Gustavo MoralesRAMIRO LEDESMA RAMOS Y LA REBELIÓN EUROPEA |
Ramiro Ledesma fue cardinal para la generación de un movimiento de liberación nacional que se enfrentó con el parlamentarismo decadente y con la brutalidad comunista. Ese movimiento recogía el nacionalsindicalismo que llegaba de Francia y de Italia. En España fue mínimo, vertebrado alrededor de periódicos. Ledesma animó sucesivos proyectos editoriales, siempre empezando, supliendo dinero con viajes. Ramiro en su moto es una imagen de la fuerza de la voluntad. Sin extender una estructura revolucionaria Ledesma había creado una mítica. El nacionalsindicalismo, en la guerra abierta (1936-39), fue uno de los iconos centrales de los rebeldes frente al gobierno de Madrid. Tras la guerra, nacionalsindicalistas inspiraron la extensión de la Seguridad Social, las leyes laborales avanzadas, la vivienda subvencionada y la coreografía de un régimen que, a partir de 1945, puso el azul a desteñir. Poco para Ledesma, no se conformaba con un golpe de Estado que es las más de las veces para dejar las cosas como están. Ramiro quería la transformación de la nación, su nacionalización, la conquista del Estado para hacer de él timonel de los destinos españoles. Tres cuartos de siglo después del nacimiento político de Ledesma, ninguna de las organizaciones que fundó ha cuajado como fuerza ni como alternativa sindical o electoral siquiera. Pese a ello, Ramiro Ledesma sigue seduciendo a sus lectores, incluso a quienes con más de 40 años son recusados para el mando en el jonsismo rabiosamente joven. Líderes que nunca envejecieron, extraño privilegio a cargo de las balas de los piquetes. Ramiro se libró con la muerte de las delicias de la unificación y la burocratización del partido, de la clerigización del Estado, en el gran golpe de timón que se produce en Europa tras la victoria de los Aliados y de Stalin. A Ramiro se le disputan como los restos desabridos de un banquete. En Ledesma también es verdad el verso del If: «Si puedes soportar el oír la verdad que has dicho retorcida por bribones que hacen trampas para tontos. O mirar las cosas en que tu vida has puesto, rotas, y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas...». Ese fue el camino escogido por Ramiro cuando, meses antes del 14 de abril de 1931, sale de las filas de los intelectuales para nutrir las de los hombres de acción. En la vida de Ledesma se suceden un periódico, unas juntas, una revista, una falange, una escisión, otro periódico... Como en una reedición del mito de Sísifo, en las continuas actuaciones de Ramiro conviven el fatalismo de saber que la roca caerá cuando el hombre la empuje hasta la cima y la grandeza moral de ese hombre que baja para comenzar a subir una vez más la montaña empujando la peña hacia la cima sabiendo lo que va a pasar. La Conquista del Estado, JONS, La Patria Libre, Nuestra Revolución, Ledesma funda, pierde y crea una publicación tras otra. En ellas dejó Ramiro su impronta. Sabía que la creación de opinión es básica para un movimiento político. Simón Bolívar dejó dicho que «la primera de todas las fuerzas es la opinión pública», y la supo usar, entre otras cosas, para encubrir el asesinato de 800 prisioneros españoles ante el avance del general Juan Murillo. Cuando la opinión pública era plasmada fundamentalmente en los periódicos, a principios del siglo XX, el equilibrio estaba garantizado en teoría por la existencia de una prensa libre y múltiple, incluyendo la anarquista o la ramirista. El conjunto de lo publicado era representativo de muchas voces en la medida que la edición de un periódico suponía un esfuerzo accesible a grupos y organizaciones. Ledesma llegó a maquetar muchas veces su prensa: «Cada ejemplar de gran tamaño costaba un real, abarcando seis páginas, confeccionadas por el propio Ramiro» [2]. Posteriormente, la complejidad técnica y la inversión financiera masiva de los nuevos medios emergentes: cine, televisión, red... niega la posibilidad de una edición influyente adoptada como romántica aventura personal o colectiva, como reconoce Joaquín Estefanía. A pesar de estar en las sencillas tecnologías de la prensa de su época, los periódicos de Ledesma no tuvieron distribuciones masivas ni inversiones suficientes para conmocionar a una audiencia amplia. A través de su presencia áspera llega el jonsismo a los medios de comunicación. El aislamiento termina cuando los nacionalsindicalistas comienzan a ser asesinados o asaltan la Asociación de Amigos de la URSS. La violencia es un acceso seguro a los medios de comunicación, la ruptura del aislamiento. Las armas tienen su eco en los medios, esa es la verdadera estrategia del terror. Stanley G. Payne da la razón a Ledesma: la izquierda española usaba la acción directa más que los propios fascistas pero éstos también generan una mística en sintonía con los tiempos prebélicos, son causas irredentas que saben, como André Malraux, «cuánto peso adquiere una idea por medio de la sangre que se derrama en su nombre». Lo que cautiva de Ledesma es el vigor, la actualidad, la juventud desde la que llama y a la que convoca a levas. Es claro y directo, no programático. En sus afirmaciones no hay lugar para el titubeo. La apuesta es su vida, que entregó por entero. Entra en el periodismo político con una intención clara que proclama desde la cabecera de su primer periódico, La Conquista del Estado, el título de su publicación lo toma de un semanario que editaba el fascista italiano Curcio Malaparte. César o nada. Ramiro es hostil a la
