NEUQUEN-BARILOCHE-2000

 

 Cicloturismo Neuquén-Bariloche Etapas Ciclismo

 

 

 

 

Mapa de la travesía

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Camino entre Villa Pehuenia y Moquehue

 

 

 

 

 

 

 

Lago Pulmarí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acampando en el Lago Quillen

 

 

 

 

 

Río Aluminé

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mirador del A. Pil-Pil

 

 

 

Arroyo Hermoso

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mirador del Lago Espejo

 

 

 

 

 

 

Villa La Angostura

 

 

Lluvia en el Lago Nahuel Huapi

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Travesía Cordillerana

Durante ese fin de semana en la Villa El Chocón, le fui contando a Sonia algunos aspectos de la travesía que pensaba hacer. Consistía en ir desde Neuquén hacia el oeste, que es la ruta más corta para llegar a la cordillera y luego hacer un itinerario por los caminos cordilleranos hacia el sur; el final del recorrido sería el día 4 de febrero, que era la fecha que ella salía de vacaciones y que viajaría para encontrarse conmigo en el lugar donde hubiera logrado llegar.

Cuando regresamos a Neuquén, ese lunes lleve la bici a una bicicletería, para hacerle un ajuste en la caja pedalera, que había comenzado a tener un poco de desgaste; después realice algunas compras: otro portapaquetes para colocarlo en la parte delantera de la bici, un sombrero de paja para evitar las quemaduras cuando el sol me daba de costado, garrafas de gas de repuesto para el calentador y el farol, un botiquín de primeros auxilios más completo. Luego hice una lista con todas las cosas que debía llevar, la que iba tildando a medida que acomodaba los elementos en las alforjas y la mochila, para no olvidarme de nada.

Neuquén - Cutral-Co

25/01/00. Me desperté a las cuatro y media de la mañana, estaba bastante ansioso y mientras desayunábamos con Sonia, hice los preparativos de ultimo momento, a las 7.30 hs. comenzó la aventura. La mañana se presentaba seminublada con un poco de viento nordeste, que me facilitaba la marcha, dado que circulaba por la ruta 22 con dirección al oeste.

A las 10.30 hs. cuando llegué a la estación de servicio en Arroyito me reabastecí de agua, sabiendo que hasta Plaza Huincul no iba a tener otro lugar donde conseguir el vital elemento, ya el tiempo se estaba tornando caluroso, se había despejado y después de andar unos kilómetros y a pesar de que los neumáticos tenían liquido antipinchaduras, se comenzó a desinflar la rueda delantera, lo que me obligó a detenerme a inflarla en dos oportunidades, solucionando el problema.

Al mediodía me detuve en el paraje Challacó y como desde Arroyito hasta Plaza Huincul no hay árboles cerca de la ruta, para protegerme del sol me introduje en una alcantarilla de la ruta, el almuerzo consistió en arroz hervido y huevos duros, luego descansé un rato, disfrutando de la fresca sombra que me proporcionaba el lugar. Estando dentro de la alcantarilla me lastime en un costado del abdomen, con un hierro de construcción que sobresalía de la pared, con los elementos de primeros auxilios que llevaba, desinfecte y coloque un cicatrizante en la herida; siempre es imprescindible contar con un botiquín de primeros auxilios, cuando se realiza este tipo de aventuras.

El viaje continuó sin otros contratiempos, el paisaje es bastante monótono, ya que esta zona es una meseta con una vegetación compuesta en su mayor parte de arbustos, de vez en cuando se divisa alguna torre de extracción de petróleo. Este trayecto se vuelve un poco complicado para circular en bicicleta a causa del transito que tiene esta ruta, especialmente de camiones y micros, que en muchas oportunidades cuando se cruzan con otros vehículos, no dejan suficiente espacio sobre el asfalto para la bicicleta, debiendo bajar a la banquina, que la mayoría de las veces es muy irregular.

A la Oficina de Turismo de Plaza Huincul llegué a las 16.45 hs., ahí me informaron que había un camping cerca del aeropuerto, pero que estaba muy abandonado y que me convenía acampar en el pueblo, en una arboleda que hay sobre la ruta, enfrente a un supermercado; fui hasta ese sitio, tome unos mates y descanse un rato. Mientras estaba en el lugar se acercó a charlar un joven que se interesó por conocer detalles de la aventura, algo que produce una enorme satisfacción. Luego hice algunas compras en el supermercado y fui ha investigar el camping que me habían mencionado, no se veía que hubiera alguien acampando, decidí quedarme en la arboleda, aunque la idea de acampar en un pueblo y al lado de una ruta, no me resultaba muy tranquilizadora. Como tenía ganas de darme una buena ducha, fui hasta una estación de servicios donde me permitieron utilizar el baño, cuando termine de bañarme me encontré con una pareja que estaba cargando combustible, viajaba en moto con los elementos de campamento, desde Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, hasta San Martín de los Andes. Charlamos un rato intercambiando comentarios de nuestras experiencias.

