que utilizábamos nosotros durante la gestión
anterior, cuando no era tan fácil ni saludable decirlo), y ha decretado
indeseables a quienes se plantaron para señalar todo aquello que consideraron
nocivo para la Institución, la comunidad y sus trabajadores?
¿Tal vez porque el que roba para una corona, roba para cualquier corona, digámoslo
de una vez: el robo para la corona no implica ideología alguna, es puro
latrocinio? ¿Los capataces fascistoides de la Hemeroteca no son una buena
fuerza de choque para defender un status quo institucional? ¿No se reproducen
esas figuras tétricas en otros sectores cada vez más, a medida que pasa el
tiempo y no aparecen signos de revitalización institucional? ¿Acaso la
obediencia debida no es una herramienta de encubrimiento para las complicidades
más espúreas?
No era el objeto de estas notas elucidarlo. Tal vez las respuestas estén en las
propias preguntas. No es ninguna orientalada esta frase: están en las mismas
preguntas@ |