especulación, al racionalismo, a los modelos legales: las constituciones [3]. En su lenguaje hay expresiones poco usuales
en la política de la época: exasperado, actual, rebelde, vigor, y otras de uso
general en los tiempos republicanos: guerra, fusil, bandera. Ledesma no teme al
lenguaje. Sus afirmaciones son hirientes para la sociedad light del
siglo XXI, donde prima el individualismo menos solidario y las sensaciones
instantáneas y fugaces que corresponden al modelo de cultura audiovisual. «La
aparente libertad anónima será espejismo [...] donde sólo las clases
propietarias e ilustradas tendrán vida y actividad reales» [4]. El soma de un mundo feliz y el ahoma
de Zaratustra se unen en la televisión. Un mundo audiovisual que ha sustituido
su vida por la visión de otras vidas «más interesantes». RevoluciÓn nacional europeaLa rebelión que preconiza Ramiro Ledesma es la presente, la de su tiempo. «Somos actuales» proclama en La Conquista del Estado. Desde esa vigencia vitorea las revoluciones europeas contemporáneas al movilizar y poner en pie la nación, igualitaria por lo nacional. El afán de Ledesma por la revolución era la necesidad de justificar su existencia. «La revolución vino a desempeñar [...] el papel que en otra época desempeñó la vida eterna: salva a quienes la hacen» [5]. Es la tesis que sostiene Malraux en La condición humana, una nivola diría Unamuno. Es la patria nueva la piedra de toque, el objetivo último de los revolucionarios a quienes Ramiro convoca. Ledesma niega la verdad del marxismo pero destaca su potencia como instrumento revolucionario para movilizar en manos de los bolcheviques. Con vida esta perspectiva, Ledesma celebra sin timidez las rebeliones de Lenin, Stalin, Mussolini y Hitler. Ramiro es asesinado el 29 de octubre de 1936, el mundo desconocía las consecuencias de esos nuevos sistemas pero el vigor con que surgieron marcaba un nuevo tiempo en Europa. Todavía podía este continente protagonizar un destino propio ajeno a Estados Unidos. Roma y Grecia ayer; Estados Unidos y Europa, hoy. Dice Karl Marx que la Historia cuando se repite pasa de tragedia a comedia. Ramiro se alinea con el cambio pujante y feraz. Sin igualar, coloca al «partido fascista italiano y el nacional-socialismo alemán, entre los resucitadores y alentadores de la idea nacional contra la negación marxista, y el partido bolchevique ruso, como embestida ciega y catastrófica, pero con línea y espíritu peculiares de este siglo» [6]. No es excepcional el juicio de Ledesma. Los europeos antiliberales se definen entre el marxismo y el fascismo. Antonio Machado le canta al tanque ruso en Castilla, Alberti dirige la checa del Círculo de Bellas Artes. Manuel Hedilla, jefe legítimo de Falange, afirma al corresponsal de la agencia DNB: «Somos y nos sentimos consanguíneos con el fascismo italiano y con el nacionalsocialismo alemán y declaramos nuestra más abierta simpatía por estas revoluciones» [7]. Son declaraciones hechas en guerra, anteriores a la derrota alemana de 1945. La otra opción es el mundo soviético contra el que se está combatiendo en España durante 1936. Alemania es la potencia pujante, un destino distinto al de Washington o Moscú. Esas revoluciones hicieron que se «tambalearan las propias estructuras del Estado liberal, incapaz de asumir el crecimiento del papel estatal y la presión de las masas» [8]. Eso parecen comprenderlo el fascismo italiano, el nacional socialismo alemán y el bolchevismo ruso. El objetivo es la toma del poder, por las urnas en Berlín, por una Marcha en Roma y por un alzamiento bolchevique contra la república de Kerensky en Moscú. El profesor Francisco Blanco destaca: «Ese grupo de falangistas considerados como intransigentes tenían muy claro que en el caso de triunfo de los aliados su proyecto político estaba agotado para siempre. De ahí, que intervinieran en proyectos ambiciosos pero muy limitados dada su capacidad y la existencia, además, en el seno franquista de poderosas influencias poco favorables a Alemania. Posiblemente el más interesante fue el intento que en 1943, se realizó para volar el arsenal que