BIBLIA - CONFERENCIAS - DATOS DEL AUTOR - ESPIRITUALIDAD - ESPIRITUALIDAD IGNACIANA - FE Y POLÍTICA - LAICOS - MARÍAPARÁBOLAS Y FÁBULAS - POESÍA - RELIGIOSOS - TEOLOGÍA

 

 

 

 

 
Cristo Hoy
1. Vivir como el Hijo
2. Memoria y Esperanza
3. Una nueva humanidad
4. El sabor cristiano
5. Contagiar el amor
6. La nueva justicia
7. Hijos a conciencia
8. No hay otra alternativa
9. Camino de perfección
10. Enigma de comunión
11. Mirar como Hijos de Dios

12. Una lucha cotidiana

 

 

 

 

 

 

 

IV. EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (4)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

Querido Lector: te estoy presentando, la cuarta entrega de la guía de lectura y meditación del Sermón de la Montaña. Espero que te ayude a comprender mejor lo que quiere enseñarnos Jesús en él: a vivir tú también como Hijo y a obrar como tu Padre celestial.

 

VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA.

«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres” (Mateo 5, 13).

 

Suele decirse que Jesús compara a los hijos de Dios con la sal porque, como Él, dan sabor y preservan de la corrupción a una humanidad en la que su Padre y Creador no encuentra el sabor del amor a Él sino, por el contrario la corrupción de su imagen y semejanza, por el pecado. Esto es verdad, pero no toda la verdad. Para entender el sentido pleno que tiene el dicho en los labios de Jesús, tenemos que recurrir al libro del Levítico 2,13 y al mismo dicho de Jesús en el lugar paralelo del evangelio según san Marcos (9, 50).

El Antiguo Testamento prescribía: “Sazonarás con sal todo sacrificio de oblación que ofrezcas; en ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios; en todas tus ofrendas ofrecerás sal” (Lev 2,13). La sal tenía en la antigüedad un valor purificador (Ver Ezequiel 16,4 y 2 Reyes 2,20) y también era parte del ritual de las comidas de alianza de amistad. Pero significaba sobre todo el amor agradecido y fiel de la alianza, que era el único capaz de hacer sabroso el sacrificio. Dios rechazaba los sacrificios hechos sin amor a Él: “no aceptaré un becerro de tu casa... si tuviera hambre, no te lo diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío ¿comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos? Ofrece al Señor un sacrificio de acción de gracias, cumple al Señor tus votos” (Salmo 49, 9-13).

Jesús aplicó el signo de la sal a la sabiduría de la cruz, el sacrificio del Nuevo Testamento. Sabiduría de la que están faltos no sólo los gentiles y los escribas de su pueblo, sino hasta sus propios discípulos. Jesús revela que cuando falta esta sabiduría no hay paz interior ni con los demás. La sabiduría de la Cruz pacifica todo: “Buena es la sal, mas si la sal se vuelve insípida ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tendréis paz en vosotros y entre vosotros” (Marcos 9, 50, traducción mía).

 

Hasta la próxima

Horacio Bojorge S.J.