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EL
SERMÓN DE LA MONTAÑA
(20)
Lectura
guiada de Mateo capítulos 5 al 7 Vivir
como el Hijo – Vivir como Hijos. AMAD
A VUESTROS ENEMIGOS
Estamos culminando el
comentario de la parte del Sermón de la Montaña en que Jesús trata del
obrar de los Hijos. Es la que va de 5,20 a 5, 48. En este pasaje Jesús ha
dicho repetidas veces “Habéis oído que se dijo... pero YO os digo”.
Los hijos del Padre celestial, han de superar la justicia de escribas y
fariseos. El Hijo enseña con una autoridad semejante a la Ley. Con el
ejemplo de su vida de Hijo. Jesús no invoca autoridades ajenas ni
bibliografía. Hoy culmina su enseñanza
con este mandamiento absolutamente nuevo: «Habéis
oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo
os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para
que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los
que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también
los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis
de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
(Mateo 5, 43-47). Jesús presenta este
mandamiento como la condición suprema “para
que seáis hijos” de vuestro Padre. La palabra griega traducida así,
significa “para que seáis hechos, os convirtáis, devengáis”.
Expresa la idea 1) de algo que nos sucede: ser transformados, ser hechos
hijos, ser engendrados; 2) de una transformación con la que uno colabora
activamente. Llegamos a ser hijos del Padre celestial por gracia, pero no
sin participación de nuestra libertad y querer. La razón de este “Yo
os digo” es asemejarse al Padre: Vosotros,
pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. (5,48). El amor a los enemigos
es gracia, pero supone de nuestra parte el vivo deseo de ser como el
Padre, y entrar así en el Reino de los Hijos; que como Jesús son la viva
imagen del Padre.. Sólo el Hijo de Dios
puede mandar algo tan inaudito y darle tan inaudito fundamento. Es obvio
que la conducta de los hijos debe fundarse en un conocimiento del Padre,
del cual Jesús es el revelador. Sólo él pudo decir:
“Nadie conoce al Padre sino
el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiere hacer conocer” (Mateo
11, 27) “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9) “El
Padre y Yo somos uno” (Jn 10, 30). Pero sólo el hijo
puede encender con su ejemplo en nuestros corazones, el deseo de querer
vivir como Hijos, de vivir como el Hijo y de asemejarnos a ese Padre. Hasta la próxima Horacio Bojorge S.J. |