los ingleses tenían en Gibraltar y con el que abastecían el área del Mediterráneo. Detrás de aquello, Narciso Perales Herrero y un reducido grupo de falangistas. Plan que falló y que llevó a la horca al falangista Luis López con el silencio más absoluto por parte del gobierno del general Franco» [9]. El alineamiento del falangismo puro, el auténtico, es claro. «Los legitimistas de Primo de Rivera en torno a Agustín Aznar, el ala de Hedilla en el Norte de España, orientada cada vez más hacia el nacionalsocialismo alemán, y por último el grupo de oportunistas y corporativistas conservadores» [10]. En esta línea, destacar a «numerosos camisas viejas, partidarios de Hedilla, que, tras su detención, emigraron a Alemania» [11]. Las relaciones de Estado tienen lugar entre los dos dictadores y sus cancillerías pero los respectivos partidos únicos de ambos países mantenían una buena relación y el NSDAP era receptivo a los defensores del embrionario concepto de la revolución pendiente española, que no compartía con los nazis el racismo, vacunados por el catolicismo español. Este apoyo a las revoluciones nacionales europeas no se produce en la derecha extrema ni en el partido militar, orientado a la monarquía católica, sino en las organizaciones revolucionarias fascistas que serán descabezadas, unificadas y reorientadas entre 1937 y 1944 por el general Franco. El llamamiento que Ledesma realiza a la juventud fracasa hasta después de su muerte. La dinámica de guerra hace arrebatadoras las consignas claras del jonsismo: una, grande y libre, que aportaron una estética, una literatura y una legitimidad ideológica a la contienda y a la administración de la victoria. La Guerra Civil cambió el destino de las minoritarias organizaciones nacionalsindicalistas españolas que en la primavera de 1936 agrupaban un máximo de ocho mil hombres, antes de ser barridos por cárceles y pistolas del Frente Popular. A primeros de 1937 FE de las JONS encuadra a medio millón de españoles, segundo año de guerra, bajo el mando de Manuel Hedilla. Tiene hasta academia de oficiales propia. Los cambios en la jerarquía de Falange, la riada de afiliaciones con la guerra y las necesidades de la propaganda simplificaron el mensaje nacional sindicalista que se condensó en gritos y canciones a partir de 1945. El movimiento rebelde contra el Gobierno central se identificó con una figura única, la de Franco, lo que le permitió superar las contradicciones entre los componentes de su base, proceso que no tiene lugar en la izquierda dividida y fue una de las causas principales de la caída de la República, a pesar de disponer, como recordó Indalecio Prieto, de las reservas del Banco de España y del poder del Estado. La unificación del poder le permitió a Franco movilizar a la sociedad, con lemas nacionales, en un proceso de reconstrucción con la mirada puesta en la Iglesia y en la monarquía. Las distintas familias políticas que forjaron una estructura al Franquismo nunca vieron compensados sus programas máximos. El poder se distribuía a voluntad del Generalísimo, con dos prioridades: el desarrollo interior y la ruptura del aislamiento internacional. Fue «una polivalente estrategia de concentración de poder, práctica industrialista y dinámica burocratizadora» [12]. La revolución radical fue escamoteada, algo se reflejó en las realizaciones en su vertiente más desdibujada, la laboral. Las áreas de responsabilidad azules en el nuevo Estado fueron vivienda, trabajo, sindicatos y juventud menos visibles tras la victoria Aliada. «La Falange de izquierdas fue relegada políticamente. Puestos de experimentación, que Franco había encomendado a la Falange, después de la Guerra Civil española, fueron suprimidos» [13]. Un Estado sin continuidad tras la muerte de su máximo dirigente, el general Franco, lo que demuestra que ese Estado fue, en el mejor de los casos, un proyecto personal que sus beneficiarios más directos no pudieron, muchos ni quisieron, perpetuar tras la muerte del Generalísimo. La rebelión que representa
Ramiro Ledesma fue algo más que una de las banderas de enganche que animó la
lucha para impedir la sovietización de España (1934-39). No condujo a la
hegemonía de los sindicatos nacionales, cuyo último intento serio estará a
cargo de Gerardo Salvador Merino, sino a la restauración de una mediocridad
burguesa donde los poderes fácticos de la derecha, abrumada por la represión
republicana, asumieron la conducción de la sociedad y la rehabilitación de una
moral pacata. Ledesma ya no estará, en los años citados, para influir en los
nacionalsindicalistas con una idea y un afán: un estado nuevo con las masas
movilizadas cuando destaca el vigor de las revoluciones nacionales en Europa.
Ramiro llevaba muerto casi tres años cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial.
