English . . . Español
OTOÑO EN OCCIDENTE
¿Qué hacías el 11 de setiembre de 2001?
En la vida existen esos raros momentos en que los seres humanos dejamos de ser simples lectores de la historia grande de nuestro tiempo para convertirnos inesperadamente en protagonistas de los hechos del presente.
Cuando eso acontece los sucesos se salen de su contexto invadiendo todo nuestro horizonte vital; tiñen de incertidumbre los sueños y ahogan en amargura a la esperanza.
Sabemos que la historia se forma de esos sucesos, generalmente dramáticos e irreversibles, como lo debió ser allá por el año 455 el saqueo final que sufrió la otrora gloriosa Roma a manos de las tribus germanas.
Es fácil comprender el hecho y las causas cuando el tiempo transcurrido ha tamizado toda referencia emocional, disolviendo en una crónica impersonal toda la crudeza de los acontecimientos; pero es muy abrumador ser testigo histórico de ellos.
¡Todos los caminos conducen a Roma!
¿Qué sintieron los romanos al ver que por las mismas vías empedradas que hicieron grande al imperio, ahora viajaba a caballo la destrucción?
¿Porqué será que los imperios finalmente mueren a causa de lo mismo que generan?
Ahora la Historia una vez más registró un suceso, pero no sobre viejos muros de piedra ni en ajados papiros, sino sobre nuestras propias almas. Escribió la fecha y debajo dejó grabada una imagen congelada, en ella estas tú, estoy yo y muchos más, todos eternizados hoy y para siempre en la fría pupila del espanto.
El 11 de septiembre a las 08.45 dos estilos de vida, dos maneras de ver y sentir la existencia hicieron duro contacto.
Había llegado el Momento Espín para Occidente; dichos momentos son inusuales y trascendentes, pero también oscuros y siniestros porque solo manifiestan su naturaleza cuando acontecen.
Absorta en la contemplación de su propia imagen, la conciencia de Occidente estaba sumida en la Información Ausente.
Pero cuando el Momento Espín se desencadena se transforma en un hecho sin retorno, el punto donde convergen y se cristalizan todas las variables; el instante donde se desencadena lo invisible.
El Momento Espín se convierte entonces en el dragón que todo lo aplasta, incendia y transforma; los chinos lo llaman Transmutación, el Cambio.
Más allá del complot planeado, de los odios y venganzas; más allá de toda decisión humana, el suceso ya estaba dispuesto dentro de la estructura fractal de la Historia; como todo lo que nos rodea, solo basta esperar para ver que cada cosa ocupa su espacio durante determinado tiempo y que hay un tiempo para cada espacio.
Así como el sueño del dios Ares, fue interrumpido cuando soñaba con Afrodita, Occidente fue bruscamente sorprendido mientras lo hacía con la globalización.
Ahora tal vez Occidente entienda que quien sueña con quimeras está fatalmente expuesto a los oscuros códigos del monstruo.
-¡Eso, justamente, monstruos, monstruoos sin alma son los que perpetraron esto!-
Gritan y lloran los sorprendidos durmientes.
Al igual que el dios Ares, Occidente descubrió de manera súbita y brutal que es vulnerable y de ahora en más deberá aprender a vivir con su vulnerabilidad.
Pero ahora las brutales naturalezas de los hijos de Ares, Deimo y Fobo (temor y terror) cabalgan tiñendo de guerra la realidad del mundo.
¿Recuerdas eso de La única Verdad es la Realidad?
¡Que enorme dimensión alcanza el pensamiento de Aristóteles en estos días!
Qué oportuno es preguntarse cuál es la Verdad, si sabemos que en toda guerra lo primero que muere es justamente la Verdad.
¿La piedra que ensangrentó la frente de Occidente fue arrojada desde Oriente?
-¡Cayo,... tú,... mi propio hijo!... ¿¿Porqué...?- exclama Cesar al reconocer el rostro del asesino que lo apuñala.
.
De los grandes golpes se aprenden duras lecciones, pero para decirlo así, tan eufemísticamente debemos antes decantar todo el dolor, el horror y trauma que dicha lección conlleva.
Fundamentalmente deberíamos decantar la Muerte; porque en el fondo de todo drama al igual que en éste que nos ocupa, está siempre la Muerte.
¿Es acaso la Muerte un hecho absurdo, lamentable, innecesario, evitable?
La Muerte no es un efecto secundario, colateral, accidental; por el contrario, es nuestro ingrediente esencial, porque la Muerte en sí misma es el corazón del drama; ella nos arroja al oscuro fondo de la tragedia.
La Muerte le da dimensión humana a nuestros actos y existencia efímera a los sueños y ambiciones.
Cuanta más lejana en el tiempo y la distancia, la muerte de los otros siempre es un dato referencial, pero en la medida que se acerca sus rasgos se personalizan y pasa a ser la muerte de los seres que conozco.
La Muerte nos habla del inevitable sentido de nuestra existencia pero también vemos en ella a una moneda fuerte que circula por el mundo y toma el color de quién la comercie.
