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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (57)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

 “El que conoce la voluntad del Padre mide cuánto se pierden los que no la conocen”

 

“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. La profundidad de estas palabras merece que las sigamos meditando. Esta petición, como las dos anteriores, expresa también un deseo. De hecho no hace más que explicitar algo que estaba implícito en la petición: “Venga tu Reino”. Quizás éste sea el motivo por el cual san Lucas la omite (Lc 11, 2). Esta petición muestra que el deseo de la venida del Reino tiene que ver con el deseo de que se cumpla la voluntad del Padre. Ella termina de bosquejar el anhelo de los corazones filiales. Un deseo que no conocen el hombre carnal ni el Príncipe de este mundo. Por eso puede decirse que el Reino del Padre está “dentro de vosotros” (Luc 17, 21). Es decir, el Reino del Padre habita en los hijos, en forma del deseo ardiente de los corazones filiales, expresado por las tres primeras peticiones del Padre Nuestro.

Quien tenga un corazón filial como el de Jesús, sentirá deseos y tendrá necesidades que sólo el Padre conoce y que aquéllos hombres que no tengan corazón filial, no lograrán entender.

Todo “hijo de Dios” vibra con los intereses del Padre, con los intereses y deseos de Jesús. Por eso le resulta insoportable, como le resultaba a Jesús, que en el mundo no se haga la voluntad santa del Padre. “Lo grande que es esta calamidad, lo poco que se cumple en el mundo la voluntad del Padre solamente lo puede saber aquél que conoce la verdadera voluntad del Padre. Por consiguiente, esta petición presupone la revelación enseñada por Jesús” (H. Schürmann).

Esta calamidad de la humanidad, (¡lo nada, lo poco, lo mal que se lo adora!) es lo que mueve la misericordia divina a la Encarnación y a la obra salvadora. ¡Qué lástima que la creatura humana malogre su capacidad de libertad, -que le ha sido dada con el fin de que pueda adherirse filialmente a la voluntad del Padre-, para desviarla y malemplearla en sus propios caprichos y en la rebeldía!

La perfección, la misericordia, la santidad del Padre la expresa el Espíritu Santo en los corazones filiales con gemidos inefables (Rom 8, 26). El hambre de Jesús es “hacer la voluntad del Padre” (Jn 4, 32-33). En otras palabras: “que haya adoradores en Espíritu y en Verdad” como Él lo fue y lo sigue siendo eternamente. La voluntad del Padre, se expresa en este texto en relación al modo como quiere ser adorado por los hombres: “así quiere el Padre que sean lo que lo adoren” (Jn 4,23).

Horacio Bojorge S.J.

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