La primera mitad del siglo XX recoge el enfrentamiento entre el fascismo, por
un lado, y, por otro, las democracias liberales y el comunismo soviético. La
segunda mitad del siglo pasado es la historia de la convivencia entre los
vencedores. El parlamentarismo liberal queda como vencedor único al final del
siglo XX. La rebeliÓnLa dictadura del general Primo de Rivera fue un intento regeneracionista cuyo fracaso arrastrará a la Corona. En vano, al modo de Adolfo Suárez y la UCD, intentó construir un partido desde el poder, la Unión Nacional. En Italia, el Partido Fascista tomó el poder. En Alemania y en Rusia los partidos bolchevique y nazi sustituyen al Estado. El régimen de don Miguel Primo de Rivera, con fuertes simpatías por Italia, no procedía de un izquierdista que descendía de un herrero, metido a director del periódico socialista Avanti! El 14 de abril de 1931 los jóvenes españoles no quieren ser príncipes, sueñan con soviets o imperios. El Estado liberal parece que no sobrevivirá a los cambios de la Europa de entreguerras. Contra él se alzan millones de socialistas y miles de fascistas. El espíritu de rebelión sacudía a los jóvenes españoles en los años treinta, también a los artistas. Alberti se hace comunista y Dalí, fascista. Rafael Alberti campaba a su aire por la checa de Bellas Artes, el amo de las llaves del calabozo. A muchos fascina el anarquismo, un movimiento con una fuerza en España sin parangón en la Historia. A casi todos repugna esa opereta del Palacio de Oriente, una monarquía que cae sin pena ni gloria en unas simples elecciones municipales. Ledesma apuesta por el cambio en España, por un nuevo modelo que termine con el espíritu burgués encarnado en el parlamentarismo y en el capitalismo privado; alzando al pueblo en torno a lo nacional. Se siente precursor, así lo manifiesta: «Antes de La Conquista del Estado no pueden apreciarse esfuerzos de ninguna clase por propagar en España una bandera nacional y social, es decir, una bandera de signo fascista» [14]. La rebelión de Ledesma se
manifiesta en su desprecio a la burguesía como clase dirigente, su hostilidad
al marxismo como opción de poder, una elección de la nación como espacio de
organización y destino, el protagonismo de trabajadores y ciudadanos y la
crítica del individualismo frente al Estado redentor que iguala, protege y
proyecta. RebeliÓn contra la burguesÍa como clase dirigenteLa burguesía relevó a la aristocracia en el dominio nacional, el área del poder político, ya lo había hecho en la vida social y económica. Con la hegemonía de la burguesía llegó el capitalismo, el parlamentarismo y el individualismo. Ledesma se rebela contra ellos y los combate con pasión. El capitalismo lo ataca por la mera búsqueda de beneficio personal, al parlamentarismo por estéril y al individualismo por retrógrado en la era de las masas Ramiro propugna la acción directa, esa táctica revolucionaria es la respuesta autónoma a la dejación del poder por parte del endeble Estado partitocrático: «Una táctica que prescinde del actual Estado liberal-burgués, como protesta contra la inercia de éste frente a las audacias de los grupos antinacionales» [15]. Esa ineficacia del Estado frente a lo antiespañol subleva a Ramiro. Quiere un Estado con el que colaborar activamente, no la pasividad respetuosa. Ramiro marca el deber de rebelarse «contra un Estado artificioso, antinacional» [16]. Ese Estado que rechaza Ledesma, es la expresión del grupo dominante, la burguesía, un estamento débil ante la pujanza de los partidos y sindicatos de izquierda porque «la burguesía demoliberal es incapaz de comprender en sus dimensiones exactas la realidad social de nuestro siglo» [17]. Las masas trabajadoras exigen su lugar y están dispuestas a conquistarlo por las armas. Lo han hecho en varias naciones de Europa. La burguesía se muestra incapaz de dar respuestas y estabilidad. Ramiro extiende su crítica a la expresión política partitocrática del capitalismo, que sólo es capaz de generar «banderas de signo rotatorio, parlamentario, nacidas para la tolerancia y el turno» [18]. En Chile desarrollan la idea: «Las elecciones políticas son una delegación de soberanía. Su afán de supeditar la soberanía social a la soberanía política distorsiona la convivencia y genera desarticulación con los objetivos de la institucionalidad del estado y de la comunidad. El socialismo es la supeditación total de la soberanía nacional a la soberanía política del estado» [19]. La burguesía, en una primera fase para consolidarse como clase dirigente, difunde unos valores sólidos: religión, patria y familia, y unas virtudes, recogidas por Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, como el ahorro, la responsabilidad, la decencia, etc., ética que emana de la moral religiosa protestante. Cuando el desarrollo convierte el comercio en trasnacional se pierden las virtudes burguesas para dejar paso al estilo