EL ANILLO EGON

Material extraído del libro: CODIGO: ALMA
¿Qué es el Egon?
Egon es la matriz de las almas; es una energía espiritual originaria del plano inicial de la Creación y que al llegar a un universo como el nuestro se fragmenta en distintas partes; cada una de las cuales será un alma que encarnará en una persona.
El Egon matriz puede llegar a fragmentarse hasta en siete partes simultáneamente, en cuyo caso bajaran al mundo siete almas; o podría no fragmentarse, resultando entonces que una misma alma reencarne distintas veces.
Estas almas al dejar la existencia humana regresan al Egon integrándolo nuevamente para entonces dejar éste universo.
En suma, el Egon, es la morada espiritual, desde donde las almas bajan al mundo, es el refugio seguro al que vuelven y finalmente es quién traspasa la realidad del universo para ingresar en otro.
Los Egones son la realidad filosófica de Leibniz, que intuía que el Universo se compone de innumerables centros conscientes de fuerza espiritual y energética conocidos como mónadas. Cada mónada representa un microcosmos individual, que refleja el Universo en diversos grados de perfección y evolución independiente.
.
Morir es avanzar hacia una brillante y oscura cascada, penetrar y pasar a través de ella, sintiendo cómo frías gotas de mercurio nos sacuden el alma y en ese eterno instante descubrir un ámbito de significados olvidados.
Morir es no poder dimensionar claramente la magnitud del milagro que nos trasunta; pero también es recordar la existencia del enigma en el preciso momento de entrar en él.
Porque en definitiva, morir es experimentar la permanencia de la vida tras el velo del misterio.
Pero ¿Nos asombraremos de estar inmersos en esa condición?
No lo creo.
Por la misma razón que nadie se asombra de nacer en el momento en que lo hace.
¿Y sabes porque?
Porque la contundencia de la Realidad aplaca el asombro.
Por eso los recién nacidos no guardan ninguna expresión de asombro ante el hecho de vivir.
Porque el asombrarse es sinónimo de maravillarse, que significa no aceptar como verdadera o poco creíble una situación.
Pero ¿podríamos asombrarnos de la Realidad si no recordáramos otra realidad anterior?
Imposible.
Al instante de abandonar la vida, se pierde toda memoria de ella y la "nueva realidad" pasa a ser la única aceptable. Eso nos deja sin posibilidad de comparar y por ende, no hay maravilla ni asombro.
Eso nos sucede siempre que nacemos o morimos.
Siempre.
Cada vez que morimos olvidamos la vida y cada vez que encarnamos olvidamos el Egon.
Tal vez sea un sistema de seguridad contra la locura que nos podría provocar el cotejar distintas experiencias, pero nos ha transformado en seres patéticos, confundidos y atormentados por nuestra ignorancia; seres condenados a fabricar utopías, dogmas, credos y dioses inexistentes.
¡Cuanta incoherencia hay en la naturaleza humana!
La gran mayoría de las personas, durante toda su vida no hacen más que alimentar su alma con toda una variedad de creencias nocivas que la intoxican, la aturden y confunden; hacen todo lo opuesto a informarle, darle certezas, convicción y tranquilidad. En lugar de ello, consumen los credos religiosos que no hacen otra cosa que llenarla de desinformación, de imprecisión, de sumisión e intranquilidad.
La Verdad no se construye sobre la base de misterios iniciáticos, ni se nutre con inciensos, ni ceremonias sacras; se logra únicamente con información clara y precisa.
Quiénes transforman la Realidad en una oración o en un ritual, manipulan inmoralmente el derecho de los seres humanos a conocer esa realidad.
La información adecuada desembocará siempre en la Realidad imperante en los distintos planos de la existencia, ya sea espiritual o material. "Así en el cielo como en la tierra..." reza el cristianismo, tratando de darle sentido universal a su idea de Dios. Y ciertamente que "Como arriba es abajo" con lo cual sabemos que la Realidad es inmanente a la Esencia; y por lo tanto la información correcta, obtenida en el plano mundano es valedera para el plano espiritual.
Ya hace mucho tiempo que Aristóteles definió una de las premisas básicas de la Realidad al decir: "es imposible que una cosa sea y no sea", y desde entonces no hay otro principio más cierto que éste.
Tu Alma logrará llegar hasta su Egon matriz si durante la vida la alimentaste con información correcta, sin distorsiones y manteniendo siempre la convicción de lograr el objetivo.
El conocimiento se fija en la inteligencia, que da soporte a la memoria y ésta a su vez consolida la conciencia.
A través de todo éste proceso cognoscitivo, la conciencia logra en forma paulatina que el Alma acepte dicha información y se oriente como una antena parabólica hacia el punto correcto donde se encuentra el Egon matriz.
Quién tenga en vida su alma orientada con información exacta, al morir, se elevará sin titubeos, en forma de luz dirigida hacia su meta.
.
Si eres luz debes brillar; y al hacerlo te propagarás a través del medio en que te encuentres, que a pesar de ser totalmente desconocido, seguramente estará regido por leyes que contempla la física óptica.
Pero ¿cómo percibe el Alma la dimensión en que se encuentra?
En el instante de morir, el estupor puede ser la última emoción que genere nuestro sistema nervioso ahogado por la adrenalina que intoxica todo el metabolismo. En ése segundo crucial, que nos traslada de una existencia a otra, el estupor, el miedo, el asombro, la fe y tantas otras sensaciones nacerán y morirán con nosotros.
Luego nos trasuntará un estado inefable provocado por el descubrimiento de que efectivamente somos Alma.