Antes de establecer el campamento, me dirigí a un locutorio para hablar por teléfono con Sonia, una de las condiciones para poder hacer el viaje solo, era que todos los días siempre que me fuera posible, la llamara para saber que todo iba bien. Al anochecer cociné la cena y lo que sería el almuerzo del día siguiente, arroz hervido con un cubito de caldo y atún al natural, este sería el menú principal de la mayor parte del viaje, contiene una buena proporción de carbohidratos y proteínas, es sencilla de hacer y no necesita mucha refrigeración. Cuando estaba terminando de cenar, comenzó a soplar con bastante intensidad viento del sudoeste. Armé la carpa y me dispuse a dormir, pero no pude descansar bien, estaba preocupado por el hecho de estar acampando a la orilla de la ruta, donde circulaban vehículos y transeúntes, cada ruido que oía me sobresaltaba, además si continuaba el viento en esa dirección al otro día lo iba a tener de frente.

Cutral-Co - Zapala

26/01/00. Después de una noche donde dormí de a ratos, cuando comenzó a aclarar me levanté. El desayuno consistió en mate y cereal, tomando luego un suplemento de magnesio. Desarmé la carpa y cargué todo en la bicicleta, compré agua mineral y a las ocho de la mañana, partí con rumbo a la ciudad de Zapala. Continuaba el viento del sudoeste, aunque soplaba con menos fuerza que en la noche. Me sentía cansado y me costó retomar el ritmo de marcha, cada media hora hacía una parada. La mañana era fresca y soleada.

En este tramo el camino comienza a hacerse más irregular, con cuestas más largas y empinadas, comencé a aplicar la técnica que en el viaje a la Villa El Chocón, me había parecido que podía ser apropiada para evitar la fatiga innecesaria: en las subidas o con viento fuerte de frente, se comienza a utilizar una relación de corona-piñón para mayor fuerza, a medida que aumenta la exigencia se van haciendo los cambios de marcha necesarios, lo que ocasiona que disminuya la velocidad, hasta que la computadora indica 5 o 6 k/h. Sabiendo que esa es aproximadamente a la velocidad que se puede ir caminando, se desciende de la bicicleta y se sigue andando hasta llegar a la cima, el tiempo perdido se recupera en la bajada, con el peso adicional se alcanza una buena velocidad, siempre que el terreno lo permita.

Había disminuido el viento y al mediodía ya me encontraba a más o menos veinticinco kilómetros de Zapala, por lo que decidí seguir, llegando a la entrada de la ciudad a las 13.50 hs. , me detuve en una estación de servicio, que tiene un lugar habilitado para hacer pic-nic, donde almorcé y desplegando la colchoneta a la sombra de los árboles, dormí un rato. En ese sitio entable conversación con un muchacho de Aluminé, que trabajaba en el hospital de esa ciudad y que estaba en un grupo de aficionados al deporte aventura, hacían descensos en gomon por el Río Aluminé y tenían planeado ir a escalar el volcán Llaima, ubicado en el parque nacional Conguillo, cerca de Melipeuco, pueblo chileno distante aproximadamente treinta kilómetros del paso fronterizo de Icalma, lugar que nosotros habíamos visitado durante las vacaciones que pasamos en Villa Pehuenia, por lo que encontramos varios temas de conversación que nos ocuparon un buen tiempo.

A la tarde me dirigí al centro de la ciudad, pero... cuando iba llegando a la rotonda donde está el monumento a escala natural, de una familia migrante con su carreta tirada por bueyes, que es la entrada principal, dos rayos de la rueda trasera dijeron basta; me dirigí a la oficina de turismo, averiguando por un lugar para acampar y por una bicicletería para arreglar la rueda, me sugirieron el camping municipal que esta ubicado hacia el sur de la ciudad, tenía baños con agua caliente y algo de sombra. Cuando llegué al camping descargué todo de la bici, arme la carpa y busque la bicicletería que me habían recomendado, donde me atendió un señor muy amable que me cambió los rayos cortados y tres más que consideraba que no iban a aguantar; mientras yo hacia algunas compras y me comía un buen helado. Cuando fui a retirar la bici, me aconsejó que llevara dos rayos de repuesto porque si me ocurría esto en el camino, aunque no tuviera las herramientas apropiadas podía colocarlos provisoriamente para poder continuar el viaje. Esta persona practica ciclismo de ruta, y en varias oportunidades había hecho el camino hasta Villa Pehuenia, me comentó que en cuatro o cinco horas podía llegar, pero, que tuviera presente que por lo general a la tarde comenzaba a soplar viento del oeste, es decir de frente. También me dijo algo que ya había leído, pero que no consideré en su momento y ahora tomaba relevancia, cuando se viaja en bicicleta con peso extra, se debe distribuir la carga teniendo en cuenta que la rueda trasera soporta la mayor parte del peso corporal del ciclista, por lo que se debe colocar la carga más pesada sobre la rueda delantera... ¡sino se corre el riesgo de cortar los rayos de la rueda trasera!.

Cuando regresé al camping ya más relajado por haber solucionado este inconveniente, tome unos mates y luego me di una buena ducha caliente, previamente tuve que pedir una pinza a un matrimonio que acampaba al lado de mi carpa, porque los baños estaban en reparación y al único que se encontraba habilitado le faltaban las llaves para abrir el agua.