cosmopolita. En esta segunda fase, de gran expansión, el capitalismo se hace apátrida. «Las nuevas elites, que incluyen no sólo a los directivos de corporaciones sino a todos los profesionales que producen y manipulan información –la sabia vital del mercado mundial- son mucho más cosmopolitas que sus predecesoras» [20]. Los valores y virtudes de antaño son trabas de las que hay que librarse para impulsar la tercera ola postindustrial que anunció Alvin Toffler. Su generalización es posterior a la muerte de Ramiro Ledesma. Esas elites no asumen responsabilidades nacionales ni reconocen los valores de la tradición, a la que extienden el certificado de defunción. Aunque tuvieran razón, que no es el caso, «el fin de una tradición no significa de manera necesaria que los conceptos tradicionales hayan perdido su poder sobre la mente de los hombres» [21]. Ramiro quiere un Estado que catalice la energía del pueblo, que sirva a los destinos históricos de una nación unitaria pero no en base a la construcción de un sistema de ideas sino de hechos. Ledesma no espera nada de la acción del Estado liberal por eso no se cruza de brazos en un momento decisivo para España. El sistema capitalista ha demostrado su injusticia y ésta ha generado trabajadores sindicados, socializados. La beneficiaria global del sistema, la burguesía capitalista europea, es incapaz de superar la crisis que provocará la mayor guerra del siglo XX. Tras ella, durante el proceso de descolonización, la burguesía será acusada nuevamente de «no atreverse a hacer la guerra necesaria para defenderse. No transformarse, renovarse, para llevar la guerra al terreno del adversario, encerrarse en ciudades confortables, no batirse por la noche, emplear a mercenarios en vez de arrojar a la batalla a todos los que tienen interés en que el sistema capitalista sobreviva, sustituir la fe por el dinero y la técnica, y olvidar que el pueblo es la despensa de todas las energías. Pudrirlo por el confort en vez de conservarlo delgado y nervioso por medio de algunas razones válidas» [22]. La burguesía como clase está en retroceso. Una guerra mundial la hará cambiar. Ledesma reclama el derecho al pan, al hogar, a la salud pero no se limita a un puñado de reivindicaciones ni a la redacción de programas y constituciones. Vimos en estudios anteriores que Ramiro abomina de los programas. «Al intelectual se le escapa la actualidad y vive en perpetuo vaivén de futuro. De ahí eso de los programas, elegante medio de bordear los precipicios inmediatos» [23]. De nuevo un llamamiento de Ledesma a la actualidad, la necesidad de la acción y la inutilidad de las predicciones teóricas al no ser una ciencia mensurable. Añade Ledesma: «No de ideas objetivas, esto es, no de pequeños orbes divinos, sino de hechos y de hombres, es de lo que se nutren las realidades políticas. Primero es la acción, el hecho. Después, su justificación teórica, su ropaje ideológico». La persona antecede al pensamiento y se expresa por la acción, la idea no es original de Ramiro, aún así, expresa la base de un pensamiento: hacer. Ramiro exalta la nación vigorosa, imperial, mira al mañana y no dedica atención a los jeremías ni a los grandilocuentes del pasado de España. Para ello llama a los españoles en torno suyo. No encuentra un capitán a quien seguir, un jefe; sí ha tenido maestros. Los nacionalsindicalistas buscan un líder para galvanizar a las masas. Algunos piensan en Indalecio Prieto, el origen social y político de Mussolini parece crear un paradigma. En 1931 Ledesma es consciente de cuando «se ha desgastado el orden público o la confianza y ningún nuevo líder atrae el apoyo de las masas, la tarea del revolucionario es desarrollar ese liderazgo» [24]. Ese quehacer lo asume Ramiro y abandona las filas de los intelectuales, a las que perteneció hasta ese año. Un concepto de liderazgo que le aleja de los sindicatos en su mayor parte en manos libertarias. No busca en la derecha porque sabe Ledesma que «el burgués carece en absoluto de capacidad para tareas políticas rectoras. Es el tipo social menos propio y adecuado para el ejercicio del poder político» [25]. El parlamentarismo que denuncian muchos en Europa se dedica, escribe Ledesma, a «hacer del Estado y de la vida nacional objeto de botín transitorio, sin fidelidad esencial a nada» [26]. Las alianzas, la política exterior, la defensa, el comercio, cuanto define al Estado queda al vaivén de las mayorías parlamentarias. Es cierto, la burguesía hace una cosa bien, ganar dinero. Para ello necesita estabilidad, esencial para el comercio: la libertad de circulación de bienes y dineros. La estabilidad no tiene facilidades con gobiernos que cambian o se suceden cada cuatro años. Esas perspectivas temporales producen políticos pero no estadistas. El político piensa en las próximas elecciones, el estadista en la siguiente generación. Los avatares del parlamentarismo no facilitan