En manos del terrorista asesino que amenaza nuestra permanencia en éste mundo cotidiano, la Muerte se transforma en miedo y dolor, en inquietud, en incertidumbre.
No; no es posible decantar ni desdramatizar la Muerte, y menos cuando se manifiesta con tanta brutalidad.
El monstruo sin alma ha golpeado y dejó marcado el terror.
¿Tienen almas los terroristas suicidas?
Los asesinos pueden albergar dentro de sí alguno de los diferentes tipos de almas individualizadas por el Egonismo, o pertenecer a los seres vacíos, Nemo.
Pero los suicidas forman una categoría diferente; No son seres vacíos porque solo las almas desarrollan el concepto del suicidio dentro de la conciencia humana; su fuerza puede suprimir el instinto de conservación natural del hombre haciéndole tomar la determinación final.
Un ser Nemo regulado por su estructura natural nunca podría desarrollar dentro de sí tal cosa.
Aunque sabemos que los animales, respondiendo a un código genético realizan actos de suicidio, por ejemplo cuando su especie rompe el equilibrio ecológico.
Pero el ser humano no posee dicho código, porque si así fuese hace tiempo que debimos suicidarnos todos.
.
El suicida es un idealista que se aleja de éste mundo en busca de otro mejor.
Pero cuando el suicida es al mismo tiempo un asesino saltan todos los estándares preestablecidos y se convierte en la peor pesadilla social; en la atroz mutación de espíritu y materia puesta al servicio del horror vacuo.
El asesino es un nihilista rabioso que golpea los barrotes de su realidad, y la sociedad en su conjunto son esos barrotes donde él descarga su furia.
Si el suicida en su mente considera que nos priva de su presencia y con su acto borra al mundo de su conciencia, el suicida-asesino en su rapto nihilista nos arrastra consigo como trofeo-caníbal hacia el fondo del horror.
Pero a pesar de las palabras, la Muerte sigue siendo la Muerte; la de otros, lejana e informativa, una referencia anecdótica en los noticiarios, algo que les sucede a ciertas personas; siempre es así.
Hasta que sin previo aviso se desencadena el temido Momento Espín, justo cuando se esta absorto en la cotidiana actividad, imbuido de la problemática de cada día, con sus pesares y ansiedades; algo rompe la secuencia lógica de la vida y entonces inesperadamente se presenta Ella.
La Muerte es y será siempre la Muerte, pero su real dimensión la comprendemos solo cuando está muy cerca nuestro.
De esa manera, simple y directa la vieron muchos de los seres reunidos por una misteriosa ecuación del Destino en el momento y lugar equivocado.
Seres abocados a la diaria tarea de vivir; que pensaban existir ése día y los subsiguientes también.
¿Cuántos días más deseaban vivir?
Todos los incontables días que el futuro brindara.
No es conveniente pensar en términos de cuantos días puede uno vivir; simplemente se los vive, como se fuman los cigarros, uno por uno y solo uno a la vez.
Pero resultó que ése era el último día; sin preaviso, sin advertencias paranormales ni señales cósmicas, ese día canceló la cuota de vida de forma abrupta.
¿Qué siente un ser humano al ver por la ventana a un enorme avión a punto de entrar por ella?
Se cortaron de improviso todos los conflictos, todas las expectativas, ya no más posibilidades ni logros personales.
En segundos todo lo que fue hasta ese instante muy importante, dejo de serlo. En ese momento lo más temido pero siempre negado se hace presente.
El cuerpo grita de miedo y dolor mientras el alma se espanta.
Pero ¿la Muerte es la que propicia el sufrimiento incontenible y el dolor desesperante?
Es fácil asociarlos pero en realidad ella se mantiene alejada unos pasos más allá del sufrimiento de los sentidos.
La Muerte no produce la terrible pesadilla que padecen las desdichadas víctimas del horror.
Ella es la samaritana que interviene solícita transportando al sufriente hacia la dimensión de las almas.
Para quien se debata en las redes de una pesadilla no hay nada mejor que alguien le sacuda suavemente haciéndolo despertar.
Al instante de abrir los ojos, dejará atrás toda la angustia y el espanto del sueño y observará a la realidad con renovado alivio y con una hermosa sensación de liberación.
A todos aquellos que por cruel decisión del Destino fueron depositados sobre el yunque del dolor, la inefable mano de la Muerte tocó sus hombros haciéndolos despertar.
Reclina tu cabeza
y mientras gira la noria
cuéntame tu sueño.
Puedes ir si quieres al huerto.
¿No me recuerdas?
Yo abro las puertas mientras
tú entras o sales
con los párpados bajos.
¡Señalas al cielo!
No mires tan lejos,
solo vuelo de grullas.
¡Mira en tu mente un sinfín de senderos!
Cuéntame ahora tu sueño
porque cuando despiertes
llegarás a la Puerta.
Escaso es tu tiempo,
abre los ojos y
....despierta.
.