Ya al anochecer, fui en bicicleta hasta el centro para hablar por teléfono con Sonia, tratando de contarle todas las alternativas del día en el menor tiempo posible ya que uno de los gastos más importantes que tuve en el viaje fue en llamadas telefónicas. Después de cocinar, cené y me dispuse a dormir, a pesar que estaba bastante cansado tardé en conciliar el sueño, había mosquitos y desde una carpa cercana se escuchaba música y chicos jugando con un perrito, que ladraba. Pasada la medianoche me dormí.

Zapala - Villa Pehuenia

27/01/00. Un soleado amanecer con una leve brisa del sudoeste prometía una agradable jornada, me levante con muy buen animo, en esta etapa comenzaba a recorrer los caminos cordilleranos y si bien en un principio esta etapa estaba programada para hacer el trayecto hasta Primeros Pinos, después de la charla de ayer en la bicicletería, tenía la convicción de que podía llegar a Villa Pehuenia en un solo día. A las 7.40 hs. salí del camping, compré agua mineral en una estación de servicio y a la salida de la ciudad recorrí un trecho por la ruta 22 hacia el norte, luego continué por la ruta 13 hacia el oeste. Cuando había recorrido aproximadamente quince o veinte kilómetros, se comenzó a desinflar nuevamente la rueda delantera, me detuve a inflarla, pero como seguía perdiendo aire, cambie la cámara por una de las que llevaba de repuesto. En esta zona comienza a cambiar el paisaje, se torna más ondulado, con más formaciones rocosas, entre las que se observan valles recorridos por arroyitos, que dejan a su paso una zigzagueante franja verde, donde pastaban plácidamente algunas vacas.

Disfrutando del paisaje y haciendo algunas paradas en los arroyos que iba cruzando, al mediodía arribé a Primeros Pinos, tengo entendido que debe su nombre a que en esta zona se comienzan a divisar los primeros pehuenes y araucarias. En este lugar hay una hostería que funciona en la temporada de esquí y finaliza el asfalto. Me detuve al costado del camino debajo de una araucaria, extendí la colchoneta de goma espuma que usaba debajo de la bolsa de dormir, me dispuse a almorzar y como consideraba que tenía tiempo suficiente, dormí una siestita. Cuando desperté note que comenzaba a soplar un poco de viento del oeste, recordando lo que me habían dicho, me apresuré a descender por la ladera rocosa hasta un arroyo que corría unos metros más abajo, llenando las cantimploras con agua. Cuando continué la marcha por el camino de ripio, el viento soplaba con bastante fuerza, lo que me obligó a caminar los cinco o seis kilómetros hasta el cerro El Atravesado, seguí andando, cuando podía iba en la bicicleta utilizando la relación de mayor fuerza o caminaba, un poco más adelante me encontré con dos cicloturistas, nos detuvimos a conversar y me contaron que habían salido de Zapala por la ruta 46 y pasando por la cuesta de Rahue, llegaron a la ciudad de Aluminé, continuando luego hacia Villa Pehuenia, de donde salieron esa mañana de regreso a Zapala.

Este trayecto me llevó bastante tiempo y la provisión de agua comenzaba a disminuir, cuando pasé por un precario boliche campestre no tuve mejor idea, que entrar a comprar agua mineral, respetuosamente me contestaron que no tenían, pero supongo que todavía se deben estar matando de risa, a mí después me causaba gracia pensar en la situación y en lo que había observado en las estanterías del lugar... no creo que tuvieran ninguna bebida sin alcohol para ofrecerme.

Más adelante el sinuoso camino comenzó a descender hasta llegar a la unión de los arroyos Cochico Chico y Grande, afluentes del río Quilca, descansé al reparo de un puente, ingiriendo para reponer energía una barra de cereal, bananas, frutas secas y abundante agua; eran las seis de la tarde, estaba cansado e indeciso, no sabía si detenerme a acampar ahí o intentar seguir, decidí continuar dado que cualquier lugar más adelante sería igual que éste para pasar la noche, además suponía que el viento iba a disminuir hacia el atardecer. Con esto en mente encaré caminando la pendiente del Quilca y cuando llegué a la pampa de Lonco Luan, meseta de arena y piedra volcánica muy erosionada, seguía con el viento de frente que levantaba nubes de polvo y me dificultaba el andar. Aprovechando las bajadas para avanzar lo más rápido posible y cuando ya estaba anocheciendo, en una subida, con gran alivio divisé el lago Aluminé, llegando al puente sobre el río Litran a las 21.30 hs., estaba exhausto y me dolía el codo y el hombro derecho; por el camino que bordea el lago seguí andando y como no tenía previsto viajar de noche no llevaba luces, así que cuando escuchaba algún vehículo salía del camino hasta que pasaba, una hora después entraba en el camping situado cerca de la estación de servicio que tiene la villa, armé la carpa, me di una enorme ducha caliente y luego intenté hablar con mi esposa, pero la cabina donde esta el teléfono público ya se hallaba cerrada, esa noche cené galletitas de soja y caballa, estaba destruido. Moraleja: ¡este trayecto es para hacerlo en dos etapas!...