la aparición del hombre de Estado. Para dotar al Estado político de una estructura se impone el Derecho, la ley que elaboran los parlamentos. «Nace el Estado liberal cuando triunfaba en Europa la cultura "racionalista". Una Constitución es ante todo un producto racional, que se nutre de ese peculiar optimismo que caracteriza a todo racionalista: el estar seguro de la eficacia y el dominio sobre toda realidad posible, de los productos de su mente» [27]. Es la expresión de la soberbia racionalista al pensar que da respuestas a priori a todos los casos posibles. Es la expresión escrita del contrato social. La condena ramirista no termina en el burgués individual o político, se extiende a toda la clase incapaz de comprender la realidad, una realidad donde el poder escapaba a las calles en manos de la izquierda, que entonces también era resueltamente antiparlamentaria. Ledesma señala el déficit humano inherente al sistema monopolista de partidos políticos cuando destaca «la necesidad de conceder audiencia diaria al material humano auténtico, el hombre que sufre, el soldado que triunfa, el acaparador, el rebelde, el pusilánime, el enfermo, o bien la fábrica, las quiebras, el campo, la guerra» [28]. Es un pensamiento humanista con nombres y caras. Para Ramiro el pueblo no es un ente abstracto como sí lo es para quienes lo entienden como electores o masas. En su servicio Ledesma pide el Estado totalitario, no árbitro en conflictos ni parte de los mismos. Los movimientos políticos «en caso de ser entrañables fecundos y sinceros no se caracterizan sólo por sus ideas, su programa escrito, en cuyas cosas coinciden quizás con otros, sino que poseen también zonas más genuinas y profundas. Habrá que percibir en ellos qué calor humano arrastran, qué voluntades y qué gentes sostienen y nutren su camino» [29]. La puerta abierta a las masas y entornada a los proyectos políticos similares. Ramiro no es individualista en su concepción de la política, aunque hay rasgos de eso en su propio carácter como veremos más adelante. Ledesma no cree en pactos y constituciones pero sí en las personas y en los hechos, uno de los rasgos más nítidos del fascismo. La persona trasciende al individuo aislado cuando se encarna en la sociedad y dentro de una cultura con la que no hay contrato social sino armonía. La crítica política y social contra la burguesía se ensancha a lo económico en la pluma de Ledesma: «La mentalidad liberal-burguesa, que inició una etapa de vigorización económica individualista en la que cada uno buscaba mediante la libre concurrencia forjar su propia riqueza, termina, en cambio, en un sistema económico cerrado, donde un entretejido sumamente complejo une en un solo organismo las riquezas de todos» [30]. Lo predice Ledesma sin conocer las tres instituciones que hoy gobiernan la globalización: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, criticadas abiertamente por uno de sus ex miembros, el premio Nobel Joseph Stiglitz. Ledesma advierte, años antes de esa evidente concentración, que no hay problemas circunstanciales sino estructurales: «Pues esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no lo están en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son víctimas de todo un sistema de desorganización y de insolidaridad» [31]. Para Ledesma el sistema a combatir promueve la desestructuración, divide y vencerás. Ledesma va desnudando a las palabras capitalistas de los ropajes liberales que ocultan su realidad. Al sindicalismo de Ledesma lo corroboran los análisis de hoy, cuando sabemos que «el término flexibilidad del mercado laboral ha sido simplemente una expresión en clave que significa salarios mas bajos y menor protección laboral» [32]. Ledesma entiende que no son problemas del capitalismo, el capitalismo es el problema. La crisis, mortal en apariencia, del industrialismo liberal europeo en los años 30 recoge las consecuencias de un sistema de producción errado, donde se mantenía a la mayor parte de la gente alejada de la redistribución de la riqueza y sin seguros sociales. Enormes masas estaban proletarizadas. Bajo el sistema capitalista, dice Ramiro, «la producción no tiene como finalidad primera servir las necesidades de los hombres y proveerles de artículos de consumo, sino otra distinta, [...] la de ser y constituir un medio de lucro, una manera de enriquecerse» [33]. Ledesma no se engaña sobre el verdadero sentido del contrato social: apoderarse de la plusvalía. El marxismo está lastrado por su explicación economicista al heredar en su crítica esa monomanía de la burguesía industrial primitiva. La riqueza tiene objetivos nacionales en el pensamiento de Ramiro de ahí su defensa de la resistencia nacional contra una mundialización de corte anglosajón. Pero no a cualquier precio ni junto a todo el mundo. Critica abiertamente los movimientos de Gandhi en India y de Sandino en Nicaragua. Ledesma desoyó el