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V. EL SERMÓN DE LA MONTAÑA Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7 Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos. Querido Lector: espero que esta quinta entrega de la guía de lectura y meditación del Sermón de la Montaña te ayude a vivir tú también como Hijo y a obrar como tu Padre celestial. VOSOTROS SOIS SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO (Mateo 5, 13-16) El sabor (sal) y la visión (luz) aparecen muy a menudo unidos en la Sagrada Escritura. El sabor representa el apetito, el deseo, la voluntad. La visión representa el conocimiento, la ciencia, la sabiduría, la inteligencia. La Escritura pone frecuentemente en relación el sabor y la visión, o sea lo que uno apetece, desea o ama y lo que uno ve, opina o conoce. No se ama sino lo que se conoce, pero tampoco se conoce bien si no se ama. El amor y el conocimiento se determinan e influyen recíprocamente. Esto es verdad también en la religión, es decir en la relación del hombre con Dios. “Gustad y mirad la bondad del Señor” dice el Salmo (33,9). Podría traducirse también: “Gustad y veréis”. Si no hay gusto, es decir, si no hay amor a Dios, tampoco habrá visión, es decir, verdadero conocimiento. Sabiduría, por fin, es conocimiento sabroso, visión gustosa. Y la necedad por el contrario, sabor que ciega, apetito que perturba. La Escritura nos narra el primer pecado como una serie de cambios que el comer y gustar producen en el ver y el conocer: “Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él se os abrirán los ojos” ... “y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista, tomó de su fruto y comió y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron los ojos y conocieron que estaban desnudos” ... “¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿acaso comiste del árbol que te prohibí? (Génesis 3, 4-11). En un episodio de guerra, Jonatan, extenuado por el combate, hunde el extremo de su lanza en un panal de miel: “llevó la mano a su boca y se le iluminaron los ojos” (1 Samuel 14, 27). El pensamiento bíblico asocia el gustar y el ver, la voluntad y la inteligencia. En esa misma dirección debemos interpretar el dicho de Jesús a sus discípulos: por su amor filial son como la sal que contagiará al mundo el amor al Padre y por el conocimiento que tienen del Padre iluminarán a los hombres con un verdadero conocimiento de Dios como Padre. Si carecen de esa caridad y esa fe, son como sal que ha perdido el sabor, o como una luz oculta. Hasta la próxima Horacio Bojorge S.J.
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