Villa Pehuenia

28/01/00. Día de descanso, cuando me levanté cerca de las nueve de la mañana, el día se presentaba algo nublado, con algunas lloviznas intermitentes, ventoso y fresco. Preparé mate y desayuné sin apuro, pensando en que debía aprovechar este día para recuperar fuerzas, después hablé por teléfono con Sonia contándole las alternativas de la jornada anterior.

Cuando comencé a ordenar las cosas, que la noche anterior había dejado por cualquier lado, comenzaron a surgir las consecuencias de la marcha por los caminos de ripio, se había roto el termo a causa de los golpes y se había destapado el envase del bronceador, por lo que tuve que limpiar el interior de la mochila.

Luego caminando recorrí los doscientos metros que separan al camping del lugar, donde se encuentran la mayoría de los comercios de la villa: estación de servicio, ferretería, taller mecánico, locutorio, almacén y supermercado, en este último realice algunas compras, un repuesto para el termo, bananas, pelones, tomates y otros alimentos para llevar en las siguientes etapas.

De regreso al camping, lavé la ropa, me afeité y después almorcé arroz integral con tomates y de postre unos pelones; luego de comer me dio un poco de modorra lo que motivó que me acostara a dormir una siesta. A la tarde reparé la cámara que se había pinchado y aprovechando que en una canilla cercana a la carpa había una manguera, lavé la bicicleta. El día seguía instable, alternando lloviznas con períodos de sol, mientras tomaba unos mates, en el mapa que tenía fui planificando las siguientes etapas, ya con rumbo al sur, el próximo recorrido debía ser por el camino que pasa por el lago Moquehue, hasta el lago Ñorquinco o la ciudad de Aluminé.

Como el camping está situado sobre la costa del lago, cuando ya caía la tarde salí a dar una vuelta para distraerme un poco; caminando por la playa de gruesa arena volcánica, observé el lago de un color gris azulado, moteado por las blancas crestas de las olas; hacia el oeste, sobre la costa de enfrente, apenas se divisaban las montañas, ocultas por la bruma. El cielo continuaba con bastante nubosidad, pero soplaba un fuerte viento del oeste, esto me hizo pensar que quizás para el día siguiente el tiempo mejoraría, sintiéndome un poco más optimista continué el paseo. Cuando regresaba me encontré con dos personas que estaban acampando ahí, con quienes pase un buen rato conversando, uno de ellos era de General Roca y el otro de Neuquén. Después de ducharme, cené y rogando que mejorara el tiempo, me dispuse a dormir.

Villa Pehuenia - Aluminé

29/01/00. El canto de un gallo me despertó a las 6.45 hs., preparé el desayuno, cargué todas las cosas en la bicicleta y luego de pagar la estadía en el camping, a las ocho y cuarto de la mañana partí con rumbo al oeste, por la ruta 13. El tiempo seguía inestable, aunque las nubes estaban más dispersas todavía lloviznaba de vez en cuando. Pasé cerca de la angostura que une los lagos Aluminé y Moquehue y al llegar al control aduanero, me encontré con el muchacho con quien había charlado en Zapala, estaba haciendo el tramite para ir a Chile a escalar el LLaima, no deseamos mutuamente suerte en nuestras respectivas aventuras y continué recorriendo el camino que desde la salida de la villa va subiendo hasta donde se bifurca, a la izquierda hacia el lago Moquehue por la ruta 11 o a la derecha al paso Icalma, a Chile.

Transitando por un camino en buen estado, fui descendiendo hasta llegar a la costa del lago Moquehue. En esta zona el paisaje es muy bello y agreste, en las laderas de los cerros la vegetación es densa, se ven pehuenes, ñires, lengas y coihues. Al llegar al lago Moquehue, se puede observar un cerro que por la forma de su cumbre se llama la Bella Durmiente, más adelante se encuentra la villa, con cabañas, casas y una hostería. A partir de aquí el camino se torna un poco más pedregoso, pero en general esta bastante bueno y no tiene subidas muy empinadas.

El tiempo seguía fresco, algo ventoso, pero casi no lloviznaba y de a ratos el sol acariciaba con sus rayos, haciendo la mañana más placentera. Avanzando sin inconvenientes y haciendo periódicas paradas a descansar y contemplar la belleza del paisaje cordillerano, recorrí este trayecto hasta el lago Nompehuen y un poco más adelante, cuando entre la vegetación divisé el lago Ñorquinco, había recorrido aproximadamente sesenta kilómetros y era cerca del mediodía.

Una de las alternativas que había evaluado el día anterior, era terminar este trayecto en Ñorquinco, pasando la noche en el camping sobre la costa del lago, pero decidí seguir y más adelante cerca del puente que cruza el río Pulmarí, descubrí otro camping, me detuve para averiguar el precio y como me pareció un poco caro para ser un camping agreste, continué la marcha con dirección al este, había un poco de viento del oeste y el cielo seguía seminublado.