canto de sirenas. Según escribía el académico Demetrio Ramos, Alfonso XIII realizó a través del marqués de Desio, un sondeo para organizar una fuerza fascista –Mussolini era un paradigma [34]- para arrebatar la calle a los marxistas. Azaña y Ortega rechazaron la oferta, pero don José señaló a un colaborador suyo, Ramiro Ledesma, quien cambiaba la vida de intelectual por la de político. Las conversaciones tuvieron lugar el 23 de marzo de 1930 en Barcelona, donde había un encuentro de intelectuales [35]. El acuerdo, si lo hubo, duró poco pues Alfonso XIII sale de España en abril del año siguiente. «Payne afirmaba que Ledesma recibió un donativo procedente de fondos para propaganda monárquica del gobierno del almirante Aznar. Borrás rechaza esta tesis» [36]. Es cierto que en las publicaciones de Ramiro Ledesma no se apoyó de forma alguna la monarquía ni los sucesivos remiendos de Alfonso XIII para intentar recomponer el poder en vano. La Conquista del Estado exige un tiempo nuevo y deja para los arqueólogos la monarquía y sus cuidados. Poco se definieron los nacionalsindicalistas de entonces sobre la forma de Estado. se rechazaban ambas como anticuadas. La actitud en la izquierda era similar, la República era un paso, cuanto más breve mejor, para llegar al socialismo. Ledesma pide un estado republicano de exaltación hispana y estructura sindicalista. La forma de Estado fue otro de los temas poco tratados por Ledesma, que no creía en la variación sino en la transformación a modelos nuevos. Ante las elecciones de abril de 1931, escribe Ramiro: «Queremos cosas muy distintas a esas que se ventilan en las urnas: farsa de señoritos monárquicos y republicanos. Contra cualquiera de los bandos que triunfe lucharemos» [37]. Ledesma subraya en los medios donde escribe que no se casa con la aristocracia monárquica ni con su sucesora, la burguesía republicana. Denuncia a las derechas cuando se envuelven en la bandera de España para «volver de nuevo a utilizar lo nacional como escudo y máscara de una mercancía averiadísima» [38]. Ledesma sitúa como «el peor servicio el de identificar lo nacional con toda la impedimenta fracasada y anémica, con todos los privilegios de legitimidad dudosa y de carácter irritante para la mayoría del pueblo» [39]. Si lo nacional tiene como mascarón de proa a la derecha, el rechazo del pueblo contra los explotadores políticos y económicos se hará extensivo a la nación que dicen representar y materializar. El concepto de nación en Ledesma no es patrimonial ni está anclado al medioevo. No hay añoranza de un orden anterior en su pensamiento, como sí se demuestra en los primeros párrafos del Discurso de la Comedia de 1933. Ledesma escribe: «España tiene en su pasado no sólo jornadas triunfales y éxitos magníficos sino también catástrofes considerables y desplomes históricos ruidosos. El mismo peligro encierra pasarse la vida celebrando los primeros que lamentando los segundos» [40]. Ese rechazo de ambas drogas históricas muestran un Ramiro poco dado al conformismo y a la complacencia al mirar atrás. De hecho, Ledesma levanta una bandera propia, recogiendo los colores del sindicalismo revolucionario y las flechas unidas de los Reyes Católicos en una feliz imagen de síntesis. Iza un gallardete propio para los revolucionarios españoles. Tampoco él se envuelve en los colores nacionales. Hitler. cambiará la bandera tricolor alemana de la República de Weimar por la del partido nacionalsocialista. Lenin pone como enseña de Rusia la bandera roja con el martillo y la hoz. Mao siembra en campo rojo estrellas amarillas. Afirma Ramiro que tiene la actitud necesaria para la revolución nacional y desprecia las cánticos de sirena jubilada que realiza la derecha cuando sus intereses se ven amenazados. La derecha realiza defensas suizas de los valores tradicionales hasta que ve en peligro vida y hacienda, entonces financia las armas. Ledesma es claro ante los conspiradores, una vez más: «No pensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludimos, al hablar así, a los esfuerzos que la generación española más joven hace ya, y hará cada día con más brío, por encontrar el camino de su propia liberación y el de la liberación nacional del país entero» [41]. Pero el jonsismo no obtiene la masa crítica para vencer, consigue estudiantes, necesita alianzas para crecer. Ledesma reconoce un necesario oportunismo ante Santiago Montero porque busca el jefe de las JONS moverse «en terrenos de eficacia para España y para el nacional-sindicalismo revolucionario» [42]. Sabemos que Ledesma primero busca influir en un poderoso sindicato, la CNT. A partir de ese intento, paralelo al nacimiento de La Conquista del Estado y señalando a la izquierda las coincidencias de Joaquín Maurín con sus tesis, Ramiro crea su propia organización, JONS, que en breve cristaliza con las juntas de Onésimo Redondo y la Falange de Julio Ruiz de Alda y José Antonio