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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (54)
Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.
¡HÁGASE
TU VOLUNTAD!
La perdición consiste en vivir al margen de la voluntad del Padre, haciendo la propia
El mayor sufrimiento para Jesús debe haber sido tener que vivir en medio de un mundo donde nadie conocía ni hacía la voluntad del Padre. Este debe haber sido el mayor deseo del corazón del Hijo: ¡Hágase tu voluntad! ¡Ah, Padre, si los hombres conocieran tu voluntad y supieran que sólo en hacerla se encuentra la verdadera dicha! ¡Qué desdichados se hacen a sí mismos viviendo ajenos a ella y queriendo regirse por su voluntad propia que es sólo un capricho insensato, necio y descabellado! ¡Pobrecitos! ¡Qué desgraciados se hacen a sí mismos!
“El pecado original – ha dicho Juan Pablo II – no consiste sólo en la violación de la voluntad positiva [en griego: thélema] de Dios, sino también, y sobre todo, en el motivo por el cual se desobedece. El motivo es la abolición de la paternidad divina, el oscurecimiento del bondadoso motivo creador [en griego: eudokía], poniendo en duda la verdad de Dios, que es Amor, y dejando la sola conciencia del Amo y el Esclavo. Así el Señor aparece como celoso de su poder sobre el mundo y sobre el hombre; en consecuencia el hombre se siente inducido a la lucha contra Dios... el hombre esclavizado se ve empujado a tomar posiciones contra el amo que lo esclavizaba” (Cruzando el Umbral de la Esperanza, p. 221).
Pero Jesús y los hombres filiales dan testimonio de que no es así. La voluntad o el querer (en griego: thélema) del Padre es:
1) “que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4)
2) “vuestra santificación... pues no nos llamó Dios a la impureza sino a la santidad” (1 Tes 4, 3-7; Ver Hebr 10,10);
3) “que le demos gracias en todo; no apaguemos el Espíritu, ni despreciemos las profecías, que lo probemos todo y nos quedemos con lo bueno y nos abstengamos hasta de las apariencias del mal” (1 Tes 5,18s);
4) “que obrando el bien, amordacemos la ignorancia de los hombres insensatos, que obremos como libres y no como el que pone la libertad como excusa de la maldad, sino como servidores de Dios. Que respetemos a todos, amemos a los hermanos, temamos a Dios y honremos al emperador” (1 Pedro 2,15ss).
Pero la Escritura nos habla no sólo de la voluntad (thélema) del Padre sino también de su beneplácito (en griego: eudokía) de su designio amoroso, de su intención más recóndita, misteriosa y eterna. De ella vamos a hablar un poco la vez que viene, porque en ella se goza Jesús y es la herencia de los hijos.
Horacio Bojorge S.J.
hbojorge@adinet.com.uy