Me detuve a almorzar a la vera del camino, disfrutando del silencioso paisaje circundante, alterado solamente por el canto de los pájaros. Luego de descansar un poco, continué pedaleando por el sinuoso camino hasta llegar al mirador Piedra Pintada, formación rocosa en donde se pueden observar pinturas rupestres; más adelante está el lago Pulmarí y la laguna de los Giles. A medida que se avanza hacia el este, el paisaje se vuelve más árido, con menos vegetación.

Cuando llegué al río Aluminé, tomé por la ruta 23 hacia el sur, en esta parte el camino es muy pedregoso y con bastante tránsito, luego de recorrer aproximadamente veinte kilómetros bordeando el mencionado río, arribé a la ciudad de Aluminé. Eran las cinco y media de la tarde cuando ingresé a la oficina de turismo, ahí me dieron la dirección de dos camping, en el municipal había mucha gente, así que crucé el puente sobre el río Aluminé y acampé en uno que parecía bastante tranquilo, sobre la margen este.

Una anécdota graciosa fue que cuando hablé por teléfono con Sonia, me comentó que había llamado mi madre, que vive en Bahía Blanca y como no le habíamos contado de este viaje, para que no se preocuparan, cuando le preguntó por mí, le dijo que había salido a dar una vuelta en bici... no le mintió, lo único que omitió fue decirle de cuantos días era la vuelta.

Después de armar la carpa, tomé unos mates con unas galletitas, me bañé y lavé la ropa. Me quede conversando en la cabaña que hacia las veces de oficina, con el encargado del camping; él también estaba planeando una travesía en bicicleta. A continuación con el mapa en mano evalué las alternativas para las siguientes etapas, considerando lo que me habían comentado en la oficina de turismo y que tenía ganas de ir a conocer los lagos de la zona, las alternativas eran: visitar el lago Ruca Choroi, distante 25 kms. hacia el oeste y volver a la ciudad o recorrer los 48 kms. hasta el lago Quillen y acampar allí para luego continuar hacia el sur; me decidí por ésta última opción. Ya de noche cociné algo de comida para la cena y el almuerzo del día siguiente. Estaba satisfecho con lo hecho en este día, los lugares que había conocido eran dignos de recomendar a cualquier amante de la naturaleza.

Aluminé-Lago Quillen

30/01/00. Cuando los cerros que rodean la ciudad comenzaron a colorearse con los primeros rayos de sol, me desperté. Luego de los preparativos para la partida, salí del camping con rumbo al centro de la ciudad; eran aproximadamente las nueve de la mañana del domingo y los comercios se encontraban cerrados, en una estación de servicio, hice algunas compras.

Tomando hacia el sur y bordeando el río Aluminé, hice los dieciocho kilómetros hasta Rahue, este tramo de la ruta 23 se encuentra asfaltado; doblando a la derecha por la ruta 46, crucé el puente sobre el río Quillen recorriendo los treinta kilómetros de camino de ripio que acompañan al mencionado río; esta es una zona de estancias y a medida que se avanza hacia el oeste se observa el comienzo del bosque cordillerano. Este trayecto desde Rahue hasta el lago Quillen, es en su mayor parte en subida y cuando comenzó a soplar un poco de viento del oeste, se me hizo la marcha un tanto difícil.

Me hubiera gustado contar con un altímetro, para tener una referencia exacta de las distintas altitudes del recorrido y hacer un relevamiento; sin embargo a falta de este elemento y observando la dirección que corrían las aguas de los ríos y arroyos, me fui dando cuenta si estaba ascendiendo o descendiendo, independientemente de las subidas y bajadas del camino.

Luego de pasar por un caserío, se ingresa al parque nacional y entre la densa vegetación aparece el camping sobre la costa del lago. Ubicando la carpa entre unos árboles, con vista al lago, almorcé y a la tarde realicé las tareas cotidianas del viaje:: lavar la ropa, ducharme y planificar la siguiente etapa.

El siguiente trayecto que podía hacer era hasta Junin de los Andes, que según mis cálculos estaba a más o menos a cien kilómetros de aquí, o quedarme en Pilolil, a mitad de camino, la duda era si en este lugar había algún sitio apropiado para acampar, la idea de pasar otra noche a la orilla de una ruta no me atraía para nada.

El día estaba parcialmente nublado, caminé un rato por la playa de canto rodado, contemplando la abundante arboleda de los cerros que circundan el lago. De acuerdo al comentario que hicieron varias personas que estaban pescando en el lugar, tanto el río como el lago Quillen son excelentes para la pesca deportiva.

Lago Quillen-Junin de los Andes

31/01/00. Me desperté temprano, luego del desayuno emprendí la marcha a las ocho y cuarto de la mañana, el día se presentaba soleado y fresco, con una leve brisa del oeste. Fui desandando el camino que había hecho el día anterior, esta vez acompañando en su descenso al río Quillen, que en Rahue aporta sus aguas al río Aluminé. Luego de cruzar el puente se dobla a la derecha y siguiendo en su recorrido al Aluminé, es decir descendiendo, se transita por un camino en muy buen estado. Era una mañana sumamente agradable, escuchando el canto de los pájaros y el sonido del agua entre las piedras, fui pedaleando sin mayor esfuerzo hasta llegar a Pilolil, que más que un poblado, era simplemente un grupo de casas a la orilla del camino, entre el río y los cerros.