Despojada de su envase material, ella se desplazará en una dimensión formada por diversos caudales de energía.
Debemos considerar al Alma como una sublimación de lo que fuimos en ésta vida; como una energía viva y consciente de ser y existir en un medio energético en el que buscará referencias y orientación.
Si el Alma es afín al ambiente en que se encuentra se desempeñará en él con capacidades acordes.
Los pájaros son afines al aire y en él vuelan; como los peces lo son al agua y allí nadan; cada existencia tiene aptitudes acordes a su medio. Por ende el Alma siendo afín al medio espiritual lo visualizará y se moverá en él gracias a sus facultades inherentes.
Si el plano de Realidad en que se encuentra ahora el Alma es de pura energía, lo captará en forma de luz. Las leyes ópticas conocidas y aún las que desconocemos, le brindarán al Alma códigos de referencia.
Conociendo las leyes mayores que rigen el Universo, sabemos que nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra, nada yace estático. Por consiguiente, luego de la muerte, el Alma irrumpe en el plano espiritual produciendo un punto de inserción; y como dice otra de las leyes mayores: Todo es dual, no existe una motivo sin finalidad, un inicio sin meta ni un fin sin principio; el Alma comenzará a desplazarse en pos de ese otro punto.
Al hacerlo, será consciente de las distintas corrientes de energía que la envuelven formando torrentes de luz.
Factores como la densidad de la energía; del movimiento; de acercamiento o alejamiento de diversos puntos, harán que el Alma capte una diversidad de colores lumínicos.
En el momento de la muerte, ella entró en ésta dimensión por el punto de inserción, que es el más cercano al mundo que acaba de dejar; tras de sí habrá una ancha estela de luz rojo-violácea que marcará lo recorrido desde la salida del mundo humano hasta el punto donde ahora se encuentra.
.
En torno al Alma todo será luz en movimiento y de acuerdo a la velocidad y distancia será la tonalidad y potencia que ésas luces tengan; se despliega así, un espectáculo de una rara magnificencia dado el caudal de trazos luminosos, incandescentes algunos, tenues y suaves otros, que indican distintas naturalezas espirituales.
Pero ¿puede existir luz y movimiento sin que exista el Tiempo?
Ninguno de éstos componentes son los que conocemos. Nuestro tiempo es unidireccional y continuo, es decir, solo avanza hacia delante y con la misma velocidad impidiéndonos volver atrás. En cambio, el espacio-tiempo en el que está inmersa el Alma es diferente; en un plano puramente espiritual la relatividad de éstos componentes es absoluta, por eso el Alma puede moverse en forma de luz y no consumirse, avanzar sin utilizar el tiempo cronológico; o regresar al mundo y reencarnar hacia el pasado, o hacia el futuro histórico.
El Alma en movimiento dispersa su luz y produce el efecto Raman, cuya manifestación es una serie de líneas espectrales de distintas frecuencias.
Y son justamente estos trazos luminosos los que atraen a las Hécates que interceptan a las almas provocando las peligrosas situaciones ya descriptas. (Ver Art. 16)
Y si las Hécates son el residuo de la interacción de las almas con la materia, significando que comparten la misma naturaleza; las Hécates y el Egon matriz poseen sus semejanzas.
Cuando el alma busca a su Egon matriz, a la distancia puede confundirse con las Hécates; la luminosidad de éstas es muy similar a la del Egon.
Las diferencias solo se hacen notorias con la proximidad.
.
Diseminados en ese universo de energías se encuentran los Egones, único lugar seguro para las almas.
Cada Egon matriz mientras espera el arribo del alma o almas que a él pertenecen, se manifestará como una blanca esfera de luz en estado de vibración; por ese motivo será posible observar constantes cambios en su intensidad luminosa.
El Alma, al encontrarse ya muy cerca de su Egon, advertirá que éste comienza un rápido proceso de transformación. La esfera de luz oscurece el centro mientras los bordes intensifican su resplandor; en instantes, lo que semejaba a una luna llena se ve ahora como un eclipse anular de sol.
El Egon se ha transformado así, en un gran anillo de luz con un centro de vibración energética de un tinte oscuro muy profundo.
En esos instantes finales, el Alma en forma de rayo de luz incide en el centro del Anillo Egon, y al hacerlo completa el largo ciclo de intercambio entre espíritu y materia.
Tras el ingreso del alma, el Anillo Egon vuelve a su apariencia anterior, es decir, adopta nuevamente la forma de "luna llena".
El Anillo Egon de ésta manera va cumpliendo con la paciente tarea de agrupar dentro de sí a los siete componentes de su Comunidad.
Si el Alma recién ingresada es la última que faltaba, la larga espera ha finalizado y entonces, con un profundo parpadeo de energía el Anillo se transforma ahora en una esfera incandescente, y luego de permanecer así durante unos instantes, desaparece.
Al ingresar al Anillo Egon, el Alma entra en un campo magnético cerrado donde se libera una enorme energía que la comprime con la fuerza de un abismo negro hasta un punto tal que perfora el plano dimensional, e ingresa inmediatamente en otro.
En teoría, el Anillo Egon posee características similares a la de las Hécates, con un centro energético que podemos comparar con un "cuerpo negro" que para la física significa un objeto ideal que absorbe toda la radiación que llega a su superficie sin reflejar ni emitir radiación propia.
Pero la diferencia entre ambos es que mientras las Hécates capturan el alma enviándola hacia el principio del universo, el Anillo Egon la catapulta hacia delante, a un universo más perfecto.
.