Primo de Rivera, cuya acta de diputado evitaba la marginalidad absoluta del partido, con más peso en ámbitos estudiantiles. Ledesma realiza una afirmación rotunda de actualidad, donde la presencia en el presente mediante la acción directa es la táctica política del nacional sindicalismo. Para salir de la marginalidad política acepta Ledesma la unión con el grupo de Falange Española. En FE convergen los escasos adherentes al fascismo en España, los rebeldes frente al Siglo de las Luces y al racionalismo excluyente y monopolista. [1] Gustavo Morales es periodista. [2] Muestra de ello es la prohibición del saludo brazo en alto en España tras la derrota del III Reich. [3] Aparicio, Juan: Aniversario de La Conquista del Estado. Edita Círculo Cultural LCdelE. Sevilla, 2003, página 14. [4] Sobre Ledesma y los consensos ver mi artículo «Juventud, acción e izquierda en Ramiro Ledesma», Catoblepas. http://www.nodulo.org/ec/2004/n031p04.htm. [5] Palacios Romeo: Francisco J.: La civilización de choque. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 1999, página 168. [6] Arendt, Hannah: Entre el pasado y el futuro. Ediciones Península, Barcelona, 2003, página 21. [7] LEDESMA, Ramiro: En la revista Acción Española, nº 24. Marzo de 1933. [8] Southworth, Herbert R.: Antifalange, estudio crítico de la Falange en la guerra de España. Ruedo Ibérico, París, 1967, pág. 155. [9] Andrérs, Jesús de: El voto de las armas. Los libros de la catarata, Madrid, 2000, página 61. [10] Blanco, Francisco: «Un tabú que no debiera serlo» http://www.rumbos.net/rastroria/rastroria05/Relaciones_NSDAPFET.htm [11] Ruhl, Klaus-Jörg: Franco, Falange y III Reich Akal. Madrid, 1986, página 14. [12] Moreno Juliá, Xavier La División Azul. Ed. Crítica, Barcelona, 2004, página 18. [13] Palacios Romeo, Francisco J.: La civilización de choque. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 1999, página 159. [14] Ruhl, Klaus-Jörg: Franco, Falange y III Reich. Akal, Madrid, 1986, página 174. [15] Ledesma Ramos, Ramiro: Obras Completas. Volumen IV. Fundación Ramiro Ledesma Ramos-Ediciones Nueva República, Barcelona-Madrid, 2004, página 165. [16] Ibid: Obras Completas. Volumen III, página 287. [17] ibid: Obras Completas. Volumen IV, página 185. [18] Ibid: Obras Completas. Volumen IV, página 350. [19] Ibid: Obras Completas. Volumen IV, página 156. [20] «Principios y Valores» http://www.aspas.cl/Doctrina/Principios_Valores.htm Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista de Chile - M.R.N.S. - www.aspas.cl - 2005 [21] Lasch, christopher: La rebelión de las elites y la traición a la democracia. Ediciones Paidós, Barcelona 1996. Página 14. [22] Arendt, Hannah: Entre el pasado y el futuro. Ediciones Península, Barcelona, 2003, página 46. [23] Larteguy, Jean: Los centuriones. Ediciones Cid, Madrid, 1961, página 107. [24] La Conquista del Estado. Madrid, 11 de abril de 1931 número 5 página 3. [25] Rubenstein, Richard: Alquimistas de la revolución. Granida Ediciones, Barcelona, 1988, página 259. [26] Ledesma Ramos, Ramiro: Obras Completas. Volumen IV, página 115. [27] Ibid.: Escritos políticos, 1935-1936. Edita Trinidad Ledesma, Madrid, 1988, página 166. [28] Ibid.: en la revista Acción Española, nº 24. Marzo de 1933. [29] La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931 número 5, página 3. [30] Sánchez Diana, José M: Ramiro Ledesma Ramos y su interpretación de la Historia. Círculo Cultural La Conquista del Estado-Ediciones Nueva República. Barcelona 2003, página 16. [31] LEDESMA, Ramiro: Discurso a las juventudes de España. Obras Completas. Volumen IV, página 121. [32] LEDESMA, Ramiro: Nuestra Revolución. [33] Stiglitz, Joseph: El malestar en la globalización. Suma de Letras, Madrid, 2003, página 172. [34] Ledesma Ramos, Ramido: Obras Completas. Volumen IV, página 122. [35] Entre sus admiradores declarados estuvieron Lenin, Churchill y Mounier. [36] Mélida, Mónico: «Los resortes de Onésimo Redondo». Aportes, nº 32, página 24. [37] Brea, Antonio: Ramiro Ledesma Ramos en 1931. Una visión fascista del cambio de régimen. Círculo Cultural La Conquista del Estado. Sevilla, 2003. Página 5. [38] Aparicio, Juan: Aniversario de La Conquista del Estado. Edita Círculo Cultural LCdelE. Sevilla, 2003, página 19. [39] Ledesma Ramos, Ramiro: Obras Completas. Volumen IV, página 494. [40] Ibid.: Obras Completas. Volumen IV, página 494. [41] Sánchez Diana, José M.: Ramiro Ledesma Ramos y su interpretación de la Historia. Círculo Cultural La Conquista del Estado-Ediciones Nueva República. Barcelona 2003, página 7. [42] LEDESMA RAMOS, Ramiro: Nuestra Revolución, julio de 1936. http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/rnr.html. |
REVISTA DE LA HERMANDAD DEL VALLE DE LOS CAÍDOS
Nº 102 – Septiembre/Octubre de 2005 Hermandad del Valle de los Caídos (www.hermandaddelvalle.org) Colaboraciones, comentarios, sugerencias: secretaria@hermandaddelvalle.org |