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X. EL SERMÓN DE LA MONTAÑA Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7 Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos. Querido lector: la justicia de los hijos debe exceder a la antigua y llevarla a su perfección. Veamos hoy el primer ejemplo que pone Jesús A) OBRAR LAS OBRAS DEL PADRE (2) NO TE ENOJES CON TU HERMANO “Habéis oído que se
dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el
tribunal. Pues yo os digo: Todo aquél que se encolerice contra su
hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano
`imbécil', será reo ante el Sanedrín; y el que le llame `renegado',
será reo de la gehenna de fuego” (5,
21-22). Los
Hijos de Dios no se insultan entre hermanos: toman en cuenta la
generación divina del hermano, la obra de Dios en él, no sus faltas. La
enseñanza de Jesús pretende proteger mucho más que la vida física.
Apunta a proteger, como valor supremo, los vínculos entre los hijos de
Dios. De poco vale la vida física cuando no se vive en concordia social
amistosa. Su plenitud es la caridad filial-paterna y fraterna. Jesús describe un proceso destructor de las relaciones: comienza con la ira, sigue con el menosprecio y el insulto, culmina con la maldición. A la gravedad creciente le corresponderán juicios y penas también crecientes, equivalentes al mayor daño ocasionado a los vínculos: 1) ante el tribunal de primera instancia por la ira. 2) Ante el Sanedrín: tribunal supremo que entendía en las penas de muerte, porque el menosprecio equivale a matar. 3) Ante el tribunal de Dios y el castigo eterno en la gehenna: la pérdida de la vida eterna; porque el que no ama al hermano no ama al Padre (1 Juan 4,20). Jesús revela que la ira destruye la caridad y la comunión. El iracundo se autoexcluye de la comunión de caridad. Su ira, al apartar su corazón de la amistad fraterna, lo aparta automáticamente del Nosotros total. La ira lo solitariza a medida que se va airando con todos. Pero ya al herir un solo vínculo, hiere todos los vínculos de la convivencia caritativa. Destruye la comunión. El iracundo, como el hijo mayor del Hijo pródigo, se excluye de la fiesta del Padre. Jesús lo declara, por eso, incapacitado para participar en la fiesta cultual que celebra la comunión: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (5, 22-24) Hasta la próxima Horacio Bojorge S.J. |