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EL SERMÓN
DE LA MONTAÑA (22)
Lectura
guiada de Mateo capítulos 5 al 7 Vivir
como el Hijo – Vivir como Hijos. EL
SOL Y LA LLUVIA
“...Para
que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y llover sobre justos e injustos [...] Vosotros, pues, sed
perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. ”
(Mt 5,45.48) Jesús encierran en
estas palabras una doble alusión: 1) a la alianza de Noé (Gén 9,1-17).
Y 2) a su cumplimiento en la Nueva Alianza, en su Hijo y en sus hijos. La
alianza de Noé era una prefiguración de Cristo y de la Iglesia. El signo de la Alianza
con Noé fue el Arco Iris (Gn 9,1-17). El Arco Iris resulta de la conjunción
del sol y de la lluvia. Dios se compromete por Alianza a no volver a
usarlos para destruir a la humanidad pecadora, sino como signo de su
misericordia. El Dios Guerrero celestial cuelga su arco con el que, desde
el cielo, arrojaba como flechas sus rayos. Por la Alianza noáquica, Dios
lo colgó definitivamente. Depuso su propósito de castigar, airado, a los
malvados: “no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne” (Gn 9,
11). A esta escena nos
remiten las palabras de Jesús sobre el sol y la lluvia que beneficiarán
a buenos y malos. Dios juró a Noé no destruir a los malvados. Pero en un segundo
sentido velado y misterioso, el arco iris, el sol y la lluvia,
representaban, positivamente la salvación: el Mesías, el Verbo eterno
encarnado. En Adviento, cantamos,
“Que descienda el rocío de los cielos y que las nubes lluevan al
Justo” (Isa 45,8). Cada día, en el Oficio divino, el himno Benedictus,
nos recuerda, a la salida del sol, al otro Sol, Jesús: “por las entrañas
de misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte” (Luc
1, 78-79). Es el Dios-sol para sus justos: “Tendrás a Dios por luz
eterna” (Isa 60,19). Lluvia y sol, arco Iris
de misericordia, el Hijo realiza perfectamente el propósito del Padre.
Con él ha de configurarse, por tanto, todo hijo: “vosotros sois la luz
del mundo... así brille vuestra luz... que los hombres glorifiquen a
vuestro Padre” (Mateo 5, 14-16). No puede un hijo elegir sobre quién
hacer brillar o no su bondad de hijo. Su Padre, no solamente
envía sol y lluvia sobre de
buenos y malvados. Sobre Palestina tanto como Egipto. Les envía a todos a
Jesucristo, sol de justicia; lluvia de gracia. Nos envía a todos
nosotros, sus hijos también, como Jesús, primogénito entre muchos
hermanos (Rm 8,29). Y a lo mismo “como el Padre me envió, yo los envío”
(Jn 20,21). Ser buenos con los malos es una misión del Padre .Para ser
hijos hay que asumirla. Hasta la próxima Horacio Bojorge S.J. |