Había hecho sesenta y nueve kilómetros cuando crucé un puente y el camino comenzó a subir en dirección al sudoeste, alejándose del río; como no sabía si en los próximos cincuenta kilómetros, que era lo que calculaba que me faltaban para llegar a Junin de los Andes, iba a tener algún lugar para reaprovisionarme de agua, llené las cantimploras en el río. Esta subida acompaña durante un corto tramo, el zigzagueante recorrido del arroyo Auca Pan y tiene aproximadamente veinte kilómetros, de los cuales tuve que hacer caminando una buena parte, a causa de la pendiente del camino y del viento cruzado que comenzaba a soplar con mayor intensidad.

Cuando ya había hecho la mayor parte de la subida, en un recodo del camino y al reparo del viento, me detuve para almorzar y descansar un poco, pero había mucho viento y tierra, por lo tanto cuando terminé de comer, decidí seguir la marcha. Al poco tiempo de andar llegue a la parte superior de una meseta y paulatinamente el camino comenzó a descender, éste era muy pedregoso y el viento de a ratos era bastante fuerte. A causa del polvo, la cadena de transmisión de la bicicleta comenzó a rechinar, me detuve para lubricarla con un aerosol que tenía para estos casos. El entorno era muy árido, con muy poca vegetación, de vez en cuando se veían algunas casas de las estancias, que en este lugar se dedican mayoritariamente a la cría de ganado vacuno.

Al llegar al río Malleo, tenía que pasar por un angosto puente de una sola mano, cuando estaba ingresando al mismo, escuché detrás de mí una potente bocina de camión, me detuve bruscamente al costado del camino, suponiendo que el conductor tenía intenciones de cruzar el puente, pero, al mirar hacia atrás vi que pasaba por un camino paralelo al río, sin duda que al verme entrando al puente el chofer decidió hacerme una broma y darme un buen susto...logrando su objetivo. Por supuesto que expresé en voz alta lo que pensaba de él.

A las 18 hs. llegué al centro de Junin de los Andes, en la oficina de turismo recabé información sobre los campings del lugar; ahí estuve conversando un rato con otro cicloturista que se dirigía hacia el volcán Lanín con intenciones de escalarlo. Volví a salir de la ciudad y recorrí los pocos kilómetros que me habían dicho que había hasta un camping situado cerca de la ruta, me pareció muy alejado y poco arbolado, por lo que decidí acampar en uno que se encuentra sobre la margen del río Chimehuin. El lugar se veía bastante lindo, con césped y algunos pequeños árboles, los baños eran amplios y estaban limpios, mientras desarmaba el equipaje e instalaba la carpa, tome unos mates con unas galletitas, estaba hambriento y cansado.

Había sido un largo día, pero tenia la satisfacción de haber recorrido una considerable distancia; además desde la salida en Neuquén había hecho casi seiscientos kilómetros y considerando que me merecía un descanso, opté por seguir con la secuencia de tres días de marcha y uno de ocio.

Después de lavar la ropa y ducharme, fui al supermercado y hablé por teléfono con mi esposa, la noche anterior desde Quillen no había podido hacerlo; le narré en grandes rasgos lo vivido los dos últimos días y dándole la tranquilidad que hasta aquí todo se desarrollaba sin contratiempos y que realmente estaba disfrutando la aventura.

Junin de los Andes

01/02/00. El día amaneció nublado y ventoso. Luego del desayuno me dediqué a proyectar como iba a continuar el viaje, el día anterior me habían comentado de un camino de ripio, que iba a San Martín de los Andes, bordeando el río Curruhué y pasando por el lago Lolog, en parte me entusiasmaba esta idea, ya que iba a conocer otro lago de la zona, pero, quería llegar a Bariloche y disponía de tres días para recorrer doscientos cuarenta kilómetros. Deje para el día siguiente la decisión de ir directamente por asfalto a San Martín o hacer el desvío por el lago Lolog, iba a depender de las condiciones climáticas que hubiera.

Me fui a dar una vuelta por la ciudad, revelar un rollo de fotos y hacer algunas compras en el supermercado. Estaba un poco cansado y sentía un malestar como si me estuviera por resfriar, por lo que compré un suplemento de vitamina C. Al mediodía, decidí cambiar el menú, venia comiendo arroz con atún hacia varios días y ya estaba un poco saturado. En una rotisería del centro pedí cuatro canelones de verdura y un cuarto pollo a la parrilla, mientras lo hacían di una vueltita por los alrededores y luego de retirar lo solicitado me fui al camping. ¡Sorpresa! me habían dado cuatro canelones de ricotta con salsa y pollo con ensalada, con bronca y preguntándome si después de haber pasado estos días solitarios sin hablar mucho con gente, habría perdido la habilidad de comunicarme con los demás, me comí los canelones, dejando el pollo para la cena.

