Enrique Symns
tangos / poesía / cuentos / clásicos / pinturas / volver
El mejor cigarro
En los rincones oscuros de esta ciudad, dejaremos nuestras viejas pieles y
ya mutados regresamos a la calle para fumar el cigarrillo más sabroso
de todos estos años Symns, Alvarez, Messín, Gonsalez, quedarán
en el ropero de la memoria devorados por el olvido.
Los sueños fueron, desde niño, siempre los mismos el pic-nic del
final de la vida, el barco que llega en el atardecer rojizo, riéndose
con el desconocido que te cruza en esa insólita aventura.
Esto ha estado demasiado en nosotros. Hablando y hablando en el patio de las
fiestas y caricias, mientras la piel de los ojos se enfría cuando ese
sol es de tan lejos. Habrá que. Cómo haría para acariciar
tus besos en un bar de esta ciudad mientras corro en la selva acorralado por
la fiera que busco? Sé que aquí no nos encontramos en un tiroteo,
sólo podemos acostumbrarnos a darnos lo que no nos sirve. Aquí
no hay vidas fáciles o difíciles son todas imposibles. El deseo,
ese coito interrupto del impulso.
De esta manera, los días serán siempre como hoy con penas sin
gloria. Si no te decides a hacer lo que no quieres hacer serán más
de cuatro días pero no estarán locos. Si tienes una tarea más
importante que sorprenderme a las cuatro de la madrugada cuando aún soy
la elegante lágrima de un duende, entonces habrá rosas pero tú
no tendrás sabor para el vino.
La peste emocional tiene que haber estallado. Me niego a aceptar que esto pueda
ser considerado vida humana. Encepados tras la puerta, amarrados por lo suyo
propio, aabrigando el frío corazón con el calorcito de los planes,
paralíticos que no ruedan las sillas zambando aventura hacia los amigos,
emperrados en mantener limpia la cucha de las preocupaciones, amarrados al salvavidad
pero lejos del mar, sin paciones que atraigan a los tiburones del peligro. Creen
que tienen toda la vida. El tiempo los ayuda a simular. El instante que pierden
hace agujeros y a través de esos cuerpos sopla el viento de los muertos.
AQUI EN ESTA CIUDAD YACEN LOS RESTOS QUE AUN QUEDAN DE TODOS NOSOTROS. QUE EN
PAZ SUEÑEN QUE VIVEN.
Pero los barcos y trenes y los quilombos y las fugas y los viajes pasan todos
los meses de ese día por cualquier ventana despierta a la hora en que
el corzón apasionado consume sus últimas maderas secas.
Lo saben los niños que nunca duermen y que nunca crecen y que nunca son
aquello o lo otro. Y lo saben quienes flotan por sobre las telarañas
y pantanos de todos-estos-malditos-días-que-son-acomo-nada y que otros
usan para bajar escalones desde el altillo de las angustias abandonadas por
la misma escalera que mañana usarán para subir. La pasión
se fué llorando mientras ellos querían ver un capítulo
más (juro que uno sólo más!) de ese video juego que manejan
tan bien y que da la vuelta al día en algún mundo.
Fugándote de las fugas, escapando sin ser perseguido, te irás
sigilosamente. No sé dónde queda, pero tu brújula perdida
te irá conduciendo entre enemigos y trampas No sé dónde
queda. Más allá de este mundo que sabemos que hay, está
ese raro mundo que no sabemos que hay.
Te irás y la silla quedará vacía. Luego no estará
la silla. Ni la casa donde estaba la silla. Recordarán sólo la
imagen de alguien que ya no existe. Estarás libre. Y ahí sí,
fumarse el mejor de los cigarros de todos estos años.
Texto extraído de la revista: "Cerdos y peces"
de noviembre de 1990.