2ª Parte sobre 3
En los últimos tiempos, y más allá de las vicitudes socioeconómicas, muchas personas depositan en el dinero la representación total de su cédula de identidad. Viven bajo el lema "tanto tengo, tanto valgo". De modo que, cualquier contratiempo les trae aparejado el miedo al abandono, soledad, humillación o desvalorización por parte de los de alrededor. Así, las ansias desmedidas de poder, de dinero y el estrés concomitante, delatan añejos sentimientos de vacío, fragilidad e inseguridad.
Todo ser humano tiene una necesidad natural de vivir lo más tranquilo posible con un respaldo económico propio y familiar. Como también, según la propia labor desplegada, se merece disfrutar de la satisfacción de su retribución económica, o de lo que ella le permita alcanzar. Además, es natural que quienes saben "trabajar" se enorgullezcan de que su esfuerzo sostenido esté representado en -por ejemplo- la casa propia, la educación para sus hijos, alimentación, vestimenta, servicios asistenciales, viajes, etc. En estos casos, solemos decir que, en lo que dependa de sí mismo, alguien tiene empuje, ‘garra’, la pelea, es activo protagonista en los asuntos de su vida o en el bienestar propio y de su familia.
Asimismo, es obvio que una economía estable ‘calma los nervios’. Pero, no excluye que cada individuo tenga que aprender (a veces recordar) a disfrutar de las áreas importantes de su vida (hijos, hobbies, etc). En otras palabras, un mínimo de compensación económica posiciona con más confianza e ímpetu a todas las personas. Ante sí mismo como ante los hijos, cónyuge, pares y las mismas dificultades inherentes a cualquier labor.
Pero así como necesitamos saber administrar los ingresos económicos, tenemos que graduar el estrés inherente a todo emprendimiento. El cual, seguramente, irá de la mano del tipo de iniciativa, de la propia valoración, de prejuicios acerca de la consideración o respeto por parte del entorno en que cada uno se mueve.
En este sentido, el deseo de progreso económico va de la mano de un sano gradiente de poder y ambición. Mientras que, la inestabilidad económica, tanto la que depende de sí mismo como la del contexto, suele lastimar la dignidad.
Sin embargo, más allá del nivel de sus recursos, muchas personas viven obsesionadas por "ser" lo que tienen, "ser" lo que ostentan o lo que otros los impulsan a imitar. Y mientras ganan o pierden, hombres y mujeres padecen de estrés o tensión. Mientras se creen sólo apreciados por la escena que montaron, difícilmente pueden disfrutar de muchas de sus adquisiciones o relaciones, y hasta les cuesta confiar y compartir con compañeros, superiores, amistades o familiares.
Así, existen adultos y jóvenes de ambos sexos que para tapar agujeros emocionales propios o ajenos recurren al "poder del dinero". Sin embargo, la inseguridad de hombre o mujer, de madre o de padre, de niño, adolescente o abuelo, de ejecutivo o empleado, de autónomo o dependiente, suele manifestarse de diversas maneras. Por ejemplo, lo amplifican los chicos a los que ‘nada les alcanza’; los adultos que mientras dan sin límites frenan la autonomía y aprendizaje ajeno; también testimonian su inseguridad aquellos que niegan todo indiscriminadamente; los que se amargan porque aún no pueden adquirir la última novedad del mercado; los que necesitan imitar el manejo económico de pares con los que permanentemente se comparan, etc.
Detrás de todo ello, está la desesperación de ‘poder-no poder’. Y este tipo de poder daña. Porque cualquier avance es poco para sentirse seguro, satisfecho, ser respetado o valorado. Siempre subyace un amargo sabor a inseguridad. El cual, de tanto pretender taparlo, es de esperar que -como música de fondo- haga sentir su presencia como tensión o stress.
Se evidencia en hombres ‘económicamente agarrados’ con los de su familia; en personas que viven teniendo que constatar que son 'desprendidas’, al punto de generar en los demás un permanente sentimiento de estar en deuda; en quienes tratan de vivir a expensas de otros; en mujeres y hombres que se ‘compran todo, y si es posible lo que no necesitan’; en hombres o mujeres que dan con la finalidad de que sean otros los que se sientan inseguros o carentes; en esposas que buscan ‘gastarle todo al marido’ para castigarlo por carencias afectivas de distinta índole; en mujeres que buscan tener un rol protagónico para ganarle a quienes presuponen son contrincantes, etc.
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