La tarde transcurrió apaciguadamente, dormí la siesta, anduve paseando por la ciudad y por la orilla del río Chimehuin, lo que me trajo a la memoria una canción que compuso Daniela, mi cuñada, haciendo mención a este río, en ocasión de haber estado acampando en la zona. Este río nace en el lago Huechulafquen, al pie del volcán Lanin y dicen los amantes de la pesca deportiva que es uno de los mejores lugares para practicar este deporte.

La tranquilidad del camping se vio alterada por la llegada de varios veraneantes, matrimonios con chicos, que por la forma de hablar parecían ser de Buenos Aires, que acamparon en cercanías de mi carpa. Son los inconvenientes de vivir en sociedad, tal vez me estaba acostumbrando al silencio y a la soledad del ambiente cordillerano.

Luego de cenar el pollo con ensalada y un alfajor de postre, me fui a dormir.

Junin de los Andes-Lago Hermoso

02/02/00. Luego de haber descansado convenientemente el día anterior, me desperté a las 5.30 hs. y a las 7.30 hs. partí con rumbo a San Martín de los Andes. Decidí ir directamente por la ruta 234, asfaltada, debido a que si bien el cielo se había despejado, estaba bastante fresco a causa del viento que soplaba del oeste, en dirección contraria a la que me dirigía. En esta zona el camino recorre un valle entre montañas, con muy pocas pendientes. Se pasa por el aeropuerto y cuando se llega a la bajada de Pio Protto, se ve el lago Lacar y la ciudad de San Martín de los Andes.

En un supermercado de la ciudad compré cereal y un yogur y en la costa del lago merendé, presenciando una clase teórica de navegación a vela, que un instructor daba a un grupo de chicos.

Bordeando el lago Lacar se comienza el ascenso que lleva al arroyo Partido, este tiene la particularidad que divide sus aguas, desembocando uno de sus brazos en el arroyo Pil Pil que se dirige hacia el lago Lacar y a través del río Hua Hum al océano Pacifico, mientras que el otro brazo va al arroyo Culebra y al lago Meliquina y por medio de los ríos Caleufú, Limay y Negro desemboca en el océano Atlántico. Pasando por el camino de ingreso al Cerro Chapelco, en el mirador del arroyo Pil Pil disfruté por ultima vez la vista del lago Lacar. A continuación el camino comienza a descender hacia el puente sobre el río Hermoso, desde aquí se puede tomar hacia la izquierda por un camino de ripio para ir al lago Meliquina, que evalué como una posibilidad para acampar esa noche, pero finalmente me decidí por el camino de la derecha, siguiendo la ruta de los Siete Lagos.

En el lago Machonico me detuve a almorzar y buscar un lugar para acampar, pero, no encontré ninguno apropiado, decidí continuar hasta el lago Hermoso. Unos kilómetros más adelante, a la derecha sale un camino que pasa por la laguna Pudu Pudu y llega hasta un camping agreste, sobre la desembocadura del lago Hermoso en el río homónimo. Es un lugar de una belleza incomparable, rodeado de montañas y bosques.

Seguía soplando algo de viento, pero al reparo del bosque no se hacia sentir mucho y la temperatura era agradable. Como me habían informado que el camping no contaba con agua caliente, busqué un lugar apartado del arroyo para bañarme, mientras calentara el sol, porque la temperatura del agua en estos lugares es bastante fría. Luego recorriendo el camping descubrí en un rincón que había unas duchas en un cerramiento de madera...que le va a hacer, esto pasa por no preguntar.

En el camping no había electricidad y para economizar gas, antes que cayera la noche preparé la comida y cené, intentando luego dormir, pero al poco rato arribó al lugar un grupo de extranjeros, que estuvieron de joda hasta altas horas de la noche.

Lago Hermoso-Villa La Angostura

03/02/00. Cuando a la mañana salí de la carpa, me encontré que durante la noche había helado, la carpa tenía una capa de blanca escarcha y hacia bastante frío. A las ocho menos cuarto abandoné el camping, me había colocado las calzas largas y los guantes enteros protegiéndome del frío matinal, cuando llegué a la ruta ya el sol comenzaba a asomar entre las montañas.

Desde el lago Hermoso hasta la cascada Vullignanco, el camino es casi todo en subida y más o menos desde este lugar comienza a bajar hasta llegar al lago Falkner, donde terminaba el asfalto. A los pocos kilómetros encontré el lago Villarino, donde paré a sacarme parte del abrigo, al que había tenido que recurrir en las primeras horas de la mañana. Este trayecto lo hice encontrándome muy asiduamente con los camiones que acarreaban tierra, para el relleno del tramo que estaban asfaltando; un poco más adelante también encontré maquinaria preparando el terreno y derribando algunos árboles que entorpecían el trazado de la cinta asfáltica, algo que me apenó, ya que en algunos casos debían ser árboles centenarios, que embellecían el paisaje. A medida que me acercaba al río Pichi Traful, el camino se hizo más pedregoso e irregular.

Este lugar es de una belleza incomparable, el camino se halla rodeado por una exuberante vegetación que perfumaba el aire y mostraba sus distintos tonos de verde, intercalado con las multicolores formaciones rocosas, que dan un imponente marco a un paisaje espectacular, al que los lagos aportaban el azul intenso de sus plácidas aguas.

Luego de pasar por el cruce de caminos hacia Villa Traful y bordear el lago Correntoso, me detuve a almorzar en el río Ruca Malen, a la sombra de unos árboles. Cuando emprendí la marcha comencé a transitar por una trepada de más o menos dos kilómetros, que tuve que hacer caminando, en parte porque recién había comido, tal vez demasiado, lo que me había provocado dolor de estomago.

En el mirador sobre la orilla del lago Espejo, estuve descansando un poco, continuaba con el malestar estomacal. A poca distancia me encontré con la intersección de la ruta que va al paso internacional Puyehue y donde comienza a descender el terreno hacia el lago Nahuel Huapi. Circulando por el asfalto de la ruta 231, llegue a villa La Angostura a las tres de la tarde, como de costumbre pasé por la oficina de turismo y luego busque un camping donde pernoctar, primero fui hacia el sur de la ciudad buscando el camping sobre el río las Piedritas, como no lo encontré, acampé en uno cerca de la salida hacia el camino de los Siete Lagos. Un lugar muy lindo con césped y pinos que brindaban una abundante sombra.

Quedando una etapa de ochenta kilómetros hasta Bariloche, ya sentía la gran satisfacción de haber logrado con creces, el objetivo de recorrer una considerable distancia, sin ningún tipo de apoyo externo y habiendo disfrutado cada metro de estos caminos cordilleranos, donde la naturaleza nos muestra todo su esplendor.

Durante el día el clima había sido agradable, soleado con una leve brisa, pero, al caer la tarde comenzaron a aparecer algunos nubarrones desde el oeste, aumentó la intensidad del viento y se puso bastante fresco... no presagiaba nada bueno.

Villa La Angostura-Bariloche

04/02/00. Tal como lo sospechaba, cuando me levanté a las seis de la mañana, el cielo estaba totalmente nublado, cuando terminé de desayunar y acomodar el equipaje, me dispuse a salir, eran las 8.15 hs. y ya estaba comenzando a lloviznar.

Apenas había recorrido un par de kilómetros comenzó a llover intensamente, se me comenzaron a humedecer las zapatillas y la bolsa de dormir que iba en el lateral del portapaquetes delantero, me detuve a cubrirla con una bolsa de nylon. Por momentos la lluvia era fuerte, el rompeviento que llevaba puesto comenzó a dejar pasar la humedad y dejó de funcionar la computadora de la bici. Como no tenía previsto viajar con lluvia, no contaba con elementos que fueran totalmente impermeables, para cubrirme yo y el equipaje.

Aproximadamente a cuarenta kilómetros de Villa La Angostura comenzó a disminuir la lluvia y cuando la ruta abandona la orilla del lago subiendo hasta una meseta, se distingue sobre la costa oeste del lago Nahuel Huapi, la ciudad de Bariloche. Me embargo una profunda emoción que hizo que se me escaparan algunas lagrimas, en ese momento mis pensamientos fueron de agradecimiento a Sonia y a todos los que me apoyaron en este emprendimiento.

Cuando llegue al cruce con la ruta 237 había aumentado el viento que hasta aquí lo tenia cruzado, a partir de este punto, en que viraba al oeste lo tenía de frente, pero por suerte no llovía más y con el calor del cuerpo sentía menos la humedad de la ropa y las zapatillas. Crucé el puente sobre el río Limay y a las 13.10 hs. llegaba al centro de Bariloche, tenía intenciones de sacarme una foto en el centro cívico, pero estaba cansado y cuando me detenía comenzaba a sentir frío, pasé por la oficina de turismo y seguí hasta un camping situado a seis kilómetros al norte de la ciudad. Luego de armar la carpa, me di una larga y placentera ducha caliente, almorzando después el tradicional arroz con atún, que no deseaba ver en mi plato por un largo tiempo.

Al finalizar el viaje y recordando lo vivido, siento una enorme alegría y satisfacción de haber podido sortear cada una de las dificultades que se presentaron. Hay momentos de cansancio, dolor y decaimiento anímico, donde uno se cuestiona la finalidad de este esfuerzo, se llega a preguntar, por ejemplo: ¿que estoy haciendo, en el medio de un solitario camino, en una bicicleta cargada con un montón de cosas que cada kilómetro parecen pesar más? ¿porque no vine tranquilamente en un auto, como la gente normal? ¿estoy loco o soy masoquista? ¿que quiero demostrar a mi edad?. La respuesta que se me ocurre a todo esto es que constituye un desafío personal, es la posibilidad de disfrutar de una sensación de libertad e íntimo contacto con la naturaleza que solo una excursión de este tipo puede brindar. En un auto se va demasiado rápido para poder contemplar detenidamente, cada detalle que nos ofrece el paisaje de estos lugares. Además el esfuerzo físico y mental hacen que aumente nuestra autoestima, es como que después de haber hecho algo así, uno se siente capaz de acometer cualquier reto.

Cualquier persona con la motivación y dedicación necesaria, es capaz de alcanzar los objetivos que se proponga, cumpliendo sus sueños. El hombre no califique de imposible aquello que es simplemente difícil...